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'La política educativa de la II República española', por Pedro Cuesta Escudero
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"La política educativa de la II República española", por Pedro Cuesta Escudero

sábado 16 de septiembre de 2023, 09:03h
'La política educativa de la II República española', por Pedro Cuesta Escudero

Existe la referencia generalizada de que en la Segunda República es cuando surge el movimiento reformador de la España contemporánea. El hecho de que durante ese periodo se intente seriamente transformar la realidad de una España subdesarrollada y de talante integrista, no quiere decir que el proceso modernizador surgiera espontáneamente. Tampoco el planteamiento ideológico, político, social e, incluso, económico del Nuevo Estado es una novedad del régimen franquista. Ya venía planteándose todo ello desde los primeros años de la Restauración. En nuestro libro La escuela en la reestructuración de la sociedad española (1900- 1923) analizamos las posturas que adoptan en relación con la modernización y enseñanza los diferentes grupos sociales, políticos e ideológicos. Se estudian los tres focos – la Iglesia española, la Institución Libre de Enseñanza y la Masonería- que a lo largo de la Restauración generan la ideología que más directamente incide en la educación y enseñanza y, por consiguiente, en la modernización del país.

Aunque toda sociedad humana está continuamente evolucionando, la revolución industrial, orquestada por las otras revoluciones (la demográfica, la agraria, la de las comunicaciones y la política) engendra unos nuevos modos de vida que obliga a una reestructuración de base de las sociedades. Esas nuevas formas de vida que se van perfilando en Europa y América a lo largo del siglo XIX, y que en el XX ya cobran vigor y consistencia, exigen un profundo cambio de mentalidad en todos los órdenes. Surge la acuciante necesidad de preparar a los futuros ciudadanos para que se vayan adaptando a esos rápidos y radicales cambios. Los nuevos modos de producción, que conlleva un progresivo trasvase del hombre del campo a la ciudad, que crean nuevas formas de relaciones humanas, exigen fundamentales cambios en las costumbres, en el pensar, en la manera de enfrentarse a la vida. El incremento de la producción necesita una mentalización de las masas populares en el acoplamiento de esos nuevos moldes, precisa una nueva educación y que la instrucción llegue a todos los sectores de la comunidad.

La escuela tradicional

La escuela tradicional queda atrasada, desbordada. Su desfase con arreglo a los nuevos tiempos hace que no dé los frutos apetecidos. Precisa una reforma profunda, en sus métodos y en sus fines, para que estos se acomoden a las nuevas exigencias de la vida y a las nuevas formas de relaciones humanas. Necesita que se impregne de los adelantos de las ciencias, en especial de la pedagogía, la psicología y la sociología. Y, lo que es también importante, a la escuela hay que dotarla de una nueva organización para que se pueda abarcar a todos los integrantes de la sociedad.

La Iglesia, principalmente la Católica, era la que venía organizando y desarrollando la educación en España. Monopolizaba la formación de las clases dirigentes y era la única que se cuidaba de las capas inferiores. Ciertamente que la instrucción de las clases menesterosas –muy nutridas siempre- dejaban mucho que desear; pero también es cierto que padecían necesidades más perentorias que el saber leer y escribir. Como en el Antiguo Régimen la Iglesia gozaba de cuantiosas rentas, las utilizaba para mitigar el hambre de los que diariamente acudían para beneficiarse de la caridad eclesiástica. Ascendencia que aprovechaba para instruirlos y educarlos en la religión. La finalidad que persigue la Iglesia con la instrucción que imparte se dirige exclusivamente hacia la otra vida, quedando lo demás en un segundo plano y subordinado a ese objetivo.

