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'El fracaso escolar', por Pedro Cuesta Escudero autor de Por una escuela pública de calidad. Bases para una educación íntegra
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"El fracaso escolar", por Pedro Cuesta Escudero autor de Por una escuela pública de calidad. Bases para una educación íntegra

domingo 02 de abril de 2023, 10:13h
'El fracaso escolar', por Pedro Cuesta Escudero autor de Por una escuela pública de calidad. Bases para una educación íntegra
'El fracaso escolar', por Pedro Cuesta Escudero autor de Por una escuela pública de calidad. Bases para una educación íntegra
La experiencia del éxito escolar frente al fracaso

Se considera fracaso escolar cuando los jóvenes abandonan prematuramente el sistema educativo o no alcanzan la preparación suficiente. O sea, el verdadero fracaso de todo sistema escolar es cuando engendra objetores escolares. Cuando el sistema educativo margina a sectores de la población o fracasa con muchos de ellos se resiente la convivencia, la paz social y la propia economía. Por eso la principal preocupación de los responsables de la educación –y de todos- debe ser solucionar el fracaso escolar.

El fracaso escolar no se erradica con un sistema educativo concebido como una carrera de obstáculos que va dejando en la estacada a los que no pueden superarlos. El eje principal de toda política educativa ha de ser la lucha contra el fracaso escolar, o mejor, asegurar el éxito escolar. Porque el éxito escolar es erradicar el absentismo, conseguir el fracaso escolar cero, conseguir una formación apta para la integración en la sociedad, la cual cada vez es más exigente. La responsabilidad de la política educativa no solo debe ser escolarizar, sino también garantizar el éxito de esa escolarización a todos los niveles.

Las causas del fracaso escolar

Las causas del fracaso escolar son diversas, porque no depende solo de factores personales, sino que existen también componentes sociales. Por ejemplo, hasta la Gran Recesión del 2008 en la industria de la construcción o en los servicios turísticos se ofrecían puestos de trabajo con muy escaso nivel de cualificación, lo que ocasionó el abandono de muchos alumnos del sistema educativo guiados por la golosina de esos primeros salarios. Pero no solo perjudicó su formación a los que marcharon del sistema educativo, sino que también muchos de los que se quedaron en la escuela ponían objeciones a lo que estaban estudiando calificándolo de inútil.

Otras veces las razones del fracaso escolar provienen de las condiciones externas en las que viven los niños y las niñas. Hay contextos sociales adversos donde conviene establecer mecanismos adecuados con un profesorado especialmente preparado para desarrollar en esos ambientes acciones específicas contra el fracaso escolar y con los educadores/as sociales o trabajadores /as sociales en continua consonancia con los tutores/as para mediar entre éstos y las familias de los alumnos/as problemáticos.

Comisión de Atención a la Diversidad

Para tratar a los que ostensiblemente se retrasan por diferencias culturales, por motivos personales de discapacidad o minusvalía o por un entorno negativo que les lleva a la desmotivación, al rechazo total al marco escolar, a actitudes irrespetuosas hacia el profesorado o a falta de hábitos sociales o de trabajo, se hace necesaria, con carácter excepcional y para esas situaciones concretas, una Comisión de Atención a la Diversidad. Esta Comisión presidida por el Coordinador/a pedagógico del centro escolar, debe estar formada por un profesor tutor/a, por logopedas, psicopedagogos/as, por el Asistente social del barrio y por los profesores/as de la UAC (Unidad de Adaptación Curricular) Los profesores/as de la UAC deben ser un cuerpo de profesores/as y educadores/as especialmente preparados para desarrollar la acción escolar en las zonas de contextos sociales adversos. Y han de contar con una serie de recursos educativos especiales para atender a esos alumnos/as difíciles.

Las funciones de la Comisión de Atención a la Diversidad sería identificar las necesidades educativas de esos alumnos/as, determinar las actuaciones más convenientes para cada uno de ellos, teniendo en cuenta sus capacidades individuales y aportar criterios para sus adaptaciones curriculares. La recuperación y su adaptación al régimen general se intenta por medio de una tutoría intensiva para aquellos alumnos/as que tienen dificultades para organizarse en el trabajo, entrevistas con los padres o personas responsables de esos alumnos/as para que colaboren, horas de atención personalizada por parte del psicopedagogo/a y la actuación de los profesores/as de la UAC. El fracaso desaparece en cuanto a los alumnos/as candidatos a dicho fracaso se les somete a un proceso educativo adecuado y se les sitúa en un ambiente más favorable.

