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"Don Carlos, el Príncipe de Viana", por Pedro Cuesta Escudero autor de Colón y sus enigmas y de Mallorca patria de Colom

'Don Carlos, el Príncipe de Viana', por Pedro Cuesta Escudero autor de Colón y sus enigmas y de Mallorca patria de Colom
jueves 17 de marzo de 2022, 09:37h
'Don Carlos, el Príncipe de Viana', por Pedro Cuesta Escudero autor de Colón y sus enigmas y de Mallorca patria de Colom
'Don Carlos, el Príncipe de Viana', por Pedro Cuesta Escudero autor de Colón y sus enigmas y de Mallorca patria de Colom

De los antiguos reinos que integraban la España del siglo XV, fue el de Navarra el último que asignó al heredero del Reino un Principado para su honor, distinción y también para su sustento. Lo instauró Carlos III el Noble, de la Casa de Evreux, que quiso consolidar, dar prestancia y situar la Corona a la altura de los otros reinos europeos. Carlos III estimó que el heredero del trono debería tener un Principado singular. De este modo estableció el Título de Príncipe de Viana por mandato dado en Tudela en “veinte de jenero l´aynno del nacimiento de nuestro Señor mil quatrocientos y veinte y tres”. Seguía con ello el ejemplo que había establecido Inglaterra que instituyó el Principado de Gales en 1283, el de Delfín para el de Francia en 1346, el Principado de Asturias para el heredero de Castilla y León en 1388 y el de Gerona para el de la Corona de Aragón en 1350. Para profundizar en este tema tenemos el libro de nuestro amigo José Antonio Peña Martínez El príncipe sin reino.

'Don Carlos, el Príncipe de Viana', por Pedro Cuesta Escudero autor de Colón y sus enigmas y de Mallorca patria de Colom

Dotación del Principado de Viana

El rey Carlos III explicó: “Como el linaje humano sea inclinado, y apetezca, que los hombres deban desear pensar en el ensalzamiento del estado y honor de los hijos y descendientes de ellos” y lo hace en la persona del pequeño Carlos, teniendo éste dos años de edad “por ser hijo de nuestros muy caros y muy amados hijos el infante D. Juan de Aragón y la reina Dª Blanca, nuestra primogénita y heredera, haya habido entre ellos al infante D. Carlos, lur hijo nuestro muy caro y muy amado nieto”. Dota al Principado de Viana con el castillo y rentas de dicha población y con todas las villas, aldeas y castillos de su derredor, a la que añade otras pertenencias, Laguardia, San Vicente, Aguilar, Genevilla, Lapoblación, Marañón, San Pedro, Cabredo, Val de Campezo y otras distantes: Corella, Cintriénigo, Peralta y Cadreita, que consoliden y mantengan al Príncipe, “y habemos erigido y erigimos, por las presentes, nombre y título de Principado sobre las dichas villas y lugares y la habemos dado y damos título y honor de Príncipe; y queremos y ordenamos, por estas presentes que de aquí adelante se instituye y nombre Príncipe de Viana y tener aquellos, como cosas suyas propias; car assí lo queremos y nos place”.

Pero no solo el Rey Noble da preminencia, premios y riquezas a los futuros herederos de la Corona sino también les pone obligaciones, “según fuero y costumbre del dicho reyno de Navarra, aquel es indivisible y non se puede partir, por esto el dicho infante, non podrá en caso alguno vender y alienar, empenyar y dividir, ni distrayer en ningún manera, las dichas villas y castillos y lugares en todo, ni en partida, en tiempo alguno en alguna manera, antes aquellas quedaren íntegramente é perpetuamente, a la corona de Navarra”.

