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'El Príncipe de Viana, padre de Cristóbal Colom', por Pedro Cuesta Escudero

"El Príncipe de Viana, padre de Cristóbal Colom", por Pedro Cuesta Escudero

'El Príncipe de Viana, padre de Cristóbal Colom', por Pedro Cuesta Escudero
lunes 15 de noviembre de 2021, 13:47h
'El Príncipe de Viana, padre de Cristóbal Colom', por Pedro Cuesta Escudero
'El Príncipe de Viana, padre de Cristóbal Colom', por Pedro Cuesta Escudero
Si defendemos y afirmamos que D. Carlos, el Príncipe de Viana, era el padre de Cristóbal Colom es necesario que sepamos quien era. Desde luego es un personaje muy atractivo para la literatura y la historia. Con Carlos de Viana nos encontramos con un hombre importante según los patrones de la biografía tradicional. Su vida, sus desgracias, la mala relación con su padre y la repentina muerte han sido objetivo deseado para una parte de escritores románticos, así como para investigadores históricos. Es importante su linaje, primogénito del rey Juan II de la Corona de Aragón y de Navarra y, por tanto, su heredero. La vida del príncipe y sus trágicos sucesos han sido, como decimos, argumento perfecto para llenar páginas de literatura e, incluso, de historia, pero siempre bajo el halo romántico que ha impedido conocer los verdaderos acontecimientos y su verdadera figura. Por suerte tenemos los trabajos de nuestro buen amigo José Antonio Peña Martínez que nos ilustra con dos importantes obras: Carlos de Trastámara y Évreux. El primer Príncipe de Viana, 2019 y El Príncipe sin reino, enero de 2020.
'El Príncipe de Viana, padre de Cristóbal Colom', por Pedro Cuesta Escudero
'El Príncipe de Viana, padre de Cristóbal Colom', por Pedro Cuesta Escudero

La Casa de Trastámara en la Corona de Aragón

Como se sabe, a la muerte en 1410 de Martín I de Aragón (el Humano) sin descendencia y sin nombrar un sucesor aceptado, los representantes de los reinos de Aragón, Valencia y del principado de Cataluña se reunieron en Caspe para elegir un nuevo rey. Este Compromiso de Caspe supuso la entronización por elección en la Corona de Aragón de Fernando de Antequera, regente del reino de Castilla y perteneciente a la dinastía Trastámara. El Compromiso de Caspe muestra una de las cualidades esenciales del régimen de la Corona de Aragón, en el que se anteponía la legitimidad jurídica por encima de los poderes políticos.

Fernando I de Trastámara, proyectó, como todos los monarcas de la época, una compleja estrategia de dominio político peninsular en la que sus hijos jugarían un destacado papel en las relaciones exteriores. En dicha estrategia, su segundo hijo, el infante Juan, era una pieza fundamental para consolidar el dominio aragonés en el Mediterráneo occidental. A tal fin y a la edad de 18 años, recibió de su padre un primer cometido político de cierta envergadura: en febrero de 1414 era nombrado lugarteniente real y gobernador general de Cerdeña y Sicilia, proyectando que se hiciera cargo de Sicilia como virrey, en un régimen autónomo de gobierno. El infante conoció también en tierras insulares a Blanca, princesa heredera de Navarra. Blanca, viuda desde 1409 del rey de Sicilia Martín el Joven, cede la regencia de la isla y regresa a Navarra reclamada por su padre Carlos III el Noble en los primeros días de septiembre de 1415.

