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CONQUISTADOR CONQUISTADO, por José Biedma López

CONQUISTADOR CONQUISTADO, por José Biedma López

domingo 22 de octubre de 2023, 08:22h
CONQUISTADOR CONQUISTADO, por José Biedma López
CONQUISTADOR CONQUISTADO, por José Biedma López

Álvar Núñez Cabeza de Vaca fue un jerezano nacido hacia 1490. La familia materna presumía de descender del legendario pastor de Jaén, Martín Alhaja, el que señaló con cráneos de vaca el atajo ventajoso al rey Alfonso VIII en la decisiva batalla de las Navas de Tolosa (1212) contra los almohades. Su abuelo paterno había sido relevante en la conquista de Canarias. Como militar luchó en Rávena contra los franceses y ascendió a alférez; participó en 1520 en la guerra de las Comunidades. Después entró como mensajero al servicio de la poderosa casa de Medina Sidonia.

Con alma de aventurero y explorador, Cabeza de Vaca se embarca en Sanlúcar en 1527 en una expedición gobernada por Pánfilo de Narváez, adelantado del emperador Carlos V. Al parecer, la misión era frenar las aspiraciones de Hernán Cortés. En el viaje, Álvar Núñez se empleó en calidad de tesorero o alguacil mayor. La armada de cinco barcos contaba con 600 hombres. Su objetivo explícito era la conquista y gobernanza de la Florida; e implícito, la búsqueda de La Fuente de la Eterna Juventud.

Del fracaso de esas empresas dejó constancia Cabeza de Vaca en una relación publicada primero en Zamora (1542) y luego con su autorización en Valladolid en 1555: un relato de larguísimo título que a partir del siglo XVIII se publica con el sencillo de Naufragios.

¡Y eso es la vida, como sugirió Ortega, peregrinación y naufragio! Así que la obra de Álvar Núñez añade a su valor histórico y antropológico, otro poético y simbólico. Es un error pensar que el único interés de los españoles que se jugaban la vida en aquellos viajes transoceánicos era la codicia de la plata y el oro. La curiosidad, el ansia de aventura, la fantasía perseguidora de quimeras, el afán de gloria, el nomadismo atávico a nuestra condición humana también jugaban en aquellas peligrosísimas proezas. Muchos migraban, como hoy, huyendo de la miseria.

Tras atravesar el Atlántico en los cascarones de entonces, se sucedieron las catastróficas adversidades. En Santo Domingo 140 marineros se escaquearon y un huracán en Cuba diezmó aún más al contingente. El 12 de abril de 1528 los supervivientes llegaron a la costa de Florida, a la bahía de Tampa, bastante perdidos ya que el gobernador Pánfilo Narváez había errado en sus cálculos. Divisaron habitáculos indígenas. No sabemos cómo se entendieron con estos que les dijeron que, si buscaban oro (y era lo que ansiaba Narváez), tendrían que marchar hacia el norte. Mientras algunos quedaron al cuidado de los barcos, los más osados entraron por los pantanos usando balsas y a nado. Lo que encontraron no fue oro sino escasez de alimentos, mosquitos y hostilidad de los nativos. Se nutrían con los caballos de los que se ahogaban, sufrían ataques de flechas y combatían con arcabuces y ballestas a los indios apalaches. Se toparon con más de veinte naciones de indígenas, la mayoría muy belicosas. Improvisaron fraguas y fabricaron herramientas y armas. Igualmente construyeron barcazas para cabotear por la costa de Florida.

Al fin, consumidos por el hambre y la sed, Cabeza de Vaca y sus compañeros llegaron al delta del Misisipi. La embarcación de Álvar Núñez atracó en la isla de Galveston que él llamó Isla del Mal Hado. Catorce hombres le acompañaban. Primero fueron bien tratados por los indios carancaguas, pero posteriormente fueron repartidos como sirvientes entre las familias de los nativos. Tras seis años como esclavo, Cabeza de Vaca aprendió de los naturales la cultura del mimbre, del camuflaje y de la guerrilla, además de las prácticas chamánicas que combinaba con los conocimientos médicos que había adquirido en su vida europea. Logró la libertad curando al hijo de un cacique.

