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'La Flagelación del retablo de Sant Martí Sarroca', por Pedro Cuesta Escudero autor de El retaule gòtic de San Martí Sarroca

"La Flagelación del retablo de Sant Martí Sarroca", por Pedro Cuesta Escudero autor de El retaule gòtic de San Martí Sarroca

viernes 28 de julio de 2023, 09:16h

Se considera a la flagelación a uno de los peores tormentos que padeció Jesús durante la Pasión. Los verdugos romanos azotaron salvajemente a Jesús atado a una columna, desnudo con la única vestimenta de un paño de pureza.

La flagelación en sí no fue un castigo exclusivo para Jesús. Lo mandaba la ley. La flagelación, según el historiador romano Tito Livio era el preámbulo legal de toda ejecución. Había una excepción: los ciudadanos romanos condenados a decapitación no eran flagelados, sino fustigados con una fusta. Los condenados a crucifixión eran flagelados habitualmente durante el trayecto que había entre el lugar donde se dictaba la sentencia y el lugar de la crucifixión. Resulta extraño, pues, que la flagelación de Jesús se llevase a cabo en las dependencias del tribunal. Esto solamente se hacía en los casos en que la flagelación sustituía a la pena capital. De hecho, aunque la flagelación de Jesús consta en los textos sagrados (Mateo 27, 26 Marcos 15, 15 Lucas 23, 16-22 Juan 19, 1) ninguno de ellos explica cómo se llevó a cabo. Mateo y Marcos no nos dicen ni cuándo ni por qué, sólo constatan el hecho: “… i después de hacer azotar a Jesús (Pilatos) lo entregó para que fuese crucificado”(Mateo 27,26) Lucas es más explícito y cuando explica los esfuerzos de Pilatos para salvar a Jesús, al final cita una frase del prefecto: “Lo haré azotar para escarmentarlo y después lo dejaré libre”(Lucas 23,22) Juan afirma que Jesús fue flagelado durante el juicio de Pilatos.

El prefecto romano juzga que la acusación de haberse proclamado Hijo de Dios, que hacían a Jesús los grandes sacerdotes judíos, no entraba dentro de la ley romana, porque la justicia romana no actuaba en cuestiones religiosas, por eso lo considera inocente. Pero una segunda acusación de haberse proclamado hijo de David y, por tanto, hijo de un rey, sí que podía ser objeto de juicio según la “Lex Julia”. Pero Pilatos, después de interrogar a Jesús y no aclarar nada, lo continúa considerando inocente.

Al enterarse que Jesús era súbdito de Herodes, y que éste estaba en Jerusalén, Pilatos le envía a Jesús pensando que así resolvía el problema. Pero cuando Herodes lo retorna, y después de un tercer juicio, Pilatos dice a los judíos:…no he encontrado nada en vuestras acusaciones para poderlo inculpar; ni tampoco Herodes, que me lo ha vuelto a enviar”(Lucas 23, 14-15)Ante la insistencia de los grandes sacerdotes y el gritería del pueblo, que se había reunido delante del palacio, que fuese crucificado, Pilatos, en su afán de salvar a Jesús y haciendo uso de su facultad de liberar un reo por el hecho de ser la Pascua, propone al pueblo intercambiarlo por Barrabás, un criminal de la comarca. Pero el pueblo prefirió que fuese perdonado Barrabás, y pide que Jesús sea crucificado. Ante esta reacción, en un último intento de evitarle la crucifixión, Pilatos decide castigar severamente a Jesús y presentarlo nuevamente delante del pueblo en un estado lamentable, para que la gente se compadeciera de él y le perdonase la pena capital. Es el episodio del “Ecce Homo”.

Una vez dada la orden del castigo, Jesús es ligado a la columna que se hacía servir para azotar a los condenados. Esta era una columna exenta, que no servía de soporte al edificio y no era muy alta, tal como se puede observar en la mayoría de las pinturas dedicadas a la Flagelación.

El instrumento utilizado en la flagelación fue el “flagrum taxillatum”, un instrumento compuesto de un mango corto de madera, al cual se fijaban tres correas de cuero de medio metro de largas, acabadas en bolas de plomo, huesos de carnero o trozos de metal punzante. El número de azotes, según la ley hebrea, era de cuarenta, pero como Jesús ya había sido flagelado por los romanos en una dependencia militar romana, y por tanto “more romano” (prisionero romano), es decir, según la costumbre romana, fue castigado por verdugos hasta que dejaron su cuerpo en carne viva –la ley romana no establecía número concreto de latigazos. La única obligación de los verdugos era dejar a Jesús con vida para poderlo mostrar en público, tal como deseaba Pilatos, o en caso de condenarlo a muerte que pudiese llegar al lugar del suplicio, tal como mandaba la ley.

Los que tenían el oficio de verdugos del pretorio eran, generalmente, los más perversos y sádicos de los malhechores condenados. Estos verdugos se dedicaban a conciencia a castigar severamente a los condenados, hasta que era imposible reconocerlos. Todas las partes del cuerpo eran objeto de latigazos, menos la cabeza y la parte del corazón, porque podrían causar la muerte del condenado, tal como les había pasado algunas veces.

En el retablo de Sant Martí Sarroca vemos a Jesús ligado a la columna que divide la estancia en dos partes iguales. Es una columna desproporcionada porque es delgada y enflaquecida, puede ser por no tapar demasiado el cuerpo de Jesús que está detrás de ella. Y buscando el equilibrio hay un verdugo a cada lado.

Las vigas del techo convergen para dar profundidad a la estancia vacía, al fondo de la cual parece que hay unas puertas, metálicas y tachonadas, totalmente cerradas. No hay nada en la estancia que pueda distraer la atención de lo que quiere mostrar el pintor: la expresión del movimiento, del instante. La luz proviene del espectador, tal como se refleja en la base de la columna, por tal de iluminar a los tres personajes de la escena. Pero es una luz diáfana, con un tratamiento uniforme, sin intensidad ni gradación lumínica.

Los dos verdugos descargan sus latigazos con energía y rabia sobre el cuerpo desnudo de Cristo, que se curva y gira suavemente hacia la izquierda. La ausencia de emoción y la calma serena se reflejan en el rostro de Jesús, a pesar de tener todo el cuerpo llagado. La expresión de brutalidad y odio de los verdugos, sobre todo del que mira hacia adelante, debía ser tan real que parece ser que mereció la ira de algún devoto, ya que su cara nos ha llegado totalmente destrozada e irrecuperable. Ese rostro, como se puede observar en las fotografías del archivo Mas del año 1908, ya presentaba un estado e conservación muy deficiente. Y como no tenemos ninguna referencia fotográfica anterior que nos pueda permitir una reconstrucción fidedigna, y, por otra parte, la pérdida de esta cara forma parte de la historia de la pieza, durante la restauración de 1990 se optó por no rehacerle la cara al verdugo.

Los verdugos y el cuerpo desnudo de Jesús manifiestan claramente el canon corto y desproporcionado que domina en las composiciones de estilo internacional que, como ya hemos dicho, no busca el ideal de belleza como se hará en el Renacimiento.

Queremos resaltar que el Jesús de esta escena, como el de las dos siguientes, es diferente del que se representa en las otras casas de este retablo. Posiblemente fueron otras manos las que lo pintaron; lo que podemos decir es que a estas tres últimas casas ya no les queda ninguna influencia del estilo italo-gótico.

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