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Detenido un ex- jefe de la Yakuza japonesa
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Detenido un ex- jefe de la Yakuza japonesa

lunes 15 de enero de 2018, 09:42h

Los tatuajes delataron a Shigeharu Shirai, de 72 años, que era buscado desde hace 15 años por participar en el asesinato del líder de una banda rival

Le llamaban Kobori, le gusta el ajedrez al que jugaba con sus compañeros en la localidad tailandesa de Lopburi, situada a unos 150 kilómetros al nordeste de Bangkok y conocida popularmente por la ciudad de los monos por los muchos simios que pueblan las calles.

A simple vista, un anciano normal, incapaz de hacer daño a una mosca. Este anciano japonés de 72 años, diminuto y de aspecto frágil, llevaba una vida rutinaria, como la mayoría de los 54.000 habitantes de esta ciudad tailandesa. Por las tardes iba a jugar una partida con los amigos, y luego se iba al mercado a comprar la comida y, de vez en cuando, se divertía mostrando sus tatuajes a los más jóvenes del lugar. Una vida tranquila, sin sobresaltos. Sin embargo Kobori no lo que parecía, claro que tampoco se llamaba Kobori, ni tenía nada de frágil. Su ver­dadero nombre era Shigeharu Shirai, era un exjefe de la Yakuza japonesa y uno de los ­fugitivos más buscados por la policía ni­pona por su implicación en el asesinato de uno de los líderes de una banda rival en julio del año 2003.

Su verdadera identidad afloró por casualidad. Le traicionaron sus tatuajes, propios de los miembros de la mafia japonesa. Ig­noraba que unas fotos con las imágenes grabadas que cubrían su pecho, su espalda y sus brazos circulaban por las redes sociales desde el mes de agosto y habían delatado su presencia en Tailandia. Un admirador de sus tatuajes le había fotografiado, sin que él se diera cuenta, y había publicado los re­tratos en Facebook, desconocedor de que estaba desvelando la identidad de un antiguo líder de la Yakuza japonesa.

Una revelación que ha echado por tierra todos los esfuerzos que había realizado Shirai para pasar desapercibido en Tailandia, adonde llegó en el 2005 huyendo de la justicia japonesa. Para ello no vaciló en casarse con una tailandesa –de la que se divorció debe de hacer algo más de dos años–, buscar amigos locales y llevar a cabo trabajos ocasionales, como pintar casas y transportar sacos de arroz a un molino, para ganarse la vida.

Las imágenes, compartidas más de 10.000 veces en internet, fueron vistas por las autoridades niponas, que alertaron a la Interpol, quien a su vez avisó a la policía tailandesa, que procedió a detenerle la noche del pasado miércoles, mientras se dirigía a comprar la cena. Fue el final del sueño tailandés de Shirai.

“El sospechoso ha reconocido que era el jefe de la banda Yakuza Kodoaki”, dijo el subjefe de las fuerzas del orden tailandesas Wirachai Songmetta, según la prensa local. Un grupo que forma parte de la mayor or­ganización criminal japonesa, la Yamaguchi-gumi.

En este interrogatorio, sin embargo, Shigeharu Shirai no confesó haber dado muerte a Kashihiko Otobe, uno de los jefes de la banda rival Kamiya, en el 2003. Un crimen por el que es buscado por las autoridades japonesas, que sospechan que llevó a cabo este asesinato junto a otros siete miembros de su pandilla que fueron detenidos y cumplen penas de prisión de entre 12 y 17 años.

“Admitió, sin embargo, que la víctima había sido ­intimidada y podría haber habido conspiraciones entre las bandas de la Yakuza para matarlo”, precisó Wirachai.

Por el momento, las au­toridades tailandesas decidieron ayer acusarle sólo de entrada y residencia ilegal en el país, ya que no disponía ni de pasaporte ni de permiso de residencia en el momento de su detención. Una situación que les ha impulsado a abrir una investigación para averiguar quién le ayudó a entrar en el país y quién le dio cobijo.

En sus declaraciones, Shirai, al que le falta el dedo meñique de la mano izquierda (un ritual que los miembros de la Yakuza llevan a cabo para expiar sus faltas), explicó a la policía que se sustentaba con las ganancias que obtenía de sus trabajos ocasionales y con la ayuda que le llegaba de su país. Tenía varios amigos japoneses que le visitaban dos o tres veces al año y en cada ocasión de daban 10.000 baths (260 euros), según indicó Wirachai Songmetta.

Ahora, tras su detención, la suerte de este exjefe de uno de los grupos más violentos de la Yakuza japonesa, la Kodokai, parece ­decidida. Tailandia lo extraditará a Japón, donde deberá afrontar un juicio sobre su participación en el asesinato del jefe de una banda rival. Kobori ya no volverá a jugar al ajedrez con sus amigos de Lopburi.

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