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'Hallazgo del Estrecho de Magallanes' , por Pedro Cuesta Escudero autor de Y sin embargo es redonda. Magallanes y la primera vuelta al mundo

"Hallazgo del Estrecho de Magallanes" , por Pedro Cuesta Escudero autor de Y sin embargo es redonda. Magallanes y la primera vuelta al mundo

jueves 11 de mayo de 2023, 09:05h
'Hallazgo del Estrecho de Magallanes' , por Pedro Cuesta Escudero autor de Y sin embargo es redonda. Magallanes y la primera vuelta al mundo
'Hallazgo del Estrecho de Magallanes' , por Pedro Cuesta Escudero autor de Y sin embargo es redonda. Magallanes y la primera vuelta al mundo

El descubrimiento del Estrecho de Magallanes, sin duda, cambió el rumbo de la Historia de la Humanidad. El hallazgo de este paso marítimo – ubicado en el extremo austral de Chile- fue la llave para acceder al océano Pacífico, para la anhelada ruta de Occidente hacia las islas de las especias, lo que insospechadamente permitió la primera circunnavegación de la Tierra y reveló a los ojos del mundo el globo terrestre en toda su extensión.

'Hallazgo del Estrecho de Magallanes' , por Pedro Cuesta Escudero autor de Y sin embargo es redonda. Magallanes y la primera vuelta al mundo
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Tras varios meses de navegar las gélidas y tormentosas aguas de América del Sur, donde el invierno austral se manifiesta con crueldad, Magallanes hubo de enfrentarse al amotinamiento de su dotación, al naufragio de la nao Santiago y la deserción de la nao San Antonio, la nave mayor de la flota y donde se almacenaba gran parte de los suministros.

La pérdida de la nao Santiago

Al ir desapareciendo las tormentas invernales se decide enviar a la nao Santiago para explorar y examinar el derrotero. Pero con la condición de que antes de una semana debería estar de regreso. Los días se suceden –medio mes- y la Santiago sin dar señales de vida, cuando aparecen totalmente desfigurados y enloquecidos dos tripulantes de dicha nao. Relatan que en la amanecida del día 22 de mayo se desató un furioso vendaval, que siendo tan rápido no les dio tiempo a rizar las velas y todas quedaron rifadas. Y un golpe de mar les arrancó el timón, quedando a merced de los elementos, estrellándose tres leguas más al sur. Al ser la costa plana y arenosa la Santiago encalla por la proa, lo que permitió que la tripulación pudiera saltar y salvar la vida. La Santiago queda varada durante unos días hasta que las olas que la azotan y la arrastran mar a dentro donde zozobra. La tripulación decide regresar por tierra, pero tropiezan con un ancho y profundo río que bautizan de Santa Cruz. Al no ver la forma de vadearlo, solo dos pueden cruzarlo con una balsa hecha con maderas salvadas de la Santiago.

El buzo argentino Daniel E. Guillén encontró en la desembocadura del rio de Santa Cruz unos fragmentos de madera pertenecientes a la nao Santiago, que investigadores del CSIC en el Centro Nacional de Aceleradores confirman, aplicando el método carbono 14. La importancia de este hallazgo es relevante por tratarse de una nao de la escuadra magallánica y porque ese tipo de barcos son inexistentes en la actualidad. El buzo, a través de nuestra mediación, ofrece ese tesoro arqueológico al Museo Naval de Madrid, pero inauditamente las autoridades competentes de 2016 lo rechazaron.

Al faltar la Santiago el mando queda de la siguiente manera. Magallanes sigue comandando la Trinidad, Álvaro de Mezquita la nao San Antonio, la Concepción Juan Rodríguez Serrano y la Victoria Duarte Barbosa.

Deserción de la nao San Antonio

El 18 de octubre de 1520 zapan del rio de Santa Cruz, después de haberse avituallado de agua, leña y abundante pesca, que se sala. Ponen rumbo al sur, al ignoto sur. Y el 21 del mismo mes avistan una notable punta de tierra que se adentra en el mar, y a la que bautizan, por ser la festividad de aquel día con el nombre de Cabo de las Once Mil Vírgenes. Al aproximarse se distingue un gran banco de arena sembrado de esqueletos de ballena y una gran abertura se ofrece a la vista. Las aguas de la nueva bahía son negras, tétricas. Es un paisaje solitario, alucinante. Solo el aullido del viento rompe la soledad absoluta.

Al punto se ve a las naos San Antonio y Concepción estirar sus trapos y cada una por una banda se adentra por la negra boca de ese recorte del litoral. Navegan a vela henchida y a jarcias tirantes. La Trinidad y la Victoria las esperan en medio de la bahía con las anclas tiradas. El cielo es herrumbroso y la mar turbiamente diáfana. Y de repente se desencadena una terrible tempestad y se teme que a las naves exploradoras no les dé tiempo de virar, por lo que se deberán hacer añicos contra la costa del fondo de la bahía.

