nuevodiario.es
A VUELTAS ENTRE LA OBJETIVIDAD Y LA SUBJETIVIDAD, por Martín Momblant, Antropólogo Social y Cultural

A VUELTAS ENTRE LA OBJETIVIDAD Y LA SUBJETIVIDAD, por Martín Momblant, Antropólogo Social y Cultural

martes 16 de abril de 2024, 08:12h

Hará unos pocos días, y en referencia al último texto publicado sobre la iglesia y la religión, un colega antropólogo me indicaba que era muy subjetivo, el artículo, a lo que le respondía que evidentemente era así porque soy un sujeto; es decir, una persona. Posteriormente, se publicó una noticia, en el periódico El Mundo, que indicaba que la Junta Electoral Provincial de Barcelona condenaba al Govern de Catalunya por “quiebra de los principios de objetividad…”. Ante esta dicotomía objetividad/subjetividad, que lleva décadas dando vueltas a las distintas disciplinas académicas, intentaré dar una explicación.

Objetividad tiene como raíz al objeto y subjetividad al sujeto. Evidentemente. Siguiendo con este discurso podríamos decir que la objetividad se relaciona con los objetos y sus características: composición, color, tamaño, densidad, velocidad, dirección, energía, etc., mientras la subjetividad es un atributo de los sujetos, en relación a los objetos estudiados. El objeto siempre está en el exterior del sujeto puesto que etimológicamente significa que se expone a la vista y está expuesto a la experimentación del sujeto.

La biología o la física, como disciplinas académicas de las ciencias naturales, estudian fenómenos y objetos propios de la naturaleza y, por lo tanto, exteriores al sujeto. Gran parte de su comprensión y análisis pasa, frecuentemente, por la conexión con las matemáticas, pero las matemáticas, la ciencia más “exacta”, ¿es una ciencia objetiva? Me atrevería a dudarlo ya que es una construcción del pensamiento humano. Se levanta como objeto de estudio desde el interior mental del sujeto, siendo la elaboración más abstracta de nuestra mente y, además, no se deriva de ninguna experiencia.

Las leyes que rigen la biología o la física no se derivan del pensamiento humano. Es preciso observar, describir y experimentar los objetos o fenómenos que pretendemos estudiar. Así pues, esta confusión, objetivo/subjetivo, se establece porque tanto la biología como la física necesitan del apoyo matemático para describir sus leyes. Y las matemáticas avanzan con el desarrollo del pensamiento abstracto de las personas; es decir, con el tiempo más nuestra evolución mental, si se me permite utilizar la palabra evolución. De ahí que hoy podamos decir que algo es objetivo, puesto que ha sido validado por experimentos empíricos, y dentro de 20 años cambiemos de criterio puesto que se ha desarrollado la lógica de las matemáticas, el experimento es mucho más preciso, y volvamos a reiterar que ahora sí que es objetivo el análisis. A. Einstein ya decía que la imaginación era la manera de investigar más efectiva y Carl Friedrich Gauss hizo avanzar las matemáticas, de su época, consiguiendo dar una explicación al concepto de número complejo y evolucionar su aplicación. Los números, una absoluta abstracción de nuestra mente y una subjetivación en base 10. Imaginación, evolución o números, conceptos nada objetivos.

Pasemos ahora a las ciencias sociales. Bruno Latour, filósofo, antropólogo y sociólogo francés, nos explicaba las dos formas completamente diferentes de analizar el mundo. En la actualidad se distinguen por la característica de los objetos: fenómenos naturales unos y sociales los otros. Unos son indiscutibles y los otros son tratados como valores opinables. En las disciplinas sociales hay que tener una visión amplia, holista, e integradora del fenómeno planteado, pues el elemento observado y descrito representa a la objetividad y el análisis a la subjetividad. Y en el campo de la subjetividad, ya se sabe, todo es opinable. Las ciencias sociales se asientan sobre la distinción categórica entre la objetividad de las intenciones del sujeto y el mundo objetivo de los datos sobre los que operamos y que a su vez pueden verse afectados.

El catedrático en antropología Ángel Diaz de Rada en unas llamadas “píldoras” culturales sobre la objetividad y la subjetividad, explica que lo que decimos o lo que escribimos no expresa una verdad objetiva, pues hemos de tener en cuenta quienes somos y nuestro contexto cultural. Asimismo, con los datos y fenómenos sociales con los que trabajamos pasa lo mismo, pretendemos separarlos de nosotros y objetivarlos, para así evitar nuestra contaminación cultural hacia ellos. Nada más lejos de la verdad que la de camuflar ese registro, ese dato o fenómeno social, para tratarlo como una información objetiva y no serlo en realidad.

Realmente la diferencia de investigación, en los campos de las disciplinas naturales o sociales, se sitúa en sus procesos, en los lugares y en las prácticas de indagación. En cuanto a lo común, el investigador, aplicado a las ciencias naturales, puede conformarse con un resultado parcial, puesto que el avance en la mejora de sus instrumentos de evaluación hará que otros investigadores, en un futuro cercano, amplíen el conocimiento objetivo del componente analizado. El científico social hace exactamente lo mismo. Aporta un conocimiento incompleto al pensamiento humano, para que otros, progresivamente, aporten más discernimiento a la comprensión del mundo. En ambos casos parafraseo a I. Newton cuando dice “si he visto más, es poniéndome sobre los hombros de Gigantes”. Hay que superar la dualidad objeto/sujeto, puesto que la realidad nos muestra que este hecho solo está en nuestra forma de pensar. En nuestra mente.

Como indica el detective Bevilacqua (personaje de novela), policía judicial, picoleto y en tiempos perdidos filósofo, citando a Michel Houellebecq, la obstinación es la única cualidad humana que más tiene que ver con la noción de verdad.

¿Te ha parecido interesante esta noticia?    Si (0)    No(0)

+
0 comentarios