El Instituto Nóos según parece estaba creado como una fundación sin ánimo de lucro. Es decir, no debía crear beneficios. Según los propios acusados su misión era realizar investigaciones de interés general en los ámbitos de patrocinios y mecenazgo. Lo que significa que servía como plataforma.
Un trampolín directo a los bolsillos de alguien, pero nunca imaginarían que alguien tan ‘real’ y con tanta luz verde en el camino. La idea inicial de conseguir fondos para proyectos que sirvieran para mejorar la calidad de vida de las personas o dar oportunidades a nuevos emprendedores, se quedó en nada. El escándalo del Palma Arena fue tan solo la punta del iceberg.
El propio gobierno de las Islas Baleares pagó al instituto Nóos en tres años, un total de 5,8 millones de euros en facturas. Los servicios que allí se detallaban no tenían desperdicio. Urdangarin y su socio Diego Torres organizaban foros de turismo y deportes, redactaban informes técnicos y gestionaban sus ingresos.
Un importe tan elevado facturado a una administración pública requiere un concurso entre las distintas empresas que pueden ofrecer el servicio. Lo curioso es que en este caso, primero se pagaba y luego casualmente Noós era la empresa (sin ánimo de lucro) que ganaba el concurso contra los demás presentados. Otro punto que, sin lugar a dudas, llamaba la atención y no pasó desapercibido.
Para realizar tantos trabajos pendientes con el gobierno Balear, Urdangarín tuvo que hacer horas extra, junto con su socio, Torres. Ambos crearon una serie de empresas destinadas a facturar los servicios de la organización de eventos, Noós Consultoria Estratégica, Aizóon (que tenía conjuntamente con su mujer, Cristina, al 50%), Virtual Strategies S.L., entre otras.
De esta forma, podían facturar y quedarse con el dinero del gobierno Balear ya que con su fundación empezaban a crear ciertas sospechas. Fue una trama difícil de contrastar porque todas las empresas parecían legales y tenían sus sedes establecidas en pleno funcionamiento, pero tuvieron una serie de errores.
Cuanto más gana una empresa, más impuestos debe pagar. Para el común de los mortales esta norma es básica, para evitar problemas con la Hacienda pública y cumplir con la normativa establecida. Diego Torres y el yerno del rey, Iñaki, crearon un sistema de facturación triangular. Todas las empresas no podían facturar más de 250.000 cada una.
Con este tope se evitaban pagar más impuestos y poder recoger los máximos beneficios posibles. Además se transfirieron en cuentas de asociaciones grandes sumas de dinero. Destacan los 420.000 euros de una Fundación infantil de niños discapacitados(la que llamaron Fundación Cultural, Deporte e Integración Social).