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'Pedro Mártir de Anglería se desdice', por Pedro Cuesta Escudero autor de Mallorca patria de Colom

"Pedro Mártir de Anglería se desdice", por Pedro Cuesta Escudero autor de Mallorca patria de Colom

lunes 05 de junio de 2023, 09:54h
'Pedro Mártir de Anglería se desdice', por Pedro Cuesta Escudero autor de Mallorca patria de Colom

Si sostenemos que Fernando el Católico pretendió desvincular a Colom de la Casa de Trastámara, para que no trascendiera que era hijo del Príncipe de Viana, es porque quería curarse en salud y evitar otra sublevación de los catalanes, como la que sufrió su padre el rey Juan II a causa de su hermanastro D. Carlos, el Príncipe de Viana.

'Pedro Mártir de Anglería se desdice', por Pedro Cuesta Escudero autor de Mallorca patria de Colom

La sublevación de Cataluña

En marzo de 1460 llegó el Príncipe de Viana a Barcelona procedente de Mallorca. Era el viaje de regreso desde su salida del reino de Nápoles, a donde había ido en solicitud de ayuda a su tío y jefe de la casa de Trastámara el rey Alfonso V el Magnánimo, pues su padre Juan le había desheredado del reino de Navarra. Al poco muere el rey Alfonso V y deja como sucesor de la Corona de Aragón a su hermano Juan, como Príncipe heredero a D. Carlos y a su hijo bastardo Ferrán el reino de Nápoles. Por medio de la llamada Concordia de Barcelona, firmada en enero de 1560, se pretende poner fin a las desavenencias entre padre e hijo. Aunque se trata de una aparente cordialidad, pues al príncipe Carlos se le prohíbe entrar en los reinos de Navarra y de Sicilia y sus derechos de primogenitura siguen sin ser reconocidos por su padre. Sin embargo las autoridades de Barcelona prepararon al Príncipe de Viana un recibimiento digno de un príncipe heredero. Se engalanaron las calles para que el príncipe las recorriera bajo palio. Esta entrada como legítimo primogénito indignó enormemente al rey.

Don Carlos fue llamado por su padre el rey a la ciudad de Lérida, donde todo estaba preparado para la celebración de las cortes catalanas. Acudió con alegría creyendo que había llegado el momento de ser reconocido y jurado como primogénito de la Corona de Aragón y de Sicilia. En realidad el rey había llamado a su hijo porque se había enterado de las negociaciones secretas que llevaba con sus enemigos castellanos de organizar los esponsales con la infanta Isabel. El Príncipe de Viana es detenido y encarcelado por orden expresa de su padre. La detención del príncipe provocó la ira de los diputados de la Generalitat e intentan mantener un pulso con un rey al que no aprecian demasiado. Provocó un proceso de negociaciones con las autoridades catalanas. Acusan al rey de haber incumplido varias leyes y libertades del Principado, lo que no se podía tolerar. Hubo revueltas por toda Cataluña. Los diputados de la Generalitat acompañados de mil quinientos hombres armados y otras gentes que se unieron quisieron liberar al Príncipe de Viana, pero éste fue recluido en diversos castillos de Aragón, Zaragoza, Fraga, Morella.

Ante esta presión, acompañada de un levantamiento de los beamonteses navarros y del hostigamiento castellano en las fronteras de Aragón al monarca no le quedó más remedio que claudicar y el 25 de febrero puso en libertad a su hijo Carlos. El Príncipe de Viana llegó acompañado de su madrastra la reina Juana Enríquez (la madre de Fernando el Católico), a la que no permitieron que entrara en la Ciudad Condal. El acceso a Barcelona de D. Carlos fue victorioso, bajo palio y fue recibido y agasajado por los diputados, consejeros, prelados, barones, caballeros y una multitud de gentes. Fue recibido no como un hombre, sino como un símbolo. Los festejos duraron 8 días consecutivos. Y las autoridades catalanas y el rey Juan II acuerdan el 21 de junio de 1461 las Capitulaciones de Villafranca. Las máxima autoridad de Cataluña pasaba al primogénito- el Príncipe de Viana. O sea es nombrado Lugarteniente General, perpetuo e irrevocable. Quedaba así convertido en el Jefe del poder ejecutivo de Cataluña, aunque no podía convocar Cortes ni nombrar a los oficiales reales, potestad que aún conservaba el rey. Este tenía prohibida la entrada en Cataluña sin el consentimiento de sus instituciones.

