nuevodiario.es

ABONOS NITROGENADOS por José Biedma López

ABONOS NITROGENADOS por José Biedma López
Ampliar
miércoles 11 de diciembre de 2019, 11:21h
El crecimiento y el progreso de la humanidad del siglo XX hubiera sido imposible sin la síntesis del amoniaco. En el lapso de una generación, la humanidad ha contraído una profunda dependencia química; el planeta puede mantener a siete mil millones de personas gracias a la industria de los abonos nitrogenados. Más de un tercio del nitrógeno de nuestro organismo procede de estas fábricas. La lista de aplicaciones del amoniaco es enorme: tintes para textiles, nuevos materiales como el nylon, alimentación del ganado estabulado, los primeros refrigeradores y aires acondicionados, pinturas, productos de limpieza, extracción mineral...
ABONOS NITROGENADOS por José Biedma López

El nitrógeno es imprescindible en la síntesis de las proteínas, también es necesario para el ADN y el ARN, las moléculas que almacenan y transfieren la información genética. Las plantas necesitan más carbono, hidrógeno y oxígeno que nitrógeno, pero pueden obtener esos elementos de enormes reservas naturales, sin embargo, la mayor parte del nitrógeno disponible permanece bloqueada en la atmósfera, las moléculas de nitrógeno, que son pares de átomos, constituyen el 78 % de la atmósfera. Estas moléculas son tan estables que resulta difícil convertirlas en la forma reactiva absorbible por los tejidos de las plantas. La naturaleza y los cultivos eliminan continuamente el nitrógeno disponible en el suelo.

Durante siglos, los agricultores lucharon contra esta escasez mediante dos procedimientos: el barbecho y el estiércol. En muchas partes se sembraban y siembran guisantes, judías, lentejas, habas y otras legumbres con los cereales, en medio de los olivos y de otros cultivos; las bacterias fijadoras de nitrógeno que viven en las raíces de las leguminosas fertilizan los campos. Ciertas especies se cultivan sólo para enterrarlas y que sirvan de "abono verde". Pero la combinación de estos procedimientos sólo puede proporcionar unos 200 kilos de nitrógeno por hectárea de tierra agrícola, lo cual fija el límite teórico de densidad de población en unas cinco o seis personas por hectárea cultivada. Los otros dos nutrientes principales de los cultivos, el potasio y el fósforo, limitan mucho menos el crecimiento y expansión de la humanidad que "el ciclo cerrado del nitrógeno". El uso de nitratos inorgánicos solubles (procedentes de Chile) y del guano orgánico (de las islas Chincha de Perú) supusieron un alivio pasajero...

Como otras veces en la historia, la solución para aumentar la producción agrícola estuvo asociada al desarrollo de tecnologías procedentes del desarrollo tecno-científico incentivado por la guerra. La revolución provino de la invención de la síntesis del amoniaco a partir del nitrógeno y el hidrógeno (NH3). El procedimiento ideado por Fritz Haber (premio nobel en 1919) bastó para hacer autosuficiente a Alemania en los compuestos nitrogenados utilizados para la producción de explosivos durante la primera

Guerra Mundial. La vida de este científico y tecnólogo no fue fácil, sino trágica. Se le ha considerado el Jekyll y Hide de la química, porque le tocó desarrollar el gas cloro por encargo de las autoridades, esta arma química causó un enorme número de bajas entre las tropas aliadas. Fritz Haber creyó que el uso del gas en los campos de batalla facilitaría una rápida victoria y evitaría sufrimientos mayores. Hoy es considerado el padre de las armas químicas. En vísperas de la primera utilización del arma letal (1815), su esposa, Clara Immerwahr, doctora en ciencias, se suicidó. Tras el armisticio, los aliados le consideraron criminal de guerra. Cuando llegó el nazismo tuvo que huir a Inglaterra, dada su estirpe judía. Cruel paradoja de la historia: bajo su dirección un equipo de investigadores creó el Zyklon B, un insecticida basado en el cianuro. El veneno sería usado años más tarde por los nazis en los campos de exterminio. Entre las víctimas estarían varios de sus familiares