Magallanes desde el castillete de proa otea el horizonte día y noche. Entre la marinería causa respeto, miedo y hasta idolatría, pues al trasluz y con las barbas y las ropas agitadas por el viento semeja a un trágico dios griego. Y en lontananza se distingue una columna de humo. Y otra más allá. Todos piensan que las naos San Antonio y Concepción han naufragado y que los supervivientes piden ayuda. Y cuando se disponen a acudir en su ayuda ven que las dos naves regresan. Es que cuando estaban perdidos arrastrados por un aquilón se les presentó una bocana y a través de ese canal llegan a otra bahía y después a una tercera bahía. Donde habían aparecido las columnas de humo la denominan Tierra del Fuego. Todas las señales indican que están en el estrecho que les conducirá al mar que descubrió Balboa. Y por ser el 1 de noviembre lo bautizan, según las calendas, Canal de Todos los Santos.

Ahora van las cuatro naves por este laberinto y en una encrucijada las naos San Antonio y Concepción toman un canal, mientras que las otras dos naos navegan por el otro. Es cuando la nao San Antonio, la mejor avituallada y pertrechada, apresando a su capitán Álvaro Mezquita y comandada por Jerónimo Guerra y el piloto portugués Esteban Gómez, toma rumbo a España, llegando a Sevilla el miércoles 8 de mayo de 1521. En sesiones maratonianas los tripulantes de la nao San Antonio son interrogados. López de Recalde refiere el 12 de mayo al cardenal Fonseca como durante tres días, desde primera hora de la mañana del día de la Ascensión hasta la víspera por la noche, realizaron los interrogatorios a 53 expedicionarios ante dos escribanos y con la ayuda de Castroverde, letrado de la Casa. Los desertores vierten graves acusaciones contra Magallanes, que se había deshecho arteramente de los capitanes puestos por el Emperador. Y que jamás regresaría el resto de la escuadra, pues lo más probable las naves y sus tripulantes se estarían pudriendo en el fondo del mar. Y si la nao San Antonio se salvó es porque tomaron el acuerdo de regresar a España.

Se abrió un juicio declarando sospechosos los dos bandos. Y se embargaron los bienes del capitán Álvaro de Mezquita, que bajo tormentos hizo una declaración escribiendo cuanto les convenía a los desertores, también se retuvieron las riquezas de Esteban Gómez, de Jerónimo Guerra y de otros cuatro más. Y se despidió a los demás sin pagarles ningún sueldo y de esta forma “tomando el camino de buscarse la vida”, acabó la aventura para ellos. Se puso vigilancia al suegro y a la esposa de Magallanes, de manera que no pudieran ir a Portugal, hasta que se entendiese lo que había pasado. Pero al no tener noticias de Magallanes la razón queda de parte de los desertores. Jerónimo Guerra, pariente del financiero Cristóbal de Haro, es puesto en libertad sin cargos. Y Esteban Gómez también fue excarcelado y se le dio el cargo de piloto de una escuadra que tenía la misión de apresar a los corsarios que interceptaban el comercio a las Indias. Tuvo éxito y se le confió una escuadra para hacer descubrimientos. Sin embargo el capitán Álvaro Mezquita se pudrió en la cárcel.

A la vuelta del viaje el 18 de octubre de 1522 Juan Sebastián del Cano realizó al alcalde de Casa y Corte, Santiago Díez de Leguizcano, una declaración muy dura contra Magallanes, refiriendo que las diferencias ente Cartagena y Magallanes se produjeron porque el primero iba por conjunta persona del segundo y éste no le consultaba nada. Que Magallanes era un jefe autoritario, reticente a toda forma de diálogo, que incumplía las instrucciones reales en lo referente a pedir consejo y anunciar la ruta, la cual a veces parecía arbitraria e incomprensible.

Por fin el Mar del Sur

Tras la deserción de la nao San Antonio, las tres naves supervivientes se hacen a la vela y emprenden el decidido rumbo hacia poniente a lo largo del estrecho. Llegan a una encrucijada y Magallanes prueba el agua de cada canal y se decanta por el más meridional, pues las aguas del otro son más frescas y menos saladas y deduce que procede de tierra adentro y no del mar abierto. La travesía se torna rectilínea y angosta. Paulatinamente la vegetación se va degradando y los acantilados son rocas desnudas con derrubios y hondos despeñaderos. Una tribu de delfines nada junto a los barcos saltando en ágiles arcos, lo que interpretan buen tiempo.

Las dos costas del canal se van alejando notablemente. De una parte queda una isla y de la otra una península. Y hacia el frente la vista se pierde en el infinito azul. Los tres humildes barcos supervivientes, solos, saludan con descarga de artillería al océano desconocido, que es bautizado con el nombre de Pacífico. Arrastrados por la corriente de Humboldt y al filo de la costa de Chile navegan orgullosos con la esperanza de arribar enseguida a las bienaventuradas islas Molucas. Pero si a Colom en su viaje a las Indias se le interpuso la barrera del Nuevo Mundo, Magallanes se encontró con la masa de agua más importante de toda la Tierra. El Pacífico era invisible por la cosmografía y hasta la expedición magallánica no se había reseñado en ningún mapa. Lo que Magallanes creía que iba a ser una navegación de semanas resultó ser la travesía más terrible que uno se podría imaginar. Pero estas humildes naves fueron las primeras en atravesar la soledad de este inmenso océano. Sin ningún control que los oriente, ni cartas de marear que les encamine, ni nadie que los socorra, ni testigos que acrediten, confiren a esta travesía la mayor de las proezas.

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