Pero tres semanas después de su liberación, en septiembre, el Príncipe de Viana se puso enfermo con fiebre y fuertes dolores y el día 23 murió en el Palau Real de Barcelona. Se embalsamó el cadáver y en la sala mayor del Palau se montó la capilla ardiente y durante trece días fue visitado por las autoridades y todos aquellos ciudadanos que quisieron despedirse del heredero del Reino de Aragón. Es cuando comienza la leyenda del Príncipe de Viana y, según las crónicas de la Diputación y del Consejo de Ciento, el príncipe comenzó a hacer milagros y a curar a aquellos enfermos que se acercaban a la capilla ardiente. Los consejeros prepararon el solemne entierro y se trasladó el féretro a la catedral en solemne procesión por las calles principales de la ciudad. En la procesión con el cuerpo del príncipe iban primero una veintena de personas con cincuenta cirios cada una, seguidos de las cruces de la catedral, de las parroquias y de las órdenes religiosas, y después los capellanes de las parroquias, los capellanes de la catedral, los canónigos con el obispo de Vic y, finalmente, la gran multitud de hombres, mujeres y niños, quienes, según el Dietario de la Generalitat, habían sido curados por los milagros del príncipe. Después de toda esta comitiva iba el cuerpo del príncipe dentro de un ataúd de madera con una cubierta de terciopelo carmesí y decorada con plata dorada, llevado por los tres primeros consejeros de Barcelona, con otros barones, caballeros, gentilhombres y ciudadanos honrados. Después le seguía el hijo natural del finado, Felipe de Navarra y Aragón y otras personas de la Casa del Príncipe. Todos llorando y gimiendo, fuerte y dolorosamente. Finalmente, el resto de consejeros de Barcelona, el obispo de Huesca, el conde de Pallars, todos vestidos con gramallas negras. La figura del primogénito de Aragón y Príncipe de Viana se había convertido en San Carlos de Viana, un príncipe taumaturgo, venerado en toda Cataluña, aunque su fama de santidad apenas traspasó las fronteras del principado. Esta imagen de santidad formaba parte de la estrategia política de las instituciones catalanas en esos antecedentes de la guerra civil.

Lo que alteró la débil pacificación alcanzada en la Concordia de Villafranca fue que la Busca y los campesinos se rebelaron en 1462 contra la oligarquía barcelonesa y Juan II entró en Cataluña sin el permiso del Consejo y con el apoyo del rey Luis XI de Francia, a quien tuvo que ceder EL Rosellón y La Cerdaña, mediante el tratado de Bayona en 1462. La reina Juana Enríquez se convierte en regente de Cataluña en nombre de su hijo Fernando, todavía menor de edad. El Consejo de Ciento internacionalizó el conflicto ofreciendo el Principado de Cataluña a candidatos extranjeros como fueron el rey de Castilla, el rey de Portugal y Renato de Anjou, que por avatares del destino acabaron muriendo. Al final, después de una compleja trama de alianzas en las que hubo cambios de bandos, Juan II se alió con Castilla, casando a su hijo Fernando II con Isabel de Castilla (los conocidos Reyes Católicos) La Capitulación de Villafranca estuvo vigente hasta 1472 en que es derogada por la Capitulación de Pedralbes que puso fin a la Guerra Civil Catalana, que resucita la situación previa a la guerra civil y vuelve el gobierno de la monarquía de Juan II.

El Príncipe de Viana fue enterrado en la catedral de Barcelona en olor de multitud. Durante algún tiempo se le consideró un santo y se esperó su canonización. En 1472 su padre el rey Juan II decidió trasladar su cuerpo al monasterio de Poblet, panteón de los reyes de la Corona de Aragón

La unidad española no estaba completada con la conquista de Granada en 1492, decía Fernando el Católico. Era necesario recuperar el Rosellón y la Cerdaña. “Yo, Fernando de Aragón, como rey también de Cataluña, no puedo resignarme a que los condados del Rosellón y de la Cerdaña, que siempre fueron nuestros, estén en poder de Francia desde hace treinta años”. Esta era una de las mayores preocupaciones del rey Fernando desde que había subido al trono y uno de los temas preferidos de conversación con su esposa Isabel. Esta es la razón por lo que los Reyes Católicos, al terminar la conquista de Granada, se afincan en Barcelona.