Educación de D. Carlos, el Príncipe de Viana

Estando el infante D. Juan de Aragón en su villa de Peñafiel (Castilla) cuando el jueves 29 de mayo de 1421 dio a luz su esposa Dª Blanca un niño. El padre, el infante D. Juan, quiso llamarlo Fernando como su padre el rey de la Corona de Aragón, pero los navarros insistieron que se llamara Carlos, como su abuelo Carlos el Noble. Este, que había perdido a sus dos hijos varones, envía a Peñafiel una partera y cinco nodrizas para el alumbramiento. Tal es la ilusión que tiene el rey navarro que al portador de la noticia del nacimiento de su heredero lo premia con 4.000 florines de oro. Para ser criado y educado en las costumbres navarras, madre e hijo viajan a Olite, donde el joven príncipe pasará buena parte de su infancia y juventud. Su padre, Juan, es un desconocido de visitas esporádicas, sin otro afán de recaudar fondos en Navarra para financiar sus obsesivas empresas en Castilla donde tiene tensa rivalidad con D. Álvaro de Luna.

La madre del príncipe, Dª Blanca, ya reina de Navarra, es una mujer culta y conocedora del renacimiento cultural y artístico por haber estado gobernando durante trece años en Sicilia, designa como tutor de su hijo a Juan de Beaumont, prior de la Orden de San Juan y lo rodea de los mejores maestros: el humanista castellano Alfonso de la Torre, el poeta catalán Pere Torroella, el intelectual Pedro de Sado, el maestro Alfonso como preceptor de esgrima y de montura. Don Carlos disfruta de un ambiente propicio en el palacio de Olite, uno de los más lujosos y cortesanos de la Europa de su tiempo. “Su afición a la lectura, la escritura y la música le situaban a la altura de los príncipes mejores educados de su época”, escribe Peña Martínez. El Príncipe de Viana trató de cerca a insignes poetas como Ausias March, Joan Rois de Corella, Joanot Martorell, Pere Torrella, Alfonso de la Torre…

En aquella época los matrimonios entre los miembros de la realeza siempre eran de conveniencia, que siguen una política de alianzas familiares e intereses políticos. Y a D. Carlos, cumplidos los 18 años, para entroncarlo con lo más florido de la nobleza francesa le concertaron sus padres la boda con la jovencita Inés de Clèves, hija del duque de Clèves y de María de Borgoña, hermana del duque de Borgoña Felipe III el Bueno. La novia llega a Olite con su hermano Juan y noventa cortesanos, amén de servidores. Son precisos seis días para cargar el ajuar en las caballerías. La boda se celebró en la iglesia de Santa María de Olite el 30 de septiembre de 1439. A eso de la medianoche los recién casados se retiraron a sus aposentos. Afuera esperaban pacientemente dos viejas comadronas y un notario para dar fe, a la mañana siguiente, que la sábana bajera de la cama nupcial estaba manchada de sangre y de semen, lo que probaría que la novia había llegado virgen y el matrimonio se había consumado. Pero Carlos no llega virgen al matrimonio porque su padre, siguiendo la costumbre de los Trastámara, había pagado a una barragana para que el chico se “hiciera hombre”. El mismo padre de D. Carlos, a la edad de 18 años, había tenido un hijo en Sicilia cuando en nombre de su hermano al rey de la Corona de Aragón Alfonso V el Magnánimo fue a hacerse cargo del gobierno de la isla. Aquí es donde conoció a Blanca de Navarra con la que se casó.

Cuando en agosto de 1440 los reyes de Navarra viajan con la infanta Blanca para casarla en Valladolid con Enrique de Castilla, D. Carlos, el Príncipe de Viana, se estrena con el cargo de Gobernador general de Navarra.