La detección precoz del fracaso escolar

Se sabe que los estudiantes con mejores resultados son aquellos cuyos padres hacen un seguimiento continuo de su educación. Dentro de las familias de clase media y alta suele haber un seguimiento continuo de la educación de sus hijos/as. Y a los primeros síntomas de que van mal emprenden medidas para su corrección. Es más fácil que lleguen a preocuparse otras familias con menos información, dado que, o bien aceptan esas dificultades en los primeros años como “naturales”, como fruto de unas incapacidades innatas, o bien las consideran como de poca importancia en esos primeros momentos. No caen en la cuenta que ese retraso escolar puede agravarse hasta situaciones irreversibles.

La detección precoz del fracaso escolar precisa medidas también tempranas, de ayudas a recuperar. Y esas recuperaciones se deben hacer en el mismo centro escolar y no dejar al albur de los padres de esas decisiones, porque hay muchos que ni se enteran, otros que no saben, o les es indiferente o no pueden. O sea, que descontados los contextos sociales de que antes hemos hablado, la responsabilidad y solución al fracaso escolar corresponden al propio centro escolar.

Se debe estudiar para la vida, no para la escuela

Por otra parte, cuando lo que se aprende en la escuela solo sirve para tener éxito en la escuela, estamos provocando el fracaso de muchos alumnos/as. Contemplar el fracaso escolar también obliga a prestar atención a la metodología y a los recursos didácticos. No olvidemos que las clases magistrales o las que solo se rigen con los libros de texto no permiten adecuarse a la diversidad de ritmos de aprendizaje y de tipos de inteligencia. Por otra parte, aunque de hecho así ocurre, no deben confundirse los conocimientos y capacidades reales de los alumnos/as con las calificaciones que se obtienen en los exámenes, pues es fácil que esa modalidad de evaluación solo haga constatar la capacidad de memorización. La escuela que solo enseña, que solo suministra nociones de acuerdo a un plan fijo, que somete a los niños/as a la inmovilidad del asiento y a la tortura de los exámenes, seguro que conduce al fracaso escolar de muchos. También el autoritarismo y la falta de democracia en la escuela son factores decisivos en la producción de la desmotivación, de la indisciplina, de las dificultades en el aprendizaje y del fracaso escolar. Hay que aplicar métodos sugerentes, que despierten actividad y la motivación del alumno/a.

Los estudios netamente academicistas, los estudios desconectados de la realidad hace que muchos chicos/as se reboten porque les aburre (que es lo contrario de estar interesado, motivado, comprometido) Hay que organizar las enseñanzas de tal manera que se conecte con los intereses de los alumnos/as. O sea, una enseñanza conectada con la vida, que otorgue un progresivo protagonismo al estudiante, una enseñanza que despierte la imaginación y les anime a resolver sus problemas y enigmas. El alumno/a debe saber qué aprender y para qué, porque no suele comprender las altas finalidades del estudio, ya que no establece la relación debida entre lo que aprende, o se ve obligado a aprender, y lo que rodea su vida. Hay que convencer al alumnado de la utilidad de lo que aprende y hay que presentarle los conocimientos del modo más atractivo. “Téngase presente –se quejaba Fenelón- un defecto no pequeño de la educación ordinaria: a un lado se pone todo lo que puede causar fastidio y a otro lo que puede agradar: el fastidio en los estudios, lo agradable en las diversiones (…) Trabajemos, pues, para cambiar tal orden de cosas, hagamos agradable el estudio, démosle apariencia de libertad y recreo”.

Hay que cambiar la estructura de los cursos y de los centros

Uno de los absurdos mayores en las actuales organizaciones docentes es la distribución de las tareas escolares en cursos férreos y uniformes, Entendido por curso, no solo el periodo de diez meses, sino también las divisiones en asignaturas casi siempre de una arbitrariedad inexplicable y desastrosa. En vez de cursos, periodos de trabajo, variables en intensidad y en tiempo. Las clases deben transformarse en sesiones de trabajo personal de los alumnos/as bajo la dirección del profesor/a. Y una hora es insuficiente para dedicarse a observaciones detenidas, experimentos, ejercicios, investigaciones, análisis, consulta de libros, redacciones, confección de gráficos, etc. Las clases deben convertirse en taller, en laboratorio, en seminario, libre de las pesadillas de las notas y de la perspectiva del juicio de los compañeros/as. De esta manera estamos seguros que, si no se elimina del todo el fracaso escolar, disminuye de una manera notable.

