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CASINOS AÉREOS & CIUDADES NEBULOSAS, por José Biedma López
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CASINOS AÉREOS & CIUDADES NEBULOSAS, por José Biedma López

jueves 19 de octubre de 2023, 09:25h
CASINOS AÉREOS & CIUDADES NEBULOSAS, por José Biedma López

Los cachorros de los gatos juegan, pero nosotros jugamos o podemos jugar durante toda la vida. El filósofo Javier Echeverría piensa que los juegos son la base de la ética a la vez que tienen un componente rebelde. En efecto, concertamos reglas para jugar y las asumimos jugando. Este es el “ethos” colectivo, el vínculo premoral. Respetamos el lazo provisional de interacción si jugamos limpio. No hay juego sin reglas, lo mismo que no puede haber democracia sin el imperio de la ley.

Esas reglas son libres hasta cierto punto, efectivos compromisos de un pacto entre iguales. Los niños aprenden ética jugando (que se eduquen jugando, decía Platón), no leyendo tratados filosóficos. Los juegos les enseñan a respetar el turno de los demás. El rebelde hace trampas con las que ofende al resto de jugadores. Con eso rompe la baraja cívica.

La tertulia, la charla, el debate, el post, el blog, son juegos de lenguaje e iconos que conforman relatos, ocurrencias, ideas, creencias, sentimientos… Ortega defendía por eso “la estricta seriedad del juego”. Para el jubilado que se escaquea de los rigores de los juegos de producción y consumo (si exceptuamos el de fármacos y servicios sanitarios), la mesa de dominó o del tute pueden ser también ya lo más grave y principal cuando el peligroso juego erótico empieza a resultar indiferente.

El fútbol y la tauromaquia son también juegos con sus reglas, crónicas, rumores, pompa y liturgias. Javier Echeverría se interesa por ambos porque son un tesoro de metáforas, a parte de sus enormes consecuencias económicas, sociales, ecológicas… La semiología lúdica resulta extraordinariamente creativa. Incluso es posible concebir la representación de las identidades como un juego (play). La identificación con firma y rúbrica que uno echa en el talón bancario o en el testamento es juego serio y comprometidísimo. Grandes escritores como Kierkegaard, Pessoa o Machado han jugado con varias firmas (heterónimos) como quien se diversifica en posibles identidades seudónimas y acepta distintas sensibilidades.

Pues bien, actualmente el campo de juego se ha ampliado fundamentalmente, ya no sólo figuramos el juego de la vida como entes orgánicos que beben, comen, aman… (primer entorno) y como ciudadanos responsables que circulan, trabajan, contratan, votan… (segundo entorno), sino que también estamos convirtiéndonos en tecno-personas, pues los ingenios virtuales y artefactos telemáticos nos añaden una dimensión tecno (tercer entorno). La demografía de este tercer entorno ha crecido exponencialmente. En este ámbito online uno puede fundar un buzón, encerrarse en una celda, escribir un diario biográfico, abrir un álbum de fotos, una tienda o un monasterio, e incluso instaurar una orden secular o religiosa que agrupe colectividades y grupos de interés. Es el caso por ejemplo de la ciencia ciudadana que ha estimulado la plataforma virtual Fotografía y Biodiversidad, integrándose ahora con Orservation.org para amantes de la contemplación naturalista que quieran compartir sus fotos y observaciones de plantas y animales.

Como tecno-personas somos sistemas de datos procesados por robots en las nubes y a disposición de la Inteligencia Artificial. En este tercer entorno digitalizado, los robots son también tecno-personas que ordenan y redirigen los datos que generamos en las redes. Para Javier Echeverría, la existencia de tecno-sujetos autónomos es muy problemática, pues dependen unos de otros.

Actualmente, el campo de juego ya no es únicamente un territorio ni un Estado, sino que se ha hecho global y fluido (Bauman), aéreo, nebuloso, incluso podríamos decir que gaseoso o espumoso (Sloterdijk). Es Telépolis, una ciudad en el aire que funciona a través de antenas de comunicaciones y satélites orbitales mediante flujos civiles, económicos, culturales, icónicos y sobre todo publicitarios, flujos que operan invisibles salvo por su efecto en los monitores de los usuarios. Aldea global en el que lo privado puede hacerse público, como burbuja que se expande ubicuamente o estalla víricamente en geometrías fractales. El cosmos entra en los monitores de casa, un habitáculo cada vez más transparente.

