Estamos en 2020, un 3 de agosto, inicio de vacaciones de verano muy marcadas por el coronavirus y su nieto Juan Carlos I acaba de dejar pequeño el affaire protagonizado por Alfonso XIII.
Es, evidentemente, un golpe a la monarquía española que no tiene parangón desde que fue reinstaurada al frente de la jefatura del Estado hará, dentro de unos meses, 45 años.
¿Está tocada de muerte la institución? Probablemente sí ya que aunque los movimientos del deep state con Juan Carlos I hace tiempo que tienen por objeto, sobre todo, proteger a Felipe VI, es evidente que la dimensión de los sucesivos escándalos de corrupción, su conocimiento de los mismos e incluso su presunta implicación en el reparto del dinero le convierten en una pieza que ya no es imposible de capturar por los partidarios de acabar con la monarquía.
La fragilidad de Felipe VI queda explicitada en un escueto comunicado de su Casa en el que da cuenta de que su padre le ha dirigido una carta en la que nada se dice de su renuncia al título de rey emérito mientras él le muestra su sentido respeto y agradecimiento ante su decisión de exiliarse.
Juan Carlos I destaca que “he sido rey de España durante casi cuarenta años y, durante todos ellos, siempre he querido lo mejor para España y para la Corona”, a lo que su hijo apuntilla la importancia histórica del reinado de su padre “como legado y obra política e institucional de servicio a España y a la democracia”. Ningún comentario sobre el motivo real de su huida.
Toda una tradición en la etapa moderna de relación entre España y los Borbones. En 1854, María Cristina de Borbón, reina consorte de Fernando VII, fue expulsada por ladrona; en 1868, su hija Isabel II se fue al exilio, además de por la ausencia de estabilidad política y su complicada vida amorosa por el robo de unas alhajas de la Corona. Antes marcharon Carlos IV y el ya citado Fernando VII. Y, más recientemente Alfonso XIII, el último Borbón que reinó hasta que llegó Juan Carlos I.
Aunque la caída del rey emérito se ha precipitado en los últimos meses, algun día habrá que analizar a fondo en qué medida la afrenta de Felipe VI a Catalunya al apoyar la violencia policial en los hechos de octubre de 2017 fue la tumba de una institución que hay tiene un suspenso en su valoración y está cada vez más cuestionada.
Fuente: Madrid Confidencial