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'El gran olvidado', por Pedro Cuesta Escudero autor de Y sin embargo es redonda. Magallanes y la primera vuelta al mundo

"El gran olvidado", por Pedro Cuesta Escudero autor de Y sin embargo es redonda. Magallanes y la primera vuelta al mundo

domingo 21 de mayo de 2023, 10:37h
'El gran olvidado', por Pedro Cuesta Escudero autor de Y sin embargo es redonda. Magallanes y la primera vuelta al mundo

El hecho de dar la vuelta al mundo es lo que ha trascendido y lo que se conmemora y toda la gloria se la lleva la nao Victoria capitaneada por Juan Sebastián del Cano. Y al ser bautizado el buque escuela con el nombre de Juan Sebastián Elcano la Armada y la España oficial no tiene más héroe que el nacido en Guetaria, dejando a los demás protagonistas de este inmortal viaje en un segundo plano con tal de ensalzar al guipuzcoano. Por cierto, se establece otra polémica, ¿cómo se llamaba el de Guetaria? En su testamento y en otras fuentes, así como en López de Gómara o en Fernández de Oviedo aparece escrito Juan Sebastián del Cano. Pero en la España oficial se le conoce como Juan Sebastián Elcano. Lo que si estamos seguros es que el apellido Cano es abundante en España, mientras que Elcano no existe como tal.

'El gran olvidado', por Pedro Cuesta Escudero autor de Y sin embargo es redonda. Magallanes y la primera vuelta al mundo

Hay un personaje que no se le homenajea en el V Centenario

El gran olvidado, que nadie cita en sus narraciones y en este Quinto Centenario de la Vuelta al Mundo, es Gonzalo Gómez de Espinosa, el último capitán general de la Armada de las especias y el último capitán la nao Trinidad. Y, sin embargo, es protagonista esencial en el viaje. Y también dio la vuelta al mundo, aunque unos años después y encadenado en la sentina de un barco portugués. Gonzalo Gómez de Espinosa fue el alguacil mayor de la escuadra magallánica, el encargado de mantener el orden y que se cumplieran las leyes a bordo. Fue nombrado el 9 de abril de 1519. “Por la presente acatando los servicios que vos, Gonzalo Gómez de Espinosa me habéis fecho e facéis, e espero que me faréis de aquí en adelante, e vuestras suficiencia e habilidad, es mi merced que seáis mi alguacil del armada que van por nuestros capitanes Fernando de Magallanes e Rui Falero. E que todo el tiempo que durare la dicha armada, traer y traigáis vara de nuestra justicia e ejecutar los mandamientos que por los dichos nuestros capitanes fueren puestos e dados”.

Gonzalo Gómez de Espinosa era natural de Espinosa de los Monteros (Burgos) y cuando se puso al servicio de Magallanes tendría unos treinta años. Era un hombre seguro de sí mismo, fuerte como un roble y que inspiraba lealtad y obediencia insobornable. Tuvo de ayudante a Pedro Gómez, de Hornilla de Prieta, un pueblo (o pedanía) cercano al suyo, que murió en la batalla de Mactán. También llevaba a su cargo cinco merinos, uno por nave: Alberto, Yudícibus, Diego de Peralta, Juan de Sagredo y Juan de Aroche. Después de comprometerse con su cargo ya no hubo más tumultos en la escuadra, como el que sufrió antes de su nombramiento por instigación del espía portugués Sebastián Álvarez. En los 41 días que estuvo la armada atracada en Sanlúcar de Barrameda no consintió que nadie de la escuadra estuviera en tierra, según la orden que recibió.

Gonzalo Gómez de Espinosa fue siempre fiel a Magallanes y su actuación hizo posible la realización de este viaje a las islas de las especias. Y tenía toda la razón de que se había que realizar el tornaviaje por el Pacífico norte si el reino de Castilla quería conservar las islas de las especias. En 1529 tras el tratado de Zaragoza Carlos I hubo de malvender las Molucas a Portugal, porque no podían ser explotadas sin atravesar el espacio marítimo que el tratado de Tordesillas reservaba a los lusitanos.

