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EL PACIFISMO Y MISTICISMO DE ALDOUS HUXLEY, por José Biedma López

EL PACIFISMO Y MISTICISMO DE ALDOUS HUXLEY, por José Biedma López

martes 08 de agosto de 2023, 09:41h
EL PACIFISMO Y MISTICISMO DE ALDOUS HUXLEY, por José Biedma López

“Honra merece quien a los suyos parece”. Aldous Huxley (1894-1963) hizo bueno este adagio español. Nieto del célebre naturalista Thomas H. Huxley, su madre fue una de las primeras mujeres que estudiaron en Oxford; su hermano Julián Huxley, un brillante divulgador científico; y su hermanastro Andrew, premio Nobel de medicina.

Me sorprendió muchísimo la capacidad profética de Aldous Huxley cuando leí de jovencito su novela Un mundo feliz (A breve new world) y me asombró aún más que la hubiese escrito en 1932, anticipando potenciales distopías: la del condicionamiento o adoctrinamiento psicológico de masas (el lavado de cerebro que aún se practica en la Corea comunista), el abuso de las drogas psicodélicas para acomodar al lumpen a trabajos alienantes y repetitivos en la industria de producción en masa, la ingeniería social eugénica que hoy pone en la mesa como viable el transhumanismo...

Poeta temprano, cuentista, ensayista, crítico, novelista, pacifista y místico, inventor de la “novela de ideas”, sin duda es y será uno de los pensadores más influyentes del siglo XX. Su saber enciclopédico fue fruto de una curiosidad intelectual inagotable, como patología crónica, euforizante y creadora. Aprendió también mundología de viajero empedernido; se recorrió los continentes: Europa, América, la India…, y nos dejó también notables libros de viajes. Escribió su primera novela en Italia, por entonces satirizaba a los intelectuales y a la aristocracia de su época, retratando su cinismo y el esnobismo ridículo de la burguesía londinense. A pesar de sus graves problemas de vista, Huxley escribía –como dice Carlos Rojas, uno de sus traductores- con un microscopio en cada ojo y un bisturí intelectual a guisa de pluma. Vivisecciona la realidad despiadadamente.

Tampoco le faltó ojo crítico para arremeter contra la vulgaridad de los magnates piratas, de los nuevos ricos usamericanos, durante su larga etapa californiana (a partir de 1936). Este es el caso de Viejo muere el cisne (After Many a Summer, Dies the Swan, 1939) uno de cuyos personajes es magnate del petróleo y las finanzas, terrateniente que machaca a sus jornaleros y hasta dueño de un cementerio privado. El viejo y millonario Stoyte vive en un castillo kitsch repleto de lujos y obras de arte de oriente y occidente compradas sin tema ni gusto, por pura codicia de poseer lo que el mundo aprecia. Su único consuelo es una concubina barbie.

Otro de los personajes de Viejo muere el cisne es Bill Propter, reconocido intelectual ya retirado del mundanal ruido, que expone en el libro de Huxley una metafísica singular que ya señala la transición del autor del escepticismo al pacifismo y al misticismo, misticismo que será una constante de sus últimas etapas productivas.

Según Bill Propter, los políticos desconocen la naturaleza de la realidad. Si no la desconocieran, no serían políticos. Tengamos en cuenta que Huxley no estuvo nada de acuerdo con la política bélica de su país durante la primera guerra mundial a la que consideró sangría inútil y matadero de europeo al servicio de intereses vidriosos. Escribió un ensayo para refutar que los buenos fines pudieran justificar los malos medios. El terrorismo desacredita su fin, por muy loable que este sea.

Al contrario de las personas que ansían poder, los realistas, es decir, quienes han estudiado la naturaleza, saben que el exclusivismo humanista es fatal y que toda actividad tiene que ser instrumental, bien para servir a la vida animal, de la que formamos parte, bien para servir a la vida del espíritu, que nos eleva hacia lo divino. Es decir, los seres humanos debemos preservar con nuestras acciones la sencilla seguridad del resto de los seres vivos y de nosotros mismos como animales y la vida de los espíritus, la más valiosa.

Pero su precio es renunciar a la personalidad: la supresión del ego y sus ansias, es decir, la renuncia al yo, propia de los místicos. Huxley estudió a los grandes místicos europeos, a Teresa de Jesús, a San Juan de la Cruz, a Miguel de Molinos, cuyos nombres aparecen citados en la novela, y también la literatura sagrada tibetana e india. Propter parece proponer una especie de vuelta a la vida sencilla del campo, eso sí un campesinado que no renuncia a la técnica, a las máquinas pequeñas y a la producción de energía para ponerlas en marcha. En la novela (¡de 1939!) Huxley ya pone en la casita de Propter algo parecido a unos paneles fotovoltaicos. Es contrario a los métodos de producción en masa, estandarizados, y favorable a las técnicas de producción a pequeña escala y respetuosas con el medio ambiente.

Reconoce que no espera que la gente abandone las ciudades, como tampoco que abandonen guerras y revoluciones. Y que no se puede ayudar a quien no quiere ser ayudado. “Por ejemplo: no se puede proteger a la gente de los horrores de la guerra si no quieren renunciar a los placeres del nacionalismo”. No es posible ayudar a quien considera el dinero como valor absoluto ni se puede evitar la revolución o la esclavitud mientras el progreso sea confundido con el aumento de la centralización y la prosperidad con la intensificación de la producción en masa y con el consumismo más despilfarrador y desaforado.