El 2 de abril de 1416 fallece en Igualada el rey Fernando I y en su testamento deja como heredero del trono a su primogénito Alfonso V el Magnánimo, que se hace cargo del gobierno de la Corona de Aragón. El infante Juan, como segundogénito, recibió un buen número de títulos y propiedades en Castilla: el ducado de Peñafiel, el condado de Mayorga, el señorío de las villas de Alba de Tormes, Castrogeriz, Medina del Campo, Olmedo, Cuéllar, El Colmenar, Paredes de Nava, Villalón, Haro, Belorado, Briones, Cerezo y Roa, además del título catalán de duque de Montblanc. Juan regresa a la Península en enero de 1418, siguiendo instrucciones de su hermano Alfonso, el nuevo titular de la Corona de Aragón, que opta por encabezar él mismo la estrategia mediterránea y encomienda a su hermano que se haga cargo de los dominios e intereses familiares en Castilla. Por primera vez nos encontramos con un rey absentista que, después de conquistar Nápoles, establece allí la corte y encomienda a su esposa María el gobierno de los distintos reinos peninsulares de la Corona de Aragón.

Nacimiento, infancia y juventud del Príncipe de Viana

La siguiente estrategia de la rama menor de los Trastámara, ahora llamados los “infantes de Aragón”, se dirigía hacia Navarra y a dicho fin se iniciaron negociaciones matrimoniales entre el infante Juan, duque de Peñafiel, y Blanca, hija del rey Carlos III el Noble (1387-1425) e infanta heredera de Navarra, que culminaron en las capitulaciones firmadas en Olite el 5 de noviembre de 1419. Las bodas se celebraron en Pamplona, el 18 de febrero de 1420. Los acuerdos establecían que el primogénito habido de la pareja, fuera hombre o mujer, heredaría el reino de Navarra y las propiedades territoriales que el infante Juan tuviera en Castilla y en Aragón. El 29 de mayo de 1421 nació el príncipe Carlos en Peñafiel. Nació en tierras castellanas porque su padre se encontraba inmerso en sus conflictos castellanos. Pero como el futuro heredero de la corona de Navarra debía ser criado según los usos y costumbres del reino, la infanta Blanca y su hijo Carlos, con un año, se trasladan a Navarra. El infante Juan continúa en sus posesiones de Castilla, ya que era uno de los principales potentados de este reino, aunque tenía fuerte rivalidad y enemistad con el condestable de Castilla, Álvaro de Luna, quien defendía el poder del rey castellano ante las ambiciones de los infantes de Aragón.

La futura reina y el príncipe fueron recibidos en Corella. El infante Carlos es jurado como heredero de Navarra por las Cortes reunidas en Olite el 11 de junio de 1422 por los procuradores de todas las villas y lugares del reino. El rey Carlos III de Navarra, su abuelo, crea el título de Príncipe de Viana para el heredero de la Corona de Navarra. El nombramiento se hizo el 20 de enero de 1420. Este título iba acompañado de la donación de la villa y castillo de Viana, de Laguardia, San Vicente, Bernedo, Guevilla, Lapoblación, San Pedro y Cabredo y todas las villas y lugares del valle Campezo, los castillos de Marañas, Toro, Fitero, Ferrera y las villas de Corella, Cintruénigo y Peralta. Otros hijos del matrimonio fueron la infanta Blanca, nacida en Olite el 7 de junio de 1424, y la infanta Leonor, nacida el 2 de febrero de 1426.

Carlos III murió en Olite el 7 de septiembre de 1425, convirtiéndose en reyes de Navarra Blanca y su esposo Juan. El gobierno de Blanca se caracterizó por su soledad, pues su esposo, en vez de estar pendiente de los asuntos navarros tenía los ojos puestos en la defensa de su patrimonio castellano. La situación de Juan II como rey de Navarra fue compleja, ya que desde su reconocimiento como tal, actuó únicamente como rey consorte, sin intervenir directamente en los asuntos de gobierno, que quedan en manos de su esposa. Utiliza la dignidad real, en cambio, para sus continuas intervenciones militares en Castilla.

