nuevodiario.es
'La escuela en la época del franquismo (de 1950 a 1970)', por Pedro Cuesta Escudero

"La escuela en la época del franquismo (de 1950 a 1970)", por Pedro Cuesta Escudero

lunes 02 de octubre de 2023, 09:13h
'La escuela en la época del franquismo (de 1950 a 1970)', por Pedro Cuesta Escudero

Tras la guerra civil España queda totalmente destrozada: industrias, viviendas, muchas de sus vías de comunicación inservibles y su economía arrasada, que se agrava cuando la ONU condena al régimen de Franco, convirtiéndole en un paria internacional. Debido al aislamiento internacional en que se vio sometida España hizo que su economía fuera autárquica y muy precaria. Los salarios de miseria y el pluriempleo eran la especialidad nacional “para ir tirando”. El aislamiento perjudicó sobremanera a las clases populares, esencialmente a los perdedores de la guerra, la mayoría de la población. El comer constituía la principal batalla que debían superar cada día. Se racionó el pan a razón de 80 gramos por persona y día, 100 gramos de carne por persona y semana. Todo estaba provisto en la cartilla de racionamiento. En la España de la posguerra se pasó realmente mucha hambre. Los vencidos de la guerra tenían que hacer virguerías para engañar al estómago. La cáscara de cacahuete tostada y molida servía para hacer café. Las primeras hojas de las lechugas, que siempre se tiran, se hervían y se rehogaban con ajos para parecer espinacas. Las pieles de las naranjas también se comían teniéndolas unas horas en agua sal. Muchos se hacían cigarros con las hojas secas de las patatas. Donde más hambre se pasó fue en las ciudades; se decía que llegaban a confeccionar tortillas sin huevo, guisos sin carne, fritos sin aceite, dulces sin azúcar.

'La escuela en la época del franquismo (de 1950 a 1970)', por Pedro Cuesta Escudero

Se ningunea socialmente a la mujer

Por otra parte, acabadas las bombas, Franco se ocupó de dinamitar el cambio social que se había producido, aún con dificultades, durante la República. Un cambio muy incipiente, pero se empezaba a reconocer en la mujer igualdad de derechos con relación al hombre: derecho al voto, posibilidad de ejercer todas las profesiones, libre acceso a los cargos públicos, ingreso en el ejército, matrimonios civiles, incluso uniones libres. Pero tras la guerra, la alianza entre la Iglesia y el Estado hizo que se ninguneara socialmente a la mujer. El objetivo era claro, mandar a las mujeres- a las pocas que habían conseguido salir- a casa para que se dedicaran exclusivamente a las tareas domésticas. Desde los púlpitos y desde las tribunas de los mítines fascistas se recordaba con groseras argumentaciones la condición subalterna de la mujer respecto del varón. Había trabajos prohibidos a la mujer por ley, ya fuera soltera o casada. La Sección Femenina, dirigida por Pilar Primo de Rivera, establece el catálogo de carreras a las que podía optar la mujer necesitada del trabajo para vivir: empleada de hogar, telefonista, secretaria, modista, institutriz, representante, maestra, practicante, enfermera, empleada de institutos de belleza. Se recomienda como la profesión más adecuada de la mujer la de maestra. La universidad, aunque no se desaconseja, se relega a la última posición de la lista de preferencias. Las carreras más indicadas para su condición femenina era la de Filosofía y Letras y Farmacia. Pero la misión más importante de la mujer era la de mantener la casa, atender en todo a su marido, darle muchos hijos y ocuparse casi en exclusiva de cuidarlos y educarlos.

