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'Elementos de la Educación', por Pedro Cuesta Escudero autor de Por una escuela pública de calidad. Bases para una educación íntegra
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"Elementos de la Educación", por Pedro Cuesta Escudero autor de Por una escuela pública de calidad. Bases para una educación íntegra

sábado 28 de octubre de 2023, 07:37h
'Elementos de la Educación', por Pedro Cuesta Escudero autor de Por una escuela pública de calidad. Bases para una educación íntegra

Este artículo es continuación del anterior donde ya analizamos unos cuantos elementos de la educación: los sentidos, la atención, la actividad, la experimentación, la investigación. Estos análisis son imprescindibles para elaborar un sistema educativo adecuado.

La memoria

Otra facultad que también se debe educar es la memoria, pues es la encargada de conservar, reproducir y reconocer los conocimientos adquiridos. La conservación se favorece cuando los conocimientos se presentan de forma intensa, clara y distinta, que se repitan y que se conecten o enlacen con otros conocimientos formando asociaciones. Tan malo es estudiar de memoria como no utilizar nada la memoria en el estudio. Hay conocimientos indispensables que han de ser reproducidos mecánicamente, pero para lo demás se debe insistir en la memoria racional. El niño/a tiende a repetir las palabras del libro, pero es porque carece de léxico para expresar los mismos pensamientos. Por eso es necesario enriquecerle el léxico.

El “memorismo” tiene por causa la idea muy extendida de que hay que suministrar muchos conocimientos al niño/a. Y como no da tiempo a practicar la enseñanza adecuada, los profesores/as se lanzan por el atajo de que se memorice sin esperar a que los conocimientos sean entendidos y asimilados.

La imaginación

También es educable la imaginación. La imaginación es la función por la que se disocian las impresiones recibidas por los sentidos para después combinarlas de manera original. La imaginación no es algo inútil, sino que lo es todo y está en casi todas partes: Bellas Artes, Literatura, Filosofía, Medicina, Mecánica, etc. El arte y las ciencias necesitan de la imaginación para existir. Si se fomenta en los niños/as actitudes creativas, se estimula su interés como receptor de la cultura y también como creador de ella.

La educación estética

Parte esencial de la formación del ser humano es la educación estética, como función ennoblecedora de la vida intelectual y moral. Hay que educar la sensibilidad para gozar de la literatura, del arte, de la música, etc.

La educación afectiva

También es esencial la educación afectiva, en sus dos vertientes, la amistad y la autoestima. La amistad se fomenta con la comprensión mutua, la cooperación, la empatía. El profesor/a ha de propiciar en el aula un mundo de relaciones y afectos en la manera de comunicarse los alumnos/as, de organizar el trabajo, de propiciar la participación en equipos deportivos, grupos teatrales, de música, de actividades al aire libre, etc. Es la mejor manera de evitar el acoso escolar. Hay que prestar atención a la autoestima y a la seguridad en sí mismo de los alumnos/as.

La educación intelectual

Como el objetivo propio y específico de las facultades cognoscitivas es la adquisición de conocimientos, la educación intelectual tiene dos vertientes, el desarrollo de esas facultades y la adquisición de conocimientos. Como la educación intelectual y la enseñanza son inseparables, porque no puede haber educación sin enseñanza, ni tampoco verdadera enseñanza que no sea en verdad educadora. La enseñanza es el único medio de educación intelectual. Pero para que se desarrollen las facultades cognoscitivas no sirven muchas cosas mal sabidas y peor digeridas, sino pocas con tal de que sean fundamentales y bien asimiladas. Non multa, sed multum, es decir, pocas ideas a condición de que sean básicas. “Así como hay plantas que se mueren por exceso de abono –decía Montaigne- y lámparas que se apagan por exceso de aceite, hay espíritus que se embrollan y obscurecen con el exceso de conocimiento”. Un ritmo de fecunda lentitud, equidistante del apresuramiento y el tedio. En la enseñanza hay que saber “apresurarse despacio”.

