Como huesos disueltos de antiguos vivos. Vivencias de un pasado no muy lejano que quitaba hambres a patadas. Refugio de los últimos colonos que adoraron a esta tierra, fértil y seca, dura, pero inmensamente pura.
Ya solo queda de su pasado, piedras esturreadas, piedras, desvencijadas, amontonadas.
Antiguas casas blanqueadas, desperdigadas entre el infinito de estos campos solitarios y deteriorados.
Al mirarlos rezuman sus esqueletos piedrunos, esa aurora de vidas pasadas y voces extinguidas, jamas olvidadas.
Blancuras perdidas entre verdes olivos. Casas olvidadas de antiguos inquilinos. Voces, chillidos entre juegos de antiguos chiquillos.
Refugio de harapos y sonrisas endiabladas, embaucadoras e imperecederas que aun subsisten con cada piedra.