La Iglesia impuso la forma de vestir de las mujeres, porque había que hacerlo como Dios manda: mangas largas y nada de escote; no era tolerable que los vestidos no cubrieran la mayor parte de las piernas y, a partir de los doce años, debían llevar medias y tenían que cubrir sus cabezas con una mantilla o un sencillo pañuelo. No estaba bien visto el uso del pantalón, una prenda eminentemente masculina. La mujer debía mostrar su femenil coquetería. Debían usar faja incluso en verano para ocultar sus formas y evitar la concupiscencia. La ropa interior había de ser blanca o de color carne; solo las mujeres frívolas y de mala vida las usaban de colores llamativos. La mujer decente nunca cruzaba las piernas, ni se depilaba las cejas, ni se dejaba el pelo suelto. La melena larga y suelta estaba proscrita. La autoridad civil, en alianza con la religiosa, se volvió enfermiza tratando de controlar la indumentaria femenina en las playas, exigiendo que se cubriesen pecho y espalda debidamente, con faldas para las mujeres y pantalón de deporte a los hombres. Se prohibía la permanencia en traje de baño en playas, bares, clubes y, en general, fuera del agua. En las piscinas había turnos para los hombres y para las mujeres, nunca a la vez. Como el luto por los parientes muertos era largo y prolongado muchas jóvenes llegaban a la madurez habiendo llevado sólo hábitos morados de penitente y la cabeza bien cubierta con pañuelos negros.

Aunque en los años cuarenta fueron tiempos dorados para la copla y la revista, se prohibieron los carnavales. Y los bailes eran considerados diabólicos. En las iglesias y en los locales de Acción Católica o de las Hijas de María proliferaban carteles en los que se explicitaba la acción directa del Maligno. Donde los censores se aplicaban de forma especial era en el cine, un espectáculo que por su precio tenía una mayor difusión popular. Sin embargo los bailes regionales, jotas, sardanas, muñeiras, etc., eran bendecidos por la Iglesia y por las autoridades civiles y militares.

La Guerra Fría

La Guerra Fría fue un enfrentamiento político, económico, social, ideológico, militar y propagandístico, que comenzó al término de la Segunda Guerra Mundial entre los bloques Occidental (capitalista) y Oriental (comunista), liderados por los Estados Unidos y la Unión Soviética, respectivamente. Estados Unidos creó la alianza militar de la OTAN en 1949, con el objetivo de frenar la influencia soviética en Europa. La Unión Soviética respondió a la creación de esta alianza con el establecimiento del Pacto de Varsovia en 1955. Las principales crisis de esta fase incluyeron el bloqueo de Berlín de 1948-1949, la segunda fase de la guerra civil china (1946-1949), la guerra de Corea (1950-1953), la crisis de Suez de 1956, la crisis de Berlín de 1961 y la crisis de los misiles cubanos de 1962.

Por otra parte en Estados Unidos se extendió la idea de que el equilibrio de poder en Europa no se alcanzaría solo por la defensa militar del territorio, sino que también se necesitaba atajar los problemas políticos y económicos para evitar la caída de la Europa Occidental en manos comunistas. Sobre la base de estas ideas, la Doctrina Truman sería complementada en junio de 1947 con la creación del Plan Marshall, un plan de ayudas económicas destinado a la reconstrucción de los sistemas político-económicos de los países europeos y, mediante el afianzamiento de las estructuras económicas capitalistas y el desarrollo de las democracias parlamentarias, frenar el posible acceso al poder de partidos comunistas en las democracias occidentales europeas (como en Francia o Italia). Asimismo, el Plan Marshall contribuyó a la remodelación de fábricas y de numerosas ciudades europeas que habían quedado destruidas por la Segunda Guerra Mundial. En este Plan Marshall quedó excluida España.

