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'¿Cómo sabía Colom que encontraría tierra a setecientas cincuenta leguas?', por Pedro Cuesta Escudero autor de Colón y sus enigmas

"¿Cómo sabía Colom que encontraría tierra a setecientas cincuenta leguas?", por Pedro Cuesta Escudero autor de Colón y sus enigmas

miércoles 20 de marzo de 2024, 07:19h
'¿Cómo sabía Colom que encontraría tierra a setecientas cincuenta leguas?', por Pedro Cuesta Escudero autor de Colón y sus enigmas

Todas las Juntas de sabios que estudiaron el plan de viaje de Cristóbal Colom a las Indias lo rechazaron por inviable.

La Junta de Matemáticas de Portugal

La Junta de Matemáticas de la corte de Juan II de Portugal fue la primera en estudiar el proyecto de viaje de Cristóbal Colom. Componían esta junta, presidida por José Vizinho, que había sido discípulo del maestro Zacuto, el obispo de Ceuta y confesor del rey, el refutado astrónomo y eminente físico maese Rodrigo Maldonado, el maestro Moses y el geógrafo alemán Behaím.

Esta Junta valora que Colom le da a la Tierra un tamaño mucho menor del que tiene en realidad. Los de la Junta dicen que añade errores a los errores de los autores en que se basa. Colom se defiende diciendo que se ha fundamentado en el afamado astrónomo persa Alfagrano, que da al grado terrestre 36 millas y dos tercios. Alfagrano había establecido la circunferencia de la Tierra en 30. 398 millas, un valor muy parecido al que calculó Eratóstenes.

El maestro Rodrigo le objeta a Colom haber cometido el mismo error que Toscanelli, confundiendo las millas árabes con las millas italianas. Las millas árabes son mucho más largas que las italianas. De esta manera el tamaño de la Tierra les sale, tanto a Toscanelli como a Colom, un 26% más pequeño del que tiene en realidad. El obispo de Ceuta les echa en cara que, junto con Toscanelli, Colom se traga, sin más, un cuarto de la Tierra. Vizinho interviene diciendo que aplicando las millas árabes, en vez de las italianas, para llegar a las Indias había que recorrer 2.500 leguas, es decir 1.370 más de las que calcula Colom. Lo que técnicamente hace imposible navegar esa distancia sin poder repostar ni alimentos ni agua.

Colom les responde que se había basado en Marino de Tiro, que prolonga las tierras continentales de los 180 grados de Ptolomeo a 223 grados, a lo que hay que añadir 28 grados, según lo revelado por Marco Polo, quien estuvo en la China invitado por el Gran Kan. Lo que le permitió viajar por aquellas extensas tierras en todos los confines. Colom afirma rotundo que sabe con toda seguridad, porque lo había estudiado a conciencia, que a 750 leguas de las Canarias hay grandes tierras e islas, riquísimas, que son la antesala de las Indias.

Entonces es cuando Vizinho le comenta que el rey había dado órdenes al capitán de una carabela que llevaba víveres a las islas de Cabo Verde para que navegara hacia occidente a ver si encontraba esas tierras de las que hablaba. Y navegaron durante un tiempo y solo vieron un inmenso desierto de salvajes y trémulas olas, por lo que desistieron y regresaron poniendo de manifiesto la fábula que era el proyecto de Colom. Ante esta indignidad del rey Juan II de Portugal Cristóbal Colom marchó decepcionado e indignado, no solo de la sala donde estaba con la Junta de sabios, sino del mismo Portugal.

El monasterio de La Rábida

Y el viudo de Cristóbal Colom marcha a Palos a bordo de una nave italiana a fin de dejar a su hijo Diego, de cuatro años de edad, en casa de su cuñada Violante Monis, afincada en el condado de Niebla. Al poco de salir de Palos divisan encima de un altozano poblado de pinos un pintoresco monasterio. Como se hacía tarde decide Colom alojarse en el monasterio por esa noche para comer, beber y descansar. Colom explica al padre guardián que vienen de Lisboa donde el rey no ha querido patrocinar un viaje a las Indias cruzando el Atlántico. Le dice que el rey de Portugal está obsesionado por llegar a las Indias bordeando África, pero el viaje que él propone, que lo tiene bien estudiado, es más corto y sencillo. En algo más de una lunada llegaría a las tierras e islas que están en la antesala de la India, el Cipango y el fabuloso reino del Gran Kan.