Con los celulares o teléfonos móviles inteligentes surge lo que Echeverría llama tecnonomadismo digital. La casa en el bolsillo; el mundo también. Como caracoles digitales nos movemos mirando continuamente a la pantalla para ver qué se juega fuera o para jugar nosotros. Mantener la intimidad se vuelve problema. Pero Tecnópolis tiene también sus zonas obscuras, sus catacumbas, sus pliegues barrocos. Por suerte –o para complicar las cosas- ninguna persona es del todo transparente, ni siquiera para sí misma y puede adoptar distintos avatares.

Según Javier Echeverría (v. “La ciudad construida en el aire”, en Ciudad adentro en la galaxia rural, Centrocentro, 2023), al principio fue la utopía de una Internet sin gobierno ni mandamases, sin embargo a principios del siglo XXI Internet fue conquistada por una nueva aristocracia: “los señores del aire”, que controlan y se disputan el Tercer entorno, es decir, las redes trelemáticas civiles, policiales, financieras, militares, por las que circula también el dinero y su forma más etérea: el crédito y sus riesgos. Las grandes y maravillosas grandes empresas globales, Google, Facebook…, surgieron hacia 2004 y conquistaron Internet, la red mundial de redes. Son excelentes medios de comunicación y ofrecen estupendos servicios de información y almacenaje de información, pero también son formidables aparatos de dominación de sus clientelas súbditas. Umberto Eco hablaba de neofeudalismo, Echeverría de tecnofeudalismo. Esos castillos en el aire nada tienen que ver ya con la utopía de una Telépolis como república de iguales.

Nuestra dependencia respecto al Tercer Entorno crece sin parar. “¡Qué desastre si se cayera Google!” –le oí el otro día a mi hija profesora. Cada vez son más los trámites administrativos que debemos cursar a través de máquinas y bots, trámites necesarios que sólo puedes despachar si cuentas con wifi e Internet, de los que depende el suministro de energía, el pago o el cobro de facturas, la realización de transferencias. Si la red “se cae”, no se puede evaluar en la escuela, los trenes no funcionan, los aviones no vuelan y el mundo se para. Contratamos con feudos nebulosos. Y con la proliferación de redes y servidores, aplicaciones y usuarios, crecen las tecnodependencias y las tecnopatologías. La misma sobreabundancia de información ha generado una infodemia, un exceso, borrachera o ruido informacional, con su secuela de noticias falsas y rumores malintencionados, piratas, hackers, estafadores, acosadores y odiadores, spam, proliferación de tecnovirus, troyanos, etc. Al problema de la contaminación del Tercer Entorno hay que sumar el de su sostenibilidad.

Por supuesto, donde hay poder este provoca resistencia. Lo Señores del aire luchan ferozmente entre sí por apropiarse y controlar publicaciones, anunciantes, espectadores y audiencias. Nos sometemos actualizando nuestros dispositivos a diario. Y puede que lo decisivo ya no sea lo público, sino la Internacional Publicitaria. Los señores del aire están sometiendo también informacionalmente a periódicos tradicionales, a cadenas de radio y de televisión.

Javier Echeverría, reconocido tecnófilo y filósofo de la tecnología, apuesta por la innovación social de los particulares como forma de resistencia de abajo arriba (botton-up), a la vez que reconoce que la Ética brilla por su ausencia en el Tercer entorno. Es cierto, en la sociedad de redes posindustrial la fuerza no está en los trabajadores, sino en los usuarios con claves de acceso. Y estos también pueden ser una fuerza social transformadora e innovadora en Telépolis. Lo usuarios pueden cambiar de feudo, renunciar a una red para pasarse a otra similar o elegir un navegador como Ecosia, tolerado por Google y que dedica el 80% de sus beneficios a la reforestación planetaria. La comunicación horizontal veraz y un uso consciente y responsable de la telemática puede ser también una forma de activismo que exija comportamientos constructivos a los Señores del Aire.

Del autor:

https://www.amazon.com/-/e/B00DZLV35M
https://dialnet.unirioja.es/servlet/autor?codigo=1636897
https://aafi.es/NOCTUA/noctua00.htm

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