La guerra

Pero su alegría dura poco, pues el 1 de abril de 1441 muere la reina madre. El joven príncipe, de veinte años, es por derecho el nuevo rey de Navarra, pero una extraña cláusula del testamento de su madre indica que no tome la corona sin el consentimiento paterno. Padre e hijo se reúnen en Santo Domingo de la Calzada, donde D. Juan confirma su papel como rey y deja en manos del Príncipe el cargo de lugarteniente en Navarra, en tanto que él permanezca con sus guerras castellanas. D. Carlos gobierna como un verdadero monarca. Toma decisiones. Convoca y preside cortes, hace nombramientos y administra las cuestiones del reino sin que su padre, abismado en las querellas castellanas, aparezca apenas por Navarra, salvo por los apremios económicos para las guerras de Castilla.

Dos sucesos vienen a enturbiar estos años venturosos: el 1 de julio de 1447 su padre el rey Juan contrae nuevo matrimonio con Juana Enríquez, hija del poderoso almirante de Castilla Fadrique Enríquez. Y el 6 de abril de 1448 muere con solo 26 años su esposa Inés de Clèves sin haber conseguido descendencia. La derrota de Olmedo había desbaratado las pretensiones castellanas del rey Juan que vuelve a poner sus ojos en Navarra, cuyas Cortes le habían negado las ayudas extraordinarias que había solicitado para su guerra contra Enrique IV de Castilla. Entonces en enero de 1450 aparta del gobierno de Navarra a su hijo Carlos, quien se refugia en Castilla. Don Juan piensa que su hijo se ha pasado a sus enemigos, por lo que se abre un periodo de desconfianzas en el que emergen de forma abierta las rivalidades larvadas entre facciones nobiliarias y clanes, los beaumonteses y los agramonteses. Bastó que los primeros, con la ayuda de Castilla, se aprestaran a defender los derechos del Príncipe de Viana al trono, para que los agramonteses se pusieran de parte del rey Juan. Hay enfrentamientos y escaramuzas entre los beaumonteses, acaudillados por Juan de Beaumont, y agramonteses, bajo el mando del mariscal Pedro de Navarra, señor de Agramont.

A finales del verano de 1451 tropas castellanas dirigidas por el Príncipe de Viana penetran en Navarra y sitian Estella, donde se encontraba la reina Juana Enríquez, quien pide socorro a su esposo que se encontraba en Zaragoza preparando las Cortes de Aragón. El rey Juan acude con parte de su ejército, pero informado por sus espías que un contingente armado de beaumonteses, bajo el mando de Juan de Beaumont, se acercaba a Estella a marchas forzadas para unirse a los castellanos y reforzar la posición del Príncipe de Viana, vuelve a Zaragoza en busca de refuerzos. Creyendo que esa retirada es una derrota, las tropas castellanas regresan a Castilla y el Príncipe de Viana y sus partidarios van a Aibar a celebrarlo. Es cuando Alonso de Aragón, el hijo bastardo del rey Juan, gran estratega militar, acude con un ejército de agramonteses y el 23 de octubre de 1451 derrota a su hermanastro el Príncipe de Viana, haciéndolo prisionero junto con su condestable Luis de Beaumont. Juana Enríquez, en estado de gestación, se traslada a Sos para que su hijo, el futuro Fernando el Católico, nazca en Aragón. El niño es bautizado el 11 de febrero de 1452 en la Seo de Zaragoza, mientras su hermano está preso en la Aljafería.

La cautividad de D. Carlos, el Príncipe de Viana, provoca la consternación de los reinos que es heredero, y la presión de los regidores aragoneses obliga a su padre a entregarlo a la jurisdicción de las Cortes de Aragón que fijan los términos de un acuerdo paternofilial y decretan su libertad en 1453. D. Carlos tuvo un romance con María de Armendáriz, una doncella de su hermana Leonor, a la que le hace la promesa de casarse con ella en el caso de que tuviera algún hijo o hija con él. De esta relación amorosa nació Ana de Navarra y Aragón. Al quererse casar D. Carlos con María de Armendáriz, tanto su tío y tutor Beaumont como su consejero Juan de Cardona se oponen rotundamente, pues no era la esposa adecuada para un futuro rey al no ser de sangre real. Pero la situación se precipita, pues el rey Juan deshereda a sus hijos Carlos y Blanca “como si naturalmente fuesen muertos”, y nombra como lugartenientes reales y futuros reyes de Navarra a su hija Leonor y a su marido Gastón de Foix.

