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FAENAS HUMANAS, por José Biedma López
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FAENAS HUMANAS, por José Biedma López

lunes 10 de julio de 2023, 09:10h
FAENAS HUMANAS, por José Biedma López
 Cartel del torno las monjitas de Santa Clara (Úbeda).
Cartel del torno las monjitas de Santa Clara (Úbeda).

La naturaleza no produce pan, sino ásperas espigas de trigo; ni cerveza ni vino. Carlos Marx insistió en que la esencia del hombre es su trabajo. En eso mostraba tanto su condición alemana como hebrea. Ya dice la Torá que Adán fue condenado a ganar el pan con el sudor de su frente. Países desarrollados son aquellos que pagan mucho por el trabajo experto, que en las sociedades complejas es también trabajo especializado.

FAENAS HUMANAS, por José Biedma López

“Dioses y hombres se indignan con razón ante aquellos que viven vidas holgazanas con temperamento de zánganos sin aguijón, comiéndose el esfuerzo de las abejas laboriosas” –esto cantó Hesíodo en griego clásico. En Roma no había lugar para holgazanes en una finca comercial. Pecunia significaba en latín dinero, de pecus “rebaño” o “ganado”. El pastoreo fue uno de las primeras formas del trabajo y cultura es pariente de cultivo y de agri-cultura.

Sin embargo, incluso en el campo, la agricultura se ha hecho intensiva, huertas y granjas se han industrializado y robotizado para reducir costes y mejorar productos. No requieren tanto el trabajo de la mano humana como la eficacia de las máquinas y el rigor de los ordenadores, sin vacaciones ni derechos.

Las masas o públicos de la llamada “sociedad del bienestar” celebran más el acto de consumir (o de consumirse consumiendo) en esas catedrales funcionales de los grandes centros comerciales, que el acto de producir o conformar, más el hecho de deformar o transformar, que el de informar, es decir dar forma al material bruto. Incluso aceptan el sello del antiguo esclavo o presidiario tatuado en la piel o formalizado en la cartera con una tarjeta de fidelización consumidora. El dispendio masivo y estandarizado nos ha disciplinado para hacer colas y colones y hasta para arrastrar voluntariamente el carrito de la compra.

Hans, el protagonista de Bajo las ruedas, ingresa de aprendiz de metalúrgico y escucha por primera vez ese gran ritmo emocionante que enlaza nuestra persona a los acordes y las melodías de la labor colectiva en la novela de Hermann Hesse. Nada mejor que conseguir que te paguen y que te reconozcan por hacer algo bien, la satisfacción de ser útil a los demás, la verdadera autonomía del individuo que es capaz de ganarse honradamente lo que necesita sabiendo hacer algo que sirve a los demás. El trabajo, si no es alienado, humaniza, pero todo trabajo exige aprendizaje, esfuerzo y sacrificio.

Es lástima que se esté perdiendo aquella relación personal entre maestro y aprendiz. Aquella referencia al verdadero “artista”, al oficial que conoce cómo se hacen las cosas, sea pintor de brocha fina o de brocha gorda, electricista, fontanero, podador, esquilador, fresador, contable… Un buen antenista, un alicatador aplicado valen hoy su peso en oro, porque escasean…

No obstante, si preguntas a los adolescentes (y yo lo hice mucho en mis años de docente) qué quieren ser cuando sean mayores, algunos te dejarán desolado al responder que quieren ser futbolistas, funcionarios o, directamente y ya ¡pensionistas!; las habrá que se conformen con ser “famosas” e incluso conocí a una adolescente díscola que aspiraba a ser estrella del porno. Afortunadamente, creo que ha serenado sus poco meditada pretensión.

Aquel núcleo idílico del taller del ceramista, del herrero, del cerrajero, del talabartero, del vidriero, del carpintero, aquella mercería bien cuidada, aquella charcutería en cuyo mostrador el tendero probaba con su amigo el salchichón recién comprado…, todo eso ha pasado o está pasando a la historia. Los talleres artesanos han sido sustituidos por la planta robotizada que produce artículos estandarizados y baratos en los que ya no deja su impronta el alma del artífice. He visitado la planta de Bosch en Suiza. Sus ingenieros presumen con motivo de que sólo hacen falta dos personas para producir miles taladros de mesa, producto estrella de la marca. Desde luego, están también los que fabrican, mantienen y arreglan las máquinas y robotes de esta y otras fábricas… Casi todo lo demás lo produce la multinacional, desubicada, allí donde la mano de obra humana es barata, en Asia.

