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'Un día de clase en 1940', por Pedro Cuesta Escudero
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"Un día de clase en 1940", por Pedro Cuesta Escudero

lunes 25 de septiembre de 2023, 09:23h
'Un día de clase en 1940', por Pedro Cuesta Escudero

Exposición dialogada. Reproducido del libro La Comisión Depuradora. Represión en la escuela

- Quieren hundir la escuela pública.

- La política educativa del Nuevo Régimen, en su afán de deshacer todo lo que se hizo durante la República, pretende diferenciar lo más posible la doble red de enseñanza: una escuela pública escasamente dotada y desprestigiada para las clases populares y una escuela privada, regida por la Iglesia, para los vencedores y élites sociales.

- Por eso han quitado a los maestros de valía de la escuela pública y han colocado a elementos como D. Arnelio, que no se puede dar una idea de como es.

- Ándate con ojo con ese D. Arnelio, que es un “failangista”. ¿Sabes que es primo de la inspectora de zona?

- ¿Qué quiere decir con eso de failangista?

- Son los peores y hay que tener mucho cuidado con ellos. Son gente que fue de la FAI cuando el primer bienio de la República, y con su intransigencia boicotearon todas las reformas que pretendió llevar cabo el gobierno de Azaña, haciéndole el caldo gordo a las derechas. Nunca en nuestra Historia se había hecho tanto para modernizar el país. Pero consiguieron desprestigiar al Gobierno y las derechas se hicieron con el Poder para llevar a cabo toda una labor de contrarreforma. Y España quedó dramáticamente enfrentada entre derechas e izquierdas, que ha conducido a lo que ha conducido. Y muchos activistas de la FAI se han cambiado de chaqueta y se han alistado en la Falange, el grupo fascista y de extrema derecha que se originó para aplastar violentamente a todos los demócratas. Y ahora son los que mandan.

- Don Arnelio desprecia cualquier actitud pacifista y demócrata, Sus demonios son la democracia, el liberalismo, la masonería, el socialismo y el comunismo. Fanfarronea que en la escuela el caudillo es él y que hay que obedecerle ciegamente y sin rechistar. Se hace obedecer con violencia y humillantes castigos.

- Cumple a la perfección el papel que le han encomendado. La educación para los que mandan no tiene más finalidad que la de crear hábitos de sumisión, de obediencia y de conformidad para que se perpetúe el orden que ellos han instituido. Se trata de adoctrinar al alumno. La enseñanza no la fundamentan en la razón, por lo que el método más apropiado es la repetición de los conceptos hasta su memorización, sin necesidad de una explicación previa.

- Es verdad, cuando alguien le pregunta el porqué de algo, siempre responde “porque lo digo yo”. Viene a la escuela con la pistola, que la deja en el cajón de la mesa. A veces me da miedo.

- Ya te he dicho que tengas cuidado con él. Síguele la corriente y… ¿ingresas en septiembre en la Escuela Normal? Ya te quedan pocos días porque las vacaciones del verano están al caer.

- Echo de menos sus clases, porque D. Arnelio no se ha dignado nunca a explicarme nada. Me explota y encima me amenaza con no extender el certificado de haber hecho prácticas en la escuela. Dice que si no me apunto en el Frente de Juventudes, no me lo dará.

- Me parece haber visto a Jesusete vestido de falangista.

- Si, lo han engatusado, le han comprado el uniforme, lo llevan de excursión. Yo no me vendo.

- Yo no sé qué aconsejarte. Ellos ahora tienen la sartén por el mango. Pero te digo una cosa, esta situación no puede durar mucho tiempo. Se ha de imponer la racionalidad, la honestidad. Piensa que Hitler y Mussolini le dieron el triunfo a Franco. De momento los alemanes llevan la delantera en la guerra, pero perderán. Y una vez que Hitler y Mussolini caigan, Franco no dura ni un minuto en el poder.

- D. Arnelio nos acaba de decir que, precisamente hoy, las tropas alemanas han empezado a invadir Rusia y que avanzan imparablemente.

- Sí, hoy he leído esa noticia de que Alemania ha entrado en guerra con Rusia. Pero el poder de la URSS es una incógnita. En todo caso Rusia es inmensa. Que avancen y se internen por aquellas interminables estepas, que vendrá el invierno y les pasará como a Napoleón, que no pudo con las crueles y terribles heladas. Y piensa en Estados Unidos que, tarde o temprano, ayudará a Inglaterra. Y cuando entre en combate EE.UU. se acabó la guerra. Acuérdate de lo que ocurrió en la Guerra de 1914. Bueno, que se me hace tarde y no quiero que tengas problemas con ese energúmeno.

