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¿Cuándo empezó la Guerra Civil española?, por Pedro Cuesta Escudero profesor jubilado de Historia

¿Cuándo empezó la Guerra Civil española?, por Pedro Cuesta Escudero profesor jubilado de Historia
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sábado 25 de marzo de 2023, 12:17h
¿Cuándo empezó la Guerra Civil española?, por Pedro Cuesta Escudero profesor jubilado de Historia
¿Cuándo empezó la Guerra Civil española?, por Pedro Cuesta Escudero profesor jubilado de Historia
Ramón Tamames, con 89 años presentado candidato a la Presidencia del Gobierno de España por Vox el pasado 21 y 22 de marzo en la moción de censura contra el gobierno de Pedro Sánchez, desdeñó la Ley de Memoria Histórica diciendo que era un error. “La memoria histórica ha significado un paso atrás y la memoria democrática todavía más. Se alienta la división de la sociedad en dos mitades: enterramientos o no enterramientos, monumentos o no monumentos. Insisto, dejemos la historia a los historiadores, porque es la única forma racional de resolver un problema, de no volver precisamente a los encontronazos”.

Leyes de la Memoria Histórica y de la Memoria Democrática

La Ley 52/2007, de 26 de diciembre, por la que se reconocen y amplían derechos y se establecen medidas a favor de quienes padecieron persecución o violencia durante la guerra civil y la dictadura, 1a conocida popularmente como Ley de Memoria Histórica, fue una ley del ordenamiento jurídico español, aprobada por el Congreso de los Diputados el 31 de octubre de 2007, durante el mandato del socialista José Luis Rodríguez Zapatero.

Y la Ley 20/2022, de 19 de octubre, de Memoria Democrática es aprobada durante el mandato del socialista Pedro Sánchez. La ley de la Memoria Democrática no va de los muertos ni de monumentos ni de enterramientos. Va de los vivos. De los hijos y nietos que aún no tienen una tumba donde honrar a sus ancestros porque en muchos casos siguen en cunetas y, en otros, en ese Valle de los Caídos que hasta hace muy poco era un mausoleo en honor a quien ordenó asesinarlos. Poder recuperar los restos de tu padre, o de tu abuelo, no es algo que divida a la sociedad, sino que debería servir para el reencuentro, para la superación de las heridas. Solo desde la más absoluta falta de empatía se puede negar ese derecho. Es muy triste que alguien con el pasado de Tamames asuma como propio un discurso tan reaccionario.

Una memoria democrática – explica Ramón Tamames- que está faltando a la veracidad y que está por el partidismo. En una guerra civil no hay solamente un lado bueno y otro malo. En la nuestra se cometieron atrocidades en los dos bandos, tratando de limitarlas ahora prácticamente a uno de ellos, cuando en realidad la II República fue una situación no tan angelical como pretenden demostrar actualmente” Y suscribiendo la propaganda franquista contra la República afirma que, “en realidad, la Guerra Civil española comenzó en el año1934. En ese año de 1934 fue el comienzo de la Guerra Civil. Eso no se cuenta en esta nueva historia de España” Cierra el debate de la moción acusando al PSOE de volver a “las dos Españas, peores que las del 36”.

Considerar que la Guerra Civil española empezó en 1934 –con la brutal represión militar de la revuelta de los mineros en Asturias– no es “nueva historia de España”. Es esa vieja historia que durante décadas intentó establecer el franquismo. Es verdaderamente triste que una víctima de la dictadura, que fue encarcelado en Carabanchel por sus ideas, asuma hoy los argumentos del franquismo, que siempre justificó el golpe de Estado, la guerra y la dictadura posterior en los supuestos abusos de la II República. Por eso, llamar discurso a la intervención de Tamames en el Congreso es un exceso, que sólo está al alcance de Sánchez Dragó en uno de esos días con dos copas de vino. En realidad todo empezó con el ego inflado de Tamames por la propuesta de Sánchez Dragó, intelectual orgánico de Vox.

Biografía de Ramón Tamames

Ramón Tamames Gómez es un economista y político español. Autor de un amplio conjunto de trabajos sobre economía; asimismo ha colaborado con numerosas publicaciones periódicas y medios de comunicación. Nació en Madrid el 1 de noviembre de 1933,​ en el seno de una familia de clase media. Era hijo de Manuel Tamames,​ doctor en Medicina y Cirugía. Cursó estudios secundarios en la sección española del Liceo Francés de Madrid. Inició sus estudios universitarios en el año 1950 matriculándose en Medicina en la Universidad de Madrid, si bien no concluyó su primer año de licenciatura. Al año siguiente se inscribió en la Facultad de Derecho de Madrid y, algún tiempo después, lo haría en la Facultad de Ciencias Políticas, Económicas y Comerciales.​ Entre 1953 y 1955 fue becario del Instituto de Estudios Políticos.​ Años después ampliaría su formación en la London School of Economics. Por oposición fue Técnico Comercial del Estado desde 1957 (en excedencia voluntaria desde 1969), es catedrático de Estructura Económica desde 1968; primero en Málaga, Facultad de Ciencias Económicas y Empresariales —dependiente en ese momento de la Universidad de Granada— y desde 1975 de la Universidad Autónoma de Madrid. En marzo de 1992 fue designado catedrático Jean Monnet por la Comunidad Europea.

