Hay que desterrar el concepto de gratuidad de la escuela pública
Como el individuo no puede existir sin la comunidad, todo problema educativo tiene íntimos nexos con la sociedad. La educación y la enseñanza, lo mismo que la alimentación y los cuidados sanitarios, son bienes que recibe el niño/a que no provienen y no deben provenir de la caridad, sino de un derecho a la vida. No nacen de la beneficencia sino de obligaciones sociales ineludibles. De ahí que haya que desterrar el concepto de gratis que se atribuye a la escuela pública. Lo gratis o de balde hace relación de dádiva y, por ese motivo, de escaso valor y aprecio, cuando, no nos engañemos, la educación y la enseñanza son bienes muy costosos, pero también tan necesarios como la salud y la alimentación. Esto que parece una tontería tiene sus consecuencias. El hecho que los centros escolares privados sean más atractivos se debe, en parte, a ese razonamiento de que como se paga por ese servicio por fuerza ha de ser de mayor calidad. Muchas familias, sin ir muy sobradas, pero por este prurito de que lo gratuito es sinónimo de poca calidad, prefieren pagar colegio privado antes que enviar a sus hijos/as a las escuelas públicas, aunque éstas tengan mejores instalaciones.
La gran beneficiada de la educación y preparación de las nuevas generaciones es la misma sociedad
Hay que desechar de la escuela pública, repetimos, el concepto de gratuita, no solo por las consideraciones peyorativas que tiene, sino porque es una falacia hablar de limosna cuando es la propia comunidad la que tiene la necesidad de preparar a las nuevas generaciones por su propia supervivencia. Aunque la educación y enseñanza favorezcan al individuo que las recibe, es la comunidad de la que forma parte la gran beneficiaria, por lo que es a los Poderes que gestionan la sociedad a quienes les corresponden hacerse cargo de la organización escolar.
Repetimos, la única beneficiaria de la educación y preparación de las nuevas generaciones es la propia sociedad. No son los padres los que se lucran de las profesiones del sus hijos/as. El que haya buenos médicos, buenos ingenieros, buenos comerciantes, buenos industriales… buenos ciudadanos, quien sale ganando es la sociedad misma al aprovecharse de sus trabajos y de sus iniciativas y, además, los necesita para ser moderna y desarrollada. De la misma manera que es una rémora el que haya sectores de la comunidad con mala o nula preparación. Por tanto, a quien le compete establecer y financiar el sistema educativo es al organismo encargado de administrar y gobernar a la sociedad, el Estado, los Poderes públicos. No les corresponde ni a los padres, ni a las madres, ni a ninguna entidad privada estructurar y regir el sistema educativo, aunque, como es natural, les preocupe su buen funcionamiento.
La educación es un servicio público básico
Repetimos, la educación es un servicio público básico, forma parte de la ”cosa pública”, es decir competencia de las Administraciones públicas, ya que estas tienen por objeto primordial la organización del país para marchar por el camino del progreso en todos los órdenes. Los bienes privados son susceptibles de apropiación, por lo que concitan rivalidad o competencia, mientras que los bienes públicos son aquéllos que nadie se los puede apropiar, porque están disponibles para todos, como, por ejemplo, el faro del puerto, que cada barco se beneficia de su luz, pero no hay ninguno que la acapare. Pues bien, la educación y enseñanza son bienes públicos que, como la luz del faro, deben beneficiar a todos, pero que no tiene que haber nadie que los monopolice en su exclusivo beneficio. De ningún modo las Administraciones públicas deben delegar su responsabilidad de gestionar la organización escolar en manos privadas, las cuales persiguen, por fuerza, el beneficio económico propio o el proselitismo, o las dos cosas a la vez. Tampoco el sistema educativo puede ser estrictamente asimilable a las empresas de mercado, por cuanto su finalidad es de utilidad social y no de ganancias para sus componentes.
Las familias que son las que más empeño ponen para que sus hijos/as se eduquen, no son las más favorecidas del desarrollo de su educación, ya que generalmente los padres viven de sus jubilaciones y pensiones. Ningún padre le da a su hijos/a una carrera de médico, ingeniero, policía, jurista, investigador… pensando en su exclusivo beneficio. Cuando hay quejas de que la educación es una palanca de promoción social se pone al descubierto el pensamiento de aquellos mediocres que creen que habrá más competencia. No cabe duda que recibir una buena educación es sinónimo de promoción social, pero quien más gana es la propia sociedad con los beneficios de su trabajo, que de no haber sido así no se hubieran producido esos beneficios.
De la misma manera que ningún Estado, ni el más neoliberal, deja Defensa en manos de la iniciativa privada, la Sanidad y la Educación también han de estar gestionadas por los Poderes públicos, porque si aquella defiende la integridad de la sociedad, la Sanidad se preocupa por tener a los ciudadanos sanos y útiles para que sean más rentables y la Educación por desarrollar lo más posible las capacidades de las nuevas generaciones. No es ningún pensamiento totalitario el afirmar que las Administraciones públicas se deban responsabilizar de la Sanidad y de la Educación, de la misma manera de cuando los Reyes Católicos se hicieron cargo de las mesnadas de los señores feudales para la conquista de Granada. Surgió, de esta manera, uno de los pilares de lo que entendemos por Estado. Hasta entonces cada señor feudal tenía sus propias mesnadas que las utilizaba para su medro personal. No fue sencillo para Isabel y Fernando unificar y hacerse cargo de las fuerzas armadas, pero la conquista del reino de Granada rubricó este hecho. A partir de entonces las fuerzas armadas estuvieron al servicio de los reinos que unificaron los Reyes Católicos y se utilizaron para grandes gestas, en vez de las luchas partidistas y particulares de los señores feudales. Aunque esos aristócratas continuaron al frente de sus huestes, pero al servicio de los reyes. Este fue el peaje, que el mando de las fuerzas armadas recayó en los aristócratas, solo por ser de esa clase social y no por méritos personales. No nos debe extrañar que Juan Sebastián del Cano, que el mismo Emperador exaltó su hazaña de ser el primero en dar la vuelta al mundo, no le diera el mando de la segunda expedición a las islas Molucas, ni el título de gobernador de esas islas, por no ser de la clase aristocrática. Sin embargo, el hecho de que los Reyes Católicos dieran los títulos de Almirante, de Virrey y de Gobernador de las tierras que descubriera a Cristóbal Colom nos hace pensar que no era un vulgar marinero genovés.
Hablamos de Estado de Bienestar cuando el mismo Estado se hace cargo de esos servicios, Defensa, Sanidad, Educación y otras mejoras para la ciudadanía, las pensiones… Cuando se dice que está en crisis el Estado de bienestar, lo que está en crisis es el mismo Estado. Es volver a la ley de la selva, que cada cual se salve como pueda, como en la Edad Media que cada señor feudal solo miraba por sus intereses y hacía la guerra por su cuenta sin importarle el interés general.
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