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"Ideario pedagógico de la Institución Libre de Enseñanza", por Pedro Cuesta Escudero, autor de “La escuela en la reestructuración de la sociedad española (1900-1923)”

'Ideario pedagógico de la Institución Libre de Enseñanza', por Pedro Cuesta Escudero, autor de “La escuela en la reestructuración de la sociedad española (1900-1923)”
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sábado 20 de febrero de 2021, 10:56h
'Ideario pedagógico de la Institución Libre de Enseñanza', por Pedro Cuesta Escudero, autor de “La escuela en la reestructuración de la sociedad española (1900-1923)”
'Ideario pedagógico de la Institución Libre de Enseñanza', por Pedro Cuesta Escudero, autor de “La escuela en la reestructuración de la sociedad española (1900-1923)”
La Iglesia española, la Institución Libre de Enseñanza y la Masonería son los principales focos que, a lo largo de la Restauración canovista, generan la ideología que más directamente incide en la educación y enseñanza en España. La Institución Libre de Enseñanza constituye un centro, el único en España, dedicado a la científica y serena investigación pedagógica que puede parangonarse con los mejores del mundo preocupados por la renovación pedagógica. La ILE tiene una gran influencia en la historia escolar española, pues no solo presiona sobre el poder legislativo para que se promuevan leyes en la educación pública, sino que constituye todo un movimiento destinado a modernizar el país y, a la larga, transformar el modo de pensar de los españoles. Los liberales, republicanos, socialistas, todas las formaciones demócratas, conforman sus programas educativos con orientaciones surgidas de la Institución. Resumir y sintetizar el ideario pedagógico de la ILE es complicado y difícil, porque la curiosidad y la actitud abierta de todos los institucionistas para con todas las nuevas corrientes pedagógicas alimentaban constantemente el progreso de la Institución Libre de Enseñanza.
'Ideario pedagógico de la Institución Libre de Enseñanza', por Pedro Cuesta Escudero, autor de “La escuela en la reestructuración de la sociedad española (1900-1923)”

Definición de la Pedagogía

Giner de los Ríos define la Pedagogía como la “Ciencia de la educación” o desenvolvimiento, conservación y corrección del alumno mediante la dirección de los racionales. Se desprende que para Giner la Pedagogía es una ciencia, aunque al depender de la “dirección de los racionales” es también un arte. O sea, distingue doble dimensión:dimensión científica y dimensión artística. Como ciencia la Pedagogía ha de comprender una serie de conocimientos relativos a la educación, ordenados y elaborados y sujetos a unas leyes determinadas. Al relacionar los conocimientos teóricos con la experiencia, tenemos ciencia teórica y ciencia práctica. Como arte la Pedagogía es la aplicación práctica de los conocimientos científicos. Es decir, no se hacen buenos educadores sólo con que aprendan todo lo relativo al niño, a su desarrollo y a lo que ha de enseñar. No se hará un buen maestro si no le gusta la enseñanza, ni le interesan los alumnos. Para Giner la Pedagogía es toda la problemática de la relación educativa, los métodos más adecuados, el mobiliario, el local escolar, el modo de organizar las clases y los contenidos.

La libertad en la educación

El ideal de libertad proyectado en todas las dimensiones del hecho pedagógico-y de la cultura en general- es una de las bases medulares de la Institución. Como se sabe, la Institución nació para preservar la libertad de cátedra, pues sin la libertad de la ciencia y el docente a investigar y enseñar sin más compromiso que su propia conciencia profesional, se ahoga el futuro de la ciencia. Para Giner la libertad del alumno viene a ser el complemento lógico de la del maestro. Giner de los Ríos también pide la libertad en la organización educativa, es decir, que los centros tengan autonomía, capacidad propia de gestión y gobierno. La libertad del educando conlleva la liberación del acto pedagógico frente a todos sus convencionalismos y rutinas (textos, exámenes, las divisiones en materias, la ritualización) Además, plantea una nueva dimensión: la participación del alumno en la obra educativa. “Hacedles medir,- pide Giner de los Ríos- pesar, descomponer, crear, disipar la materia en el laboratorio; discutir como en Grecia los problemas fundamentales del ser y destino de las cosas, sondear el dolor en la clínica, la nebulosa en el espacio, la producción en el suelo de la tierra, la belleza y la historia en los Museos, que descifren el jeroglífico, que reduzcan a sus tipos los organismos naturales, que interpreten los textos, que inventen, que descubran, que adivinen nuevas formas doquiera…Y entonces la cátedra es un taller, los maestros un guía en el trabajo(…) y la enseñanza gana en fecundidad, en solidez, en atractivo, lo que pierde en pompa y en gallardas libreas”.