En cuanto a los alumnos/as poco motivados, que es casi sinónimo de indisciplinados y de retrasos en sus aprendizajes, poco se puede hacer con centros escolares caracterizados por la burocratización, su dirección autocrática, el individualismo de sus profesores/as, su falta de conexión con otras instituciones externas, su escasa capacidad de iniciativa y sus reticencias a otros enfoques.

No a los boletines de notas

La falta de motivación se ocasiona también por la falta de seguridad del escolar. ¿Qué autoestima puede existir en muchos alumnos/as si constantemente se ven devaluados con descalificaciones públicas? Los hay que comienzan mal en párvulos y otros que se tuercen algo después por cualquier motivo, y pronto les cae el “sambenito” de insuficientes o muy deficientes durante toda su escolaridad. ¿Qué autoestima o qué motivación puede tener ese alumno o esa alumna si ya sabe la nota o calificación que le van a dar sus profesores/as? Y con la agravante que es del dominio público. ¿NO sería más acertado ayudarle a superar sus atrasos cuando empiezan a detectarse? Los boletines de calificaciones solo sirven para engendrar vanidad o envidia y frustración.

La experiencia del éxito se debe implicar en la tarea escolar

Hay que romper el círculo vicioso de que la incapacidad engendra fracaso y éste desinterés y conseguir que la experiencia del éxito se implique en la tarea escolar. La experiencia del éxito refuerza la autoestima y la capacidad del alumno/a para tener más iniciativa. Algunos alumnos/as desarrollan su iniciativa en actividades extraescolares. Por eso se debe ofertar una amplia gama de actividades, escolares, extraescolares, culturales, deportivas, recreativas, donde los alumnos/as puedan encontrar lo que se acomode a sus habilidades y así ganar autoestima. Es decir, la oferta educativa no puede reducirse al llamado horario lectivo. Además, ahora la mayoría de los alumnos/as, acabada su jornada escolar, se afanan en buscar donde realizar otras actividades: baloncesto, fútbol, ballet, guitarra, judo, etc. Actualmente, siendo las actividades escolares gratuitas, los nuevos puntos de marginación son las actividades complementarias o extraescolares, las salidas, las colonias, etc. Todas esas actividades, servicios y ofertas educativas del ocio constituyen un factor importante de exclusión y discriminación social, y quien más los necesita, menos posibilidades tiene de acceder a ellos.

Si el centro escolar incluyera actividades complementarias dentro de su programación todo el mundo ganaría, pues esas actividades en el centro serían más económicas, las instalaciones del colegio o instituto serían más aprovechadas, habría mayor control y garantía y la educación ganaría en calidad. En este caso había que considerar el calendario escolar, no como un calendario académico, sino otro de funcionamiento del conjunto de servicios que los centros deben dar a sus usuarios. La participación en equipos deportivos, grupos de teatro o de música, excursionismo o asociaciones para actividades al aire libre enriquecen las relaciones sociales, que allanan el camino a la educación afectiva basada en el fomento de la amistad, la comprensión mutua, el compañerismo y la cooperación.

Es lógico que si las escuelas o institutos se abren para garantizar una educación d calidad, no se puede basar exclusivamente en el esfuerzo de los profesores/as, aunque éstos sean la columna vertebral del quehacer educativo. Conlleva que la implicación de toda la comunidad educativa ha de ser incondicional. Exigiría, además de espacios suficientes y cambios en las formas de organización, más personal de apoyo, bibliotecarios, responsables de medios audiovisuales e informáticos, más ordenanzas… Sería necesaria contar, además, con la colaboración de padres y madres, de personas voluntarias, de monitores contratados para dirigir actividades.

Para que todas esas actividades entren dentro de la planificación de la acción educativa de la institución escolar, la aprobación de cada actividad pertenecería a la Comisión pedagógica y al Consejo escolar, la dirección pedagógica- educativa al Departamento correspondiente del centro y la financiación a los beneficiarios a través de la Asociación de Padres. Los padres se sentirían más comprometidos con el centro escolar y conocerían mejor la problemática educativa, lo que redundaría en insospechados beneficios.

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