Alfonso V el Magnánimo acoge a su sobrino en Nápoles

Con su causa perdida, sus partidarios cada vez más débiles, sin ayuda en Castilla ni Aragón, Carlos busca apoyo a su justa causa más allá de los Pirineos, primero en París y, después en Milán, Roma y Nápoles sucesivamente. Tanto en París como en Milán y Roma sólo recibe buenas palabras. Sin embargo, en Nápoles tiene una cálida acogida por parte de su tío Alfonso V el Magnánimo, rey de la Corona de Aragón y jefe de la Casa de Trastamara, quien, al conquistar Nápoles, había establecido allí su residencia, atrayendo a su corte a los mejores literatos y artistas del humanismo italiano. Desistió por interesarse de los problemas de sus reinos de la península Ibérica, donde había dejado de lugartenientes, de Cataluña a su esposa María, y de Aragón a su hermano Juan, el cual le sucedería en el trono al no tener hijos legítimos. Debido a la virulencia de la Peste Negra, que deja la población catalana en un tercio, los campos se despueblan y al flagelo de la Peste se añade el del hambre, provocándose un estado de anarquía y continuas revueltas. Hizo que el Magnánimo sustituyera a su mujer del gobierno de Cataluña por Galcerán Requesens, hombre de su confianza, para que diera una vuelta de clavija a la oligarquía catalana. Requesens apartó del gobierno municipal de Barcelona a la todopoderosa Biga e impuso en el mismo a la moderada Busca, integrada por hombres más cercanos a los intereses populares.

Carlos el Príncipe de Viana encuentra en la corte de su tío el ambiente que le apasiona. Conoce a Teodoro Gaza, Francesco Filelto, Antonio de Palermo, Enea Silvio Piccolomini (futuro Papa Pío II), Jorge de Trabisonda, Pier Cándido Decembrio, Lorenzo Valla, Bartolomé Facio, Leonardo Bruni, Poggi Bracciolini…La trayectoria de un verdadero intelectual exige no dejar nunca de aprender, de crecer, de madurar, Estudia y traduce del latín La Ética a Nicodemo de Aristóteles, uno de los textos sobre moral más influyentes en el pensamiento de Occidente y lo plasma en un castellano culto y elegante. El Príncipe de Viana conoció en Nápoles a Doña Brianda Vaca, señora de gran belleza con la que tuvo a su hijo Felipe, al que le concedió el título de Conde de Beaufort.

Al recibir un comunicado de los parlamentarios navarros que lo habían proclamado “rey en ausencia” el príncipe Carlos rechaza y reprueba ese ofrecimiento, porque no quería romper definitivamente con su padre, ya que su tío el rey Alfonso V el Magnánimo estaba tras un arreglo con él. Pero al año y medio de su estancia napolitana Alfonso V muere, el 27 de junio de 1458, y todo cambia de nuevo. En su testamento redactado un día antes de su muerte deja establecido que le sucediera en Nápoles su hijo ilegítimo Ferrante y en la Corona de Aragón su hermano Juan II de Navarra. Esto significa que el príncipe Carlos se convertiría en el heredero, no solo de Navarra, sino de todos los otros reinos que ahora llega a poseer su padre: Aragón, Valencia, Mallorca, Sicilia y el condado de Cataluña. Juan II se hace proclamar rey de la Corona de Aragón el 15 de julio y el 27 del mismo mes otorga a Fernando, su otro hijo habido con Juana Enríquez, los títulos de duque de Montblanc, conde de Ribagorza y señor de Balaguer, los que ostentaban los herederos legítimos de la Corona de Aragón. Nada podría ir peor para el desdichado Príncipe de Viana.

