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FEMINISMOS, DESIGUALDAD Y PATRIARCADO por Martín Momblant, Antropólogo social y cultural
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FEMINISMOS, DESIGUALDAD Y PATRIARCADO por Martín Momblant, Antropólogo social y cultural

“Para mi mejor amiga, mi esposa, y en reconocimiento del día 8 de marzo.”

jueves 29 de febrero de 2024, 08:42h
FEMINISMOS, DESIGUALDAD Y PATRIARCADO por Martín Momblant, Antropólogo social y cultural

El día 14 de febrero la periodista Ana Pastor entrevistó al tenista Rafael Nadal realizándole algunas preguntas sobre feminismo. Las respuestas que daba el deportista iban guiadas sobre la idea de la paridad de oportunidades, basándose en lo más economicista, generando cierta controversia pública.

Nos gustaría replantear al feminismo con otra mirada exenta de agravios sociales. No como crítica al hecho de decir que Rafael Nadal es feminista porque tiene madre y hermanas o por que han de tener las mismas oportunidades ambos sexos o por decir explícitamente que no le gusta el feminismo extremo. Probablemente muchos diríamos, por empatía, que solo por el hecho de tener esposa, hermanas o madre y ver la desigualdad que las oprime indicaríamos lo mismo, pero todo ello nos lleva a reflexionar sobre lo que es el feminismo.

El feminismo es una ideología que propugna la igualdad entre mujeres y hombres. Un conjunto de ideas que se identifica con un movimiento cultural, que históricamente y sin discontinuidad en el tiempo discurre desde el Renacimiento hasta nuestros días. Obviamente los diversos movimientos feministas también pueden ir asociados a una ideología de clase. En un primer momento se incidía en la igualdad formal en la educación de las mujeres, para en el siglo XIX aparecer movimientos sociales en defensa de los derechos de las mujeres: el movimiento sufragista, el socialista o el anarquista.

A mediados del siglo pasado el análisis sobre la teoría feminista o corriente de género adquiere notoriedad y entra en estudios universitarios. Durante esta época se analiza la desigualdad de género y una filósofa, máximo exponente del feminismo, Simone de Beauvoir, concluye en un hermoso texto con la famosa frase “no se nace mujer, se llega a serlo”. Entendiendo que existe una separación entre sexo de la especie (hembra), que lo asocia a lo biológico a lo natural, y género (mujer) que es una construcción cultural y social. Otra analista feminista, Elisabeth Bandinter, historiadora francesa, lo examina desde la construcción del sujeto y su identidad. Por qué no decirlo, también hay teóricas liberales que representan otra posición sobre el feminismo, como Betty Friedan. Pero si algo une estas líneas de pensamiento es la investigación social sobre la desigualdad de género y su conexión con el sistema patriarcal.

Actualmente, podríamos decir que se han generado varias corrientes políticas del feminismo: el movimiento feminista reivindicativo en el que en un primer momento se integraron, para separarse con posterioridad, el movimiento gay, el lesbiano y los transexuales; y una segunda corriente que llamaríamos institucional. Si menciono a las Sras. Carmen Calvo e Irene Montero todos los lectores sabrán situarlas correctamente. Paralelamente, en la actualidad existen teóricas del feminismo de la igualdad y del feminismo de la diferencia.

Desde que íbamos a la escuela nos han explicado una única teoría sobre la aparición de la desigualdad. Esta surge con la agricultura intensiva y las grandes aglomeraciones humanas que forman las primeras ciudades en el Creciente Fértil en Oriente Próximo, en los inicios del Neolítico, y con la acumulación de excedentes. A partir de este momento histórico se construye la desigualdad y la estratificación social. El patriarcado, como sistema global, los incorpora. Parece que se nos olvida que también existieron grandes aglomeraciones humanas, con sus construcciones en Asia, África y en el continente americano.

Nuevos descubrimientos arqueológicos podrían indicar, tal como nos señalan D. Graeber y D. Wengrow, que estos grandes asentamientos humanos se autogobernaban y eran fundamentalmente igualitarios en sus inicios basándose en la comunidad, el estatus y la autoridad que ello soporta. Lo que nos lleva a considerar que el surgimiento de una agricultura intensiva se consiguió debido a un proceso de acumulación de conocimientos sobre todo generado por mujeres.

El problema se plantea cuando pensamos que en dichas áreas geográficas también existían otras sociedades humanas que se definían a sí mismas por oposición a las sedentarias y agrícolas. Nos referimos a sociedades basadas en la guerra y que se asentaban en zonas geográficas más montañosas, con pocas posibilidades de producir un excedente agrícola. Esta formulación, como hipótesis, nos llevaría a plantearnos que durante decenios se produjeron incursiones y guerras en las ciudades, para apropiarse de alimentos hasta que consiguieron conquistarlas e imponer su estratificación social. Esta desigualdad podía venir generada por la visión más cercana que tenían del ámbito doméstico y de la estructuración que habían incorporado a ella. Así pues, la desigualdad y la estratificación social podían haberse generado en el entorno familiar, así como el poder asignado al patriarca del grupo y esta cosmovisión se impuso a la comunidad global.

Como conclusión podíamos indicar que la desigualdad de género, impuesta por el patriarcado, surge y se fue imponiendo, poco a poco, desde una representación de lo más cercano, el entorno familiar, hacia el espacio público. Actualmente la construcción ideológica del género, los feminismos, se ha convertido en un asunto político. Un asunto que se debe tratar desde las políticas públicas, con connotaciones de globalización, pero sin olvidarnos de nuestro espacio familiar más próximo, puesto que pudiera ser el germen de la desigualdad.

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