Ahora bien, a medida que el Estado democrático se fortalece, lo que corre parejo con la revolución industrial y va asumiendo todos los servicios referentes a la vida de la sociedad, cuando pretende dirigir la formación docente, por estimar necesario el tener preparado al ciudadano para los nuevos modos de vida, entra en conflictividad con la Iglesia, quien cree lesionados sus derechos sobre las almas de los fieles. Junto a la Iglesia se alinean todos aquellos que no tienen impedimento económico para educar a sus hijos y afirman que si el Estado absorbiera el sistema docente del país todo quedaría politizado. “¿Puede inventarse nada más antipático- se pregunta el padre Manjón- nada más violento, nada más antipedagógico, nada más antisocial, impopular, antidemocrático, que ese claro manifiesto irracional, absurdo, tiránico e inmoral monopolio del Estado solidocente? Concluyen diciendo que la educación no es función del Estado, sino del padre de familia, el cual delega en quien le parece. En todo caso el Estado estaría para atender a los que no tienen medios. Y ahí surge el concepto de escuela pública, gratuita y dependiente del Estado, para los que no pueden costear la educación de sus hijos y escuela privada para los que pueden pagarla. Durante la Restauración la escuela pública servía para enseñar únicamente cuestiones elementales (leer, escribir y las cuatro reglas) y para inculcar en los alumnos la idea de disciplina, jerarquía, autoridad, imprescindibles para hacerles aceptar su condición de individuos enclavados en las clases subalternas.

Es cierto que durante la Restauración hubo importantes corrientes de innovación como la Institución Libre de Enseñanza y desde el campo de la izquierda y de las organizaciones obreras que ponen en marcha proyectos escolares pretendiendo ser una alternativa a la escuela tradicional. También los nacionalismos periféricos intervienen con sus propuestas educativas.

Las carencias del sistema educativo español

Pero todas esas iniciativas se pierden en la inmensidad de las carencias del sistema educativo español: una desesperante falta de escuelas, que dejaba a una gran parte de la población infantil sin escolarizar y que mantenía tasas de analfabetismo entre las personas mayores de 10 años del 40%, con porcentajes muchos mayores entre las mujeres y en las zonas agrarias, sobre todo en los dominios del latifundio, lo que, por otra parte, no ha de extrañar, pues, en esos ámbitos, la alfabetización de la mano de obra era absolutamente innecesaria e, incluso, contraproducente para los intereses de las clases dominantes. Había un Magisterio con una deplorable formación académica y pedagógica, desmotivado con unos salarios literalmente de hambre y por las escasas perspectivas de mejora de su status social. Las Órdenes religiosas son las que acaparan la enseñanza de los pudientes a través de sus centros privados y elitistas.

Las reformas educativas de los gobiernos republicanos

Como se sabe la II República española duró desde el 14 de abril de 1931 hasta el 1 de abril de 1939, y no tuvo una trayectoria uniforme. Atravesó por tres fases: el bienio social-azañista, el llamado “Bienio negro” y la etapa del Frente Popular. Solo la primera fase se puede considerar verdaderamente creadora desde el punto de vista de las reformas esencialmente educativas. El segundo bienio es una etapa de revisión, incluso de liquidación de muchas reformas de la etapa anterior. El último periodo, supeditado a los infortunios de la guerra, no fue más que la segunda parte, bien que radicalizada, de la primera etapa reformadora.

Hoy todavía nos asombra la magnitud de la obra que diseñó Marcelino Domingo desde el Ministerio de Instrucción Pública y Bellas Artes del gobierno provisional de la República. Primero consiguió, junto con Nicolau d’Olwer y Fernando de los Ríos, convencer a Francesc Macià que renunciase del Estat catalán por la autonomía. Y otro de sus mayores hitos fueron las leyes de bilingüismo en Cataluña Implantó la coeducación, el racionalismo y la laicidad como modelo educativo. El buque insignia de su nueva política educativa fue, sin duda, el programa de construcciones escolares, que pretendía crear 27.000 escuelas en cinco años y saldar así el gran déficit existente. Junto a ello el aumento de la plantilla de docentes- complemento imprescindible del plan de construcciones- .Y sobre todo, la reforma de los planes de estudio del Magisterio, así como la dignificación de los sueldos de los maestros y maestras. El tercer elemento clave de la reforma educativa fue la democratización del aparato escolar.