Aún recuerdo el orgullo con que mi abuelo guarnicionero presentaba en su taller la silla de montar recién acabada, labor colectiva que había ocupado semanas de perseverantes empeños. El trabajo hecho con gusto y con amor es creación original y única. Piezas como esa, si se cuidan, son para toda la vida, como un par de botas de cuero bien curado y cosido a mano. Compárese la bollería industrial con los dulces artesanos…

¡Qué lejos estamos de la estampa histórica de Zacarías, retratado por Stefan Zweig en una de sus últimas novelas: bajito, delgado y jorobado, genial artífice de la corte de Justiniano y Teodora con acceso directo al tesoro imperial de Bizancio, orífice, tasador y joyero, capaz de hacer una copia exacta del Menorá sagrado, el célebre candelabro salomónico de siete brazos que los persas fundieron para convertir su oro en pendientes, pulseras y ajorcas de oro con que granjearse las caricias de las mujeres y odaliscas de sus harenes.

En nuestra “cultura klínex” o “cultura de la prisa”, apenas ponemos sentido y corazón en lo que hacemos, no sólo usamos pañuelos de usar y tirar, también abrigos, novios, novias, amigos, quehaceres… Los armarios están repletos de complementos de plástico sin más valor que el de haber sido usados un par de veces. Segregamos más de media tonelada de basura por español y año. No obstante, sería inútil pretender que los humanos nos conformemos con lo necesario… Somos Homo faber, animal que produce sus condiciones de vida, que fabrica lo que le apetece. Incluso la propia vida es esforzada faena y aventura creadora. Y siempre apetecemos tener y ser más.

Mas también somos homo ludens, animal juguetón, que emplea el sobrante de sus energías en actividades lujosas y bellas. Juegan el que pasea por gusto y el que conversa por placer. Ciencia y arte tienen mucho de juego. ¡Ay de aquel que no encuentre delicia también en contemplar, en jugar o en ver jugar, interpretar, representar, disputar…!

Algunos se refugian en rutinas trabajosas y no tienen tiempo para nada, porque no tienen nada para el tiempo. El llamado tiempo libre (libre de labores necesarias y obligatorias) es gran conquista social; ¡jubilosa jubilación!, podemos exclamar, pero el ocio sin las letras -decía el estoico- puede ser la ruina del alma. Por eso añadía San Jerónimo que debemos trabajar en algo para que el diablo nos encuentre ocupados. Cualquiera descansa mejor si ha empleado su tiempo y energías en tareas útiles o de su afición. Si todos los días son feriados, divertirse acabará siendo más aburrido que hacer los deberes.

¡Hemos despreciado el trabajo oculto de las mujeres, tan invisible como esencial para la calidad de vida y el buen ambiente familiar, madres que son sostén principal de la familia, ese nicho en el que se crían niños sanos, su ética del cuidado fue tenida en menos, su hacendosa sabiduría doméstica no ha sido ni pagada ni reconocida! El trabajo retribuido es lo que ha garantizado a la mujer una autonomía completa. Cuando nos falte el otro, gratuito y gracioso de la gran madre, de la dueña, del ama de casa, ¿quién hará ahora las deliciosas croquetas de la abuela?, ¿quién pondrá todo su corazón en ellas?

Ilusiona saber que muchos aprecian todavía al arte sano y que maestros como los de la Forja Tiznajo o los hermanos Blanco Ubalde de Ubedíes Artesanía, herederos de una tradición centenaria, venden en Japón y Estados Unidos algo de lo que producen domesticando esparto, “hirsuta planta infiel” biodegradable y ecológica, convirtiéndola en una estética. Combinando el esparto con otras fibras, como la pita o el amazónico oro vegetal (Capim de aspecto metálico), manufacturan bisutería fina y visten a modelos que triunfan en pasarelas internacionales, como la de la foto que ilustra este artículo.

Del autor:

https://www.amazon.com/-/e/B00DZLV35M
https://dialnet.unirioja.es/servlet/autor?codigo=1636897
https://aafi.es/NOCTUA/noctua00.htm

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