Fritz Haber inventó la síntesis del amoniaco, combinando nitrógeno e hidrógeno a una presión de 200 atmósferas y a una temperatura de 500 grados Celsius en presencia de catalizadores de osmio sólido y uranio. La primera fábrica de amoniaco comercial se levantó en Alemania (Oppau) en 1913. Cuando la Academia Sueca de Ciencias concedió el Premio Nobel de Química a Haber en 1919, resaltó que había creado "un medio sumamente importante para mejorar las prácticas agrícolas y el bienestar de la humanidad". Una descripción tan entusiasta parece ahora insuficiente.

Desde entonces, la demanda de abonos nitrogenados no ha dejado de multiplicarse. El crecimiento de la demanda incrementó ocho veces la producción global de este producto a finales de los años ochenta. Millones de toneladas de nitrógeno fluyen hacia las tierras de cultivo mundiales cada año. El consumo de los países en vías de desarrollo ha sobrepasado ya el de los países desarrollados. Todas las proteínas necesarias de más de dos mil millones de personas procederán, en las próximas generaciones, de la síntesis del amoniaco de Haber-Bosch. El gran uso que se hace y se hará de los fertilizantes sintéticos responde no sólo al consumo directo de cereales y fruta, sino a la necesidad de fabricar pienso para la ganadería. Se necesitan de tres a cuatro unidades de proteína de pienso para producir una unidad de proteína cárnica.

Pero la introducción de nitrógeno reactivo a esta escala es un experimento tan peligroso como la liberación de dióxido de carbono producida por los combustibles fósiles. Nuestras aguas subterráneas presentan ya una peligrosa acumulación de nitratos con el consiguiente efecto de eutrofización, que consiste en el exceso de nutrientes que estimula el crecimiento de las algas, pues su posterior descomposición priva de oxígeno a otras criaturas que disminuyen o perecen. Además, las grandes distancias que pueden recorrer los nitratos disueltos perjudican también al suelo y contaminan las aguas. El exceso de fertilizantes envía más óxido nitroso y nítrico a la atmósfera, contribuyendo también a la destrucción de la capa de ozono y favoreciendo el efecto invernadero y la producción de "smog". Eso sí, el amoniaco tiene el efecto positivo de la captura de CO2 en selvas y bosques debido a la mayor presencia de nitrógeno en el aire.

No podemos renunciar al uso de abonos nitrogenados hasta encontrar nuevas formas de fertilizar los cultivos, eso es un hecho, pero sí podemos tasar mejor su uso y evitar su abuso. No disponemos de medios para hacer crecer los cultivos -y los cuerpos humanos- sin nitrógeno y nuestra dependencia química aumentará todavía en las próximas décadas hasta que la población se estabilice. Aun en el caso de que nos volviéramos vegetarianos y los agricultores se reconvirtieran masivamente a la agricultura orgánica o "ecológica", se descubriría que las prácticas tradicionales no son capaces de alimentarnos a todos, por la sencilla razón de que no hay suficiente nitrógeno reciclable para alimentar a siete mil millones. Por decirlo brutalmente ni siquiera hay mierda (abono orgánico) para todos. Sin embargo, se obtienen resultados impresionantes cuando los agricultores o sus asesores técnicos supervisan la cantidad de nitrógeno que realmente necesitan en el suelo, optimizando con precisión el momento de su aplicación.

Como ha ocurrido muchas veces, el interés a corto plazo puede ser incompatible con los intereses a medio y largo plazo. El deseo de lucro inmediato puede suponer graves inconvenientes para las personas que están por llegar y puede convertir a nuestros nietos en tristes e intoxicados basureros.

¿Te ha parecido interesante esta noticia?    Si (0)    No(0)

+
0 comentarios