nuevodiario.es

"Plantas americanas según las primeras Crónicas de Indias" (1ª parte), por Pedro Cuesta Escudero

'Plantas americanas según las primeras Crónicas de Indias' (1ª parte), por Pedro Cuesta Escudero
Ampliar
viernes 22 de abril de 2022, 14:28h
'Plantas americanas según las primeras Crónicas de Indias' (1ª parte), por Pedro Cuesta Escudero
'Plantas americanas según las primeras Crónicas de Indias' (1ª parte), por Pedro Cuesta Escudero

El objetivo básico de este artículo es tratar de reconstruir el progresivo conocimiento por parte de los europeos de las plantas americanas, poder determinar qué plantas nuevas se conocieron, o cuándo se difundió en el Viejo Continente la noticia de su existencia. Hemos de tener en cuenta que los alimentos vegetales de origen americano cambiaron en gran medida las costumbres alimenticias de los europeos a partir del siglo XVI. Y es indudable que la historia económica ha sido una disciplina adelantada en aspectos relacionados con la expansión europea y los efectos que ésta produjo en la economía del continente y, por extensión, de todo el mundo. Nos atenemos exclusivamente a un análisis de las primeras noticias escritas a lo largo de los primeros sesenta años de la expansión, desde el Diario de a bordo del primer viaje de Colom hasta la Crónica del Perú, de Pedro Cieza de León, publicada en 1553. Solo nos referiremos a sus nombres y a su localización geográfica ya que la identificación no se ha podido realizar atendiendo a descripciones botánicas minuciosas (prácticamente ausentes de los textos), ni a reproducciones iconográficas precisas de las plantas (asimismo inexistentes en un noventa por ciento de los casos)

'Plantas americanas según las primeras Crónicas de Indias' (1ª parte), por Pedro Cuesta Escudero
'Plantas americanas según las primeras Crónicas de Indias' (1ª parte), por Pedro Cuesta Escudero
'Plantas americanas según las primeras Crónicas de Indias' (1ª parte), por Pedro Cuesta Escudero

Las fuentes consultadas

Los cuatro viajes del Almirante, realizados entre los años 1492 y 1504, generaron las primeras fuentes que nos han llegado en las que es posible analizar descripciones o simples menciones sobre la flora americana. En los escritos de Cristóbal Colom la naturaleza americana ocupa un lugar muy especial, pero se trata en todo momento de una naturaleza deformada, manipulada por una compleja serie de condicionantes de muy variado tipo, que acaban convirtiendo buena parte de las descripciones o comentarios de Colom sobre la cuestión en algo artificioso, incluso irreal. Estos condicionantes fueron, en primer lugar, de orden psicológico, ya que la necesidad de ver probada la tesis sobre el carácter asiático de las tierras descubiertas hizo a Colom describirlas como tales. En segundo lugar, los escritos del mallorquín estuvieron determinados por factores de tipo político, ya que el Almirante necesitaba demostrar la riqueza y las posibilidades que abría su nueva ruta a las Indias frente a sus señores y patronos. Y en tercer lugar, fueron condicionamientos de tipo económico los que más fuertemente llevaron a Colom a deformar continuamente sus impresiones acerca de la naturaleza americana.

