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EL RITUAL SAGRADO DE UNA CARTA POSTAL

EL RITUAL SAGRADO DE UNA CARTA POSTAL
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viernes 22 de abril de 2022, 18:49h

En un arcón, fragmentos de imperecedera letra. Momentos de tu vida fugaces y a la vez eternos. Pedazos de tu recorrido existencial por ti mismo ya olvidados, pero que retomas y recuerdas. Cartas. Conservo cientos de ellas.

La adolescencia en los años ochenta queda registrada por escrito con tus primeros amores. Esos que visitaban tu ciudad en verano y se marchaban para no volver, aunque su olvido se resistía a modo de correspondencia recíproca. La triste felicidad del joven enamorado recibe una carta con labios de carmín en un pliego y deseca pétalos de rosa en futura respuesta al beso. El ritual de sellar el sobre con lacre rojo intenso, con la inicial gótica de tu nombre, ofrece a la nota escrita un halo misterioso y auténtico. La impaciente espera diaria de la aparición del cartero por un extremo de la calle con su carrito amarillo. ¿Por qué tarda tanto en llegar al portal? Observo retirado. ¡Por fin! Lentamente, comienza a lanzar cartas en las bocas de los buzones. Se toma su tiempo en cotejar las direcciones y arroja un sobre a mi anhelante espera. ¡El corazón me da un vuelco! Le doy un instante para que salga del portal sin verme. Me da vergüenza que vea mi estado de nervios cuando recojo aquel sentimiento cubierto de gotas de perfume procedente de Francia y el beso.

En la universidad has cambiado, pero el procedimiento es el mismo. Has conocido a personas de todos los lugares de España. Sin embargo, ya no esperas aquella inocencia adolescente, siempre bella y a la vez cruel. Recibes, escrita a pulso y alma, la tensión emocional que mantienes con una amiga especial o el fuego manuscrito de una amante que has conocido en Salamanca. Pero, durante el verano, antes de que comience el próximo curso académico, acechas también al cartero por inquietudes intelectuales, por preguntas y respuestas existenciales. Por echar una mano o porque te echen una mano en un mundo que todavía no entiendes muy bien cómo funciona. Por amistad. La perfección o imperfección de la caligrafía de tus colegas denotan su personalidad. El consejo, el ánimo, la duda... Quizás mi amigo Miguel, de Filología Inglesa, me haya puesto por escrito de una vez la letra de la canción The river, de Bruce Springsteen, cuyas notas hace ya dos semanas que he sacado a la guitarra para poder cantarla…

Terminas la universidad y te vas lejos. Muy lejos. Y, en ese momento, quizás son otras personas las que acechan al cartero esperando alguna noticia tuya. Me imagino su impaciencia convertida en cotidianidad, sobre las 12.00 de la mañana, en la Calle Virgen María de Ávila. Donde ahora habito y habitaré por años, en Oriente, el servicio de correos es muy distinto y no hay ningún empleado rastreable.

Y cuando vuelves a tu país, todo ha cambiado. Observas con gravedad la lenta desaparición de la correspondencia postal por otras alternativas digitales. Vives en otra ciudad distinta, pero, quizás inconscientemente, sigues alerta a los indicios de la llegada del cartero y le tienes tomado el pulso. Oyes el rumor de su moto enfrentando la calle. La parada del motor frente a tu casa y los ladridos de los perros. Mal asunto. Nuestros lazos emocionales se han roto. Solo puede ser una multa del Ayuntamiento o la notificación de algún impago bancario.

Raúl Jiménez Sastre

Escritor y director de la editorial Firma RJS

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