La educación del Príncipe D. Carlos fue muy esmerada, como correspondía a un gentilhombre y futuro Rey. En Olite, su abuelo Carlos III el Noble se preocupó mucho por él, así como su madre Doña Blanca. El ambiente tranquilo en que se educó entre ejercicios físicos (remo, caza, viajes a caballo), estudios literarios y cuidados de su madre, hicieron de él un joven tranquilo y amante de la paz. Llegó a hablar correctamente cinco lenguas. Sus aficiones eran la lectura, la poesía, la música. Componía él mismo tocando entre otros instrumentos la vihuela y el arpa. Era frugal en sus comidas. Le gustaba vestir bien y montaba a caballo con destreza. Una de sus pasiones era la caza y la cetrería, afición heredada de su abuelo Carlos. Tenía dos lebreles favoritos. Era muy entusiasta de los animales llegando a tener un verdadero zoo en el palacio de Olite, con ciervos, leones, osos, búfalos, monos, gatos salvajes, camellos, papagayos.

Por otra parte, las relaciones de las cortes de Foix y de Navarra eran muy cordiales, hasta el punto de casarse Gastón, el conde de Foix con la hermana pequeña del príncipe de Viana, Leonor. Casó el Príncipe Don Carlos en el castillo de Olite con la princesa Inés de Cleves el 30 de septiembre de 1439. Doña Inés era hija del duque de Cleves y sobrina del de Borgoña Felipe el Bueno. A los nueve años de casados (6 abril de 1448) moría Doña Inés sin haberle dado un heredero. Don Carlos no volvió a casarse aunque hubo varios intentos de alianzas matrimoniales, entre ellas, como veremos, con Doña Isabel, la hermana de Enrique IV de Castilla, la futura Isabel la Católica. Pero Juan II no vió con buenos ojos aquel matrimonio que daría una gran fuerza a D. Carlos y procuró por todos los medios deshacer el compromiso y trató de casarlo con Catalina de Portugal, alianza que no era, en cambio, del agrado del rey castellano Enrique IV. Años más tarde Doña Isabel se casaría con Don Fernando, el hermanastro de Don Carlos.

A fines de 1435, Juan II es designado por su hermano Alfonso lugarteniente real de Aragón, Valencia y Mallorca, ocupando desde entonces un destacado papel en la gobernación de los territorios peninsulares de la Corona de Aragón, en cuyas tareas alternó con su cuñada doña María, reina consorte que tenía amplios poderes delegados por su esposo. El alejamiento definitivo de Alfonso V y su falta de descendencia hicieron recaer en Juan II la categoría de heredero, por lo que en la práctica pudo actuar en el reino de Aragón como auténtico soberano. Pero, al igual que en Navarra, Juan II desarrolló en Aragón solo una política personalista, porque primaban sus intereses de Castilla.

Muerte y testamento de la reina Blanca de Navarra

El 1 de mayo de 1441 moría en el monasterio de Santa María de Nieva (Segovia) Blanca de Navarra. Muere en Castilla al haber acompañado a su hija Blanca con motivo de su matrimonio con Enrique, el príncipe de Asturias. La reina Blanca había testado en Pamplona dos años antes, el 17 de febrero de 1439:

…nuestro muy caro e muy amado fijo, empués nuestro fin por su herentio e derecho debido se puede intitular e nombrar rey de Navarra e duch de Nemos, empero, por guardar la honor de dicho senyor rey, su padre, rogámosle carament que los dichos títulos quiera tomar con la benevolencia e bendición del dicho senyor rey, su padre”.

O sea, que antes de tomar el título de rey el príncipe de Viana debía pedir consentimiento a su padre.

“Por esto rogamos carament al dicho príncep don Carlos, nuestro muy caro fijo, que sia humil e obedient al dicho senyor rey, su padre y guarde su honra e servicio segund que todo buen fijo es tenido e lo debe fazer e que guarde e observe inviolablement esta nuestra present ordenança e última voluntad”.