Y nos abrazamos efusivamente. Y al acercarme a la escuela ya oía el murmullo de los alumnos que estaban jugando en el patio del recreo. A veces sobresalían desaforados gritos. Cuando entré en la clase sorprendí a D. Arnelio sentado con los pies en la mesa del profesor, bebiendo vino en una botella y jugueteando con la pistola.

-Ave María Purísima-hice el saludo de rigor para entrar en la clases.

- Sin pecado concebida –me respondió escondiendo azarosamente la pistola en el cajón.

- ¿Se puede pasar?

- Si ya estás dentro…, pasa y cierra la puerta. Te he dicho mil veces que llames antes de abrir la puerta. ¿Cómo es que has tardado tanto? Ya sabes que aquí hay mucho trabajo.

- Le recuerdo que yo vengo aquí a hacer prácticas y por este trabajo no cobro ni un duro. Es usted el responsable de este trabajo.

- Eres un impertinente y un imbécil. ¿Te acaban de dar ínfulas? Sabes que depende de mí el que te extienda el certificado de haber hecho prácticas para que puedas ingresar en la Escuela Normal

La algarabía en el patio subió de tono: había llantos, gritos desaforados, imprecaciones, insultos.

-A por ellos, que no escapen

- ¡Ay! cabrón, que me has hecho sangre

-Me cago en tu madre

- ¡A por los comunistas!

- ¡Nazis, hijos de puta!

- ¡Ve al patio –me ordenó D. Arnelio- a ver qué pasa! Y que entren a clase que ya es hora.

Salí al patio y me encontré una verdadera batalla campal

-¿Por qué reñís?- les grité- ¡Eh, parad!

- Somos Alemania y estamos invadiendo Rusia- me respondieron varios.

- Pues yo soy Estados Unidos- les contesté- ¡Ya veréis como paro vuestro avance!

- ¡No nos pegues!

- ¡Que nos atacan los rusos!

- ¡Nos atacan por todos lados!

-¡Eso no vale, todos contra nosotros!

Don Arnelio salió y con un fuerte silbato paralizó la bronca

-¡Entrad inmediatamente a clase! ¡Que no lo diga dos veces!

Y fuimos entrando en el aula. No se olvidó el consabido ¡Ave María Purísima! El semblante que presentaban los chicos denotaba que había habido movida. Unos arreglándose la ropa, otros limpiándose la sangre de la cabeza, todos sofocados, sudorosos. El último en entrar fue Don Arnelio con la palmeta en la mano. Recomponiendo la figura cada uno se colocó en silencio delante de su pupitre.

-¿Qué ha pasado?- preguntó Don Arnelio?

- Nada -respondió Marcos- que jugábamos a la guerra. Yo y todos los que estamos apuntados en el Frente de Juventudes hacíamos de alemanes. Bueno, Jesusete se mantenía neutral.

- He tirado una piedra a los rusos-dijo Jesusete tímidamente.

- Aquellos hacían de rusos-continúa Marcos- señalando con la mano.

- Nosotros no queríamos jugar a ese juego tan bestia- se queja Manolín- Y sin embargo somos los que más hemos recibido.

- Porque hemos acordado que vosotros representabais a las democracias europeas- le responde Ángel el Motores.

- He oído que representabas a EE.UU., ¿no?- se dirigió a mí D. Arnelio.

- Les seguía el juego.

- Pues has de saber que Alemania acabará con el comunismo y con toda esa podredumbre de las democracias. Sentaos y sacad las cosas para trabajar el tema de hoy.

Todos se sentaron y con diligencia y el menor ruido y sacaron sus libros y cuadernos.

-El tema de hoy es “Por el Imperio hacia Dios”- decidió Don Arnelio-. Toda la clase ha de estar atenta. Abrid el libro por la página ciento veintiocho. Marcos empieza a leer y los demás seguir con los ojos por donde se va leyendo. Que nadie se despiste, pues si le pregunto que siga leyendo y va perdido, jarabe de palo. Y no amenazo en balde. Ya puedes empezar.

- Así como los hombres nacemos todos con una misión que estamos obligados a cumplir, las naciones también nacen con una misión que cumplir. Y si se apartan de ella fracasan en sus destinos. A España Dios le asignó una misión determinada, la de orientadora espiritual del mundo.

- Sigue Roberto.

