Los ciudadanos impasibles se acostumbran a esta degradación. A veces, nuestros representantes municipales, comunitarios o estatales presentan propuestas muy tibias o ineficaces frente al coloso económico de las eléctricas. Estas son tan mefitosfélicas, que cuando se publicitan en Prensa o Televisión “venden” la idea de que apoyan causas ecológicas detrás de un logotipo, con una mariposa, un gran lago, o un cielo azul infinito. La imagen debería ser viendo a sus operarios retirando el cableado.
¿Cómo es posible que dejen a la vista, en edificios de nueva creación, el trenzado de sus cables y cajetines abiertos, teniendo tecnología y capacidad para ocultarlos? ¿por qué no se legisla de forma contundente y se le obliga al soterramiento?.
He visto un escudo nobiliario de mi ciudad, después de la restauración de su fachada, taladrado para colocar ese cordón umbilical de electricidad. Decían que lo iban a solucionar. Sigue ahí.
El año pasado, Lorca anunció que se había llegado a un acuerdo con una compañía eléctrica Iberdrola para la retirada progresiva del cableado en el casco histórico. En espera me hallo.
Soy optimista para todas las ciudades. En Septiembre de 2020, el Ministerio de Cultura atendió al grupo de Ciudades Patrimonio de la Humanidad a través de su Presidente, el Alcalde de Ibiza, Don Rafael Ruiz González. Entre otras materias, se habló de la desaparición del cableado en los edificios de los cascos históricos. Se comentó que ese aspecto se recogerá en la reforma de la Ley de Patrimonio Histórico. Expectante me quedo, y que dicha ley y otros nos alcance a todos los pueblos y a todos los edificios.
Y pronto, cuando elevemos la vista en cualquier ciudad de España, ya no habrá hilos en su firmamento. Entonces, sólo pensaré en Ariadna, como aquella princesa que al final no fue tan desgraciada. El dios Dionisio la toma por esposa y en la ceremonia nupcial le regala una corona, que convertida en constelación brilla en el cielo y orienta a los navegantes en noches serenas.