La muerte de la Reina no altera, en un principio, el ritmo político del reino de Navarra. Juan de Navarra sigue pendiente de los asuntos de Castilla y, por tanto, el reino de Navarra queda temporalmente en manos del príncipe de Viana, quien ejerce de lugarteniente en ausencia del monarca. No parece que hubiera oposición del príncipe a que su padre continuase en el trono. Quizá lo vería legítimo, pues al fin y al cabo había sido rey de Navarra hasta ese momento. Sin embargo, el viudo rey consorte no tenía ninguna intención de perder su regio cargo, aunque, todavía ocupado en los asuntos castellanos, deja momentáneamente el gobierno de Navarra en manos de su hijo, Pero los navarros empiezan a dividirse, pues los conflictos se iban extendiendo. Surgen dos facciones: los agramonteses a favor del rey Juan y los beamonteses a favor del príncipe de Viana. Desde hacía varias generaciones las dos poderosas familias de Beaumont y Agramont se tenían un odio encarnizado y basta que los beamonteses se propusieran ayudar al príncipe de Viana en su empeño de que fuera nombrado rey de Navarra para que los agramonteses, a pesar de reconocer que era justo, se deciden por lo contrario, se ponen del lado del rey Juan II. La estabilidad lograda por Carlos III y mantenida por Blanca se va transformando en un clima beligerante. La situación en Castilla no es buena, la guerra había traspasado la frontera y llegaba a los reinos de Navarra y Aragón. Navarra y los distintos reinos de la Corona de Aragón se niegan en Cortes a seguir suministrando ayuda económica a su lugarteniente para la guerra frente a Castilla.

Juan seguía inmerso en las banderías internas castellanas, capitaneando la liga de nobles castellanos que, aliada circunstancialmente con los “infantes de Aragón”, conseguía desterrar del reino al valido Álvaro de Luna y capturar al rey de Castilla en Medina del Campo, Durante los dos años y medio siguientes, Juan de Navarra pudo actuar, siquiera momentáneamente, como amo y señor del gobierno de Castilla.

Estalla la guerra civil en Navarra

El rey de Navarra, Juan, ya viudo, se casa en secreto en 1447 con Juana Enríquez, hija del almirante de Castilla D. Fabrique Enríquez. Las bodas se celebraron en Calatayud el 13 de julio de 1447, y de este segundo matrimonio nacieron cuatro hijos: Fernando —el futuro Rey Católico—, las infantas Leonor y María —muertas de corta edad— y Juana —que casó con su primo Ferrante, rey de Nápoles e hijo natural de Alfonso V. No lo informó a su hijo ni a las Cortes de Navarra. Según el fuero navarro con este nuevo matrimonio el rey perdía todos los derechos legales a ocupar el trono navarro. Es aprovechado por los partidarios del príncipe de Viana para que éste reclame la corona. Por otra parte el 6 de abril de 1448 muere la princesa de Viana, Inés de Cleves, sin haber dado descendencia al linaje navarro. El rey Juan II no le da las condolencias a su hijo Carlos. El rey D. Juan desprecia y desconfía de su hijo cuando le asocia en el gobierno de Navarra a su madrastra la reina Juana Enríquez, quien, no solo gobierna Navarra sin ninguna legitimidad, sino que trata al príncipe de Viana con altanería.

Por otra parte, las luchas entre los bandos ingleses y franceses en la Guerra de los Cien Años repercuten en la seguridad de los reinos de Navarra y de Aragón. Los ingleses asentados en la Gascuña continuamente hacían incursiones en territorio navarro. Carlos recurre a su tía María (esposa de Alfonso V y lugarteniente de Aragón) para que le ayude a enfocar los problemas de Navarra, ya que el rey, su padre, solo está centrado en los asuntos castellanos. El príncipe de Viana refuerza las guarniciones de la frontera, pero Juan II llama a los gascones en su ayuda porque la guerra de Castilla vuelve a recrudecerse. Juan II decide instalarse en 1450, junto con su nueva familia, en la Corte navarra, agravando así la crisis sucesoria. Y toma las riendas del gobierno que desempeñó de forma personalista, organizando la casa real y la Corte navarra según su criterio. Pasa de ser rey consorte a rey efectivo en detrimento de su primogénito y legítimo heredero. La destitución del príncipe de Viana, su hijo, del cargo de lugarteniente, se completa con la destitución de sus cargos a los beamonteses —partidarios de Carlos y de la legitimidad sucesoria— y el ascenso político de los agramonteses —partidarios de Juan II—, culminando así la ruptura entre padre e hijo, que arrastró al reino de Navarra a una situación de guerra civil. El rey Juan II de Castilla y su valido Álvaro de Luna, aprovechando estas desavenencias entre padre e hijo, atraen a su bando al príncipe de Viana. Y firman en 1451 los pactos del Puente de la Reina y de Pamplona. Sirve de argumento para que Carlos de Viana sea acusado por su padre de alta traición, al aliarse con sus eternos rivales castellanos. La guerra civil está servida.