El retorno de la nao Trinidad

Una vez que fue concienzudamente arreglada la nao Trinidad Gómez de Espinosa da la orden de retornar a casa atravesando el Pacífico hasta llegar al Darién. Salen de Tidore con cincuenta y cuatro hombres el 6 de abril de 1522. Orillando Gilolo arriban a la isla de Doy, donde embarcan víveres y más clavos de olor. A finales de abril, aprovechando vientos favorables hacen velas, pero de pronto vientos contrarios les obligan a cambiar de rumbo hacia el norte. Siguiendo ese rumbo y esperando encontrar los contralisios descubren catorce islas y en una de ellas embarcan a un indígena para que les guiara. Y llegan a los grados 42 de la banda norte sin que les soplaran los contralisios. (Años más tarde, en 1565, Urdaneta encuentra en el mes de julio por esas latitudes los vientos favorables e inaugura el viaje de retorno) “Anduvimos arando la mar- expuso Gómez de Espinosa a su regreso- haciendo mis fuerzas para dar buena cuenta de mí, donde Señor, hallase hasta cuarenta y dos grados de la parte norte, donde Señor, me hizo menester cortar los castillos y toldas porque la tormenta era tan grande, y los fríos eran tan grandes, que en la nao no podíamos hacer de comer, la cual tormenta duró doce días”.

O sea, durante doce días no comieron nada al no poder cocinar ninguna comida. Cuando pudieron cocinar comprobaron que todos los víveres estaban llenos de gusanos, lo que les provocaba enormes náuseas. Solo ingerían un puñado de arroz y bebían el agua que se recogía con las bonetas y las roldanas. Se desencadenó una nueva enfermedad que produjeron unas lombrices que infectaban todas las tripas. Se supo porque abrieron un cadáver y lo encontraron lleno de lombrices. Ginés de Mafra, uno de los supervivientes, explicó al regresar: “En esta altura se les encomenzó a morir la gente, y abriendo uno para ver de qué morían, halláronle todo el cuerpo que parescía que todas las venas se les había abierto y que toda la sangre se le había derramado por el cuerpo, por el cual, de ahí en adelante el que adolecía sangrábanle pensando que se ahogaba, y también se morían; dejábanlo de sangrar y no escapaba; así que el que una vez enfermaba, como cosa sin remedio no le curaban”.

Murieron más de la mitad. Y los diecisiete supervivientes deciden regresar a Tidore. Pasaron por la isla de Mao (islas Marianas), donde habían cogido a la ida al indígena y toman agua. “Antes que, Señor, -declaró León Pancaldo- allegásemos a las tierras de los reyes del Malucco se nos murieron 37 ombres y no quedan en la nao más que seis ombres que podían trabajar, los cuales, Señor, dimos la vida a los otros”. Dejaron la vela a medio mástil por no poder izarla y al pasar por la isla de Los Ladrones (Guam) echaron el ancla y nadaron a tierra a buscar mantenimientos y no se los quisieron dar. Pusieron proa a las Molucas y a finales de septiembre arriban a la isla de Doy. Pasó un parao del Malucco que les vendió algunos mantenimientos y por ellos se enteraron que una escuadra de siete navíos bajo el mando del portugués Antonio de Brito, que traía nombramiento de su rey como gobernador de las islas de las Especias, se encontraba en la isla de Ternate. Había destrozado la factoría de Tidore y aprisionado a los hombres que habían dejado al frente de ella.

Los supervivientes son encarcelados

A sabiendas que los podían aniquilar, deciden pedir ayuda a los portugueses en su calidad de españoles y de cristianos. Y envían al escribano Bartolomé Sánchez con una carta solicitando material para reparar la nave, y, sobretodo, víveres. Mandó Brito una carabela con mantenimientos. Cuando los portugueses abordan la nao Trinidad lo hacen con toda clase de precauciones como si se tratara cosa de peste, pues ven que la cubierta está sembrada de cadáveres y los vivos derrengados. Confiscan todo el cargamento de clavo, se incautan de todos los papeles, instrumentos náuticos, portulanos y libros de Magallanes y de San Martín y encierran a todos en la fortaleza que Brito había construido en Ternate e insultan al Capitán General Gómez de Espinosa llamándole ladrón y le amenazan con ahorcarle de una entena. Lorosa, por ser un portugués traidor, es sentenciado a muerte y decapitado. Brito obliga a los presos a trabajar en la construcción de la fortaleza de Tidore a lo que Gómez de Espinosa se opuso sino era en nombre del rey de Castilla. Brito no se atrevió a matarlos por ser súbditos del rey de Castilla, aunque no era necesario pues poco a poco se irían muriendo. La madera de la Trinidad se utilizó en la construcción de la fortaleza.

Andrés Urdaneta fue a parar a la mima cárcel que Gómez de Espinosa

A esas cárceles fueron a parar Hernando Bustamante, uno de los dieciocho supervivientes que regresaron con Juan Sebastián del Cano, y Andrés Urdaneta, que se habían embarcado en el segundo viaje que Castilla organizó para llegar a las Molucas. Habían salido siete naves y 450 hombres al mando de Jofre de Loaysa y Juan Sebastián del Cano como piloto mayor. Tanto Loaysa como del Cano mueren a mitad travesía, en el Pacífico, y llega a las Molucas un solo barco con cien hombres dirigidos por Martín Íñiguez Zarquizano, donde también son apresados por los portugueses. Gómez de Espinosa le comenta al joven Urdaneta el camino de retorno por el Pacífico norte y la mala suerte de haber sufrido un terrible tifón.

