Este guión es una hipérbole, pero, en cierta medida es un síndrome que observamos a menudo. ¿Quién no tiene un conocido, que cambia de personalidad según con quién sea su interlocutor? ¿Quién en la barra de un bar, como un frontón, soluciona el mundo dando la razón a su compañero de copas?
He observado personas que al juntarse en un grupo de cierta ideología, para ser aceptados, son capaces de mostrar más pasión que los propios socios fundadores. Estoy segura, que en mayor o menor medida lo hacen sin forzarse, será para ser aceptados. Existen clones de pensamiento ajeno sin raciocinio que repiten frases idénticos, incluso adoptan los mismos ademanes que su espejo. Cierto que no es un fenómeno nuevo, pero ahora me parecen más. Los “zelig” tienen la íntima necesidad de transformarse y recrearse en el otro, son ánforas vacías. Podían decir, aquella la frase que Groucho Marx lanzó en un periódico de Nueva Zelanda en 1873:“Estos son mis principios, pero si no les gustan, tengo otros.” Vestirse de rojo hoy, y mañana de azul, y no lo fingen, lo sienten. Tendremos que volver a la razón, que produce menos monstruos de los que nos creíamos. Desconozco si este síndrome tiene tratamiento.