Para forzar a Francia los Reyes Católicos envían embajadores a todos los países que podían ser sus enemigos: Roma, Venecia, Londres, Bruselas y la corte austriaca. Pero los dos reyes, el francés y el aragonés, acceden a firmar el tratado de restitución en los primeros días de 1493. El rey francés Carlos VIII firma en Tours y los Reyes Católicos en Barcelona y el 19 de enero de 1493 Francia restituye el Rosellón y la Cerdaña.

Pedro Mártir de Anglería cronista real

La historia oficial generalmente se elaboraba con la vista puesta en la creación de un registro histórico que favoreciese los intereses y los objetivos del gobernante. «Con los Reyes Católicos– ha escrito Enrique García Hernán- los nombramientos de cronistas se van consolidando, los protocolos oficiales son más detallados y precisos y se fija un salario de quitación más alto; querían que estuvieran bien asentados en la corte, prestigiando el oficio, no tanto por las cualidades cuanto por las ventajas y capacidad de medrar”. Es por ello que el humanista Pedro Mártir de Anglería, nacido en Arona, disfrutó de los beneficios inherentes a su posición cortesana. Su recepción en la Corte itinerante de los Reyes de Castilla fue absolutamente favorable en función de las recomendaciones que traía de Roma y el ambiente propicio que encontró al amparo del poderoso Íñigo González de Mendoza quien le distinguió con su amistad el resto de su vida y al que haría destinatario de una buena parte de las cartas que integran su Opus epistolarum.

Había gozado de la protección del conde de Borromeo, al que hizo destinatario también de un buen número de sus cartas. En Milán el conde Juan de Borromeo (también marqués de Anglería) era un personaje de gran significación e influencia: gozaba de mucha fama y prestigio porque en 1487 derrotó a los suizos y recuperó para Milán la provincia de Novara. Hombre de talento y fortuna que siempre demostró interés por los asuntos de España, por lo que envía a la corte de los Reyes Católicos a su protegido Pedro Mártir de Anglería, historiador, sacerdote y médico, quien decidió marchar a Castilla en 1487, al decir del propio humanista: «llamándome la atención la fama de las guerras de Granada, me trasladé a España”, y unió a su acreditada formación de humanista la información que le facilitaron fuentes de primera mano, como las procedentes del mismo Colom, sus familiares y los nautas que le acompañaron en sus viajes.

Como hemos dicho. Pedro Mártir de Anglería fue el primero en lanzar la leyenda de que Colom era ligur. Mártir de Anglería, en una carta escrita a Juan Borromeo desde Barcelona el 14 de mayo de 1493, afirma, traducido al castellano del latín: “Hace pocos días volvió de las antípodas occidentales cierto Colón, de la Liguria, quien a duras penas consiguió de mis reyes tres naves, porque creían quiméricas las cosas que decía”. También se expresa en términos parecidos en las cartas dirigidas al conde de Tendilla y a Fray Hernando de Talavera, fechadas en Barcelona en septiembre de 1493 donde dice: “Recordáis que Colón es de la Liguria”. En carta dirigida a Juan Borromeo desde Alcalá de Henares el 21 de octubre de 1494 expone. “De día en día trae cosas más admirables del Nuevo Mundo aquel Colón de la Liguria”.

El documento Borromeo

Y, sin embargo, Pedro Mártir de Anglería es el primer revelador de su verdadero origen de Colom.