En efecto, todos los condicionantes que explican los recursos manipuladores de Cristóbal Colom se unen a la hora de señalar, ensalzar o describir (aunque hubiera que inventarla) la abundancia de especería. Este término es, obviamente después de la palabra oro, el que más veces aparece en los textos del Almirante; no sólo en el Diario, donde figura en una veintena de ocasiones, sino también en las cartas a los Reyes Católicos, o en documentos relativos al tercer viaje o en la Carta de 1502 desde Jamaica, escrita durante el cuarto viaje, un texto en donde abundan las alusiones a la enfermedad y la desgracia, pero hay un hueco para la especería, aunque ya admite Colom entonces que «no apareció todo tan presto». Ciertamente, la especería no podía aparecer tal y como la soñaba Colom, puesto que, como se sabe, las islas antillanas no daban ni jengibre, ni ruibarbo, ni nuez moscada, ni clavo, ni una canela aceptable, ni siquiera una pimienta digna de tal nombre. Pero, a pesar de todo, Cristóbal Colom se empeñaba constantemente en ver aquellas especias que tan enormes beneficios suponían. Cuando no las veía, las intuía, o afirmaba que otros las habían visto; y cuando creyó tenerlas ante su vista, como en el caso de la nuez moscada, en vez de rendirse a la evidencia, atribuyó su escaso parecido con el original a la humedad, a la estación del año o al grado de madurez del fruto. La imprecisión y las analogías equívocas constituyen las referencias más abundantes. “También ay mucho axí, qu'es su pimienta,- escribe Colom- d'ella que vale más que pimienta, y toda la gente no come sin ella, que la halla muy sana, puédense cargar cincuenta caravelas cada año en aquella Española”.

A lo largo del presente artículo hemos repasado la obra de cronistas de los viajes colombinos, como el Padre Las Casas, Hernando Colón, Pedro Mártir de Anglería y el primer cronista oficial de Indias Gonzalo Fernández de Oviedo. Otros menos conocidos como el doctor Diego Álvarez Chanca, Michele Cuneo o Guillermo Coma, algunos participantes en estos viajes. Sus escritos nos proporcionan interesantes datos, así como Hernán Cortés y Cabeza de Vaca para Mesoamérica y Pedro Cieza de León para la zona de los Andes.

La Relación de fray Román Pané que, aunque no entrara en sus objetivos directos la descripción de plantas y sus usos, está presidida por una voluntad descriptiva bastante objetiva y por un intento de recoger las denominaciones autóctonas y de evitar las analogías con el mundo hasta entonces conocido por él. Todo ello convierte al texto de Pané en una fuente muy apreciable, pese a la escasa atención directa que presta al entorno natural.

Por lo que respecta a la Carta de Diego Álvarez Chanca, su formación médica es uno de los factores esenciales para explicar las diferencias que hay entre sus noticias y las que ofrece Cristóbal Colom. Pese a ellas, creemos que en Chanca sigue siendo característico el error por analogía en más de una ocasión, aunque ciertamente se mostró más detallista en sus descripciones y mucho más escéptico ante la identificación simplista entre lo que veía y que deseaba o pensaba encontrar. Aunque en la Carta no es tan evidente el afán por hallar productos exóticos apreciados (tampoco era ése su encargo, ni él el principal interesado) no debe descartarse una observación interesada desde el punto de vista lucrativo, ya que Álvarez Chanca fue uno de los primeros que, al regresar de las Indias, no dudó en establecer una compañía comercial para tratar de explotar las posibilidades que ofrecía la colonización del Nuevo Mundo. Álvarez Chanca se mostró en su Carta al cabildo de Sevilla como un observador agudo, vivaz y preciso, y como un hombre cauto en sus diagnósticos, pero al que la visión de la naturaleza de las islas antillanas, especialmente de su flora, le produjo una viva impresión de admiración e interés.

Menos agudo, pero quizá más realista y sin eludir cierta crudeza, se nos presenta la Carta-crónica del italiano Michele da Cuneo. Representa el primer intento de ofrecer de un modo sistemático, aunque tosco y poco elaborado, una visión de la naturaleza americana probando alimentos y remedios, viendo las cosas por sí mismo y describiéndolas sucinta, pero precisamente. Sin embargo, aunque eludió el uso de nombres de plantas conocidas para aplicarlos a otras americanas que guardaran un parecido próximo o remoto, su texto está casi ayuno de denominaciones autóctonas. “Hay muchísimos arbustos, abundan los perales olorosos, se curvan las ramas cargadas de frutas silvestres; hay selvas umbrosas y bosques sagrados. Los sembrados no conocen daño alguno: nunca han temido la cizaña, la arveja y la estéril avena; sólo se eleva en sus surcos la inofensiva verdolaga”. Cuneo describe la guayaba, el nopal, el mamey, la papaya, la tuna.

