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'La acción tutorial', por Pedro Cuesta Escudero autor de Po una escuela púlica de calidad. Bases para una educación íntegra

"La acción tutorial", por Pedro Cuesta Escudero autor de Po una escuela púlica de calidad. Bases para una educación íntegra

sábado 25 de noviembre de 2023, 08:16h
'La acción tutorial', por Pedro Cuesta Escudero autor de Po una escuela púlica de calidad. Bases para una educación íntegra

El régimen tutorial, o sea, que todos los alumnos/as de la ESO como los de la Educación Primaria han de tener un educador/a que, a través de una positiva y firme acción, les oriente sobre lo que se pide de ellos y vele por su adaptación progresiva a los nuevos estudios, es uno de los pilares de la LOGSE y también uno de los puntos por donde naufraga. Fracasa porque la función del tutor/a supone un trabajo ímprobo, comprometido y difícil que pocos valoran, empezando por las mismas autoridades educativas que no les reconocen ningún incentivo económico, ni ninguna reducción del horario lectivo. Además, si el tutor quiere hacer bien su trabajo ha de concordar con el horario laboral de los padres y las madres. Como no se suele realizar como es debido este trabajo, no es frecuente obtener los beneficios que se deberían esperar de este cargo bien aplicado. Con una tutoría bien llevada desaparecería el acoso escolar, que se da este abuso primordialmente en primaria y en secundaria, donde se establecen las tutorías.

La trascendencia de la tutoría

El tutor o la tutora deben tener una reconocida ascendencia y un profundo conocimiento de sus tutorados/as, que se alcanza a través de un serio seguimiento de ellos, una estrecha relación con sus padres y una eficaz colaboración con los demás profesores/as que cooperan en su educación y enseñanza. Y es que todo educador y todo docente, como todo trabajador, debe conocer lo mejor posible el material con el que se trabaja para que su faena sea la más eficiente posible. Y ese conocimiento no se consigue en los libros, porque no existe el alumno o la alumna en abstracto. Como tampoco hay enfermedades, sino enfermos. Aunque hay rasgos generales y comunes, no es suficiente, ya que desde el punto de vista físico y psíquico no hay dos jóvenes iguales. Se ha de estudiar cada niño/a o cada joven y sus circunstancias para aplicarles una educación diferenciada, la que le cuadre mejor a su idiosincrasia. Si se pretende que la educación sea lo más racional y eficaz posible debe adaptarse a las condiciones de cada uno de los educandos. Y este trabajo de conocer concretamente a cada uno de sus alumnos y alumnas lo ha de hacer el tutor/a. El tutor/a debe descubrir las aptitudes de cada uno de sus tutorados. “Estudiar las aptitudes de los niños – dice Binet- es abordar uno de los problemas que más interesa a todos a causa de su alcance práctico, no solamente para la enseñanza de las escuelas, sino también para el porvenir del niño”.

Como decimos la actividad tutorial se debe orientar, pues, en cuatro direcciones, con cada uno de sus alumnos/as de su clase, con los padres y madres de esos alumnos/as, con el grupo clase y con los profesores que trabajan con los alumnos/as de su clase, o sea con el equipo educativo del que el tutor/a es coordinador/a.

Objetivos de la tutoría

Uno de los objetivos fundamentales de la tutoría es recoger información de cada uno de sus alumnos/as y trasmitirla tanto al equipo educativo como al padre y la madre. El tutor/a ha de conocer y atender los problemas y situaciones especiales de sus educandos en estrecha colaboración con sus padres y madres. Ha de potenciar la autoestima de sus discípulos/as y ayudarles en su proceso de maduración personal. El tutor/a debe trabajar la formación psicológica de sus alumnos/as fundada principalmente en datos experimentales, sin la cual toda labor educativa y toda concepción pedagógica carecerían de base científica. El tutor/a debe trabajar la memoria, tanto la visual como la auditiva, la motora, la de nombres y fisonomías, la rítmica, la numérica, los demás sentidos, también la imaginación, la atención, la responsabilidad, la voluntad, los principios morales y éticos, la tolerancia y el respeto a los demás y a la diferencia, vivir en democracia, la cooperación, la amistad, etc., es decir, todas aquellas facetas educativas que necesitan un tratamiento intencionado para su desarrollo. Todo esto hace que el tutor/a de secundaria, además de las clases que tenga que darles por sus materias específicas, necesita, como mínimo, tres horas semanales para la tutoría.