Son continuos los crueles enfrentamientos entre los seguidores del rey Juan II y los de su hijo Carlos. Estella, Tudela, Viana, Roncal y las villas de la Ribera eran seguidores del rey Juan II, mientras que Pamplona, Sangüesa, Olite, junto a los valles montañeses, Lerín, Arellano eran fieles del príncipe. Más que grandes batallas en campo abierto hubo operaciones de desgaste: cerco de ciudades, tala de árboles, quema de cosechas. Estando la reina doña Juana en Estella, el rey de Castilla y el príncipe de Viana le ponen sitio. El rey D. Juan, lleno de furor, va en socorro de la reina, pero al ver que sus fuerzas eran inferiores vuelve a Zaragoza en busca de refuerzos. El rey de Castilla y el príncipe de Viana al creer que se retira desisten del cerco de Estella y el ejército castellano vuelve a Burgos. Entonces es cuando atacan las tropas realistas, dirigidas por el hijo bastardo de Juan II, Alfonso, y el 23 de octubre de 1451 derrotan en Aibar a las tropas de D. Carlos y de los beamonteses, cayendo el mismo príncipe de Viana prisionero y es encerrado en el castillo de Tafalla.

Comienza el destierro del príncipe de Viana

Cuando el príncipe de Viana pasa por Paris en su viaje a Nápoles para pedir a su tío Alfonso V el Magnánimo, como rey de la Corona de Aragón y jefe de la casa de Trastámara, que le restituya sus derechos sobre Navarra, injustamente arrebatados por su padre, éste deja interinamente a Juana Enríquez, su segunda mujer, como gobernadora de Navarra. Pero como solo obtiene buenas palabras de consolación del rey francés el príncipe de Viana decide reanudar el camino. En Milán recibe unas palmaditas en la espalda de su primo Francisco Sforza. En Roma se entrevista con el papa Calixto III, el primer papa Borgia (en valenciano Borja) y le pide que interceda con su padre para que le devuelva el trono de Navarra. Pero el Papa, muy diplomático y con buenas palabras, se desentiende del asunto para no tener complicaciones con el rey Alfonso V el Magnánimo con el que tiene un litigio territorial: reivindica para los Estados Pontificios el reino de Nápoles. Decepcionado por el escaso interés mostrado por el Papa, siguiendo por la Vía Apia el príncipe de Viana se dirige a Nápoles, último destino de su decepcionante periplo diplomático por Francia e Italia.

En su esplendorosa corte napolitana y rodeado de poetas y pintores, en su mayoría italianos, Alfonso V el Magnánimo recibe el 20 de mayo de 1457 a su sobrino el príncipe de Viana. El monarca dispensa a su sobrino un cariñoso recibimiento dándole buena acogida y trato. Carlos de Viana, junto a los mejores humanistas italianas, entra en contacto con la corriente literaria renacentista y no tarda en traducir al castellano la Ética de Nicodemo de Aristóteles.