El fraile guardián fray Juan Pérez les ofrece el hospedaje y un buen ágape y les dice que no tengan prisa en marcharse, pues mañana será presentado al estrellero del monasterio para que le explique con más detalle el viaje y también harán venir de Palos al médico del monasterio, García Fernández, que es un hombre de ciencia y en más de una ocasión ha referido que navegando hacia poniente se llega a las Indias. Al día siguiente le proponen a Colom que su hijo Diego se quede en el monasterio donde se encargarán de su educación.

Y en la Sala Capitular del monasterio de Santa María de la Rábida se reúne con fray Juan Pérez, apasionado del estudio de la geografía y de la náutica, fray Antonio de Marchena que accidentalmente se encuentra en La Rábida en su calidad de Custodio de la orden franciscana y que por su afición a la astrología es conocido como “el estrellero”, el médico y físico García Fernández, también aficionado a la astrología y conocedor de las muchas anécdotas de los marineros de Palos y Pedro Vázquez de la Frontera, que había participado como piloto en la expedición portuguesa comandada por Diego de Telve. Explica fray Juan Pérez que los marinos de Palos suelen ir al monasterio para comentar mil y una anécdotas de sus viajes. Esto hace que sean muy receptivos a cualquier viaje a ultramar. Muchos son los que piensan que con arrojo se podría cruzar el océano. El piloto Pedro Vázquez manifiesta como se descubrió la isla de Flores. Declara que, pasada la isla de Fayal, un fuerte viento del noroeste les internó en el océano más de 150 leguas y fueron a parar a un mar de hierbas. Creyéndose perdidos y atrapados, comprueban que podían navegar sin ningún contratiempo. Colom dice que en el viaje de volta da Mina también se metieron en ese mar de yerbas. No sabiendo que rumbo tomar, sigue explicando el piloto, vieron volar un nutrido bando de aves, que deberían dormir en tierra, por lo que las siguieron y fue cuando se descubrió la isla de Flores.

Colom comenta que ha viajado por todas partes, el Mediterráneo de punta a punta, a Inglaterra, a Irlanda, donde le contaron el viaje de Barandán, a Islandia, donde le refirieron que osados marineros, como Erick el Rojo y Leif Eridson, sin los instrumentos de navegación, como la brújula y el astrolabio y con unas naves mucho menos marineras, llegaron a tierras que hay al otro lado del Atlántico por aquellas latitudes. También ha estado en las islas Madeira, concretamente en la isla de Porto Santo donde nació su hijo Diego, en las Azores, en las Canarias, en las islas de Cabo Verde, en la Guinea. Explica que mientras viajaba sentía la llamada del elegido, por lo que ha ido estudiando las corrientes y los vientos del Atlántico, lo que le ha permitido concebir este proyecto de viaje para llegar a las Indias y con la seguridad del retorno. Dice que también ha recabado información de muchos pilotos, de las Sagradas Escrituras y, sobre todo, la ciencia de los eruditos, tanto clásicos como modernos, dando base científica a este proyecto. El Paraíso Terrenal, los Jardines del Edén y la fuente de la eterna juventud se han de situar por fuerza en las islas y tierras que hay al final de Oriente, También se encuentran por allí los Campos Elíseos, que fueron poblados por los descendientes de Elisa, la hija de Jafet. Asegura que su cosmografía es la de Ptolomeo y la de Toscanelli, lo que le ha llevado a tener la seguridad de la existencia de islas y tierras, y saber la distancia a la que se hallan, que son la antesala del Cipango, de Catay, de Mangi, de Ciamba, de la India. Que había leído los textos de viajeros como Marco Polo, Plinio El Viejo, Silvio Piccolomini y Pierre d’Ailly. Y enseña el mapa dejado por el matemático y marino Paolo dal Pozzo Toscanelli, fallecido poco antes, donde se detalla la navegación a las islas de las Especias por el oeste. Entre Canarias y Cipango hay 2.400 leguas. Es entonces cuando el experimentado piloto Pedro Vázquez dice que son muchas millas para ser navegadas de un tirón sin repostar en ningún sitio. Colom le responde que Toscanelli dice que la isla Antilia se encuentra a mitad camino y sería donde se podría repostar y hacer aguada. Colom sorprende al revelar que sabe la existencia de unas islas y unas tierras a 750 leguas de las islas Canarias y los lugares donde reponer los víveres y hacer aguada En algo más de una lunación se llega a esas islas que constituyen la antesala de las Indias. Esas islas son riquísimas en minas de oro, que, probablemente, sean las minas de donde se extrajo el oro para la construcción del templo de Salomón. En concreto, están a una distancia de 750 leguas y, como siempre se navega con los vientos a favor, se llega poco antes de un mes.