Por su parte Franco autorizó, en 1948, que los militares norteamericanos destacados en Europa y sus familias pudiesen entrar en España sin pasaporte. Hizo que el Pentágono viera en España un potencial aliado por su situación estratégica y el feroz anticomunismo de su régimen franquista. A finales de 1947 se produjeron las primeras pruebas de que la actitud de las potencias occidentales hacia el régimen de Franco comenzaba a cambiar, al producirse la ruptura entre los antiguos aliados de la Segunda Guerra Mundial -el «mundo libre» frente a la «dictadura comunista»-, como lo expresó el presidente Harry Truman. Así, el estallido de la «Guerra Fría» acabó favoreciendo al régimen franquista, al tener España un nuevo valor estratégico para el bloque occidental ante un posible ataque soviético contra Europa. Tras los llamados Pactos de Madrid firmados el 23 de septiembre de 1953 entre Estados Unidos y España se empieza a negociar la instalación en territorio español de cuatro bases militares estadounidenses a cambio de ayuda económica y militar. Para el régimen franquista supuso, junto con el Concordato con la Iglesia católica firmado un mes antes, la integración definitiva en el bloque occidental tras el aislamiento que había padecido desde el final de la Segunda Guerra Mundial por su vinculación con las potencias del Eje. En noviembre de 1947 Estados Unidos se había opuesto con éxito en la ONU a una nueva condena del régimen de Franco y a la imposición de nuevas sanciones. El proceso de «rehabilitación» del régimen franquista se completó formalmente en 1950, después de que en junio de ese año estallara la guerra de Corea, la primera gran confrontación de la «guerra fría». Nada más conocerse la noticia de la invasión de Corea del Sur por Corea del Norte, el gobierno español se apresuró a enviar una nota al gobierno estadounidense en la que decía: «España desearía ayudar a Estados Unidos a detener el comunismo enviando fuerzas a Corea». Los estadounidenses se limitaron a dar las gracias, pero al mes siguiente el Senado autorizó al Export-Import Bank a conceder a España un crédito de 62,5 millones de dólares. El 4 de noviembre de 1950, la Asamblea General de la ONU revocó por amplia mayoría -gracias al apoyo estadounidense y a la abstención francesa y británica- la resolución de condena del régimen franquista de diciembre de 1946; votaron a favor 38 países, 10 en contra y 12 se abstuvieron. Así en los meses siguientes regresaron a Madrid los embajadores occidentales y el 14 de diciembre de 1955 la España franquista es admitida en la ONU. En 1959 Franco rompe definitivamente su aislamiento internacional tras la visita a España del presidente estadounidense Dwight Eisenhower.

Durante los primeros diez años de vigencia de los acuerdos, que serían prorrogados, se instalaron en territorio español cuatro grandes bases militares estadounidenses, tres aéreas (Base Aérea de Morón, Base Aérea de Zaragoza, Base Aérea de Torrejón de Ardoz) y una naval (Base Naval de Rota), así como otras instalaciones menores como los escuadrones de vigilancia aérea. En ellas se instalaron cerca de 7.000 militares de los Estados Unidos con sus familias.​

La compensación económica que recibió España de Estados Unidos entre 1953 y 1963 fue de algo más de 1.500 millones de dólares, básicamente créditos gestionados por el Export-Import Bank para comprar productos estadounidenses, fundamentalmente alimentos, algodón y carbón. Durante muchos años los maestros de las escuelas públicas españolas repartieron en el recreo entre los alumnos/as vasos de la leche en polvo americana que preparaban. La ayuda militar fue de 456 millones en material de guerra de segunda mano, que a pesar de ello sirvió para modernizar las Fuerzas Armadas durante la dictadura franquista, que seguían utilizando armas italianas y alemanas de la guerra civil española. Sin embargo, el gobierno estadounidense impuso limitaciones para su uso, limitándolo al puramente defensivo. Pero el principal beneficio de los Pactos fue político, ya que gracias a ellos el régimen franquista abandonó definitivamente el aislamiento internacional que había padecido desde 1945.

La remodelación del bachillerato: Joaquín Ruiz Giménez

Tras el final de la Segunda Guerra Mundial y la derrota de las potencias fascistas los círculos falangistas sufrieron una merma del poder político que detentaban, en contraste con el ascenso de los católicos. En este contexto Joaquín Ruiz-Giménez inició su ascenso político. Fue el primer director del Instituto de Cultura Hispánica, sucesor del Consejo de la Hispanidad, ​ entre 1946 y 1948.​ También ejerció como delegado nacional de Educación de FET y de las JONS. Entre 1948 y 1951 desempeñó el cargo de embajador ante la Santa Sede, cuando las negociaciones del Concordato que se firma en 1953. En julio de 1951 fue designado ministro de Educación Nacional. Considerado un «falangista liberal», Ruiz-Giménez inició un proceso de reformas de las instituciones docentes; para ello se rodeó de colaboradores como Armando Durán, director General de Enseñanzas Técnicas, Sánchez de Muniain, director General de Enseñanzas Medias, nombró a Joaquín Pérez Villanueva como director General de Enseñanza Universitaria, a Pedro Laín Entralgo rector de la Universidad de Madrid y a Antonio Tovar de la Universidad de Salamanca. A iniciativa de Ruiz-Giménez, el falangista Jorge Jordana Fuentes fue nombrado jefe nacional del Sindicato Español Universitario (SEU) Durante estos años también tuvo a sus órdenes en el Instituto de Cultura Hispánica y como secretario general técnico al joven Manuel Fraga.