El jefe de la casa de Trastámara, recién enviudado, acababa de nombrar a su hermano Juan, rey de Navarra, lugarteniente general de Aragón, Cataluña, Valencia y Mallorca. Lo que significaba que sería su sucesor, pues no tenía hijos legítimos. Alfonso V pide a su hermano que se reconcilie con su hijo Carlos, le restituya el reino de Navarra y lo nombre, como su primogénito que es, su heredero de la Corona de Aragón. Pero cuando llega el emisario a la corte Juan II acababa de convocar cortes en Estella para que los parlamentarios navarros reconozcan a su hija Leonor y a su marido Gascón de Foix como lugartenientes reales y futuros reyes de Navarra. O sea, Juan II acababa de desposeer a don Carlos y a doña Blanca de su herencia materna. Como reacción los beamonteses reúnen cortes en Pamplona y proclaman rey de Navarra a Carlos de Viana. Al conocer esta proclamación como rey de Navarra, y presintiendo que no favorecía su causa, el príncipe de Viana reprueba la conducta de sus seguidores navarros y escribe una carta a la ciudad de Pamplona en la que rehusaba tan alta dignidad por no habérselo comunicado previamente.

El 28 de junio de 1458 muere el rey Alfonso V el Magnánimo, el principal valedero del príncipe de Viana. En el testamento había dejado heredero de todos sus reinos, a excepción de Nápoles, a D. Carlos cuando muriera su padre Juan II. O sea, la Corona de Aragón pasa a su hermano Juan y el reino de Nápoles a su hijo bastardo Ferrando. Y al príncipe de Viana le pasa una pensión de 12.000 ducados que debía pagar Ferrando. Pero con la muerte de Alfonso V queda expuesto de nuevo el príncipe de Viana al rencor de su padre y a la ira de su madrastra. En el acto solemne de la jura de los Fueros ante el Justicia de Aragón en la Seo de Zaragoza donde Juan II es reconocido como rey de Aragón y heredero de los diversos estados de la Corona: Sicilia, Cerdeña, Córcega, Atenas y Neopatria, Rosellón, Cerdaña, Aragón, Cataluña, Valencia y Mallorca, es encumbrado también su otro hijo Fernando, habido de su segundo matrimonio con Juana Enríquez, con los títulos de duque de Montblanc, conde de Ribagorza y señor de Balaguer, que, de acuerdo con la tradición, sólo lo recibe el sucesor y heredero al trono.

Ante ciertos recelos de su primo Ferrando, ya proclamado rey de Nápoles, el 15 de julio de 1458 el príncipe de Viana marcha a Sicilia, donde es recibido con gran entusiasmo. Tienen presente el grato recuerdo que dejó su madre Blanca de Navarra cuando fue regente de la isla. D. Carlos se establece en Palermo con una corte fastuosa que pagan los sicilianos de sus impuestos, y se rodea de poetas de gran prestigio. Viendo el Parlamento siciliano en el príncipe de Viana la bandera de la independencia envía una embajada al nuevo rey de la Corona de Aragón pidiéndole que, en su calidad de primogénito, sea nombrado D. Carlos virrey perpetuo de la isla. Pero ante el temor que en la isla de Sicilia se organice un movimiento separatista en favor del Príncipe de Viana Juan II accede reconciliarse con su hijo. Y se compromete facilitarle las naves necesarias para que regrese a Barcelona cuanto antes. Por otra parte recobra la confianza de los sicilianos concediéndoles compensaciones financieras y políticas y prometiendo el indulto de los partidarios de su hijo. Juan II le devuelve a su hijo sus rentas y posesiones junto con el principado de Viana y le otorga el perdón general a condición de que no residiera ni en Sicilia ni en Navarra.

A la espera de la reconciliación

Confiando en la real palabra de su padre el 23 de julio de 1459 con una pequeña flota de siete galeras el príncipe de Viana zarpa de Palermo rumbo a Barcelona. Hacen escala en Cerdeña y después del avituallamiento de las naves reanudan el viaje. Recalan en Salou donde D, Carlos recibe nuevas órdenes de su padre de que regrese a Mallorca donde se le comunicaría lo que debía hacer.