De entre las treinta y dos plantas alimenticias descritas por Anglería en las Décadas, dieciocho son frutas, la mayor parte de ellas desconocidas por los europeos hasta ese momento. Aunque dedica atención a casi todos los principales alimentos amerindios (maíz, calabazas, ages, yuca, etc.) es destacable la ausencia en su obra de descripciones de los fríjoles y del maní.

Plantas alimenticias

Los nueve textos que hemos analizado, considerados globalmente, contienen información sobre medio centenar de plantas americanas de diversos usos. Las plantas alimenticias forman el grupo más importante, con veintidós especies mencionadas o descritas, de las cuales doce son frutales. Entre éstas destacan por su importancia, así como por la frecuencia con que son mencionadas, los jobos (parecido a la ciruela). De entre las restantes plantas alimenticias citadas merece destacarse la presencia de tres alimentos esencialmente nuevos para los europeos y que tenían un papel trascendental en la dieta indiana: el maíz, la yuca y los ages, citados prácticamente por todos los autores en repetidas ocasiones; los fríjoles, el cacao y el maní son aludidos, aunque con nombres incorrectos o de modo impreciso.

El maíz.- A la llegada de los españoles el maíz era cultivado en casi toda América, gracias a la enorme capacidad de adaptación de esta planta a las diferentes condiciones ecológicas. Sin embargo su importancia en la dieta no era la misma en todas las culturas prehispánicas, puesto que en zonas como las Antillas o los Andes era un alimento complementario, mientras que en Mesoamérica era el alimento principal. El maíz era algo absolutamente desconocido para un europeo de finales del siglo XV, pese a los intentos de asimilarlo a algún cereal, como el panizo. La primera mención al maíz que hemos localizado, fechada el 16 de octubre de 1492, Colom dice, refiriéndose a la isla Fernandina: “Ella es isla verde y llana, y fertilísima, y no pongo duda que todo el año siembran panizo y cogen, y así todas otras cosas”. Cuando después del primer viaje Colom se presenta a los reyes y toda su corte en el refectorio del monasterio de Sant Jeroni de la Murtra les refiere que en las tierras descubiertas no había trigo, pero que el pan lo fabrican con los garbanzos que hay en estas piñas con pelos en la punta como la barba de los moros. Y les entrega una mazorca. Fernando el Católico comenta “blat de moro” (blat en catalán significa trigo) Así es como se llama ahora en catalán el maíz.

El médico Álvarez Chanca se limita a decir que en La Española “tienen otrosi granos como avellanas muy buenos de comer”, mientras que Guillermo Coma realizó una precisa descripción en la que aparece el uso alimentario de la planta: “Hay además un segundo tipo de simiente del tamaño de un altramuz y redonda como un garbanzo; al romperla sale flor de harina muy fina; se muele como el trigo y se hace con ella un pan de buen sabor, en tanto que muchos, cuya comida es más pobre, mascan su granos”. Por su parte, Hernando Colom asimiló, al narrar el primer viaje colombino, el grano parecido al panizo con el maíz: “Otro grano, como panizo, llamado por ellos maíz, que cocido es de buenísimo sabor, o tostado y molido en puchas”.

El maíz fue quizá la planta americana que más rápidamente se difundió en Europa. El propio Colom, en el diario del tercer viaje (1498) escribió: ”Maíz que es una simiente que haze una espiga como una mazorca, de que llevé yo allá, y ay ya mucho en Castilla”. El proceso de introducción se vio facilitado por las propias características del maíz, en especial su adaptación a cualquier tipo de clima y forma de cultivo, así como por su gran productividad por grano sembrado.