- Los españoles estamos obligados a conocer la misión de España, la de crear un Imperio, un imperio hacia Dios (…)

- Los alemanes están creando su tercer imperio – aclaró Don Arnelio-; los italianos también se afanan por otro imperio, recordando su época gloriosa del imperio romano; los japoneses lo hacen por el extremo oriente. Nosotros hemos de forjar un imperio espiritual, que es más importante, y dirigido a Dios. ¿Habéis entendido? Sigue leyendo.

- Todos con nuestro esfuerzo hemos de hacer lo posible para que esa misión se cumpla. Es necesario que España vuelva a ser lo que fue. Y nosotros los españoles, los buenos españoles (…)

- Eso, los buenos españoles- interrumpió Don Arnelio mirándome descaradamente- que hay todavía mucho rojo suelto por ahí.

- …somos capaces de eso y de mucho más- continuó leyendo Roberto-, porque como dijo José Antonio que “ser español es una de las pocas cosas serias que se puede ser en el mundo”.

-¿Habéis oído?- preguntó Don Arnelio-. No es cualquier cosa ser español, pero español cabal y no escoria como aún quedan. Sigue Carlos.

- “El poderío de su imperio tuvo lugar en aquellos tiempos en que nuestra Patria se sentía unida en una empresa común, en una empresa evangelizadora, dándolo todo por altruismo: religión, lengua, sangre”

- ¿Qué quiere decir altruismo?-preguntó todo ingenuo Manolín.

- Pues eso, altruismo-le aclaró Don Arnelio- No interrumpas con preguntas bobas. Sigue leyendo.

- “A esas épocas de grandeza de la Patria debemos volver los ojos y con nuestros sacrificios y afanes conseguir que España cumpla su misión ecuménica de madre de naciones y apóstol de la verdad.

- ¿Sabes que quiere decir ecuménico?- le preguntó D. Arnelio.

- Claro, ecuménico- le responde Carlos todo cargado de razón.

- Estupendo –se conforma Don Arnelio- Continúa Ángel.

- Tenemos voluntad de imperio. Afirmamos que la plenitud histórica de España es el Imperio. Así reza en el tercer punto de la Falange. Y podemos serlo. Para ello es preciso que creyendo que fuimos, creamos también que podamos volver a ser, que tengamos esperanza en un porvenir cada vez mejor”.

- Eso es una verdad como un templo-aseguró todo cargado de razón Don Arnelio. Sigue Juanito.

-Hemos de conseguir que España sea Una, Grande y Libre, lo tres gritos que se pronuncian al terminar el himno del “Cara al sol”.

- ¿Cuáles son los gritos que se dicen al terminar el Cara al sol?- le preguntó Don Arnelio a Juanito.

- ¡España una, grande y libre!.

- ¡Muy bien! Eres un chico que promete. ¿Y dónde está escrito este lema de España una, grande y libre? Tú, Roberto.

- ¿En dónde está escrito?... Y yo qué sé- contestó con cierto descaro Roberto.

-¿No lo sabes? Tú lo único que sabes es comer gachas. Dilo tú Marcos.

- No lo sé, Don Arnelio –respondió como avergonzado Marcos.

- ¿Tú tampoco lo sabes? ¿Qué mierda de clase he heredado? ¡Cómo se nota que en esta clase antes había un rojo y un incompetente!

- Si se refiere a Don Pedro- le dije sin poderme aguantar.

-Claro que me refiero a ese señor.

-Pues mire lo que le digo- le expliqué- durante este curso D. Pedro sólo estuvo el primer trimestre y usted ya lleva dos trimestres. Por tanto, usted tiene más culpa de que esta clase no funcione como debiera.

- ¿Cómo te atreves a contradecirme, mamón?

- ¡Usted es un incompetente y como no lo reconoce le echa la culpa a los demás!

- ¿Me estás insultando, rojo maricón? Te voy a dar más palos que a una estera.

Se me dirigió con la palmeta en ristre y la pierna izquierda tiesa. Pero yo le toreaba esquivándolo por entre las mesas.

-¡Usted a mí no me toca ni un pelo, tullido!

Por lo visto ese insulto de tullido lo sacó fuera de sí.

-¿Cómo que no, cabrón? Tu padre también huía como un conejo, pero lo cazamos y lo rematamos a bastonazos-me soltó a bocajarro.

Esa revelación de que aquel cabrón fuera uno de los que mató a mi padre me heló la sangre y me paré en seco.

-¿Tú fuiste uno e los que mataron a mi padre?- le pregunté enfurecido.

- Tu padre era un rojo peligroso que no podía seguir vivo.

Exaltado por la indignación me abalancé sobre D. Arnelio cayendo los dos al suelo.