Don Carlos llega a Mallorca en cuatro galeras el martes 21 de agosto de 1459 y es recibido bajo palio, con las calles engalanadas y el suelo cubierto de arrayanes, por el clero y el cabildo y en procesión hasta la Seo. Carlos de Viana pide para su alojamiento el castillo de Bellver, pero por mandato real el gobernador de Mallorca ordena al príncipe que se traslade al castillo de Santueri, ubicado al suroeste de Felanitx. Durante su estancia en Mallorca, que duró siete meses el príncipe recibió por parte del gobernador de la isla toda clase de desplantes, siguiendo las órdenes del rey Juan II. D. Carlos hace una serie de nombramientos para que ocuparan los distintos cargos de su pequeña corte. Está confiado en llegar a un acuerdo satisfactorio con su padre. Pero el rey no está de acuerdo en reconocerle el derecho de primogenitura. Aunque el deseo unánime de todos los súbditos, navarros, aragoneses, catalanes… es que el rey lo nombre príncipe heredero. Todas las Cortes del reino exigen a Juan II que designe a su primogénito Carlos de Viana como príncipe heredero y futuro rey de la Corona de Aragón. Pero muy influenciado por su mujer Juana Enríquez, que quiere que su hijo Fernando sea el futuro rey de la Corona de Aragón, Juan II utiliza una táctica dilatoria y firma la llamada Concordia de Barcelona (enero de 1460) por la que perdona a su hijo Carlos, pero de forma más aparente que real.

Y el 28 de marzo de 1460 el príncipe de Viana hace una entrada triunfal en la ciudad de Barcelona, aclamado por las multitudes que llenaban calles y plazas por donde pasaba la suntuosa comitiva. Los del Consistorio barcelonés, los del Consell de Cent y los de la Biga reciben al príncipe de Viana como a un héroe con públicos y solemnes festejos. A pesar de la ira que le causa ver el trato exquisito que los catalanes dispensan a su hijo el rey Juan II se presenta en Barcelona para abrazarlo después de siete años de separación. Aunque les decía a las autoridades de Girona y otras localidades cuando D. Carlos las iba a visitar que lo trataran sólo como hijo del rey y no como príncipe heredero.

Muerte del Príncipe de Viana

Juan II se niega a reconocer a su hijo Carlos como primogénito con derecho a la herencia de la Corona de Aragón. Carlos de Viana, aún instalado en la nube de aclamación por parte de los catalanes, presta atención a los enviados del rey de Castilla Enrique IV que le proponen, una vez más, que se casara con Isabel de Castilla, lo cual significaba una alianza contra su padre. Este contacto lo toma Juan II como una traición de su hijo. Y pide que vaya a Lleida donde se encontraba para informarle sobre la proposición de Enrique IV. Influenciado por su mujer Juana Enríquez el rey Juan II acusa a su hijo Carlos de alta traición y lo detiene y lo encierra en un castillo. El arresto del príncipe corrió como la pólvora por toda Cataluña, Aragón, Valencia y Navarra. Las jornadas revolucionarias de Barcelona fueron el preludio de una inmediata guerra civil en toda Cataluña. Es que el Principado estaba atravesando una crisis económica, social y política sin precedentes en los anales de su historia por culpa de la “peste negra” que había dejado la población reducida a un tercio. En vista de la gravedad del levantamiento de Barcelona Juan II ordena el traslado de su hijo a otras prisiones. En la de Morella Carlos de Viana ya empieza a resentirse de su salud. Como la indignación de los catalanes se manifiesta aún más en contra de la reina Juana Enríquez, el propio rey aconseja a su esposa que dé la cara ante el mal cariz que toman los acontecimientos. Y el 21 de junio de 1461 la reina Juana Enríquez firma en nombre de su marido la Capitulación de Vilafranca, donde se exige la libertad del príncipe de Viana y que fuera nombrado príncipe de Gerona, sucesor de la Corona y heredero universal.

