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'El Cristo de la Piedad del retablo de Sant Martí Sarroca', por Pedro Cuesta Escudero autor de El retaule gòtic de Sant Martí Sarroca

"El Cristo de la Piedad del retablo de Sant Martí Sarroca", por Pedro Cuesta Escudero autor de El retaule gòtic de Sant Martí Sarroca

domingo 30 de julio de 2023, 11:09h
'El Cristo de la Piedad del retablo de Sant Martí Sarroca', por Pedro Cuesta Escudero autor de El retaule gòtic de Sant Martí Sarroca

La escena del Cristo de la Piedad es una de las más originales del retablo de Sant Martí Sarroca. La hemos visto, aunque más simple, en el cuadro central de la predela de algunos retablos, como el de La Mare de Deu i Sant Jordi del taller de Lluis Borrassà del convento de San Francisco de Vilafranca del Penedès, el de San Miguel Arcángel de Amberes o el de La Madre de Dios de Copons de Lucas Borrassà (esclavo de Lluis Borrassà) También Joan Matas pinta el Cristo de la Piedad en el centro de la predela de algunos retablos como el de San Mateo y San Ambrosio en la catedral de Barcelona o el de Santa Lucía en Santa Margarida i els Monjos. En este último Cristo se representa saliendo del ataúd como el de Sant Martí Sarroca, pero va acompañado de dos Santas Mujeres. Las escenas más parecidas al Cristo de la Piedad de Sant Martí Sarroca, pero pintadas bastantes años después y sin la figura de Cristo que contempla la escena como en el retablo de Sant Martí Sarroca, la encontramos en las predelas del retablo Los Santos Juanes (MNAC) de Bernat Martorell La Epifanía (MNAC) de Joan Reixac y Santa Úrsula (MNAC), también de Joan Reixac. En estos dos últimos aparecen detrás de Cristo dos ángeles con el sudario.

Se explica que el papa San Gregorio (540-604) vio encima del altar la imagen de Cristo de la Piedad, conocido por la expresión bíblica de “hombre de los dolores”: “apareció de medio cuerpo e incorporado en su sepulcro, con el cuerpo llagado y herido”. En la Homilía 37 Gregorio invitaba a los artistas: “Por el misterio de esta hostia Jesús sufre nuevamente por nosotros, porque siempre que ofrecemos la Hostia de la Pasión, siempre renovamos la Pasión” (Citado por Trens, M. en la Eucaristía en el arte español, Barcelona 1952, pág. 134)

Si bien la imagen procedía de Oriente, desde finales del siglo XIV los dolores de María, que se contabilizaban siete, llegan a quince, entre ellos el de Jesús muerto en la falda de su Madre, que es la representación que se impondrá con el nombre de La Piedad y que Miguel Ángel inmortaliza. Pero también recibe el título de Piedad al grupo de María, María Magdalena y otras mujeres que se lamentan sobre el cuerpo muerto de Jesús. Y es que la iconografía de la Piedad se deriva de las lamentaciones sobre el cuerpo de Jesús muerto, como se puede ver en la predela que pintó Borrassà al retablo del Santo Espíritu de Manresa de Pere Serra.

Los primeros artistas que vieron las posibilidades que podría ofrecer este tema fueron los escultores alemanes. Y una de las más antiguas de las representaciones en España del grupo de la Piedad, envuelto por los símbolos de la Pasión o “arma Christi” se encuentra en el tímpano de madera de la puerta de la Piedad de la catedral de Barcelona, la que facilita la entrada al templo desde el claustro, la que hace esquina con la entrada al crucero del lado de la Epístola: es una obra realizada entre los años 1483 y1490, dentro del realismo flamenco.

Se generaron dos tipologías del Cristo de la Piedad u Hombre de los Dolores, la italiana y la alemana. En la tipología italiana el cuerpo de Cristo muerto emerge del sarcófago rodeado por los instrumentos de la Pasión o “arma Christi”. El prototipo alemán representa a Cristo de pie y de cuerpo entero abriéndose la herida del costado para mostrarla mejor, también envuelto por los instrumentos de la Pasión.

