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Escultura de Publio Ovidio Nasón
Escultura de Publio Ovidio Nasón

LUCES DEL EXILIO, por José Biedma López

viernes 01 de septiembre de 2023, 09:07h
LUCES DEL EXILIO, por José Biedma López
LUCES DEL EXILIO, por José Biedma López

“¡Mi casa!, ¡mi casa!”, clamaba el extraterrestre de Spielberg. Y es que…, como en casa, ¡en ninguna parte! La pena es que para darnos cuenta plenamente de lo a gusto que podemos estar en nuestra morada, por humilde que sea, hay que abandonarla. Sacamos los pies del plato, se nos hielan las médulas y entonces corremos para restaurarnos a la mesa camilla. La habituación hace que perdamos sensibilidad para el dolor, aunque también para el placer. Animales de costumbres, pero la costumbre abotarga los sentidos; ¡viajar los despierta! Hay que moverse para no oxidarse. El sedentarismo es un progreso del Neolítico, acompañó a la (auto)domesticación y a la cultura-cultivo, pero todos conservamos un germen nómada o peregrino, un virus aventurero.

Como en la casa de uno en ninguna parte…, pero ¡ay!, muchos han de poner pies en polvorosa a la fuerza, obligados a abandonar su burbuja de territorialidad, su zona de confort, cuando el territorio te lo bombardean y la comodidad muda en terror. Huyen del hambre, de las enfermedades, de la violencia, de la persecución política, de las amenazas de muerte, de las narco-dictaduras, de los Estados fallidos... La inteligencia o la franqueza, o la honradez, sientan mal al tirano y al mafioso. Ovidio y Séneca fueron desterrados durante una parte de sus vidas. José Gagos, María Zambrano y un montón de espléndidos intelectuales españoles, liberales o socialistas, también tuvieron que deportarse. Igualmente, decenas, tal vez un centenar de miles de vascos o más, han tenido que abandonar sus casas para librarse de la extorsión o de la picadura letal de la serpiente etarra. Maestros que tuvieron que dejan Cataluña cuando el dominio del catalán se convirtió en criterio de selección política. De esto último, exilios más contemporáneos, más vergonzosos y próximos, se habla menos que del exilio “republicano”. Por cierto que la bandera republicana brillaba por su ausencia en ambos frentes.

El exilio acaba siendo condición de la que algunos -como Ciorán- hacen ascesis purgativa y hasta poética metafísica. Tal fue también el caso de un personaje singular nacido en Bucarest, capital de Rumanía, en 1915 y fallecido en Collado Villalba (Madrid) en 1992. Me refiero a Vintila Horia, un escritorazo, paradigma del disidente. Si bien ejerció de diplomático ante Mussolini de parte de su mentor ultraderechista Nichifor Crainic, ministro del dictador rumano Carol II, Horia fue depuesto por La Guardia de Hierro y pasó por un campo de concentración nazi. Se radicó provisionalmente en Italia donde descubre la poesía de Giuseppe Ungaretti, al que luego traducirá al español, y hace amistad con Giovanni Papini, voces profundas y amargas de entreguerras. Vintila Horia fue un intelectual tan comprometido como derrotado por aquella época en que podían fusilarte por tibio, o por indiferente al fascismo o al comunismo. En Eugenio Montale halló la soledad lúcida. Es el destino del librepensador: la soledad.

Horia parecía haber sido tocado por las lenguas ardientes de Pentecostés, tenía una facilidad asombrosa para hablar y escribir en distintas lenguas. Leyó a Ernst Jünger en alemán, con el que comparte la desconfianza en la técnica y el temor a la deshumanización. Aprendió español en Argentina donde se ganó la vida redactando cartas comerciales y leyó a Borges. En 1955 pidió permiso de residencia en España. No quería volver a una Rumanía obscurecida y estremecida por la garra soviética. Es una paradoja que aquella España empobrecida por una guerra incivil, arruinada también por la inteligencia relegada, pudiese servir de refugio y destino a otra. Paradojas de la historia.