La yuca.- A la llegada de los españoles, la yuca tenía un importantísimo papel en la dieta de los pobladores de las Antillas y las zonas tropicales, semejante al del maíz en Mesoamérica. Lógicamente, al igual que el maíz, la yuca fue inmediatamente conocida por los primeros europeos que llegaron a América. Este hecho se refleja claramente en las abundantes menciones que aparecen en los textos colombinos. Colom, en el diario de su primer viaje dio noticias de unas raíces que eran labradas en las islas y de las que hacían su pan los indios. Este tipo de referencia se repite en la Carta de Chanca y en los textos de Pané, Cuneo y Hernando Colón. El texto de Cuneo describe con mayor amplitud tanto las características de la planta, como la fabricación del cazabe, aunque sin dar ninguna denominación a este alimento, que compara con los nabos, asimismo, informa de su temprano consumo por los españoles. Por su parte, Pané es el primero que utiliza los términos taínos de yuca y cazabe.

Frente a estas escuetas noticias, los primeros en informar extensamente sobre la yuca fueron Anglería y Oviedo, siendo ambos perfectamente conscientes del papel de la yuca en la dieta antillana. Anglería lo llamó «el pan principal de ellos» y Oviedo dijo: «el cazabe es el principal pan y mayor y más necesario manjar que los indios tienen». Ambos autores describen con detalle la planta -que comparan al nabo-, su forma de cultivo y variedades. Como es sabido existen dos importantes variedades de yuca, una dulce y no venenosa, y otra amarga y semivenenosa. La primera, como indica Oviedo era más abundante en Tierra Firme, mientras que la venenosa era cultivada más en las islas. La variedad amarga necesitaba un complejo proceso de preparación de los rizomas, ya que contenían lo que Anglería llamó «jugo mortífero», un glucósido que se desdobla en ácido cianhídrico-, que debía ser eliminado previamente a la preparación de la masa de cazabe. Este procedimiento fue detalladamente descrito por Oviedo, así como la preparación del cazabe y de los múltiples usos del «çumo de la yuca), que iban desde veneno, hasta edulcorante o acidulante una vez cocido de una forma o de otra. Además, señala que la variedad de preparaciones se estaba perdiendo, puesto que los que sabían hacer los cocimientos necesarios para obtener un producto u otro eran los indios viejos que ya habían muerto, y los cristianos no tenían necesidad de ello al sustituir fácilmente en aquella isla el zumo ácido por el de limones o naranjas, y el edulcorante por azúcar. Respecto al uso como veneno resulta verdaderamente impresionante su relato de los suicidios colectivos de indios de La Española con yuca, ante la desesperación por la forma de vida que le habían impuesto los españoles tras la conquista: “E allí [en la Española] por no trabajar, como condenados por su cemi o diablo, o por lo que se les antojaba morir, por medio de esta yuca concluían sus días. Y acaeció algunas veces combidarse muchos juntos a se matar por no trabajar o servir: y de cincuenta en cincuenta y más y menos juntos se mataban con sendos tragos deste çumo

Por su parte, Cabeza de Vaca, en el relato de su expedición por la región habitada por los guaraníes hace frecuentes menciones al cultivo y consumo de esta planta, utilizando el término de origen guaraní mandioca que el mismo aclara “es el cazabe de las Indias”. Por último, en el momento en que Cieza de León redactó su obra, la yuca ya era algo perfectamente conocido y consumido, a la que tan sólo cita de pasada, sin describir ni relatar nada respecto a ella.

Los ages o batatas.- También fue conocida y consumida desde los primeros momentos por los españoles. Las batatas se cultivaron, con éxito, casi inmediatamente en la Península. Colom señaló en tres ocasiones lo parecido que era su sabor al de las castañas: «Y tienen sabor propio de castañas, Y no ay quien no crea, comiéndolas, que no sean castañas”. Guillermo Coma al que debió agradar bastante este «excelente» producto, indicó que su sabor era diferente según la forma en que fuera preparado: crudo era como chirivía, asado como castañas y, cocidos como calabazas.”[los ages] son viandas muy apropiados para todos los guisos culinarios y los usos de las tabernas, de suerte que puedes considerar como el maná de los judíos, es decir, el rocío de Siria. Como no infieren daño a las entrañas del cuerpo y no dejan el vientre pesado con molestias, por prescripción de los médicos que van en la expedición a costa de los Reyes, se dan. Causando mejoría a los enfermos y a los que se hallan indispuestos”. Esta información coincide con la del médico Álvarez Chanca, que iba en esta misma expedición, que aparte de compararlo por su forma a los nabos -como la mayoría de estos autores-, encontraba un “cordial manjar que nos tiene a todos muy consolados” con el que “fazemos acá muchas maneras de manjares en cualquier manera”.