El Cristo de la Piedad de Sant Martí Sarroca corresponde al tipo italiano, aunque es sumamente original y no lo hemos visto en ningún otro retablo. Cristo anticipó su propia pasión y muerte en el Huerto de los Olivos, poco antes de su detención. La oración en el Huerto o La Agonía en Getsemaní aparece en los evangelios de San Mateo (26, 36-46), San Marcos (14, 32-43) y de San Lucas (22, 39-46) Los dos primeros son muy similares e insisten en los discípulos que duermen y en la angustia de Cristo. El de San Lucas difiere de estos, y es el único que habla de la aparición del ángel que lleva un cáliz para recoger las gotas de sangre del Cristo angustiado.

Desde las sombras de la noche (la Luna con cara humana que vemos en el retablo es la representación simbólica de la noche) Jesús ve todo lo que le pasará. Por delante de sus ojos pasan su destino doloroso y la inminencia de su crucifixión. Ve la bolsa de treinta monedas de plata que uno de los suyos recibe como pago por traicionarlo, la tea y el farol de aceite utilizado la noche de su prendimiento y la espada de tipo sarraceno que Pedro utilizará para tratar de impedir su apresamiento. Ve la escena en el palacio de Caifás, donde recibe golpes, escupitajos y burlas y donde le tapan los ojos y le piden que adivine quien le pega (simbolizado por las manos que hacen mofa y escarnio) (Mateo 26, 68). También la escena del pretorio de Pilatos, donde nuevamente recibe golpes y escupitajos y será objeto de una mascarada: le ponen un manto de púrpura, le encajan en la cabeza una corona de espinas, le ponen en las manos una caña como si fuese un cetro real y se arrodillan delante de él mofándose: “Salve, rey de los judíos” (Mateo 27, 29)

También esa misma noche padece la inhumana flagelación que le infringirán; ve la soga con la que se le ligará a la columna y los látigos con los que le azotarán y como le cargan la cruz para que la lleve hasta el Gólgota. Ve todas las herramientas de la crucifixión, los clavos, el martillo, las cuerdas, el cartel de INRI y otros objetos y siente el escarnio de ser desnudado de sus vestidos y el dolor de ser clavado en la cruz. Toma conciencia que ya no pertenece al mundo de los vivos cuando ve que los soldados se reparten sus vestidos jugándoselos a la suerte con los dados. Por delante de los ojos pasa la esponja atada a una caña y el cubo de madera, con la cual los soldados intentan hacerle beber posca (agua con vinagre) para que dure más la agonía. Ve como su cuerpo, clavado en la cruz, se va deformando mientras crece la angustia de la asfixia progresiva. También ve la lanza que le clavan en el costado, la escalera que hacen servir para bajarlo de la cruz y su cuerpo llagado en el sepulcro.

Es esta escena la que representa el retablo de Sant Martí Sarroca. Observamos el mismo Jesús que surge de un fondo oscuro y que se ve a sí mismo en el sepulcro y envuelto de todos los símbolos que, como piezas de un rompecabezas conforman el mosaico de la Pasión. Aunque el sepulcro que hemos visto en la escena de la Resurrección de este mismo retablo es idéntico al que vemos aquí, no podemos decir lo mismo de Jesús, ya que parecen dos personas completamente distintas. El Cristo de la Piedad tiene el cabello suelto y su rostro está mejor acabado y definido. Se ve que fueron otros pinceles que lo pintó con más maestría.

Hay una segunda interpretación de la escena, que dice que el rostro de Jesús podría ser un símbolo más de la Pasión, que representaría la faz de Cristo. Según la tradición cristiana Verónica fue la mujer que, en el camino al Calvario, le limpió la sangre y el sudor e Cristo con su velo. A la tela, conocida como el Paño de Verónica o el Santo Sudario, donde quedaron impresas milagrosamente las facciones del Redentor.

El Paño de Verónica es una de las reliquias que se consideran “vera icon” (de ahí el nombre de Verónica), es decir verdaderas imágenes de Cristo, como El Lienzo Santo de Tori o el Santo Sudario de Oviedo y que en la Baja Edad Media le tenían una gran veneración.

Pero desde una lógica realista en la tela no podía quedar impreso el nimbo. Y esto nos despista porque en el retablo aparece el rostro de Jesús con el limbo y sin la tela que encuadra la figura. Hace pensar que esta cara no pertenece a la Faz de Cristo, sino que Jesús ve su propia pasión y muerte. En ninguno de los Paños de Verónica, que se conservan en la basílica de San Pedro del Vaticano, en la catedral de Nuestra Señora de la Asunción de Jaén, en la Basílica del Sagrado Corazón de París y en monasterio de la Santa Faz de Alicante no se observa ningún limbo sobre la cabeza de Cristo.

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