En el mismo programa de la Institución queda consignado el rechazo a los libros de texto: “La Institución aspira a que sus alumnos puedan servirse pronto y ampliamente de los libros como fuente capital de cultura, pero no emplea los llamados de “texto”, ni las lecciones de memoria, por creer que todo ello contribuye a petrificar el espíritu…”

Neutralidad y educación religiosa

Para sembrar en la juventud la más absoluta libertad, para que el desarrollo de su personalidad no quede coaccionado ni perturbado, hay que adoptar una postura de estricta neutralidad en todo aquello que divide y apasiona a los hombres. Sin neutralidad en la educación al alumno se le arrebata toda independencia intelectual. Si la Institución comienza por asentar, como base primordial, ineludible, el principio de la “reverencia máxima que al niño se debe”, es preciso que la escuela no pueda ser, de ningún modo, “una escuela de propaganda”. Para Giner y los suyos ha de tener la puerta abierta a todo el mundo; debe adoptar una postura de tolerancia y respeto a cuantas convicciones sinceras consagra la Historia. Esa tolerancia y ese respeto son los que abren el espíritu a la corriente universal de la cultura. “La Institución Libre de Enseñanza –dice el artículo quince de sus estatutos- es completamente ajena a todo espíritu e interés de comunión religiosa, escuela filosófica o partido político; proclamando tan solo el principio de la libertad e inviolabilidad de la ciencia, y de la consiguiente independencia de su indagación y exposición respecto de cualquier otra autoridad que la de la propia conciencia del profesor, único responsable de sus doctrinas”.

Neutralidad no significa indiferencia. Todas las creencias deben ser respetadas e, incluso, protegidas, pues aun los más graves errores aportan un contingente de verdad. Piensan que al alumno hay que educarlo en un espíritu común para que siempre esté por encima de las divisiones y partidismos y, al mismo tiempo, posea un espíritu de comprensión y tolerancia. Es preciso mantener alejada a la escuela de todo signo de división y odio. Para Giner la tolerancia- contrapartida de la intransigencia, que rompe todo vínculo de humanidad- es la suprema virtud moral. Cuando se habla de escuela neutra con este término de neutro no se refiere a lo religioso en sí, sino meramente a lo confesional y dogmático. Va contra la enseñanza confesional, porque si se declara obligatoria sería un atentado contra la libertad de conciencia y si se hace voluntaria contribuiría impíamente-como dice Cossío- a anticipar divisiones malsanas en el pacífico reino de la infancia. Giner de los Ríos, como defensor de la neutralidad confesional de la escuela está en contra de la denominada enseñanza laica.

Giner de los Ríos separa la moral de la religión confesional y la educación moral de la educación religiosa. Giner piensa que la enseñanza de cada confesión y la práctica de su culto han der ser confiadas a la dirección de la familia y del sacerdote y consagrarlas en el hogar y en el templo, donde pueden caber ya diferencias que en la escuela serían base de las más funestas divisiones.

La educación moral

En el pensamiento educativo de Giner de los Ríos hay tres dimensiones fundamentales: la educación en función del conocimiento, la educación del sentimiento y la educación de la voluntad. Respecto del conocimiento Giner pretende desarrollar en sus alumnos el rigor y la crítica y los separa de la opinión y del memorismo.