Además de esta versatilidad en la cocina, otro factor que llamó poderosamente la atención fue la forma de siembra de los ages, y la facilidad de su cultivo. Colom, al hablar de la Española dijo: “tienen sembrado en ellas [las tierras] ajes, que son unos ramillos que plantan, y al pie de ellos nacen unas raizes como çanahorias, que sirven de pan y rallan y amasan pan d'ellas, y después tornan a plantar el mismo ramillo en otra parte y torna a dar cuatro y cinco de aquellas raizes.” Este alimento, tan bien considerado desde los primeros contactos, fue enviado muy tempranamente a la Península para que no faltasen en nuestro mundo.

El frijol.- Su utilización y conocimiento fue diferente a la de otros alimentos básicos de los pueblos precolombinos, ya que en España –Europa- había vegetales similares como las habas, lo que supuso una rápida asimilación. En Aragón las llaman judías. Aparecen los términos «faxones y favas», en el diario del primer viaje de Cristóbal Colom, quien las consideró muy diversas de las nuestras. No hay descripción de los fríjoles, pese a su difusión, pues se pensaba que ya se cultivaba en Europa. Ni Anglería, ni el minucioso Fernández Oviedo se ocupan de ellos.

Los alimentos del altiplano andino: la papa o patata

En el altiplano andino tenía un destacado papel un tubérculo que por su enorme difusión e importancia en la dieta actual merece sin lugar a dudas un apartado específico. Nos estamos refiriendo, lógicamente a la papa o patata (vocablo procedente del quechua) El primer informador preciso sobre la agricultura de la región andina fue Pedro Cieza de León, que informó tanto de la patata como de la oca y de la quinúa, un tubérculo y un cereal asociados a ella en esta zona, que no se han difundido nunca fuera de su lugar de origen. “En todos estos pueblos se da poco maíz, o casi ninguno, a causa de ser tierra muy fría y la semilla: de maíz muy delicada; mas críanse abundancia de papas y quimio y otras raíces que los naturales siembran”.

Desde mediados del siglo XVI y durante el siglo XVII en Europa sólo se cultivaba la patata como rareza en jardines botánicos. Fue a partir del siglo XVIII cuando la patata adquirió prestigio y popularidad como alimento entre los europeos, constituyéndose en un elemento fundamental de la dieta y uno de los mayores aportes de América a la alimentación universal. Todo lo contrario ha sido lo ocurrido con los otros alimentos asociados a la papa en el sistema de cultivo altoandino, la oca, la xiquima y la quinúa, ambos descritos por Cieza en su Crónica, pero que no se han difundido más allá de su zona originaria. La oca es otro tubérculo originario de los Andes, cultivado y muy apreciado por las poblaciones indígenas precolombinas. Pero el cronista ofreció muy poca información de ella. Aun menor interés mostró por otro tubérculo de esta zona, la xiquima, actualmente denominado jicama, que se cultivaba, según el cronista, junto a la papa y a la cebada en Pasto.