Y de forma inesperada, el 23 de septiembre de 1461, muere el príncipe Carlos en extrañas circunstancias. Oficialmente murió de tuberculosis, aunque corrían voces de que había sido envenenado. Desde entonces se urdió una aureolada leyenda en torno a su persona. El príncipe se convierte en símbolo de la lucha de los catalanes ante el autoritarismo de Juan II y contra el intrusismo de la monarquía castellana. Aparece en Cataluña la figura San Carlos de Viana, al que se le atribuyen algunos milagros. El culto al príncipe de Viana perdura en la memoria colectiva. Fue enterrado con toda solemnidad en la catedral de Barcelona. Pero en 1491, reinando Fernando el Católico, el cuerpo del príncipe de Viana es trasladado desde la catedral a monasterio de Poblet. En 1542 sacan del cuerpo incorrupto del príncipe el brazo derecho y lo montan como reliquia. En 1860 el brazo pasó al monasterio de Valldonzella en la ciudad de Barcelona. En 1629 el pueblo de Barcelona pide otra reliquia y los consejeros de la ciudad dieron al prior de la casa Nazaret de Barcelona una canilla de la pierna del príncipe. Probablemente estas reliquias desaparecieron cuando la Semana Trágica.

Vida sentimental del príncipe de Viana

Como ya se ha dicho, el Príncipe Don Carlos se casó en el Castillo de Olite con la princesa Inés de Cleves el 30 de septiembre de 1439, muriendo nueve años después (6 de abril de 1448) sin haberle dado un heredero a D. Carlos. El príncipe de Viana no volvió a casarse, aunque hubo varios intentos de alianzas matrimoniales, entre ellas con Doña Isabel, la hermana de Enrique IV de Castilla, la futura Isabel la Católica. Pero su padre no vio con buenos ojos este matrimonio y, en cambio, trató que se casara con Catalina de Portugal, alianza que no era del agrado del rey castellano Enrique IV.

El Príncipe de Viana tuvo varias amantes. A los 30 años se enamoró de Doña María de Armendáriz, doncella de su hermana Doña Leonor con la que prometió casarse si le daba un hijo varón. Pero le dió una hija, Doña Ana de Navarra, que casaría con D. Luis de la Cerda, duque de Medinaceli. Cuando estuvo en Nápoles se enamoró de Doña Brianda Vaca. Tuvo con ella un hijo, D. Felipe de Navarra y Aragón que fue conde de Beaufort. Estuvo a punto de casarse con Doña Brianda, pues sus amigos, antes de su muerte le instaban a que lo hiciese in articulo mortis para dejar a D. Felipe como heredero. Pero D. Carlos comprendió que la herencia que le iba a dejar era muy pesada para aquel niño y sólo serviría para continuar las luchas fratricidas y por ello prefirió dejar a su hermana Blanca como su legítima sucesora tal como habían dispuesto su abuelo Carlos III y su madre. En Sicilia se enamoró de una doncella muy guapa, aunque de baja extracción social, que se la conoce con el nombre de Capa con la que tuvo otro hijo, D. Juan de Navarra y Aragón, que luego fué abad de San Juan de la Peña y obispo de Huesca. Otro de los amores de D. Carlos, menos citado por los historiadores, fue Doña Guiomar de Sayas, gentil damisela que estuvo a su servicio.

También cuando estuvo en Mallorca, tuvo amores con Margalida Colom, otra de sus amantes de la que no solía hablar y a la que dejó "prenyada". Fruto de estos amores fué nada menos que Cristóbal Colom. Margalida, hija de Juan Colom, quien había estado al servicio de Renato de Anjou, residía en el Municipio de Felanitx en una finca llamada Alquería Roja, actualmente San Ramonet. Cristóbal Colom nació en la primavera de 1460, cuando su padre ya no estaba en la isla, por lo que no lo conoció ni supo de su existencia. Esa es la razón que no lo citara en su testamento. Sin embargo los Reyes Católicos si supieron que era de la Casa de Trastámara cuando, antes de descubrir el Nuevo Mundo, le dieron los títulos de Don, Almirante de la Mar Océano, Virrey y Gobernador General de las tierras que descubriera.

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