El alumno va aprendiendo día a día a través del modelo de relaciones sociales en que se desenvuelve y va configurando su manera de ser con la vivencia singular que tiene de ese medio, al que replica a su modo cuando le concierne. O sea, Giner coloca en el mismo individuo el fundamento de su vida, por lo que los principios morales han de ir acompañados de unos hábitos derivados de los mismos. Pero esos principios han de ser aceptados desde la racionalidad. La voluntad se ha de formar con el conocimiento de la verdad y por el sentimiento que esta verdad produce. La disciplina, tanto para realizar un trabajo como para relacionarse con los demás, ha de basar en la aceptación de los principios de conducta que ejerciéndolos maestros y alumnos (y padres), sirvan de conocimiento racional. Los episodios de disciplina y convivencia se entienden como materia educativa.

Desde un principio todos los miembros de la Institución asumían la tarea de su propia disciplina interior. Y a través, también, de mil detalles de la vida cotidiana, en un ambiente físico y moral que va entonando a los alumnos, de modo que la influencia mansa, inadvertida y constante, de las cosas y de las personas, les eleva su condición. Así, ni papeles en el suelo, ni rayas en las paredes, ni toallas mugrientas, ni retretes malolientes, ni chicos desaseados, ni maestros que se dejen llevar por la cólera, ni palabras groseras, ni peleas, ni barullos. Puntualidad y asistencia regular en maestros y alumnos; un ritmo acompasado y sostenido para el trabajo y una armónica variedad de actividades que se procuran hacer atractivas, para que en todo momento despierten el interés, el ánimo, la alegría. En el trato, amabilidad, corrección y firmeza de carácter.

Por ello es que la Institución recababa la más absoluta protesta contra el sistema corruptor de exámenes, de emulación, de premios y castigos, de espionaje y de toda clase de garantías externas. Los castigos deben tener un sentido moral y que el alumno se reconozca culpable. Los institucionistas reprueban la disciplina escolar, represiva, aflictiva, la de la letra con sangre entra.

La coeducación y la educación femenina

La Institución Libre de Enseñanza juzga que la coeducación es uno de los resortes fundamentales para la formación del carácter moral y el más poderoso para acabar con la inferioridad de la mujer, que no empezará a suprimirse mientras aquélla no se eduque en todos los grados como y con el hombre. La coeducación fue muy combatida por la Iglesia y por la escuela tradicional. Los institucionistas mantuvieron un duelo titánico para hacer comprender las ventajas de la coeducación. “No se ha probado todavía- decía Cossío- que la mujer no sea capaz de seguir todos los estudios con y como el hombre; ni tampoco que los resultados morales sean inferiores en la coeducación bien establecida que en el caduco régimen de aislamiento de sexos”.

Educación estética

Tres puntos fundamentales hay en la doctrina pedagógica de la Institución: la educación moral, la educación física y la educación estética. Tanto la educación física como la estética faltaban por completo en el sistema de enseñanza de España. La idea de la educación de la sensibilidad lleva a los institucionistas a dar un paso, aún más lleno de novedad en el currículum de la enseñanza europea: la exaltación del Arte y de su historia como elemento educativo. Toda la enseñanza de la Institución estaba transida de emoción estética: visita a museos, monumentos, lugares de interés artístico y arqueológico, canciones, excursiones al campo, recitaciones y dramatización. También hubo cierto interés por las experiencias plásticas más novedosas. Cuando todo esto comenzó en la Institución nada igual se hacía en Europa, así lo reconoció en 1907 Sluys, director de L’Êcole Normal de Bruselas.

La educación física

Decir hoy que la educación corporal es tan importante como cualquier otra rama de educación es hacer alusión a una obviedad. Pero para los institucionistas ponerlo en práctica supuso una verdadera revolución. Y es que en su época, la mentalidad católica reinante no sólo consideraba al cuerpo como inferior al espíritu, sino que lo tenía como enemigo del alma (la carne), como un impedimento, una cárcel y, hasta donde era posible, lo abandonaba, lo despreciaba e, incluso, mortificaba.