Educación del raciocinio

El raciocinio, el pensar, también se educa. Con el razonamiento como ejercicio reglamentado se desarrolla el cerebro. Por otra parte, la mente no es un vaso que hay que llenar, sino un hogar que es preciso calentar. Hay que hacer que el alumno/a pueda pensar por su cuenta. Hay que convertir al alumno/a en maestro de sí mismo, que es el más rico fruto que se le puede dar, más que el propio saber.

La formación del carácter

El fin de la educación es la formación del carácter, hasta llegar a conseguir el vencimiento o dominio de las pasiones por medio de la razón. El carácter es la marca propia del individuo, su manera de pensar, de sentir y de querer. El carácter es el resultado de elementos innatos, como el temperamento, y elementos adquiridos por la educación o por el medio. El carácter es perfectible por medio de principios morales, que han de ser aceptados por la racionalidad y acompañados de unos hábitos derivados de los mismos principios. La educación ha de encaminarse a buscar el esfuerzo personal, que está dentro de nosotros como fuente inagotable y es el fundamento del progreso individual y la solución al problema del gobierno de sí mismo.

La educación de la voluntad

La educación debe tender a robustecer la voluntad y a constituir el carácter sobre la base firme de la elevación de los sentimientos. La voluntad, igual que las demás facultades, se desarrolla y perfecciona mediante el ejercicio. La voluntad es el poder que se tiene de determinarse, con consciencia y reflexión, a una acción libremente elegida. La educación consiste en desarrollar todo lo que sea posible ese poder, para que, siempre y en todo momento, pueda la voluntad determinarse libremente por encima de los obstáculos, externos o internos, que se presenten. Los actos de voluntad son consecuencia de una larga elaboración y exigen esfuerzo, que no siempre se está dispuesto a prestar espontáneamente si no se dan facilidades. Y esas facilidades son los hábitos. El hábito es una disposición adquirida para obrar rápidamente en determinado sentido sin advertir esfuerzo. Los buenos hábitos los llamamos virtudes y los perversos vicios.Como la fortaleza del cuerpo – decía Locke en Algunos pensamientos concernientes a la educación- consiste principalmente en ser capaz de resistir la fatiga, lo mismo ocurre con el espíritu. El gran principio o fundamento de toda virtud y mérito estriba en esto, en que el hombre sea capaz de rehusarse la satisfacción de sus propios deseos, de contradecir sus propias inclinaciones y seguir solamente lo que la razón le dicta como mejor, aunque el apetito le incline en otro sentido. Ese poder ha de ser adquirido y desenvuelto por el hábito y se hace fácil y familiar por una práctica temprana, acostumbrando a los niños a dominar sus deseos y a prescindir de sus caprichos, aún desde la cuna”.

La educación de la responsabilidad

Hay que ir educando al alumno/a para el uso de la libertad, haciéndole sentirse, a la vez, plenamente responsable de sus actos. Libertad y responsabilidad son dos aspectos de un mismo concepto, que se debe ir inoculando paulatinamente. Se ha de ayudar a los alumnos/as a que crezcan y a que comprendan donde viven y a ser responsables de sus vidas. Educar es lograr que los alumnos/as adquieran conciencia social y espíritu crítico. O sea, hay que conseguir con la educación: integración en la sociedad y formación de individuos autónomos. Estos dos puntos son aparentemente contradictorios, aunque han de ser las caras de una misma moneda. Una de las funciones de la educación es conseguir la plena integración de todos los alumnos/as en la sociedad. Integración quiere decir individuos disciplinados, que sigan el ritmo de la sociedad. Pero el ritmo de la sociedad se ha de marcar, porque si no se petrifica. Ese ritmo de la sociedad, empero, no lo ha de llevar una élite, pues sería una sociedad elitista, jerarquizada, no democrática. Por eso a la educación del individuo hay que pedirle autonomía, hacer individuos críticos. Educar no es solo socializar, no solo es dar instrumentos necesarios para la integración social, sino también formar personas autónomas, hacer individuos que se consideren críticos y autónomos. Hay que hacer buenos ciudadanos/as que se integren en la sociedad, pero al mismo tiempo ciudadanos/as capaces de cambiar la sociedad, de transformarla. Y un ciudadano/a autónomo es, en primer lugar, un ciudadano responsable. La educación de la responsabilidad, olvidada en los planes educativos, es un elemento esencial.

