Orós lo ha hecho para dar argumentos sobre el sentido de su publicación y explicar qué le motivó elegir a un personaje de la Historia de España, casi hasta hoy mismo víctima propiciatoria de la "Leyenda Negra' construida, tras la paz de Westfalia de 1648, por diversas potencias europeas emergentes contra nuestro país y sus mejores ciudadanos ilustres resistentes para conservar la integridad y rico patrimonio del Imperio Español, caso de este monarca enfermizo, pero no taimado ni hechizado, como intencionadamente se le presenta con intensidad desde La Ilustración por interesada inspiración francesa e inglesa.
El acto ha concluido con la firma de ejemplares por parte del autor a la numerosa concurrencia.
Prólogo del libro
¿Por qué una historia sobre el último de los Austrias?
En la magnífica historia de España hay un periodo por el que pasamos de puntillas, del que los no especialistas solo conocemos estereotipos y opiniones sesgadas.
Carlos II, el último Rey de los Austrias, fue un rey muy joven, hasta el momento el primer Rey Habsburgo que llegaba al trono español en minoría de edad. Su padre Felipe IV, murió cuando Carlos tenía seis años, por lo que no tuvo un referente claro que le ayudara en su cometido como cabeza del Imperio.
Su madre, Mariana de Austria, regente con 31 años, aunque preparada para ser Reina, extranjera y mujer en la corte castellana, bastante tenía con capear el temporal.
Carlos, a los catorce años de edad heredó un reino en franca decadencia y en lucha contra todos. Aun así, con una nobleza apoltronada (¿toda?) que tampoco supo estar a la altura de las circunstancias, supo conservar la mayoría de las posesiones españolas en el mundo; por aquellos días, en su imperio no se ponía el Sol.
Con un porcentaje de consanguinidad del veinticinco por ciento sufrió numerosas enfermedades de origen genético. En estas condiciones, lidió al frente de su Reino, siendo sus mayores preocupaciones el servicio a Dios y a sus súbditos. Su mayor falta, su infertilidad; nada más y nada menos que como el diecisiete por ciento de nosotros.
Si a todo esto le añadimos que compitió con las ansias expansionistas de el astuto y ambicioso Luis XIV, el Rey Sol, podemos entender la oscuridad que pesa sobre su reinado.
Pocas luces ponen sobre todo esto las historias historiadas de los «grandes hispanistas» que han contado los hechos a su modo, sirviendo a los intereses de sus respectivos países y que en España hemos tomado como la gran verdad absoluta.
En una revisión superficial de lo poco (en comparación con otras épocas) que se cuenta de este periodo, nos encontramos una y otra vez el mismo discurso sesgado sobre un Rey hechizado, torpe, enfermo y con poco interés por gobernar.
Repetimos, una y otra vez, los mismos relatos de embajadores franceses, ingleses o imperiales, que lo único que hacían era contar la historia según la visión de sus pagadores. Sin embargo, se silencian otras opiniones de la época que lo dibujan como un Rey afable y preocupado por sus súbditos.
Pongámonos por un momento en la situación del Rey y preguntémonos: ¿yo lo hubiera hecho mejor? Quizás la respuesta es que Carlos II hizo lo que pudo en sus circunstancias.
He podido constatar que todos los hechos aquí reseñados son ciertos, excepto lo relativo a las aventuras personales de Diego, de las que, lógicamente, no hay nada documentado. Añado enlaces a los estudios de acceso libre que he consultado.
Pongamos luz a este importante periodo de nuestra historia en el que nada menos que se produjo la instauración de la monarquía borbónica en España.
Por último, una advertencia al querido lector: no encontrarás en estas páginas envenenamientos acicalados con tórridas historias de amor. Tampoco hay dragones ni supervillanos. Solo se relata la historia tal y como sucedió y no como nos la han contado.