Los institucionistas aspiraban a formar la inteligencia, el carácter, la sensibilidad estética y, también, el cuerpo. Para ello el juego corporal al aire libre, la larga y frecuente intimidad con la Naturaleza y con el arte, adquieren categoría de disciplinas formativas superiores en la pedagogía de la Institución. La excursión, la práctica del deporte, la higiene, el adiestramiento manual, los incluye desde un principio en sus programas de trabajo pedagógico. Las cualidades que la educación física debe procurar al cuerpo son, según Giner, la belleza, la salud, la agilidad, la destreza, por una parte; la resistencia a la fatiga, a la contrariedad, al desánimo, por otra. La Institución fue la que introdujo en España los juegos ingleses. Los alumnos de la Institución jugaban a los rounders y al futbol. En 1889 llega a Madrid el primer verdadero balón de futbol. También se introdujo el esquí. Junto a estos juegos se mezclaban los tradicionales como el marro, el chito, la toña, el paso y la pelota de frontón. Giner de los Ríos defendía también las excursiones y los paseos escolares como profundamente educadores.

Escuela activa

La ILE es la pionera en España de la pedagogía activa. “Los problemas metodológicos-dice Cossío- tienen su base en los dos factores esenciales que concurren en la obra del conocimiento: la presencia del objeto que ha de ser conocido y la actividad del sujeto conocedor”. Educación integral, enseñanza continua, método intuitivo y procedimiento socrático son los pilares de la Pedagogía activa de la Institución. El método intuitivo exige desplegar todas las actividades anímicas del alumno. Giner exige del alumno que piense y reflexione por si, que investigue, que arguya, que cuestione, que intente, que dude, que despliegue las alas del espíritu. “Romped esas enormes masas de alumnos-exige Giner- por necesidad constreñidos a oir pasivamente una lección, a alternar en un interrogatorio de memoria (…) un círculo poco numeroso de escolares activos, que piensen, que hablen, que discutan, que se muevan, que estén vivos en suma, y cuya fantasía se ennoblece con la idea de una colaboración en la obra del maestro”. La actividad del educando es el principal axioma de toda pedagogía. “Alguien ha dicho –refería Cossío- que la más sabia lección nace muerta cuando no va solicitada por la curiosidad del niño; y yo añadiré aún, que no hay resultado positivo si el niño no crea e investiga por sí”. La actividad del educador ha de penetrar en lo más íntimo del espíritu del alumno, y desde dentro formarlo, obligarlo a pensar y a hacer. Ese es el método socrático.

Como consecuencia de este modo de hacer –enseñanza intuitiva, actividad, mucho diálogo, apuntes personales en lugar de libros de texto, prácticas de laboratorio, trabajos manuales, juegos, deportes, excursiones – la clase adquiere una nueva dimensión en la tarea educativa, deja de ser el lugar pasivo donde el alumno responda a preguntas formuladas, donde se corrijan los “deberes” mandados para hacer en casa, para convertirse en un lugar de trabajo donde toda la tarea educativa se realiza.

Maestro, escuela, padres

Una de las grandes ideas de Cossío era, no solo llevar los maestros a la universidad, sino traer la universidad a la escuela elemental. Nada de jerarquías entre maestros rurales y urbanos, entre maestros de primera enseñanza y profesores de Instituto y de Universidad. Todo maestro debe formar parte de la Universidad en el sentido más amplio y más fecundo. La tarea es la misma para todos, educar.

Aunque para los institucionistas el maestro es el primer elemento pedagógico, no por ello dejen de denunciar el estado lastimoso y lamentable que presentaban la casi totalidad de los locales de las escuelas. Lo más importante es que el local de las escuelas presente todas las garantías higiénicas y permita el desenvolvimiento de todas las actividades educativas. Y abogan desde un principio por una graduación de las escuelas para un mejor y más racional rendimiento.

Ni por un momento los institucionistas piensan que la escuela puede considerarse capaz de absorber totalmente la función educativa. La casa, y en ella el padre, la madre, tienen un lugar irreemplazable. La mejor formación es la que se recibe en la familia. La confianza que liga los hijos a los padres resulta el modelo de las relaciones entre maestros y alumnos. La armonía entre la escuela y la familia debe establecerse como cauce obligado para que, a través del mutuo conocimiento, se pueda forjar la personalidad del educando. La tarea educativa no es posible sin una permanente relación familia-escuela

“Establecer esta íntima relación entre escuela y familia –reza en el programa citado- no solo mediante el niño, sino directamente, es tal vez hoy el problema pedagógico social de superior interés y novedad de los pueblos más cultos”.

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