Ruiz Giménez fue el primero que llevó a cabo reformas en beneficio de la Educación. En primer lugar alivió de forma extraordinaria la vida económica de maestros y profesores al establecer como ayuda familiar 300 pesetas mensuales por cada hijo y 300 por la mujer. Teniendo en cuenta que el sueldo mensual que percibían era de media de 800 pesetas, con la ayuda familiar duplicó, e incluso triplicó, esos sueldos miserables que percibían los maestros. Por otra parte, en 1954 sustituyó el Bachillerato de siete años y examen de Estado en dos bachilleratos: Bachillerato Elemental, de cuatro años y reválida y el Bachillerato Superior de dos años con reválida también. El Bachillerato Elemental servía para aquellas carreras que no fueran universitarias, como la del Magisterio. Aunque no se creó ningún Instituto. Se continuó con el que había en la capital para toda la provincia. Los que estudiábamos bachillerato en los pueblos y ciudades que no fueran la capital de provincia, lo hacíamos por libre y al final del curso íbamos a la capital a examinarnos.

Los disturbios universitarios de 1956 supusieron su cese como ministro y su alejamiento del poder, tras lo cual comenzó a distanciarse paulatinamente del régimen y a adoptar posiciones democratacristianas. Posteriormente, en 1963 fundó la revista Cuadernos para el Diálogo, en torno a la cual agrupó a diversas personalidades críticas con la Dictadura. Tras la muerte de Franco fundó un nuevo partido de talante democristiano y se presentó a las elecciones de 1977, si bien obtuvo un sonoro fracaso y se retiró de la política. Entre 1982 y 1987 fue el primero en ejercer el cargo de nueva creación de Defensor del Pueblo.

Las oposiciones para obtener plaza en propiedad de maestro/a

Como el ingreso en el Bachillerato se iniciaba a los diez años, a los catorce se podía ingresar en la Escuela Normal. Y al constar la carrera del Magisterio de tres cursos y reválida, a los diecisiete años ya podíamos ser Maestros de Primera Enseñanza. Gracias a la beca por provincia que el arzobispo de Madrid-Alcalá daba a los estudiantes del Magisterio en la Institución del Divino Maestro de Madrid pude hacer la carrera de maestro en la Escuela Normal “Pablo Montesinos”, donde tuvimos un profesorado curioso, por calificarlo de alguna manera. El de Matemáticas, Don José Táboas Salvador, autor de los libros de texto de Matemáticas que utilizábamos, no iba nunca a clase. Al final de curso aparecía y nos daba aprobado general a todos. Después he sabido que formaba parte de la Comisión Depuradora de Madrid y, por lo visto, lo tenía muy ocupado. En contraste teníamos a D. Pedro Chico y Reyo, que fue rehabilitado y nunca faltó a clase, hasta el punto que un día nos dio la clase con frac y, al terminar, cogió un taxi que lo llevó a la iglesia donde se iba a casar su hija.

Como para presentarte a las oposiciones al Magisterio habías de tener 18 años cumplidos estuve un año interino en Madrigueras, el último destino que tuvo mi padre antes de ser sancionado por la Comisión Depuradora. Con un sueldo mensual de 1.140 pesetas pagando de pensión 1.200 euros, y por ser el maestro del pueblo, me tuve que dedicar a dar clases extras para poder sobrevivir. Di clases de cultura general a aspirantes para el ingreso en el cuerpo de la Guardia Civil, para la banca, por la noche deba clases a los adultos, al tiempo que me preparaba las oposiciones al Magisterio. Y al año siguiente, cumplidos los 18 años, me presenté a dichas oposiciones sacando el número nueve, un número muy favorable para la obtención de una buena plaza.. Pero no todo fueron bienaventuranzas, pues le dieron preferencia en la adquisición de nuestras plazas a los “cursillistas del 36” que, como estalló la guerra, se quedaron con las oposiciones a medias. Había solicitado todas las vacantes de las provincias de Albacete, de Murcia, de Alicante y de Valencia, pero mi puntuación solo sirvió para que me destinaran a Tierrantona, un pequeño pueblo del pre pirineo oscense. De haber sacado peor puntuación me hubiera quedado provisional en Almansa como le ocurrió a los compañeros que se presentaron también a estas oposiciones. Pero fui feliz en esa escuela de Tierrantona, pueblo que no constaba en ningún mapa al uso. En la Delegación de Enseñanza de Huesca me dijeron que fuera a Barbastro, allí debía coger un autobús hacia Aínsa y de aquí, a través de un taxi o como fuera, llegaría a Tierrantona, que era la población más importante del valle de la Fueva (por eso en todo el valle solo había escuela de niños en Tierrantona y en Palos, pues en las demás poblaciones ubicadas en el valle había escuelas mixtas regentadas por maestras); pero al colocarse el Ayuntamiento de esta zona norte del valle en Morillo de Monclús, aunque de menos habitantes, era el que figuraba en los mapas.