Hombre de letras, conocedor de las lenguas clásicas, Vintila Horia completa las Metamorfosis y le inventa un diario apócrifo a su autor: Publio Ovidio Nasón (43 aC- 17 dC), maestro del Arte de amar que –¡significativa coincidencia!- fue desterrado por el primer emperador romano Octavio Augusto al arrabal de Escitia, junto a los getas, a la pequeña ciudad de Tomis (hoy Constanza, el mayor puerto de Rumanía), en la orilla occidental del Mar Negro donde, según el mito, la bruja Medea despedazó el cuerpo de su hermano para entretener a su padre mientras huía con Jasón y con el botín del vellocino de oro. “Tomis”, en un rincón del sureste de la actual Rumanía, fue fundación griega y su nombre significa recorte, amputación. Allí erigieron una estatua a Ovidio, donde el poeta malvivió exiliado ocho o nueve años hasta su muerte, suplicando y rezando por su regreso a Roma, escribiendo sus Tristes. Son estos años los que nos recrea Vintila Horia, muy bien documentado, en su novela Dios ha nacido en el exilio, que publicó primero en francés con el subtítulo de Journal d’Ovide a Tomes y que en 1960 mereció el prestigioso premio Goncourt. Los intelectuales comunistas franceses (gauche divine) azotaron a Horia con toda su artillería periodística y le acusaron de fascista, porque no era marxista.

En 1972 adoptó la nacionalidad española. Fue profesor en la Complutense y en la Escuela de Periodismo madrileña y catedrático de Filosofía y Letras en la Universidad de Alcalá. Muy laborioso, también dirigió la colección Punto-Omega de Ediciones Guadarrama. Sus artículos se publicaban en Francia y, ultramarinos, en Argentina y Chile, a veces con el seudónimo de Juan Dacia. Dacia fue el nombre de la provincia romana que incluía tierras habitadas por dacios y getas (tracios del norte), territorios que hoy se reparten seis naciones, sobre todo Rumanía y Moldavia, cuya espina dorsal son los Cárpatos y su frontera este el Mar Negro.

Vintila Horia también escribió poesía y ensayo además de novela histórica, de la que fue maestro eximio. Por ello lo descubrí, porque se atrevió a novelar la vida del “Divino ateniense” de nombre Aristocles, mejor conocido en la historia de la cultura universal como “Platón” (427-347 aC), sobrenombre que le puso el profe de gimnasia por sus anchas espaldas, según se cuenta. Hice mi tesis doctoral sobre la primera dialéctica del fundador de la Academia, sobre sus diálogos socráticos y de madurez. Platón –no es casual- también sufrió el destierro durante la tiranía de Dionisio II en Siracusa. Se había complicado bastante en la política de la ciudad siciliana. Platón fue amigo íntimo del cuñado de Dionisio I y consejero del mandamás. Horia puso a su novela sobre la vida de Platón el título de La séptima carta (1976). A parte de los 24 diálogos que se le atribuyen con seguridad (varios más de dudosa autoría), Platón nos legó una serie de sabrosas cartas. La séptima es la más importante porque es de los pocos textos del filósofo en que este se nombra a sí mismo, usa el Yo y habla de sus avatares existenciales y relaciones personales.

Y es que la experiencia del exilio es motivo recurrente en las novelas de Horia: el “transterramiento” –como le llamaron los exiliados españoles en Méjico-. El Greco fue otro de los personajes históricos a los que Vintila recreó en uno de sus relatos. El exilio, con su carga de añoranza, de saudade, ofrece no obstante un aspecto positivo: la posibilidad de un reencuentro y un diálogo consigo mismo del transterrado… Horia es un maestro del diálogo interior, como su admirado Dostoievski.

Méjico y otros países hispanoamericanos se enriquecieron con el aporte de nuestros exiliados. Es una lástima, pero España exporta gratis inteligencia. Locos como Quijotes y gañanes como Sancho campan por sus respetos aquí, mientras los listos tienen que largarse (con becas a los laboratorios de Alemania o de Estados Unidos, nuestros jóvenes científicos) porque ni la inteligencia ni el talento se pagan bien; pareciera que ni siquiera está bien vista la sensatez. Por lo menos, y a cambio, España también se ha enriquecido con los aportes del sobresaliente erudito rumano (a este respecto podríamos citar a otros eminentes extranjeros prohijados en nuestro solaz, como Gerard Brenan o Robert Graves), y seguro que nos enriqueceremos hoy con las contribuciones de muchos otros que huyen de sus matrias y llegan a nuestra casa común, si no la desbaratan.

Del autor:

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https://dialnet.unirioja.es/servlet/autor?codigo=1636897
https://aafi.es/NOCTUA/noctua00.htm

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