La educación física

Si se educa la inteligencia, el carácter, la sensibilidad estética, se debe educar el cuerpo. La educación física también tiene categoría de disciplina superior, porque el cuerpo es tan digno de atención como el espíritu, por cuanto ambos forman una unidad de interferencias continuas. Las cualidades que la educación física debe procurar al cuerpo son la belleza, la salud, la agilidad, la destreza, de una parte, y la resistencia a la fatiga, al desánimo y a la contrariedad, por otro.

Educación para el tiempo de ocio

También hay que educar para el tiempo de ocio. Si se impone la semana de 35 horas, si la mayor esperanza de vida hace que el tiempo de la jubilación sea más prolongado (yo personalmente llevo veinte y un años jubilado), al ciudadano/a hay que formarlo para el tiempo libre. Hasta ahora el tiempo de ocio no se ha visto como parte que necesite una educación, una formación. Y, sin embargo, el tiempo libre es el que está más expuesto a la acción depredadora del mercado consumista. Hacer buenos ciudadanos/as es formar personas, no solo para ser buenos profesionales, sino también para que sepan ocupar el tiempo de ocio de una manera creativa con diversas aficiones. No es de recibo que la juventud malgaste su salud y su tiempo libre con el “botellón”, “las drogas” o con obsesión consumiendo las horas con la PlayStation.

La cuestión de los valores

Pestalozzi decía que había que educar al ser humano, no como una unidad aislada, sino como un ser que ha de relacionarse con los demás. La educación es un proceso ético y equivale a socializar al individuo encauzándolo hacia aquellos fines que tienden a asegurar las relaciones sociales. La cuestión de los valores, tanto en el plano individual como en el colectivo, constituye un asunto central. Hay que educar en la idea de la libertad, la solidaridad, la tolerancia y el respeto a la diferencia. O sea que el sistema educativo ha de tener como objetivos: educación para la paz, la democracia, la igualdad de todos los pueblos, la justicia social, la tolerancia social, étnica y religiosa, igualdad hombre-mujer, educación para la salud, educación sexual, educación medioambiental, educación para la diversidad, promoción de los derechos humanos.

Estamos de acuerdo con Victoria Camps de que a la hora de educar no hay, no debe haber, modelo de persona, ni santos, ni héroes, ni patriotas, ni triunfadores, ni machistas, ni seres excepcionales. No hay formas de vida mejores, ni civilizaciones, ni culturas superiores. Cualquier brote de integrismo o fanatismo exclusivista debe ser eliminado del plan educativo, porque ninguna cultura debe estar por encima de los derechos fundamentales. Se debe adoptar una postura de tolerancia y respeto a cuantas convicciones consagra la Historia. Pero esa tolerancia y respeto no puede ser de ninguna de las maneras una escuela de propaganda. Como decía Giner de los Ríos que la educación ha de ser “completamente ajena a todo espíritu o interés de comunión religiosa, escuela filosófica o partido político”.

Se ha de educar en las formas de vida heterogénea y plural. Porque el pluralismo deriva de la propia condición humana, de las libertades de pensamiento, de conciencia, de cátedra, de investigación, de creación artística. El pluralismo es consecuencia del libre juego de la razón humana. No somos clones repetidos, cada uno es diferente. Lo cual no debe ser obstáculo para la existencia de sociedades ordenadas y estables, siempre que se haya cultivado la tolerancia y se reconozca al otro, al ajeno, como un ser igualmente libre y razonable, capaz de crear y creer.

Todo ello comporta sustituir los valores dominantes de la sociedad capitalista (poder, prestigio, agresividad, competitividad feroz, sacralización del dinero, conservadurismo desenfrenado, destrucción de la naturaleza a causa de noción egoísta e ignorante del progreso económico, insolidaridad, intolerancia, xenofobia, machismo, homogeneidad) por otros valores: respeto, tolerancia, cooperación, diversidad y singularidad, derecho a la vida digna, libertad individual y vivir en democracia.

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