Plan de Estabilización Económica

Gracias a la ayuda norteamericana y a las divisas que entraban debido al dinero que enviaba a sus familias la creciente emigración de trabajadores españoles a Europa, a las divisas cada vez mayores gracias al creciente turismo y al desplazamiento de mano de obra a las zonas de mayor desarrollo industrial como Cataluña y el País Vasco (y Madrid también recibe una fuerte inmigración por ser la capital de España y converger allí las vías de comunicación), el ritmo de crecimiento aumentó considerablemente, aunque no fuera suficientemente planificado y organizado.

Nos encontramos, pues, que entre 1960 y 1970, la proporción de población activa dedicada a actividades agrarias pasa del 42% al 26%. Por el contrario el sector industrial pasa en esos mismos años del 31% al 38% y el de servicios crece espectacularmente saltando de del 27% al 36%. Cambios de población que exigen modificaciones profundas del sistema de enseñanza. Porque un sistema económico precapitalista puede funcionar con una mano de obra prácticamente analfabeta y una pequeña élite de señores con relativa cultura. Pero el “oficio” que de padres a hijos se enseñaba y se aprendía dentro el taller familiar ya no sirve. Ahora hay que ir a una fábrica y entrar en una cadena de producción. Tampoco es suficiente saber guiar el arado, sino que es preciso saber conducir el tractor, ni basta picar con dureza, sino saber manejar el martillo picador. Los padres ya no son capaces de enseñar los nuevos oficios y han de dejar en manos de otros la tarea educativa y formativa. O sea, en una economía desarrollada o en vías de desarrollo las máquinas, por una parte, desplazan a una mano de obra de pico y pala y, por otra, reclama mayor número de personas capaces de realizar un trabajo especializado, que requiere un cierto nivel de estudios y formación. Se empieza a volver los ojos hacia el sistema educativo como posibilidad de formación de una mano de obra que el mismo desarrollo reclama. Se impone un cambio en la formación de una fuerza de trabajo más especializada y calificada. Ahora se entiende que en esa época hubiera manifestaciones masivas reclamando más escuelas y cambios en el sistema educativo. Pero choca con el inmovilismo ideológico.

La educación entre el desarrollo y la ideología

Estos dos aspectos –educación y desarrollo económico, educación y retraso ideológico- son los extremos y las coordenadas en que se mueve el sistema educativo español en esa época. La sociedad pide puestos escolares a todos los niveles, desde la enseñanza primaria a la universitaria. Al no poder hacer frente a esta demanda el Estado deja en manos de particulares y de la Iglesia la solución. En este contexto y desde el punto de vista político y en clara correspondencia con el desarrollo económico nos encontramos con la importancia y el peso que el Opus Dei va ganando en los puestos de gobierno, que son los que desarrollan el Plan de Estabilización Económica. Como consecuencia de esta planificación durante la década de los sesenta se lleva a cabo:

-Aumento considerable del número de puestos escolares y de centros de enseñanza,

- Se amplía el límite de edad de la escolaridad obligatoria que pasa de los 11 a los 13 años.

-Se crea el Fondo Nacional para el Fomento del Principio de Igualdad de Oportunidades.

- Una parte importante del Plan de Inversiones se destina a la población escolar

- Se conceden importantes y diversos créditos para la construcción de edificios escolares.

-etc. etc.

¿Te ha parecido interesante esta noticia?    Si (0)    No(0)

+
0 comentarios