Probablemente reveló Colom a fray Juan Pérez, bajo secreto de confesión que, cuando vivía en la isla de Porto Santo, arribó a los arrecifes de la costa un náufrago, que venía muy malherido y muy enfermo, pero antes de morir le manifestó que unas persistentes tormentas habían arrastrado a su barco a una isla. Reparadas las averías de la nave estuvieron algunos meses en aquellas tierras conviviendo con los nativos, que los confundieron con los dioses que esperaban que llegasen por mar, según sus profecías. Recorrieron varias islas y descubrieron minas de oro, que podrían ser las que enriqueció al rey Salomón. El piloto, que fue el que acogió en su casa, era muy meticuloso y en sus cuaderno de bitácora, que Colom pudo rescatar, tenía dibujados bocetos, mapas de ríos y arrecifes, cálculos de navegación y comentarios muy útiles. La existencia de ese náufrago explicaría lo convencido que estaba fray Juan Pérez para poner todos los medios a fin de que este viaje se realizara. Tanto el padre Marchena como fray Juan Pérez le entregan a Colom sendas cartas de recomendación para gente importante y poderosa que podrían financiar la empresa. A don Enrique de Guzmán, duque de Medina Sidonia, en cuyos estados radican los principales puertos de Andalucía, incluyendo los del entorno de La Rábida. También a D. Luis de la Cerda, duque de Medinaceli, que es el más rico de Andalucía, dueño de una flota de barcos y con intereses en muchos negocios. Gracias a fray Juan Pérez y a los frailes de La Rábida, Colom, recién llegado a Castilla, forastero, desconocido del todo y con aspecto de aventurero, entra en relaciones estrechas con cuantos en Castilla representan poder. El duque de Medina Sidonia, que es poseedor del dominio feudal más espléndido de toda España, con una fortuna incalculable, le dice que no tiene tiempo para escuchar extravagancias. Es que la aristocracia del reino desprecia los negocios. Por eso banqueros foráneos encuentran aquí grandes oportunidades. En Sevilla mismo hay sucursales de Pinello, Centurione, Doria, Médicis. El duque de Medinaceli, que vive en Puerto de Santa María, escucha y acoge a Cristóbal. Y es que Juan de la Cerda y Cristóbal Colom son cuñados, pues el duque estuvo casado con Ana de Navarra y Aragón, hija bastarda, como Colom, del Príncipe de Viana.

El Consejo de Estado de los reyes y la Junta de sabios de Salamanca

El duque de Medinaceli está dispuesto a poner las carabelas que se necesiten para poder llevar a cabo el viaje que propone Colom. O podría mandar la construcción de naves especiales para esta empresa. Pero antes quiere saber la opinión de los reyes, porque la exploración es una prerrogativa de la Corona. A Colom también le interesa que sean los reyes los que patrocinen la empresa para lograr con documento suscrito por ellos con carácter vitalicio y hereditario títulos como Don, Almirante de la mar océano, Virrey y Gobernador General de las islas y tierras descubiertas. Para el duque este viaje solo sería una inversión, pero para Colom significa recuperar la dignidad que le corresponde por formar parte de la familia Trastamara. Y el duque de Medinaceli escribe una carta a los reyes para que Colom les pueda proponer su proyecto de viaje y otra a su tío, el cardenal Pedro González de Mendoza, arzobispo de Toledo y brazo derecho de los reyes. Pero como la reina Dª Isabel estaba a punto de dar a luz a su quinto hijo habría que esperar un tiempo para la entrevista. Por esta razón estuvo hospedado en el palacio del duque de Medinaceli durante dos años. En ese tiempo fue cuando conoció a personajes como Alonso de Ojeda, criado del duque y al cántabro Juan de la Cosa, dueño de la nao Santa María. Fray Antonio de Marchena y fray Juan Pérez también ofrecen una buena recomendación para la Corte con sendas cartas, para la reina y para personas de mucho peso en la toma de decisiones como el jerónimo fray Hernando de Talavera, obispo de Ávila y confesor de la reina. Otra carta para el dominico fray Diego de Deza, tutor y preceptor del príncipe Juan. Y para Alonso de Quintanilla, contador mayor de la Corona y promotor de la Santa Hermandad.

