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ODIO ET AMO por José Biedma López
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ODIO ET AMO por José Biedma López

viernes 20 de diciembre de 2019, 11:55h
Las pasiones no son malas en sí. Durante siglos, estoicos y racionalistas insistieron en que las pasiones ofuscan y esclavizan al alma humana. La a-patía estoica, llevada a la imperturbabilidad de su extremo, nos convierte, de puro serenos y tranquilos, en vegetales; de inconmovibles, en cadáveres. No hay en efecto mejor “apatía” que la de los muertos, ni mayor tranquilidad que la de los cementerios
ODIO ET AMO por José Biedma López

Hegel quiso reducirlo todo a Razón, pero dejó escrito que nada grande se hace en el mundo sin pasión. Y Platón, antes que él, proclamó que los mayores dones le vienen al hombre de la locura divina, del entusiasmo, de la dichosa manía. Es el furor del artista creativo, la beatitud del monje iluminado, el éxtasis del bailarín, el ensimismamiento en su obra de ingenieros y diseñadores, el cuidado por su ganado del pastor, el amor por sus cultivos del agricultor...

Si las pasiones son sólo enfermedades del ánimo o 'morbos' del cuerpo –como afirmó Séneca-, también sirven de imprescidibles motores de la acción, como tónicos de la imaginación, como estímulos de la inteligencia, como energía de toda conducta, incluido el acto de habla y esa acción verbal interiorizada y muda a la que llamamos pensamiento

A las pasiones debemos juzgarlas moralmente en función del objeto, la imagen o la idea que las despierta, el medio que emplean para satisfacerse y el modo en que alcanzan sus efectos. Si potencian la salud, la alegría y la dignidad humana, si asumen el respeto al prójimo y facilitan la comunicación, serán consideradas un don divino. Es el concepto secular de la gracia, de lo que los andaluces llaman “duende”. El procedimiento y los medios son éticamente relevantes. Es falso de todas todas que el fin justifique los medios ¡Maldita sea la pasión patriótica que se satisface a base de bombas, extorsiones, crímenes y terrores! ¿Qué nación levantaremos sobre los despojos de inocentes y el dolor de las víctimas? Hermosa, tal que un don divino, es la noble pasión que se obsesiona con la verdad, nos entusiasma ante la belleza o nos deja estupefactos ante el tremendo y envolvente misterio del cosmos. Un maniático de la justicia, esto es un héroe. Y una buena persona, honrada, suele ser héroe anónimo.

Ni siquiera el odio –triste y dolorosa pasión- es intrínsecamente perverso. Hay seres odiosos, acciones odiosas y obras detestables. Las fobias son tan inevitables como sus contrarias, las filias. “Aracnofobia” es odio pero también miedo a las arañas, porque siempre hay un fondo de temor en el odio. Se odia lo que se teme. Conviene no subestimar la importancia social y política del odio. De todas las pasiones, el odio es, tal vez, con su fondo de temblor cobarde, la pasión que más une. Tanto al menos como el amor, su contrario. Todos los dictadores del mundo lo han sabido e instrumentalizan el odio para llevar el agua a su molino. Por eso señalan y determinan al enemigo, y si no lo hallan lo inventan: inventan al judío, al apestado, al hereje, sustraen o reducen la infinitud de las determinaciones morales de cada persona para deshumanizarla en la jaula del cliché infamante, del estereotipo despreciativo. El odio común al extranjero, al "maqueto", al "sudaca", al "charnego", al "descarriado", al "endemoniado", al que no es como nosotros, al que no piensa como nosotros, al que no habla como nosotros, al que no siente lo que nosotros, nosotros los buenos, los justos, los elegidos…, esa fobia nuestra es explotada por el cacique para dar cohesión a la tribu de sus fieles, de sus electores y adeptos, convertidos en borregos. El resultado es una masa más que una sociedad, agrupada en el confortable y seguro olorcillo del establo, una masa curada de sus fobias por esa sensación de omnipotencia que da el mítin, exaltada, vehemente. Gregarismo prehumano, análogo al del hormiguero. El que no está con el cacique está contra el cacique. Amas u odias, no se consiente el término medio. En el redil se mira mal al tibio, al indiferente, se margina o exilia al que no trabaja por el todo representado por la abeja reina, por el dictador totalitario

Pero hay una sola forma de estar de acuerdo e infinitas formas de disentir. Afortunadamente, todos somos distintos, infinitamente diversos, con una identidad facetada que integra abolengos mezclados, orígenes múltiples y, sin embargo, oh milagro, ansiamos precisamente por ello la amistad. Siempre será mejor y más productiva la concordia que la discordia. ¡Y, ay, cuando los políticos se empeñan en sembrar discordia! Apropiarme la diferencia no odiosa, no moralmente detestable, es el mejor logro de todo proceso de comunicación, libre de violencia y de dominio. Este es el mensaje esencial de la Escuela de Francfurt.

Las pasiones deben ser educadas, sublimadas, enaltecidas, depuradas y, a veces, es cierto, reprimidas, reducidas a a-patía estoica, a serenidad filosófica, a reflexión racional. Si los auténticos maestros no las modelan, si los verdaderos maestros descuidan la educación sentimental, justificando su desidia en el prejuicio de que "nadie elige sus amores", los publicistas, los demagogos, los tunantes, los mercachifles, los salvapatrias, lo harán por ellos, maleducarán a los jóvenes, sustituirán la educación por el adoctrinamiento y el juicio crítico por la adhesión ciega. Enseñarán a nuestros hijos a ser ansiosos, estresados, crueles, interesados, superficiales, extravagantes, envidiosos y, en fin, detestables odiadores, hunters, como se dice ahora en pérfido albionés...

¡Piedad para esos desventurados afortunados, los buenos maestros, cuyo destino es conducir los espíritus hacia el Espíritu!

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