El cacao es, sin duda, otra de las más importantes aportaciones americanas a la alimentación. A la llegada de los españoles el cacao se cultivaba únicamente en la región comprendida entre Colima y Papaloapan en México, hasta Nicaragua y Costa Rica, por eso Colom no lo cita en sus escritos. Será Gonzalo Fernández de Oviedo el que se ocupa del cacao, pero en la segunda parte de su Historia General cuando escribe más detenidamente sobre Tierra Firme. También hablan del cacao Hernán Cortés en sus Cartas de Relación. “cacap, que es una fruta como almendras –escribe Cortés en su segunda carta-, que ellos venden molida, y tienen la en tanto, que se trata por moneda en toda la tierra, y con ella se compran todas las cosas necesarias en los mercados y en otras partes”. Anglería al narrar los hechos de la conquista del imperio de Moctezuma habla tanto de las características de esta planta y de su cultivo, como de los usos dados a la misma por los mexicas. Así, en la primera mención, al enumerar los regalos que Moctezuma hizo a Cortés, señaló que entre ellos había muchos comestibles, destacando el «vino» que tomaban los grupos sociales más altos -diferente del de maíz «que bebe el pueblo» - que se hacía de unas almendras que, además, servían de moneda. Más adelante, utilizando ya el término de cacao -que proviene de la contracción del término nahua cacahuaquauitl - explica con todo detalle estos dos aspectos, además de narrar la forma de cultivo del árbol. Así, opina que es una moneda “feliz, porque la codicia de obtenerla no rompe las entrañas de la tierra con hendiduras, ni vuelve a escondrijos de la misma tierra por avidez de los avaros o terror de guerras inminentes, como las de oro y de plata”. Parece ser que la utilización del cacao como moneda continuó tras la conquista española -Anglería señaló su uso por Cortés- y para determinadas transacciones pequeñas se mantuvo hasta mediados del siglo pasado.

Como alimento estaba restringido a los grupos dominantes, y no era utilizado como lo fue posteriormente por los europeos (para la elaboración del chocolate), sino que se realizaba una bebida cuyo proceso de preparación fue minuciosamente descrito por Anglería: “Cuando se ha secado, lo trituran en forma de harina; a la hora de comer o de cenar, los criados cogen orzas, hidrias o cántaros, toman el agua necesaria y echan una cantidad de polvo en proporción de la bebida que quieren preparar. Después vierten la mixtura de una vasija en otra desde la altura que pueden levantar los brazos, y la decantan cual lluvia que cae de las tejas, a veces la agitan del mismo modo hasta que eche espuma, y cuanto más espumosa se pone, tanto mejor dicen que sale la bebida. Revuelta así como por espacio de una hora aquella bebida, se la deja reposar un poco para que las heces y la materia crasa se depositen en el fondo de la cántara u otra vasija. Es una bebida suave y no embriaga mucho, si bien para el que la beba en demasía es como nuestros vinos espumosos” López de Gómara señaló también la importancia de la bebida hecha con cacao entre los mexicas, y las diversas formas de preparación: “La mejor, más delicada y cara bebida que tienen, es de harina de cacao yagua. Algunas veces la mezclan con miel y harina de otras legumbres; esto no emborracha, antes refresca mucho, y por eso la beben con calor y sudando”.

El maní.- Otra leguminosa de origen americano y de gran importancia en la alimentación es el maní o cacahuete, descubierta y domesticada muy tempranamente en algún lugar situado entre Perú y Brasil. La primera mención al maní en un texto europeo, se ubica no obstante en las Antillas, y es la que hizo Cristóbal Colom, confundiéndola con la genciana, es decir la chufa valenciana, cuando se refirió a él como «gonea avellanada». En un principio esta leguminosa no resultaba de sabor agradable a los europeos. Así, Michele da Cuneo opinaba que «no son buenas más que para los cerdos», y Fernández de Oviedo, que utilizó el término de maní, tras señalar lo frecuente que era su cultivo en La Española, añadió: “pero los christianos poco se curan della: sino son hombres baxos y muchachos y esclavos y gente que no perdona su gusto a cosa alguna. Es de mediocre sabor y no de substancia: pero es muy ordinaria a los indios”.

¿Te ha parecido interesante esta noticia?    Si (0)    No(0)

+
0 comentarios