El 20 de enero de 1486 los reyes conceden la primera entrevista a Colom en el Palacio Episcopal de Alcalá de Henares. La reina Isabel deja a su Consejo que estudie con calma este proyecto de viaje. Mientras, la Corte, donde es integrado Colom con una subvención de 20.000 maravedíes, viaja a Salamanca. Allí tiene el primer encuentro con el dominico Diego de Deza, a quien Colom le entrega la carta de recomendación que le dio para él fray Juan Pérez. Por mediación de este nuevo amigo y protector, profesor de la universidad de Salamanca, obispo de Zamora y preceptor del príncipe heredero, Colom es alojado en la quinta de Valcuervo, que poseen extramuros de la ciudad los dominicos. Fray Diego de Deza presenta a Colom al cardenal Mendoza, que es el arzobispo de Toledo y, por consiguiente, primado de Castilla. Es decir, que después de los reyes, es el que más poder tiene en el reino.

Cuando el Consejo que estudia el viaje, al considerarlo inviable, Colom protesta por estar formado por personas no cualificadas en esta materia. Es entonces cuando Fray Hernando de Talavera, por orden expresa de Sus Majestades, reúne una comisión de expertos, que él mismo preside, para estudiar el proyecto de viaje de Cristóbal Colom. En esta comisión hay, además de letrados, peritos en cosmografía y técnicos en navegación. La integran licenciados y maestros de la comunidad de San Esteban de Salamanca y catedráticos de la universidad. Entre los miembros de esta comisión está el consejero real Rodrigo Maldonado, que había participado en los pactos hispano-lusos que culminaron en el tratado de Alcaçovas. También se suman a las deliberaciones pilotos y marineros.

Colom explica que al oeste del cabo de San Vicente hay hasta la ciudad de Quinsay, según Toscanelli, veinticinco espacios, cada uno de doscientas cincuenta millas. Seis mil quinientas millas es una distancia importante, pero no imposible para la navegación, pues a poco más de tres espacios, o sea a setecientas cincuenta millas de La Gomera está la isla Antilla. Es decir, la navegación hasta llegar a Catay y Mangi será tan sencilla empresa como ir de puerto en puerto por el Mediterráneo, pues una pululación de islas, un verdadero salpicado de tierras se extiende por todo el ámbito, empenachada de los árboles paradisiacos de la canela, la nuez moscada, el clavo y otras especias tan apreciadas. Se le replica que las medidas que da sobre las dimensiones de la Tierra no concuerdan con las que calcularon los sabios antiguos, pues tanto Colom como Toscanelli cuentan las millas árabes de Alfagrano por millas italianas, empequeñeciendo así la circunferencia terrestre un tercio de su tamaño real. El viaje a las Indias en estas condiciones es inviable. La falta de aprovisionamiento en la ruta acabaría irremisiblemente con la vida de la tripulación. No se puede estar navegando más de dos años sin repostar.

Ante este veredicto de la Junta de Salamanca que declara inviable el viaje, Cristóbal Colom, tal es su convencimiento que cruzando el Atlántico se puede llegar a la India, viaja a Portugal para que el rey Juan II reconsidere este viaje, al tiempo que manda a su hermano Bartolomé para que proponga este viaje a Enrique VII de Inglaterra y a la corte de Carlos VIII de Francia. Su hermano le comenta que el pasado febrero Bartolomé Díaz dobló África, por lo que el camino a la India queda abierto a los portugueses. Juan II no querrá saber nada del proyecto de Colom.

De vuelta a Palos, en la Rábida, fray Juan Pérez escribe a la reina solicitándole una audiencia urgente para explicarle la certidumbre que tiene del proyecto de viaje de Colom y los muchos beneficios que supondrá para el reino de Castilla. No pasan ni quince días cuando se recibe contestación de la reina ordenando que maese Colom vaya a Córdoba a entrevistarse con Sus Majestades. Envía 20.000 maravedíes para que se compre nuevas ropas y una orden escrita, firmada y sellada donde se informa a los concejos, justicias y regidores de todas las ciudades, burgos y pueblos que Cristóbal Colom viaja a la Corte para tratar ciertos asuntos concernientes a nuestros servicio y ordena que se le preste alojamiento sin pago. Cuando llega a Córdoba, por requerimiento de la guerra los reyes se han tenido que marchar, pero aún puede saludar a fray Diego de Deza, a fray Hernando de Talavera y a Alonso de Quintanilla, quienes le presentan a Lluis de Santángel.