Manuel Rubio Borrás, director de la Biblioteca Universitaria de Barcelona escribe en el ABC el 21 de agosto de 1931: “Alejado estaba en mi ánimo en intervenir en estudios colombinos, asunto histórico al que nunca me dediqué, cuando una feliz y extraña circunstancia quiso que en el mes de noviembre de 1929 llegara a mis manos una sencilla postal, en la cual un afamado bibliógrafo y arqueólogo residente en Milán, y cuyo nombre se oculta bajo seudónimo, me anuncia tener en su poder un documento muy importante para la historia de Cataluña, puesto que se trataba de una carta en la cual quedaba por fin y bien claro que Cristóbal Colón era catalán y que deseaba ponerse en contacto conmigo, como jefe de la Biblioteca Universitaria, por si a esta dependencia convenía poseer el citado documento. Si grande fue mi sorpresa al recibir las anteriores noticias, no lo fue menos al serme remitida como contestación a la extensa carta por mí remitida, en la que le solicitaba fotografía del documento, el documento original confiando en mi personalidad, rasgo que agradezco en cuanto vale. La frecuente correspondencia habida con el citado bibliófilo me ha permitido reconstruir la historia del hallazgo del documento, al que puedo muy bien de calificar de “revelador” por el gran interés que encierra, Fue encontrado debajo de una las guardas del libro (…) Fue hallado por el citado doctor en unión de otros, en la carreta de un vendedor ambulante, que, por cierto, no era de Milán, y adquirido por el citado doctor a cambio de unas cuantas libras”.

El documento en cuestión es una hoja de papel escrita en una sola cara; mide 23 por 28 centímetros. Consta de 18 renglones escritos en latín y en cursiva. Si es un falso documento se hubo de falsificar en vida de Colom, pues los estudios paleográficos demuestran que en el papel se observan los puntizones y corondeles, como asimismo la filigrana correspondiente a la época. La letra es cursiva, la usada en Italia a finales del siglo XV y hasta bien entrado el siglo XVI, presentado las letras la antigüedad y gravedad de la paleografía correspondiente a la región bresciana, según la clasificación del paleógrafo Fumagalli. Cotejada en los archivos de Turín y Roma de la época en el que el documento está redactado, resulta de una gran identidad. Esta identidad hubiera sido más exacta, como explica Rubio Borrás, de haberse podido cotejar, si se hubiera podido encontrar escritura del mismo Borromeo, que es el otorgante del documento. Y no se ha podido confrontar porque los archivos de aquella familia desaparecieron a consecuencia de graves acontecimientos políticos ocurridos en Italia. Pero el detalle paleográfico que nos demuestra su antigüedad es la tinta que, con el tiempo, adquirió una tonalidad heterogénea imposible de falsificar.

El concepto moral de esta escritura es de gran valor, ya que contiene una declaración secreta hecha al conde y marqués de Anglería. La alta religiosidad que caracterizaba a la noble casa de los Borromeo (claro exponente es que uno de los miembros de esa familia es santo: san Carlos Borromeo) movió a D. Juan a no llevarse consigo a la tumba el secreto relativo al lugar de nacimiento de Cristóbal Colom. Por este motivo lo dejó estampado en ese documento, que después de su muerte colocaron dentro de las tapas de un libro de su amplia biblioteca.

La traducción castellana de este documento es:

“Yo, Juan Borromeo, habiéndome quitado (prohibido) manifestar la verdad, secretamente conocida por medio del señor Pedro de Anglería, tesorero del Rey Católico de España, y como debo asimismo igualmente, quiero tener perpetua memoria confiando a la Historia ser Colonus Cristopherens ser de Mallorca y no de la Liguria. El dicho Pedro de Anglería estimó que fuese oculta la astucia usada por Juan Colom, porque con ocasión de política y religión lo habían aconsejado fingirse Cristopherens Colón para pedir la ayuda de las naves del rey de España. Y diré todavía ser Colom equivalente a Colombo, por lo que habiéndose descubierto que vive en Génova un tal Cristopherens Colom Canajosa, hijo de Domingo y de Susana Fontanarrosa, no se debe confundir con el navegante de las Indias Occidentales. En Bérgamo, en diciembre de 1494”.

Una vez estudiado y analizado este documento lo compró el norteamericano Richard Aramil, en cuyo poder se sospecha que aún se encuentra. Como se rumoreaba que Cristóbal Colom era ligur, su hijo Hernando Colom marchó a Italia para averiguar los orígenes de su padre y regresó sin encontrar ningún indicio familiar. Y se puso a indagar por las tierras de la Corona de Aragón, pero el 13 de junio de 1523 el emperador Carlos, por razones de Estado, le prohíbe tajantemente que siga con dicha búsqueda.

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