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¿Por qué la técnica y la industria no hacen lo mismo que la Naturaleza? , por Pedro Cuesta Escudero

¿Por qué la técnica y la industria no hacen lo mismo que la Naturaleza? , por Pedro Cuesta Escudero

sábado 26 de agosto de 2023, 10:07h
¿Por qué la técnica y la industria no hacen lo mismo que la Naturaleza? , por Pedro Cuesta Escudero

Extracto del libro Atrapado bajo los escombros

Soy un amante impenitente de la Naturaleza, lo confieso, pero no estoy en contra del progreso, ni de los avances de la técnica, todo lo contrario. Soy un producto de la civilización urbana y no creo que me pudiera adaptar de por vida al mundo rural. Mi mundo está en la ciudad, donde es posible el progreso de las ciencias y el cultivo de las artes, donde pueden avanzar la cultura, la civilización, la humanidad.

Es necesario reencontrarse con las raíces

Pero me gusta salir de la ciudad con frecuencia y sumirme en la Naturaleza, la auténtica, porque es necesario reencontrarse con tus raíces. Y nuestras raíces ancestrales anclan en ese mundo no contaminado, ni sometido por el hombre, porque nosotros mismos somos naturaleza.

El hombre ha ido dominando la Naturaleza y la ha ido adaptando a sus necesidades y a sus caprichos. Y esta desnaturalización, mejor acomodación, es buena y es necesaria. Pero lo que ya no es bueno, ni tan siquiera necesario, es cuando va siendo degradada o aniquilada, porque la Naturaleza es la fuente de la vida.

Conviene, por ello, saturarse con frecuencia de naturaleza viva, sin domesticar, seguir arraigado a ella, para que, al disfrutarla y sentirla, la respetemos, la resguardemos y la vayamos conociendo mejor. Podemos aprender mucho de la Naturaleza, porque no hemos de olvidar que también es sabia.

¿Por qué la técnica y la industria no hacen lo mismo que la Naturaleza? No es ningún progreso el que los avances técnicos sean cada vez mayores y, al mismo tiempo no se sepa qué hacer con los residuos que producen las industrias que esas técnicas propician.

La Naturaleza mantiene el equilibrio de los ecosistemas

¿Qué hubiera sido de la vida si la Naturaleza, en vez de reciclar sus residuos, hubiera ido dejando que se amontonaran por la atmósfera, montes, valles, ríos y mares? La Naturaleza, como se sabe, por medio de sus ciclos tróficos metamorfosea la muerte en vida. Mantiene el equilibrio de los ecosistemas gracias a su cadena de funciones, como la de los seres de vida saprofita que transforman la materia orgánica de los cadáveres en mineral; la materia inorgánica o mineral es transformada en orgánica por las plantas verdes, base de la alimentación de los herbívoros, de los que se nutren los carnívoros, etc.

Si el aire es cada vez más irrespirable, si la lluvia ácida está arrasando nuestros bosques, si los mares y los ríos se están muriendo con el detritus que reciben, si la capa de ozono está desapareciendo, si hay la amenaza de una hecatombe química o nuclear, ¿hay que parar por ello el desarrollo de la técnica? ¿Hay que paralizar el progreso? No, pero la misma técnica ha de dar soluciones, ha de cerrar los ciclos como lo hace la misma Naturaleza, ha de reciclar los residuos. Es decir, si la técnica produce desperdicios, la misma técnica ha de ser capaz de reciclarlos para que, en vez de contaminar, destruir, se reintegren en la misma Naturaleza, en las mismas fuentes de riqueza.

Ha de haber un organismo de ámbito mundial que obligue a que la técnica imite a la Naturaleza

Lo que ocurre es que con el sistema de relaciones económicas que hay, con el capitalismo salvaje, inexorablemente nos dirigimos, y a una velocidad mayor de la sospechada, a un desastre ecológico irreversible, porque donde surge el egoísmo más brutal es en el industrial dentro de su negocio particular. ¿Qué capitalista que cifra su triunfo en la obtención del mayor beneficio posible, gasta su dinero por propia iniciativa, para que su industria no contamine lo que es de todos?

Ha de haber un organismo - en el ámbito mundial, porque las naciones también actúan egoístamente- que obligue a que la técnica imite a la Naturaleza y restablezca un equilibrio que, en vez de agotar los recursos naturales, los reponga reciclando los deshechos.

Claro que ese organismo supranacional solo sería posible cuando hubiera democracia mundial. Es decir, que no solamente haya democracia en todos y cada uno de los países, sino que también, las relaciones entre todos los países sean democráticas y en plan de igualdad, para dotarle a la Tierra, en su conjunto, los tres poderes –legislativo, ejecutivo y judicial- con competencias para ocuparse de los problemas que afectan en el ámbito planetario.

Pero mientras que haya un Tercer Mundo, que se muere de hambre y unas superpotencias explotadoras, despilfarradoras y con derecho a veto, poca democracia puede haber en el foro internacional. La bipolarización que surgió después de la II Guerra Mundial propiciaba un equilibrio, bien que basado en la amenaza mutua y la desconfianza, pero equilibrio. Desaparecido un bloque, ¿quién le para los pies al otro?

Las revoluciones dieciochescas trajeron la democracia en las relaciones entre los individuos de algunos países. Pero la democracia entre todos los países es la revolución pendiente. ¡Ojalá llegue a tiempo!

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