Fray Diego Deza, convencido de la viabilidad del viaje que proyecta Colom a las Indias y de los beneficios que reportaría al reino de Castilla persuade a todos los miembros de la Corte y a los mismos Reyes. La amistad profesada por Deza, por lo tanto, fue decisiva en la Corte de Castilla para que se aceptara finalmente que Colom emprendiera su viaje. Pero hubo que dejar por sentado que se sabía que había islas y tierras antes de llegar a las costas asiáticas. Y Colom estuvo al tanto por un náufrago que atendió en su casa de Porto Santo, ya que la navegación en solitario en aquella época era inviable y si hubiera ido otro barco antes sería un secreto a voces. “Las cosas suplicadas- leemos en la Capitulaciones que firman los Reyes y Colom en Santa Fe- e que vuestras altezas dan e otorgan a don Christoual de Colón en alguna satisfacción de lo que ha descubierto en las mares oceanas y del viage que agora con la ayuda de dios ha de facer en seruicio de vuestras altezas”.

Bartolomé de las Casas habla del pre nauta en su obra Historia de las Indias, al afirmar que Colom despachó personalmente en su propia casa de Porto Santo con un piloto onubense que llegó enfermo tras un largo viaje de retorno del Atlántico. La paternidad del piloto misterioso habría que atribuírselo a otro historiador, Gómez Suárez de Figueroa, llamado el Inca Garcilaso de la Vega en sus Comentarios reales “Un piloto de la villa de Huelva en el condado de Niebla, llamado Alonso Sánchez de Huelva, tenía un navío pequeño con el cual contrataba con el mar (…) le dio un temporal tan recio y tempestuoso que, no pudiendo resistirlo se dejó llevar de la tormenta (…)se aplacó el viento y se hallaron cerca de una isla (…)los indígenas los recibieron bien porque eran altos y tenían barba(…) atracaron en la isla de Porto Santo donde residía Cristóbal Colom. Alonso Sánchez, enfermo y siendo uno de los pocos supervivientes, tomaría contacto con el navegante al que trasladó toda la información”. También este mismo hecho es mencionado en la obra Historia general de las Indias de Gómez de Gomara. “Navegando una carabela por nuestro mar océano tuvo tan forzoso viento de levante y tan continuo que fue a parar en tierra no sabida o puesta en el mapa o carta de marear(…) y cuando acá llegó no traía mas que el piloto y a otros tres o cuatro marineros, que, como venían enfermos de hambre y de trabajo se murieron dentro de un poco tiempo en el puerto(…) concuerdan todos en que falleció aquel piloto en casa de Cristóbal Colón, en cuyo poder quedaron las escrituras de la carabela.”

Como a finales del siglo XVIII y durante el siglo XIX la joven república norteamericana necesitaba desarrollar una historia nacional sin conexión con Gran Bretaña, escritores como Roberston, Barlow, Philips Morín encuentran en Colom un héroe del pasado lejano, libre de asociación con los poderes coloniales europeos. En esos escritos Cristóbal Colom aparece como estadista, maestro de las ciencias y la tecnología. Washington Irving publica una genial obra sobre la vida y viajes de Cristóbal Colom, que fue un éxito y se tradujo a todas las lenguas cultas, desencadenando una gran fascinación en Europa y América del norte. Humboldt dijo que Colom sirvió al género humano “ofreciéndole de una vez objetos nuevos al estudio y a la reflexión, engrandeció el campo de las ideas e hizo progresar el pensamiento humano”. Otras mentes lúcidas como Carlos Marx y John Elliot señalaron con precisión el significado histórico universal de la expedición colombina. Ante este panorama, ante la genialidad de Colom, ¿quién piensa en el prenauta? No se puede denigrar la genialidad de Colom con la existencia de un prenauta. Lo único que se pone de manifiesto es el atraso cultural del pueblo español, el negacionismo de las Juntas de “sabios” que estudiaron la propuesta de Colom y a punto estuvo de malograr el viaje del descubrimiento de América. Aún sirvió para aumentar la Leyenda Negra contra España.

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