La estancia del Príncipe de Viana en Sicilia (1458-1459)

Carlos de Viana abandona Nápoles y se dirige a Sicilia el 15 de julio de 1458, para desde allí intentar volver a la Península. Pero su problema personal queda engarzado en el mecanismo de las reivindicaciones políticas, sociales y económicas de los diversos estamentos sicilianos. Los sicilianos, que todavía conservaban un grato recuerdo de la reina Blanca I de Navarra, se dejan cautivar por la personalidad de su hijo Carlos y le ofrecen donativos para ayudarle a pagar sus gastos cotidianos y los de su numeroso séquito. Mientras tanto Carlos de Viana tuvo relaciones con una doncella, Margarita Cappa, de baja extracción social pero muy bella, con la que tuvo a su hijo Juan de Navarra y Aragón, quien con el tiempo llegó a ser obispo de Huesca.

La presencia del príncipe en Sicilia hizo resurgir en los isleños un casi olvidado sentimiento de independencia. De la misma manera que Nápoles se había desvinculado de la Corona de Aragón con Ferrante como rey, la nobleza siciliana también alberga planes de independencia proclamando rey de Sicilia al Príncipe de Viana. A pesar de que Carlos no veía las intenciones de los sicilianos, Juan II, su padre, sí que las miraba con recelo, por lo que creyó conveniente alejar al príncipe de la órbita siciliana. Los sicilianos buscaban su propio beneficio y reivindican sus deseos encubriéndolos tras la figura del príncipe. Para llevar a cabo estos planes creían conveniente conseguir una concordia entre Juan II y su hijo, para que de esta manera fuera nombrado primogénito, heredero y gobernador de Sicilia. Y para contentar a Carlos, que pasaba por verdaderas dificultades económicas, el parlamento siciliano aprobó darle un donativo de 25.000 florines al Príncipe de Viana para que pudiera hacer frente a sus muchas necesidades.

Simultáneamente el príncipe llevaba a cabo una negociación en secreto con el rey Enrique IV de Castilla. Deseaba una alianza estable con los castellanos y una manera efectiva sería a través de un enlace matrimonial con la infanta Isabel, hermana del monarca y que tenía unos 9 años de edad. El Príncipe de Viana intentaba sus propósitos a espaldas de su padre, pues sabía perfectamente que no le otorgaría su beneplácito, pues el rey de Aragón no podía consentir una fuerte alianza de su hijo con los castellanos. Al mismo tiempo, y con el objetivo de afianzar las alianzas entre los reinos, Alfonso V, el rey de Portugal, propone a Juan II el matrimonio entre su hermana, la infanta Catalina, y el Príncipe de Viana. El rey Juan II no oculta que ese matrimonio se realizaría por expreso mandato suyo y en contra de la voluntad de su hijo, quien debía obedecer. Al príncipe le convenía obedecer las disposiciones paternas. Estas negociaciones matrimoniales se paralizaron un tiempo, pero se reanudaron en 1460 estando el príncipe Carlos en Barcelona.

Estancia del Príncipe de Viana en Mallorca (1459-1460)

La decisión de enviar al príncipe Carlos a Mallorca procede de su padre el rey, pues deseaba alejar a su hijo de un centro político complicado, como era el reino de Sicilia. A pesar de que el viaje a Mallorca había sido una decisión de su padre el Príncipe de Viana creía que así acabarían todos los males que había entre ellos. Carlos estaba convencido que la relación con su padre iba a cambiar desde entonces. La siguiente parada sería Cerdeña para repostar y refrescarse. Desde Cerdeña se instruyó a los capitanes de los barcos por si había piratas. Primero partieron tres naves que descargarían en Mallorca los caballos, acémilas y demás cabalgaduras de su corte, excepto la ropa que debía ser desembarcada con la llagada del príncipe.

