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La Resurrección del retablo de Sant Martí Sarroca, por Pedro Cuesta Escudero autor de El retaule gòtic de Sant Martí Sarroca

La Resurrección del retablo de Sant Martí Sarroca, por Pedro Cuesta Escudero autor de El retaule gòtic de Sant Martí Sarroca
martes 18 de julio de 2023, 09:35h

Esta escena está en el cuadro último de la primera fila del retablo de Sant Martí Sarroca. Es otro de los Gozos de la Madre de Dios.

“Yo soy la resurrección y la vida. Quien vive en mí, aunque muerto, vivirá, y todo el que vive y crea en mí, no morirá”.(Juan 11,25)

La Resurrección constituye, juntamente con la Crucifixión, el principal motivo iconográfico del arte cristiano. La Resurrección de Cristo representa el triunfo sobre la muerte y el pecado. Es el tema principal de la religión cristiana, a pesar de que la creencia en la resurrección ya se daba en las religiones antiguas: Osiris y Adonis volvían periódicamente a la vida como signo de regeneración. Para los cristianos, sin embargo, el Hijo de Dios hecho hombre resucita de entre los muertos una sola vez. Que de la muerte pueda surgir la vida ya era constante en las sociedades célticas, a través de sus dos fiestas principales, la del samain, en la cual la naturaleza entraba en hibernación, pero quedando latente toda la energía en estado de potencialidad, y la de beltaine, que representaba el retorno a la vida.

Las fuentes principales de la Resurrección de Cristo las encontramos en los cuatro Evangelios canónigos: en Mateo (28, 1-8) Marcos (16, 1-8) Lucas (24, 1-22) y Juan (20, 1-10)

Un seguidor de Jesús, llamado José de Arimatea pidió a Pilatos el cuerpo de Jesús, al anochecer del viernes en que había muerto y lo deposita, envuelto en una sábana, en un sepulcro excavado en la roca. Cierra el sepulcro con una gran piedra. Según el Evangelio de Mateo, al día siguiente, los grandes sacerdotes y los fariseos pidieron a Pilatos que pusiese delante del sepulcro una guardia armada, para evitar que los seguidores de Jesús robasen su cuerpo y difundieran el rumor que había resucitado. Pilatos accedió.

En el retablo de Sant Martí Sarroca, ocupando la zona central de la escena vemos derecha la figura de Cristo encima del sepulcro vacío y sin tapa. Un manto, como de tela de saco, cubre su cuerpo y le deja al descubierto un hombro. Está mostrando las llagas de las manos, al tiempo que sostiene con el brazo derecho la cruz victoriosa de la salvación. El nimbo crucífero remarca su rostro serio e imberbe.

Tres soldados romanos se ven profundamente dormidos delante del sepulcro. (El de la derecha con las rodillas en tierra en idéntica situación, posición e indumentaria al de la casa o cuadro de la Resurrecció del Retaule del Sant Sepulcre de Jaume Sera). Aquí Cabrera no se ha preocupado de dar profundidad a la escena, por el hecho de que los cuatro soldados que hay detrás del sepulcro son del mismo tamaño que los que están en primer plano. Las vestimentas de estos guardias son anacrónicas, ya que no son los típicos soldados romanos sino, más bien, soldados del siglo XV.

En lugar de cubrir el espacio libre con ángeles, tal como hace Jaume Serra en Retablo del Sant Sepulcre, Cabrera pinta un árbol frutal y un ciprés, con un gran sentido naturalista. Los demás detalles del paisaje y de la perspectiva quedan eliminados con un fondo dorado. El árbol frutal hace referencia al huerto donde dice el Evangelio que fue enterrado Jesús. Por su parte el ciprés, de resina incorruptible, de hoja perenne, recuerda que es atemporal, que perdura a través del tiempo, en definitiva, es la alegoría del significado de la Resurrección.

Pero lo que llama la atención, ya que no es corriente, es la presencia de María, que desde una ventana presencia el prodigio de la Resurrección. Ni los evangelios canónicos ni los apócrifos dicen que María pudiera presenciar la Resurrección, fenómeno, que por esencia, es vetado a cualquier humano. La presencia de María en la Resurrección es exclusiva de la pintura catalana medieval. Textos de Ramón Llull, Eiximenis, sor Isabel de Villena o Sant Vicente Ferrer hablan de esta presencia. Pero es el fervor popular que no se conforma con este olvido y reivindica la presencia de María en este acontecimiento crucial. Cristo debe a su Madre la primera alegría de su resurrección, ya que Ella fue la persona que más padeció por El. Y contemplar como vence la muerte es el gozo más grande que podía recibir la Virgen María. El gozo de la Madre de Dios viendo la resurrección de su Hijo, implica la fe que Ella tenía por ver el misterio y el modelo a seguir por los humanos.
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