Ejerció el comercio entre distintas tribus intercambiando conchas y caracolas de la costa por cueros del interior y almagra (pigmento ocre para pinturas). En Matagorda, cerca de Galveston, se topó a antiguos compañeros con los que inicia nueva travesía. Remontan el río Bravo hacia el noroeste de México ejerciendo principalmente de curanderos y echando fama de brujos de postín: “Hijos del Sol”, les llamaban los aborígenes. Buscaban una ruta de regreso a Nueva España por lo que hoy es el sureste de Estados Unidos y norte de México. Se encontraron con los siux, dedicados a la caza del bisonte y convivieron con otras tribus.

En California se cruzaron con un indio con una hebilla colgando del cuello que les aseguró que pertenecía a un barbudo que había llegado del cielo a caballo. A orillas del río Sinaloa (Petatlán) tomaron contacto con otro equipo de exploradores en 1536, a pocas leguas del asentamiento español de San Miguel de Culiacán. Poco después el jerezano se reunió con Hernán Cortés, que ostentaba el título de marqués del Valle de Oaxaca.

Como el Ulises de la homérica Odisea, Cabeza de Vaca consiguió volver a su Ítaca después de mil peripecias, tropiezos y calamidades. Regresó a España desde La Habana. Todavía a la altura de las Azores un corsario francés intentó asaltar su nave, pero unos navíos portugueses le repelieron y la escoltaron hasta Lisboa (9 agosto 1537).

Álvar Núñez actuó en el Nuevo Mundo como un pionero de la etnografía al recoger observaciones sobre las poblaciones indígenas del golfo de México, conociendo sus lenguas, costumbres, relaciones personales, recursos… Naufragios está considerada la primera narración histórica sobre territorios que son hoy parte de los Estados Unidos. La redactó entre 1537 y 1540. Corrió el rumor de que tenía datos sobre el legendario El Dorado, el mito de las siete ciudades llenas de oro.

No creo que el jerezano fuera un tipo codicioso. Disfruté mucho leyendo sus relaciones de Indias en mis años mozos, transportado en el tiempo y el espacio por su español... Fue un conquistador que no conquistó nada en el Nuevo Mundo, un hombre sencillo, inteligente y fundamentalmente honrado. Recorrió más a pie que a caballo los actuales estados de Misisipi, Florida, Luisiana, Arizona, Texas, el golfo de California y Nuevo México, territorios que serían anexionados al Virreinato de Nueva España.

No contento con las penalidades sufridas en Norteamérica, a finales de 1540 convence al emperador e inicia desde Cádiz su segundo viaje a la entonces Gobernación de Paraguay, hoy costa de Brasil. Guiado por indígenas tupis-guaraníes cruzó la selva paranaense, recorrió más de dos mil kilómetros atravesando ríos caudalosos y profundos barrancos. Es considerado el primer europeo que pudo contemplar las Cataratas del Iguazú, que llamó “Salto de Santa María” en enero de 1542.

Enviado como gobernador quiso hacer cumplir las Leyes de Indias que protegían a los indígenas de los abusos de los colonos. En la ciudad de Asunción entró en conflicto con estos, que rechazaban la autoridad del Adelantado del Río de la Plata, nombrado por el Rey de las Españas. Los descontentos se sublevaron, lo apresaron y lo deportaron como reo acusado de abusos. El caso fue que a su vuelta a Sevilla el Consejo de Indias lo desterró a Orán, le relevó de sus títulos y le embargó los bienes. No obstante, Cabeza de Vaca apeló la sentencia y peleó hasta el final de sus días por el restablecimiento de su honor. Algunos creen que al fin de su vida tomó hábitos. Según el Inca Garcilaso, falleció en Valladolid, y no en Sevilla como dice la Wikipedia, el 27 de mayo de 1559. En el Convento de Santa Isabel se conserva la lápida que guardó sus restos en la ciudad castellana. El actor Juan Diego representó al personaje en una película dirigida por Nicolás Echevarría en 1991.

Del autor:

https://www.amazon.com/-/e/B00DZLV35M
https://dialnet.unirioja.es/servlet/autor?codigo=1636897
https://aafi.es/NOCTUA/noctua00.htm

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