El Príncipe de Viana partió de la isla de Cerdeña a fines de julio de 1459 con destino Mallorca, pero debido a las condiciones meteorológicas desembarcó en Salou el día 7 de agosto con siete galeras. Enterado de que su hijo estaba en la costa catalana, Juan II ordena a las autoridades portuarias barcelonesas que impidan el desembarco del príncipe y que navegara a Mallorca donde debía permanecer hasta nueva orden, pues antes de recibirlo deseaba concluir por escrito un tratado con él. Y el 20 de agosto de 1459 desembarca en Mallorca, siendo recibido con mucha honra, gloria e expectación, a pesar de las órdenes restrictivas del rey que no consiente que se hospede en el castillo de Bellver, el principal de la isla. Intentan acordar su matrimonio con la infanta Catalina de Portugal, mientras D. Carlos mantiene una relación amorosa con Margalida Colom de Felanitx. El 26 de enero de 1460 los representantes del monarca y de su hijo redactan la Concordia de Barcelona donde se pone fin a varios años de confrontación. Es un acuerdo de mínimos, que posteriormente ambas partes retocan. Pero lo importante es la reconciliación con su padre.

Entrada triunfal del Príncipe de Viana en Barcelona

El 25 de marzo de 1460 el Príncipe de Viana entra en Barcelona, acogido con manifestaciones multitudinarias de apoyo, dando a conocer las simpatías por el Príncipe frente a la política autoritaria del rey. Cataluña vivía una etapa de revueltas sociales, que en el campo enfrentaba a los campesinos frente a los señores feudales y en las ciudades a los menestrales y artesanos contra la burguesía enriquecida. Barcelona se debatía en una lucha por el poder entre los aristócratas de la Biga y los gremios representados por la Busca. Los primeros defendían un gobierno oligárquico y los segundos la participación ciudadana en la Administración pública, la devaluación del florín y la fiscalización gremial a través del Consejo de Cientos. El rey acude a Cataluña, junto con su esposa Juana Enríquez y Fernando, el hijo de ambos, y convoca cortes catalanas en Lérida, donde el 1 de diciembre el Príncipe de Viana es apresado al ser acusado de alta traición por haber negociado su matrimonio con la infanta Isabel de Castilla en contra de las previsiones de su padre y su madrastra que la desean para el segundogénito Fernando. Y se le confina en la prisión de Morella. Esta segunda prisión de Carlos desencadena una verdadera revolución. En los días 7 y 8 de enero de 1461 Don Carlos es proclamado primogénito pos los consellers de Cataluña. Además, detienen al gobernador general del rey y levantan en armas a un ejército al que se unen contingentes navarros de beaumonteses. No solo Cataluña y Navarra, los restantes reinos y señoríos de la Corona de Aragón se unen a la exigencia de la liberación de Don Carlos. Al rey Juan II no le queda más remedio que poner en libertad a su hijo el 25 de febrero de 1461. Y a su llegada a Barcelona el 12 de marzo, la recepción por la multitud enfervorecida supera a la del año anterior. Y una vez más se comienzan las negociaciones para un acuerdo que se plasma en las “Capitulaciones de Villafranca del Penedés” el 21 de junio de 1461.

El cronista de Enrique IV Diego Enríquez del Castillo escribe:

Después que el rey D. Juan de Aragón sacó de la prisión al príncipe don Carlos, su hijo, y lo llevaron los catalanes a Barcelona, nunca se sintió bueno, ni tuvo disposición de salud en su persona. Bien al contrario, la enfermedad creció tanto en él que, sin hallar mejoría, falleció. Por cuya muerte todos los del principado de Cataluña tuvieron gran sentimiento y se rebelaron, alzándose en armas contra su rey, diciendo que él había sido el causante de que mataran a su hijo con hierbas. El padre se apoderó entonces de él, púsolo en prisión, y como tampoco quisiera obedecerle, vino la madrastra, lo envenenó y murió”.

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