Tras el tratado de Zaragoza en que Portugal se quedó con las Molucas, los prisioneros de Ternate, menos los que se habían embarcado con Magallanes, son liberados. Así, a Gómez Espinosa y a sus compañeros, aún les queda un penoso calvario de prisión en prisión, porque Brito se deshizo de ellos trasladándolos a otras prisiones, para que se fueran muriendo en tierras poco saludables. En Banda estuvieron cuatro meses y de allí pasaron a Malaca donde residía el gobernador Albuquerque, donde Antón Moreno es esclavizado por la hermana del gobernador. A Cochín sólo llegan ocho y allí mueren dos. Desde esta ciudad de la India el 22 de enero de 1525 Gómez de Espinosa puede enviar una carta al emperador Don Carlos a través de Taimón, un capitán portugués que había estado al servicio de la reina Leonor, la hermana de Don Carlos, que se casó con el rey portugués Manuel I: “Señor, ahora no quedan aquí en Cochín, sino seys hombres, de lo cual sabrá Vuestra Sacra Majestad que el comer que no tenemos nos es mayor pena que la prisión, porque, Señor, somos peor tratados que si estuviésemos en la Berbería”.

El regreso a España

El primero que regresó a España en 1525 fue Juan Rodríguez el Sordo, que se había enrolado en un barco portugués. De Cochín escaparon como polizones en un barco portugués León Pancaldo y Punzorol, pero al ser descubiertos fueron puestos en prisión en Mozambique. Punzorol muere y León Pancaldo vuelve a hacerse polizón, pero al ser descubierto lo encarcelan en la prisión de Limoneiro en Lisboa. A esta misma cárcel lisboeta fueron a parar en julio de 1526 Gómez de Espinosa, Ginés Mafra y Hans Vargue como una gracia por la boda de doña Catalina, hermana del emperador Carlos V con el rey portugués Juan III. Hans Vargue murió en la prisión. Pueden enviar una carta y en cuanto se entera el emperador los reclama. A Gómez de Espinosa y a Pancaldo los sueltan, pero a Ginés de Mafra aún lo retienen porque le encontraron unos libros en su arca; unos estaban escritos por él y otros dos de André de San Martín. Al final lo sueltan pero no le devuelven los libros.

A Gonzalo Gómez de Espinosa se le concede una pensión vitalicia de 300 ducados, que fue vinculada a la Casa de Contratación de La Coruña, pero como ésta nunca sacó rendimiento alguno no se le pagó nada. Al cabo de dos años reclama esa pensión y el sueldo de los años que estuvo en prisión. Pero los oficiales de la Casa de Contratación se niegan a pagarle alegando que nadie puede pretender haber servido al emperador tanto tiempo. “Cosa inhumana fue -se queja Gómez de Espinosa- que me prendieran a mí por oficial de V. M. y que el tiempo de la prisión no hubiese de ganar salario”. Al final se ha de conformar en cobrar 200 ducados, pero en metálico sólo 50 y lo demás en mercancías.

Se le nombró capitán de una expedición al Malucco, pero al final no salió la expedición y no cobró. A la edad de 55 años se le dio un trabajo en la Casa de Contratación de Sevilla como visitador de barcos y pudo tener una vida algo digna hasta su muerte.

El tornaviaje

El 8 de octubre de 1565 con la nao San Pedro, capitaneada por Rodrigo de Espinosa, Andrés de Urdaneta, que tenía buena memoria recordando la ruta de vuelta a casa por el Pacífico norte que le había explicado Gómez de Espinosa, llega a Acapulco llevando a buen término el “tornaviaje” que permite la vía de vuelta desde las islas de San Lázaro, rebautizadas islas Filipinas por Legazpi que las conquistó para España. Gracias al tornaviaje España pudo conservar en su poder hasta 1898 las islas Filipinas, las Marianas y las Carolinas.

Nota

Por discrepancias con la editorial tengo toda las existencias del libro Y sin embargo es redonda. Magallanes y la primera vuelta al mundo. Si alguno deseara algún ejemplar se puede dirigir al autor.

[email protected] o al teléfono 678 940 955

Le serán enviados, firmados por el autor, los ejemplares que pida. El coste del libro, 20 euros y 5 euros de envío, se pueden ingresar mediante bizum a la cuenta bancaria que se le facilite.
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