No se puede preservar de la locura y el fanatismo a quien se empeñe en rendir honores a ideales que no son más que una simple proyección de su personalidad. La austeridad y simplicidad de costumbres es buena cuando es elegida, pero la pobreza hace peores a los hombres si es involuntaria. Ironiza el doctor con aquellos que son incapaces de renunciar al ego. Harán mejor en convertirse en artistas que en políticos, porque el arte malo es menos dañino que la mala acción política. Hacer el bien es muy complicado, así que es preferible cruzarse de brazos, tener buenos modales y empeñarse sobre todo en no añadir más mal al que ya hay. Propter es muy consciente de que la revolución francesa nos trajo a Napoleón y la rusa a Stalin y desconfía del activismo de los salvamundos. El que las personas posean un montón de virtudes no prueba nada en lo que respecta a la bondad de sus acciones. Algunos dictadores han sido tan virtuosos como el Satán de Milton y por eso son capaces de causar tanto daño.

Las disquisiciones filosóficas del señor Propter son puestas en juego a raíz del descubrimiento de unas presuntas cartas de Miguel de Molinos (1628-1696), el heterodoxo maestro español del quietismo, que no hay que confundir con Luis de Molina, célebre teólogo del siglo anterior. Las doctrinas de Miguel de Molinos se consideran próximas al budismo con su búsqueda del nirvana e influyeron muchísimo en la espiritualidad europea, a pesar de las reticencias de la Inquisición.

Para Propter, “el hombre no es otra cosa que una nada rodeada de Dios, indiferente de Dios, capaz de Dios y llena de Dios, si él lo quiere”. Este Dios no tiene nada que ver con las religiones oficiales, es un ser separado de las criaturas, potencia independiente, función pura. El ego es la ilusoria ficción de una porfiada voluntad, desgraciadamente ciega a la realidad de una conciencia ultrapersonal, de la que el ego es limitación y negación (esto recuerda a Schopenhauer). La inteligencia no es suficiente auxilio de la voluntad y por eso se hace necesaria la reminiscencia que aspira a trascender y a transformar la inteligencia. Huxley experimentó con distintas drogas psicodélicas de modo controlado y contó sus experiencias en sendos ensayos: Las puertas de la percepción y Cielo e infierno. Murió el mismo día del asesinato de Kennedy tras serle leído al oído –según había dispuesto- el Libro tibetano de los muertos y tras administrarle dos dosis de LSD como terapia agónica, que hoy llamamos cuidados paliativos.

Para Propter, el ego aparece como carga y pesadilla, una nada frenéticamente agitada y sin embargo capaz, una vez se ha aquietado su frenesí, de henchirse de Dios, experimentado como conciencia ultrapersonal. Se trata de esquivar la maldición del tiempo (esto anticipa a Ciorán, en el que el tiempo aparece como verdadera caída consecuencia del pesado fardo de la conciencia del bien y del mal, “pecado original”). Se trata de alcanzar una experiencia de eternidad, del bien fuera del tiempo. El tiempo es el mal mismo como campo propio del angustioso anhelo y por eso “cuanto más largamente se vive, tanto más se pone uno, automáticamente, en contacto con el mal”. El tiempo es mal en potencia y la liberación del ego es también liberación del tiempo y sus ansiedades. Por el contrario, la esclavitud y el fanatismo sirven para intensificar la obsesión con la ayuda del tiempo, del mal y del yo.

Las instituciones democráticas son valiosas pues facilitan el escepticismo que acompaña necesariamente al pluralismo. Toda personalidad es para Propter una cárcel temporal de la que sólo cabe liberarse actualizando el bien como conciencia contemplativa y desinteresada. La ciencia puede ayudar, también el arte o la religión, siempre que no se casen y corrompan con ideologías, pues los ideales sólo amplían a gran escala ciertos aspectos de la personalidad, del ego.

Bien, belleza, verdad, son ideales que expresan aspectos simplificados de Dios y Propter (y con él Huxley) admite que esta palabra “Dios” es una de esas que los intelectuales sofisticados de su época hallan especialmente ofensiva… Si bien la ciencia que busca la comprensión ayuda a la liberación, en sus aplicaciones técnicas (que buscan el dominio) ha generado nuevas dependencias, en el arte de la guerra (y aquí subyace la profecía de la segunda guerra mundial y su trágico y apocalíptico final); en segundo lugar, la multiplicación de artefactos y enseres, de nuevas necesidades que equiparan la posesión con el bienestar y el estímulo incesante con la felicidad de consumir… Así la publicidad: “¿te lo vas a perder?”, “¡descúbrelo!”, no sirve sino para hundirnos más y más en el hediondo cenagal de la personalidad.

Bill Propter es sólo uno de los personajes de esta novela de ideas del siglo pasado, pero la admiración y atención que le profesan los demás personajes prueban que en sus ideas ensayaba el genio británico su propio pensamiento. En 1945 escribirá una antología comentada de textos místicos de todos los tiempos y culturas: Filosofía perenne, en los que aparecen muchos de nuestros grandes autores del siglo de oro, de Teresa de Jesús y Juan de la Cruz…

Del autor:

https://www.amazon.com/-/e/B00DZLV35M
https://dialnet.unirioja.es/servlet/autor?codigo=1636897
https://aafi.es/NOCTUA/noctua00.htm

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