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LA CODORNIZ Y LA OTRA GENERACIÓN DEL 27, por José Biedma López

LA CODORNIZ Y LA OTRA GENERACIÓN DEL 27, por José Biedma López
lunes 20 de abril de 2020, 11:31h
LA CODORNIZ Y LA OTRA GENERACIÓN DEL 27, por José Biedma López
LA CODORNIZ Y LA OTRA GENERACIÓN DEL 27, por José Biedma López
Los lectores veteranos recordarán “la revista más audaz para el lector más inteligente”, lema de aquella que se llamó de 1941 a 1978 La Codorniz. Antes de ser un pájaro revoltoso y contestatario bajo la dirección de Álvaro de la Iglesia, fue una muestra del más puro humor de vanguardia bajo la dirección de su suegro: Miguel Mihura, inventor del teatro del absurdo español e incluso del europeo, autor de Tres sombreros de copa (1932), obra que se estrenó veinte años después. En el cine, alcanzó reconocimiento con Bienvenido, mister Marshall (junto a Bardem y Berlanga). Nombrado académico en 1976, Mihura no pudo incorporarse a la Academia por su muerte en 1977.
LA CODORNIZ Y LA OTRA GENERACIÓN DEL 27, por José Biedma López
LA CODORNIZ Y LA OTRA GENERACIÓN DEL 27, por José Biedma López

Miguel Mihura y sus colaboradores crearon un estilo “codornicesco” con diálogos de besugos, exageraciones disparatadas, parodias de situaciones comunes, inconveniencias expresadas con rudeza, peregrinas interpretaciones de la realidad cotidiana, tan absurda a veces que no nos damos ni cuenta, y no hace falta una reclusión de meses para eso… Se buscaba una ruptura con la lógica habitual, el dislocamiento de las frases hechas, la distorsión de las convenciones verbales. Se jugaba con los iconos, añadiéndoles a las fotos y grabados tomados de aquí y allá, o en “collage”, guiones sorprendentes. Se trataba de un humor que requería la complicidad activa del lector, su tiempo e inteligencia. Mihura lo describe en un párrafo memorable:

“El humor es verle la trampa a todo, darse cuenta de por dónde cojean las cosas; comprender que todo tiene un revés, que todas las cosas pueden ser de otra manera, sin querer por ello que dejen de ser tal como son, porque esto es pecado y pedantería. El humorismo es lo más limpio de intenciones, el juego más inofensivo, lo mejor para pasar las tardes. Es como un sueño inverosímil que al fin se ve realizado” (Mis memorias).

Mihura sólo estuvo al frente de La Codorniz tres años, durante los cuales mantuvo el talante amable con el que la había creado para proporcionar pura evasión en una España sacrificada y oscura. Junto a Mihura, Tono (Antonio Lara de Gavilán, Jaén 1896-Madrid 1978), Miquelarena, W. Fernández Flórez, Edgar Neville, Jardiel Poncela, Enrique Herreros. La revista populariza el surrealismo y ese naif o infantilismo parangonable con los colores primarios y las simples figuras del segundo Miró. Un humor sin odio, sin hiel, pacífico e inocuo.

La Codorniz de Álvaro de la Iglesia quiso ser otra cosa. Fichó a Mingote, que trabajó en La Codorniz desde 1946, donde popularizó su gótica “Pareja macabra” hasta 1953, que fichó por ABC. Todavía en 1951, consultado Pemán sobre la revista dijo: “Creo que La Codorniz es la cantidad de humor que cabe en España sin meterse con la política”. No obstante, Mihura protestó por los aires satíricos, ya de crítica política, que Álvaro de la Iglesia fue arrimando a la revista. Suegro y yerno polemizaron en público con humor. Mihura le reprochó que el contenido ahora resultara desagradable, pues mostraba “un mundo en descomposición”. Sin embargo, Álvaro de la Iglesia consiguió aumentar de forma extraordinaria el número de lectores. En los años sesenta alcanza tiradas históricas de más de doscientos mil ejemplares. Fue entonces cuando La Codorniz se convirtió en una revista “audaz” frente al régimen, pero también “malhumorada” y obligada a lidiar ingeniosamente con la censura.

Participada por el conde de Godó, se imprimió durante un tiempo en los talleres de La Vanguardia, aun con la redacción en Madrid. Gila la abandona para dedicarse a sus giras. La revista pretenderá mostrar entre líneas, a burlaveras, las miserias y represiones de la España real. Rafael Azcona, que se haría luego famoso como guionista de cine, colaboró con La Codorniz entre 1952 y 1959 con sus ocurrencias del “Repelente niño Vicente”. En octubre de 1956, La Codorniz declara la guerra a Inglaterra (La Pérfida Albión). Luego firman la paz entre otras razones “porque Inglaterra es un país donde el humorismo se comprende perfectamente y donde nadie se enfada por una broma, que para eso nacieron allí Swift, Dickens, Wilde, Shaw, Chesterton y tantos y tantos”…

Chumy Chúmez se convertiría allí en el maestro del humor negro y desgarrado. En 1962, Julio Cebrián se atreve a caricaturizar a don Manuel Fraga Iribarne en pleno desarrollismo económico. Con el “aperturismo” comenzarán a proliferar en sus páginas las señoritas ligeras de ropa, que también ocasionarán a la revista disgustos y multas por inmoralidad. En 1972 La Codorniz entra en decadencia coincidiendo con la enfermedad de su director Fernando Perdiguero y la aparición de Hermano Lobo, asociada al famoso semanario Triunfo y con Summers y Chumy Chumez que se pasarán a ella. No obstante, el talentoso y liberal crítico Alfonso Sánchez, que acabará triunfando en la tele, firmará artículos en sus páginas con el seudónimo de Chistera.

A pesar de todo, el surrealismo goyesco y cruel de Chumy Chumez, las marquesas fondonas de Serafín, las minifalderas de Eduardo, los chistes nítidos de Mena, la sabiduría de Kalícrates, los dibujos en evolución de Máximo y los primitivos de Forges seguirán dando vida a la Decana de la prensa humorística española, cuando nacen otras competidoras como Por favor. Álvaro de la Iglesia dejó la dirección en 1977, y La Codorniz cierra en diciembre de 1978. No sobrevive a la democracia tras haber hecho la travesía del franquismo.

Su último impulso lo dirigió Manuel Summers, también cineasta (Del rosa al amarillo, 1963), mezclando erotismo y sátira política con las terribles figuras con bombín de OPS (El Roto, Manuel Rábago) en el turbulento periodo de la Transición. Cándido (Carlos L. Álvarez Álvarez), que también se pasará luego al Hermano Lobo, dirigió el último vuelo bajo el modelo francés de Le canard enchaîné, con periodismo de opinión y chistes, entre ellos los del genial almeriense Martínmorales y con excelentes columnistas como Felipe Mellizo o Raúl del Pozo. En los últimos números de La Codorniz debutará el rockero Ramoncín como exponente de la “contracultura”.

Otras revistas como El Viernes han querido continuar su tradición, pero me temo que su sal gorda dista mucho del fino humor de aquellos ingenios del humor intemporal: Mihura, López Rubio, Tono, Jardiel Poncela, Enrique Herreros, que, influidos por el toque astracanesco de Ramón Gómez de la Serna y por el ultraísmo y el surrealismo internacionales, conformaron lo que López Rubio (dramaturgo y académico) llamó con acierto “La otra generación del 27”, la de los grandes humoristas, comediantes y cineastas.

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