- ¿Y qué es melancolía? Me pregunta Rosarillo.
- Como un recuerdo que es dulce como caramelo pero que deja triste sabor de boca.
- Entonces…, dulce tristeza y nostalgia de caramelo.
- ¿Nostalgia? - La estimulo a responder y a preguntar. El ábrego fresco de la tarde nos inspira y el bienestar franco y curioso de la nena contagia esperanza y alegría.
- Como querer volver a donde uno lo pasó guay. –dice muy seria
¡Chica lista, Rosario!
- ¿Y tú, que sabes lo que es, ya sientes nostalgia, Rosarillo?
- Un poco, tito, de la feria del año pasado, de la abuela Marcia que está en el Cielo. Ella nos llevaba todos los años a la feria y nos montaba un día en los carruseles pagándolo con su dinero. ¡A todos los hermanos y primos!
Se hace un silencio, nos miramos, y las miramos. Las golondrinas se reclaman unas a otras con agudos gorgeos sobre los cables de la luz. Preparan la logística para el gran viaje.
- ¿Te he dicho que es más de sabios preguntar que responder?...
Pero Rosarillo ya está pensando en la feria. Aún tiene más derecho a lo lúdico que a lo lúcido. Ya irá aprendiendo que si no se puede ser feliz por propia voluntad, tampoco se puede ser feliz contra la misma; que sólo es feliz quien puede y no quien quiere, y que somos felices por casualidad.
La miré con una ternura desconsolada. Rosario quería mostrarme algo en su mano; pegado al sudor de su palma yacía deshecho el filamentoso vilano. Parecía una de esas arañas de larguísimas patas y cuerpos entecos que cuelgan de sus trampas en los recónditos rincones de las casas de campo.
(Ilustraciones: Dibujo de José Rodríguez Expósito, del libro de Los Cien Lapos, pg. 96, 1995, fotografía del autor)