Marcelino Domingo, junto con Fernando de los Ríos, Lorenzo Luzuriaga, Rodolfo LLopis y otros renovadores educativos, influidos por la reforma escolar que llevó a cabo Jules Ferry (en la Francia de 1880), por las aportaciones de la Institución Libre de Enseñanza y por el movimiento pedagógico de la Escuela Nueva (Montessori, Decroly, Dewey…) implantan la gratuidad de la enseñanza, establecen el laicismo escolar, la democratización de las instituciones educativas. Así, por ejemplo, el decreto de 6 de mayo de 1931del Gobierno provisional aborda la espinosa cuestión de la religión en las escuelas y suprime el carácter obligatorio de la enseñanza de la religión católica, aunque los padres de los alumnos/as podían solicitarla para sus hijos, quedando la clase de religión a cargo del cura párroco. Será el artículo 48 de la Constitución republicana que recoge los principios de la “escuela unificada” y considera la cultura como “atribución esencial del Estado”. Establece la enseñanza gratuita y obligatoria, reconoce la libertad de cátedra, el carácter laico de la enseñanza, el trabajo como eje de la actividad metodológica en la escuela y la solidaridad humana como uno de los pilares básicos de la educación. Finalmente reconoce la Constitución “a las Iglesias el derecho, sujeto a inspección del Estado, de enseñar sus respectivas doctrinas en sus propios establecimientos”. Pero la importancia del artículo 48 reside en la consagración de la escuela unificada como modelo de escuela a implantar. Presenta un doble significado, por un lado, el de una escuela gratuita y de asistencia obligatoria, abierta a todos los niños y niñas, en la que la condición social, las creencias religiosas y las ideas políticas no tuvieran ninguna importancia a la hora de determinar el acceso a los niveles superiores de la enseñanza, sólo por el mérito y la capacidad de cada uno; una escuela en la que la igualdad de derechos fuera más que un enunciado. El término de escuela unificada sólo tiene un significado intrínsecamente pedagógico: la unidad de todo el proceso de aprendizaje- desde la escuela a la universidad-, la neutralidad confesional e ideológica de la enseñanza, la coeducación, etc. La escuela unificada no llegó a implantarse totalmente porque durante el Bienio Negro hubo retrocesos en este terreno. Será en la etapa del Frente Popular que su establecimiento fue un hecho.

El decreto de 29 de septiembre de 1931 liquida el plan de 1914 e introduce lo que se vino a llamar Plan Profesional, por el que en adelante se iban a regir los estudios del magisterio y el acceso al Cuerpo de Maestros Nacionales. O sea, había que estar en posesión del título de Bachiller para poder presentarse al examen-oposición de ingreso en las Escuelas Normales y los estudios se reducían a tres años, que se concentraban sobre todo en cuestiones pedagógicas, didácticas y metodológicas (se suponía que los conocimientos de las diferentes materias que los maestros y maestras debían enseñar en sus clases ya los habían adquirido durante el bachillerato); se introducía, además, la realización de prácticas en las escuelas anejas a las Normales, así como un año de prácticas como alumno-maestro en una escuela primaria bajo la supervisión del profesorado de la Escuela Normal y de la Inspección de Enseñanza Primaria. Y sin oposiciones ingresaban en el escalafón del Magisterio Nacional.

Oposición que suscitaron las reformas republicanas

Las reformas de los primeros gobiernos republicanos encontraron fuerte oposición en amplios sectores de la derecha española, del Ejército y de la Iglesia. La reforma educativa se convirtió en una piedra de toque para las relaciones entre el Estado republicano y la jerarquía de la iglesia católica. Desde que se fijó el carácter voluntario de la enseñanza de la religión la animadversión de los sectores católicos hacia la política educativa fue manifiesta y constante y la derogación de la legislación reformista se convirtió en uno de los puntos centrales del discurso político de las organizaciones y partidos políticos de derechas. Pocas semanas después de ser aprobada la Constitución el episcopado español dio a luz una pastoral colectiva valorándola muy negativamente. Los órganos de prensa de derechas hacen una crítica sistemática y feroz de la política educativa. Esa crítica estaba preñada muchas veces de inexactitudes, cuando no de abiertas tergiversaciones, calificando la escuela única de comunista y de haber sido impuesta por la masonería.

“La escuela única- publica la Federación de Amigos de la Enseñanza- es un ataque feroz a la conciencia de los maestros católicos, a quienes se trata de imponer una pedagogía sin Dios. La Escuela Única es un atropello brutal del padre de familia por el Estado, que les arrebata los hijos, los clasifica y les impone violentamente la profesión”

Actualmente podemos dar las gracias a la influencia europea para no hallarnos en una situación similar a la que ahora viven los países árabes como Irán, Arabia o Afganistán.

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