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ESPORAS PARA EL CUIDADO DE SÍ, por José Biedma López

Arrhenia rickenii, Ompalina de los musgos.
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Arrhenia rickenii, Ompalina de los musgos.
domingo 07 de febrero de 2021, 10:36h
ESPORAS PARA EL CUIDADO DE SÍ, por José Biedma López
Aunque no se presente como tal, Las esporas es un original y filosófico libro de autoayuda. No debemos escandalizarnos porque la filosofía emparente con los libros de autoayuda; nació con Platón no sólo como un método de análisis (dialéctica), sino también como una terapéutica del alma. Sócrates se consideraba a sí un therapeuta psychés, un cuidador de mentes. Con su libro, Vicente Gregorio de la Torre desea completar su ya larga vida ofreciendo un instrumento valioso de autoanálisis a las generaciones futuras. Su método es ecléctico, heredero de la confesión cristiana como terapia psicológica, de la parrhesía de los cínicos antiguos (compromiso con la verdad aunque duela) o franqueza, estrategia adoptada también por la tradición estoica, y de las técnicas clásicas de cuidado de sí, recogidas por Michel Foucault como Tecnologías del yo.
ESPORAS PARA EL CUIDADO DE SÍ, por José Biedma López

Leyendo la introducción de este libro me han venido a la mente algunas ideas de Manuel García Morente. El filósofo jiennense pensaba que el exceso de publicidad, de vida pública, va en detrimento de la vida personal. Por desgracia, la incultura personal se compadece bastante bien con la vida pública. ¡Que se lo pregunten si no a aquellos a los que el exceso de fama (gloria mundana) ha destruido! La vida privada, la intimidad, es el único manantial de donde puede brotar toda renovación vital y mejora moral.

Reconocía Manuel García Morente tres formas de vida privada, de vida íntima en relación, convivencia y comunicación: la amistad, basada en la confianza y cuyo fin es la colaboración vital; el amor, basado en la confidencia y que aspira a la compenetración íntegra de los amantes (y decimos “aspiración” porque en sí el amor es un ideal imposible de realizar dada la absoluta impenetrabilidad de la persona); y, en tercer lugar, y tal vez sea la más esencial y decisiva, “forma suprema de vida privada”: la soledad elegida, ese ensimismamiento del sabio que algunos llaman “despiste” y cuyo ejercicio específico es la (auto)confesión, es decir, esa parresía que consiste en decirse uno a sí mismo con toda sinceridad lo que uno es y quiere ser.

El cuidado de sí de las éticas helenísticas (cinismo, estoicismo, epicureísmo, incluso cristianismo en la corriente de un Orígenes o de un Justino el Filósofo) tiene por antecedente, no sólo cronológico sino también lógico, el mandamiento délfico del conócete a ti mismo o reconoce tus límites, es también la aceptación resignada, implícita en la menesterosidad o humildad cristiana.

Para García Morente y de manera análoga para María Zambrano, el peligro está en dejar de ser persona (aun degenerando en “personaje”, como dice Zambrano), o sea, lo peor es conformarse con ser sólo naturaleza y cosa…

“En la soledad culmina la forma de vida que hemos llamado privada, porque en ella desaparece toda naturaleza, todo lo estático, lo mecánico, incluso esa segunda pseudo-naturaleza de lo social y lo colectivo, y nos descubrimos como lo que en último término somos: pura potencia de ser, pura actividad creadora, pura libertad” (cita de Francisco Titos Lomas en su “Morente y la Filosofía de la Cultura”, Rev. Estudios nº 183).

Sin duda, una de la estrategias para conocerse a sí mismo y obrar en consecuencia cuidando y perfeccionando lo mejor de sí es la confesión, entendida esta en un sentido más amplio que el sacramental, hacerse preguntas de modo que se produzca una “auto-revelación emocional” o “re-experimentación de la vivencia”. A este respecto, el autor de Las esporas cita a James Pennebaker, quien recomienda también el procedimiento de la “escritura expresiva”, método que recuerda la “escritura automática” de los surrealistas. Uno escribe de corrido durante veinte minutos, sin importar demasiado ni la ortografía ni la gramática. Pasa lo mismo con la pintura, si uno no se atiene a un plan prefijado, es fácil que acabe por abortar demonios, monstruos como figuras que expresan o simbolizan complejos, traumas de la personalidad, conflictos privados sin revolver. El arte es siempre un consuelo, se trata de un desahogo, que puede llegar a ser magnífico, sublime, incluso magistral y elevarse a expresión clásica.

Vicente Gregorio de la Torre, que se reconoce en el prólogo más como ingeniero industrial que como humanista, ingenia la friolera de 1668 preguntas para facilitar el auto-reconocimiento, siempre y cuando, claro, uno se conteste con sinceridad. Ofrece al final de su libro un espacio libre para ampliar respuestas y un glosario de términos clarificador.

Cree el autor de Las esporas que "El hombre tiene tantas posibilidades de salir del planeta Tierra y colonizar mundos fuera del sistema solar como las que tiene una lombriz de tierra de volar como un halcón". Divide a los hombres en tres grupos: Lobos, corderos y perros pastores, tres tipos sin solución de continuidad porque cada uno de nosotros pertenece más o menos a los tres grupos y puede eventualmente pasar de un grupo al otro. Lo lobos son mala gente; los pastores son los buenos: policías, jueces, educadores y políticos honrados. Los corderos son los refugiados, emigrantes, explotados, maltratados, pobres, desheredados del mundo, que son mayoría, pero no cuentan porque no mandan. ¡Ojo!, porque los corderos son los que con más frecuencia, si pueden, se convierten en lobos. A ese grupo dirige su libro.

Y también piensa Vicente Gregorio que el cuidado del planeta del que procedemos y del que dependemos para una existencia aceptable depende del cuidado de nosotros mismos, es decir, de la formación ética de la ciudadanía. Y a sus setenta y pocos quiere contribuir a ella divulgando sus preguntas, a veces incómodas, como esporas, esos cuerpos microscópicos que se forman, por ejemplo, en los himenios de las setas con fines de dispersión y supervivencia de la especie en condiciones adversas.

El tema de las preguntas que, al no formularse, acarrean males y daños, no es raro en el folklore y en el folktale (cuentos populares). Ofrece una curiosa similitud con una ceremonia de la Pascua judía, cuyo rito no puede iniciarse hasta que el más joven de la familia haya hecho unas ingenuas preguntas. En el Cuento del Grial de Chrétien de Troyes, el protagonista Perceval pierde su oportunidad de liberar a su linaje precisamente por no preguntar y fue –nos aclara el autor- por hallarse en pecado por lo que se le trabó la lengua.

Preparar a las generaciones futuras desde la experiencia de sus mayores no es objetivo baladí. A ello contribuye esta curiosa obra de Las esporas, obra abierta en la que lo importante será completado por el lector que quiera conocerse y cuidarse, recién publicada por la editorial Círculo Rojo en papel ecológico.

Del autor:

https://www.amazon.com/-/e/B00DZLV35M

https://dialnet.unirioja.es/servlet/autor?codigo=1636897

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