-¡Te voy a rajar de arriba a abajo! ¡Te mataré, asesino!- le grité

Y descontroladamente empecé a propinarle golpes. Nos enzarzamos encarnizadamente, dando y recibiendo golpes, puñetazos, palmetazos. Rodaban por el suelo mesas, enseres, libros. Muchos alumnos hubieron de retirarse para no ser arrollados. Supongo que todos estarían espantados por la inusitada escena de violencia que se había generado en tan poco tiempo.

Pero la mayor corpulencia de D. Arnelio se impuso y me atizaba golpes sin piedad hasta que me redujo. Y me maniató con su propia correa. Y siguió dándome golpes con saña, a pesar de que ya estaba medio grogui, casi inconsciente. Solo oía como aquel energúmeno gritaba encolerizado que me iba a matar. Pero de repente dejó de golpearme y recomponiendo su figura dijo:

-Debería matarte ahora mismo, porque no mereces vivir. Pero los que somos gente de orden no nos dejamos llevar por la rabia, aunque tengo motivos. Tendrás un juicio justo. Como soy la máxima autoridad me corresponde por ley ser el juez. Y para que este juicio se desarrolle legalmente, te juzgaré con arreglo a los cánones. Todos sois testigos del inusitado ataque terrorista de que he sido objeto por parte de este individuo. Y si no me hubiera defendido me hubiera matado. ¡Precisamente yo, que soy un mutilado de guerra, que he dado la sangre y la salud por salvar la patria de los desalmados que la estaban llevando a la ruina total! ¡Precisamente yo, que merezco el mayor de los respetos, he sido ultrajado por este rojo subversivo! ¡Todos lo habéis visto con vuestros propios ojos, pero si alguno opina lo contrario que los diga ahora mismo!

El pasmo había paralizado a los alumnos. Observaban la escena sin osar moverse.

-Todos conocéis la ideología subversiva de este elemento. Aunque no podría ser menos, ya que se trata de un rojo asesino. La gravedad del acto merece como castigo la pena de muerte.

Y arrastrándome me llevó hasta la mesa del profesor y de su cajón extrajo la pistola. Todos nos quedamos petrificados. ¿Y sería capaz aquel loco de matarme tan impunemente?

-¿Qué tiene que exponer para su defensa el reo?- me preguntó.

-¡Yo no he hecho nada!- le dije sangrando, aturdido e impotente. ¡Eres un canalla asesino!

-¿No has hecho nada? ¿Vas a negar las evidencias? ¿Te atreves a negar lo que han visto tantos testigos? Las pruebas son irrefutables. Como juez supremo confirma la pena de muerte. Se hará efectiva inmediatamente y se observará todo el ritual que ello conlleva. ¿Cuál es la última voluntad del condenado?

- ¡No lo consintáis!- pedí sollozando.

Ninguno se movió y dijo nada. Los alumnos parecían un rebaño asustado. Todos estaban como petrificados.

-Procedamos al rezo del Credo como acto previo a la ejecución –ordenó aquel psicópata- Rezad todos conmigo el Credo.

Oí como todos musitaban la oración. Esas voces entrecortadas me producían un daño tremendo. Notaba como la sangre golpeaba mis sienes. Al acabarse el Credo se produjo un gran silencio.

Don Arnelio me volvió a arrastrar para colocarme en medio del aula. Iba aturdido y con las manos atadas a la espalda. Al vendarme los ojos comprendí que la cosa iba en serio. Noté como Don Arnelio marchó al fondo de la clase. El silencio era sepulcral. Intuí que estaría abriendo la pistola para meterle una bala. Percibí ahogados suspiros que me estremecieron. Fueron unos eternos segundos.

De repente oí una seca detonación. Por un momento pensé que estaba herido de muerte, pero no sentía ningún dolor. Permanecía igual que antes, sólo que me noté húmeda la entrepierna. Habrá fallado el tiro pensé. El silencio se podía cortar con un cuchillo.

-Por esta vez quedas perdonado- oí a mi verdugo-. Da gracias a que ha sido un simple simulacro y la bala era de fogueo.

Me surgió un suspiro tan hondo que me hizo temblar todo el cuerpo. Y, súbitamente, Jesusete se incorporó de su sitio, se arrancó el bordado del yugo y las flechas de su camisa y empezó a golpear la mesa dando un grito desaforado de ¡¡¡ASESINO111.

Como si hubiera sido la consigna, unánimemente todos los alumnos empezaron a golpear sus mesas también al grito de ¡¡¡ASESISNO!!! ¡¡¡ASESINO!!!

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