Es primordial que el tutor/a y los padres mantengan la relación más fluida posible. El objetivo es que los padres sepan el comportamiento de sus hijos en el colegio y lo que hace en clase y el tutor/a su conducta en casa. Hay que evitar la dualidad de efectos educativos entre la escuela y la familia. La disparidad de criterio, aún en las cuestiones más insignificantes referentes a la dirección del educando, rompe la unidad de conducta que el alumno/a debe seguir. Para que la relación entre tutores/as y familia sea real y efectiva se ha de tener en cuenta la jornada laboral de los padres. No se puede establecer las horas de visita a las 10 horas de la mañana, que para una emergencia tendría explicación, pero no para una colaboración serena y firme. La reunión con el tutor/a debe tener lugar cuando los padres puedan hacerlo, lo que supone una visión diferente de los horarios y de las remuneraciones de los tutores/as. Para lograr una buena marcha de los estudios es muy importante que los padres y las madres la sigan a través del tutor/a. El seguimiento de los aprendizajes del hijo/a y la comunicación con él sobre ello es una responsabilidad importante de los padres. Los hijos/as lo valoran, sobre todo, el sentir que sus padres se implican en sus aprendizajes, ya que es muy valioso para ellos que estén por sus cosas. La misión de los padres no es resolver las dudas técnicas o científicas de los estudios de sus hijos/as, ni simplemente castigarlos y premiarlos por las notas, sino ayudarles en el proceso de aprendizaje a través de la motivación. Es fundamental la labor de los padres sobre la motivación en los estudios de sus hijos/as. Y en proporcionarles los medios y el sosiego adecuados para que puedan estudiar. Los padres también tienen una responsabilidad en incentivarles a la lectura.

Resolución de los problemas educativos

Los problemas educativos deben resolverse en cooperación entre la escuela y la sociedad, entre los profesores/as y las familias de los alumnos/as. Y aquí juega un papel crucial la figura del tutor/a. Con la ayuda del educador/a de barrio y otras entidades el tutor/a debe conocer los rasgos del barrio donde viven sus alumnos/as, sus necesidades, sus demandas básicas, sus recursos. Debe conocer la formación que tienen los padres de sus discípulos y detectar ideas previas, creencias, actitudes y normas relacionadas con patronos educativos autoritarios. La Administración local a través de la escuela debe actuar en aquellas familias donde la violencia está entronizada como hábito de relación y patrón de conducta. Cuando en los ambientes familiares hay chantaje afectivo, agresión verbal, física o sexual a los hijos/as y/o a la madre la educación se resiente sobremanera, manifestándose en el alumno/a baja autoestima, desarrollo psicológico irregular, conflictividad relacional, ambivalencia normativa, bajo rendimiento, que conduce al fracaso escolar y a una futura inadaptación marginación social. En estos casos el centro escolar con la ayuda de la Administración no solo debe combatir cualquier maltrato a los niños, cualquier ambiente de violencia, sino que también ha de promover pautas de comportamiento que eviten los roles autoritarios de muchos padres y esos maltratos.

O sea que la influencia y autoridad del tutor/a no solo se debe circunscribir al ámbito escolar y durante el horario escolar, sino que su actuación debe abarcar todo los episodios de la vida de los tutorados. Es decir, porque, por ejemplo, el alumno/a no haya consumido droga dentro del recinto escolar, no por ello el tutor/a ha de quedarse impasible e impotente. Su responsabilidad le debe obligar a actuar contra todo aquello que pueda perjudicar a sus alumnos/as y, también, ante conductas irregulares.

Los tutores/as deben reunir su equipo educativo como mínimo una vez al trimestre, para recabar e intercambiar información sobre el proceso educativo y docente de los alumnos y alumnas a fin de establecer las recuperaciones pertinentes y poner al corriente de la marcha de las demás materias a los padres y madres. Nos evitamos los boletines de notas y las famosas calificaciones de 0 a 10.

La tutoría deben llevarla a cabo educadores/as y con una “ratio” máxima de 25 alumnos/as, computándose como dos cada alumno o alumna difícil, con claros síntomas de inadaptación y de familias problemáticas o que no colaboran adecuadamente, los cuales no deben sobrepasar de tres por clase. La acción educativa en los centros escolares de barrios con contextos sociales adversos, donde predomina la delincuencia y la marginación y en Instituciones especialmente diseñadas para adolescentes que ya han delinquido y no pueden convivir en centros escolares normales, ha de estar en manos de educadores y educadoras especialmente preparados para desarrollar esos cometidos difíciles y excepcionales.

Creemos que los alumnos/as de la Enseñanza General Superior- EGS- (el actual bachillerato) y de Formación Profesional, que requieren más enseñanza que educación y han debido alcanzar la debida maduración, ya no precisarían de un tutor/a propiamente dicho, sino que con las orientaciones de los Coordinadores/as de EGS y de Formación Profesional sobre la marcha de sus respectivos estudios, ya es suficiente. Pero como aún no han alcanzado la mayoría de edad que establece nuestras legislación y penalmente aún no son responsables del todo de sus actos, el centro escolar sigue tutelando la conducta de ese alumnado, pero a través de la Comisión de Convivencia.

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