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"Don Juan y la mujer madura", por José Biedma López

'Don Juan y la mujer madura', por José Biedma López
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lunes 01 de noviembre de 2021, 10:34h
Mercedes Saenz-Alonso Gorostiza fue escritora, filósofa y periodista nacida en San Sebastián, donde falleció en 1997. Políglota y muy viajada (viajar educa como estudiar, si con curiosidad se aprende a mirar), se licenció en Filosofía y Letras en 1937. Profesora en Navarra, corresponsal de Radio en Grecia y Turquía, brillante conferenciante, organizadora de tertulias literarias radiofónicas, fue también pionera del teatro y cine de ensayo en Donostia, autora juvenil de novelas, cuentos, ensayos y libros de viajes.
'Don Juan y la mujer madura', por José Biedma López
'Don Juan y la mujer madura', por José Biedma López

Para mi tesina sobre Los excesos de la voluntad en Don Juan y San Juan de la Cruz eché mano de su excelente y completísimo ensayo sobre Don Juan y el donjuanismo (1969), que fue Premio Guipuzcoa y finalista del Premio Nacional “Miguel de Unamuno”. De vez en cuando y en torno al Día de Todos los Santos, aplastado por la neocolonización kitsch del bárbaro jálogüín, vuelvo a su sabrosa y elegante pluma, a su inteligencia inquieta, valiente para penetrar los intríngulis del corazón humano y los misteriosos secretos de la carne.

Mercedes Saenz-Alonso irrumpió, con pasión y erudición admirable y cosmopolita, en ese soto de vertiginosos amores que acaban en melancólicos y románticos cementerios donde, ya entrado el otoño, se espolvorean cenizas y se cenan pelotas de fraile, suspiros de monja y huesos de santo. Ese es el mítico ámbito del donjuanismo, de atávica sacralidad pagana y antecedentes caníbales. Preguntándose por el Burlador, por su carácter y su sino, recoge opiniones diversas y adversas, sin temor a expresar la propia, a la luz de un profundo conocimiento de las entretelas de la sexualidad humana, masculina y femenina, sin moralismos puritanos ni aquelarres luciferinos.

Don Juan es un personaje tan proteico como escurridizo, así que para conocerle hay que mirarle desde diferentes tiempos y espacios, incluso a vuelo de pájaro y excarvadura de topo. En el ensayo de Mercedes, el seductor sevillano comparece ante la psicología científica y ante la ley divina y humana. Se tienen en mente los retratos que le han ofrecido los buenos pintores al guaperas andaluz, las diferentes versiones de sus calaveradas y golferías, de sus correrías y crímenes, además de las chulerías que le atribuyeron las insignes plumas de Tirso de Molina y de Zorrilla. Para nada le sirve el disfraz de estudiante que le confeccionó Espronceda, ni el título que le regaló Valle Inclán haciéndole Marqués de Bradomín. Nuestra escritora los desnuda a todos e incluso analiza los hábitos que adopta en Francia, en Alemania, en Italia y hasta en Rusia y Escandinavia, así como la relación con la música de este espectacular narcisista y héroe dionisíaco.

El Don Juan esteta, angustiado y existencialista de Kierkegaard, merece capítulo aparte. Y es que Don Juan es nómada y, como todos nosotros, también proteico y plural, cambia y muda de camisa como serpientes y lagartos. Tiene muchos yoes: “tema eterno propuesto a la reflexión y la fantasía; cantera de la cual cada uno arranca su estatua”, en palabras de Ortega.

Para Mercedes, el hombre agradable que interesa y seduce a las mujeres se vuelve Don Juan si esas dotes regaladas por Dios, el diablo o la naturaleza, se unen a la inteligencia, la amoralidad, el orgullo, el valor, la gallardía y el deseo despierto ante la mujer; es decir, su sentido polígamo, “donde le es necesario el empuje genital de verdadero macho”. Sin esas cualidades, Don Juan degenera o decae en el soez mujeriego sin valor, en el botarate necio, el monógamo indiferente, el neurótico impotente, el asceta, el feo, o el resentido que dice no haber querido ser un Don Juan.

Para nuestra filósofa, Don Juan no se tira a cualquiera; escoge. Ese escoger y seleccionar (“tú eres especial”) también halaga y entibia a la seducida, porque también sabe alejarse de aquellas que su intuición de cazador adivina imposibles. Se mantiene prudentemente a distancia donde intuye que puede sufrir un descalabro. A fin de cuentas, hay en el mundo más mujeres amaderas que tercios de cerveza, para que Don Juan se empecine en el deseo estéril de las plenamente difíciles o palmariamente estrechas que, “aclaremos –escribe la ensayista-, nada tienen que ver con las virtuosas”. Son las mujeres felices que ya han entregado su corazón, las lesbianas, las indiferentes a la prestancia varonil y los encantos picantes del dandi, las tímidas que corren asustadas a su resguardo familiar ante el vértigo de la tentación, el temor al arrebato o a la entrega; o las frígidas, a las que el sexo no conmueve e incluso puede llegar a horrorizar, vírgenes vocacionales, (la escritora distingue entre mujeres “virtuosas por renunciación” y “virtuosas por frialdad”).

Para doña Mercedes, también Don Juan huye a tiempo y se niega a amar incontables veces, por no ser amante exclusivo o porque a la mujer madura ya no la engaña nadie: “sabe a dónde, cómo y con quién quiere ir”. La mujer madura sale al encuentro de Don Juan con parecida sapiencia. No se enfrentan, impregnados ambos de ese cinismo que da conocer el Mal. Podrán llegar a entenderse y amistar lealmente, como dos adversarios ocasionales, mejor que enemigos, que pactaron la rendición de armas ante un combate trabajoso y de victoria incierta.

“Don Juan es un conquistador de la mujer en su totalidad, no coleccionador de cuerpos. Hacerse amar de un cerebro privilegiado es el más hermoso triunfo de Don Juan. Y para los donjuanes de hoy va siendo ya la única verdadera y valiosa conquista: los cuerpos se dan a cualquiera más fácilmente” (pg. 278).

Doña Mercedes no absuelve a Don Juan; conoce demasiado bien sus tremendos pecados, la amoralidad con que lo pisotea todo. Pero defiende su seducción. “Y esa posible redención que todas las mujeres esperamos lograr cuando Don Juan llega a nuestro lado y nos dice amarnos. Nos ama. Prolongar el presente parece bien fácil cuando se comparte el amor. Nuestra vanidad en juego. ‘Yo detendré los pasos de Don Juan’…”.

Arte de amar ovidiano, de amar y de ser amado pensando en la mente antes que en el sexo. Al fin, doña Mercedes quiere hacer del Burlador el héroe espiritual de una Humanidad no contaminada ni coartada por la moral. Enérgico brilla el intelecto, la agudeza de Hermes tres veces grande, en hembra tan ardiente y poderosa.

Del autor:

https://www.amazon.com/-/e/B00DZLV35M
https://dialnet.unirioja.es/servlet/autor?codigo=1636897
https://aafi.es/NOCTUA/noctua00.htm

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