Trayectoria política de Tamames

Fue diputado durante varias legislaturas en el Congreso de los Diputados, posición que simultaneó con la de concejal en el Ayuntamiento de Madrid. Durante la década de 1950, coincidiendo con su etapa universitaria, fue activista estudiantil. Estuvo involucrado en las actividades que desembocaron en los llamados sucesos de 1956, a resultas de los cuales fue detenido por la policía franquista y pasó una temporada en la cárcel de Carabanchel. Ese mismo año ingresó en el clandestino Partido Comunista de España (PCE), donde formaría parte del grupo de los «intelectuales». Tras una etapa «durmiente», regresó a la militancia activa comunista poco antes de la muerte de Franco. Miembro del Comité Ejecutivo del PCE desde 1976, en las elecciones de 1977 obtuvo el acta de diputado por Madrid; revalidaría su escaño en los comicios de 1979. Durante la legislatura constituyente Tamames llegó a intervenir en la negociación de los Pactos de la Moncloa. En los comicios municipales de 1979 resultó elegido concejal del Ayuntamiento de Madrid en la lista del PCE. Como resultado del acuerdo entre PSOE y PCE que hizo alcalde a Enrique Tierno Galván, Tamames se convirtió en el primer teniente de alcalde de la capital. Abandonaría el PCE en mayo de 1981 por discrepancias con el dirigente Santiago Carrillo,​ en medio de una fuerte crisis interna del partido. Se mantuvo como diputado en el Congreso hasta 1982.

En diciembre de 1984 fundó un nuevo partido, la Federación Progresista, con el cual Tamames participaría en la creación de Izquierda Unida (IU) dos años más tarde. En las elecciones generales de 1986 obtuvo acta de diputado por Madrid dentro de las listas de Izquierda Unida. Así mismo, en las elecciones municipales de 1987 fue cabeza de lista por IU al Ayuntamiento de Madrid. Sus rivales políticos no eran los de la derecha, sino el PSOE. En junio de 1989 apoyó la moción de censura contra el alcalde socialista Juan Barranco para apoyar al candidato de la oposición, el centrista Agustín Rodríguez Sahagún. Convertido en un tránsfuga, Tamames abandonó la dirección de IU e ingresó en el Centro Democrático y Social (CDS), partido que abandonaría poco después de celebrarse las elecciones generales de 1989. Dejó la política para dedicarse a los negocios.

Con el paso del tiempo ha evolucionado hacia posiciones más conservadoras en materia económica, según declaró el propio Tamames en una entrevista.​ A este respecto señalaría que « (…) he descubierto que el capitalismo es un gato de siete vidas que parece aguantarlo todo». Frecuenta las tertulias en la COPE, Libertad Digital… con Federico Jiménez Losantos, Luis Herrera, Cayetana Álvarez de Toledo, Marluenda, Eduardo Inda, Carlos Cuesta, Pío Moa… Este último culpa al PSOE de causar la Guerra Civil, principalmente por su apoyo a la Revolución de 1934, abortada por el general Franco, que se mantuvo leal a la República. De igual manera, considera que la actual democracia es heredera del régimen franquista, que según Moa “experimentó una «evolución democratizante», y no de las izquierdas del Frente Popular, totalitarias y antidemocráticas, y que dejaron un legado de devastación intelectual, moral y política” Pío Moa asegura que la parte sustancial de la izquierda (anarquistas, PCE, ERC y el sector del PSOE liderado por Largo Caballero) tenía un carácter marcado antidemocrático, ya que consideraba a la República como un paso intermedio en el camino hacia la revolución bolchevique.

¿Cuándo empezó la Guerra Civil española?

Lo planes para derribar a la República se iniciaron en el momento de conocerse el resultado de las elecciones de febrero de 1936, en las que el Frente Popular ganó democráticamente por amplia mayoría. (El Frente Popular sacó 257 diputados, frente a 139 las derechas y 57 el centro) Tras las elecciones el Gobierno provisional presidido por Azaña decide relegar a los generales derechistas de dudosa lealtad republicana que habían sido encumbrados durante el Bienio Negro mientras Gil Robles había ocupado la cartera de Guerra. Los generales Goded, Franco y Mola fueron enviados a Baleares, Canarias y Pamplona, respectivamente. Los tres eran africanistas, jóvenes generales que habían ascendido vertiginosamente gracias a los méritos contraídos entre 1909 y 1927 en la Guerra de Marruecos, con acciones brutales donde se hicieron carniceros y perdieron cualquier sentimiento de humanidad.

El domingo 12 de julio de 1936 el teniente José Castillo, de la guarda de asalto, instructor de la milicia de la juventud socialista, fue asesinado a tiros por un pelotón de falangistas. Sus camaradas decidieron en cuestión de horas una venganza espectacular. Al no encontrarse en Madrid el jefe de los falangistas José Antonio Primo de Rivera, fueron a por Antonio Goicochea, jefe de Renovación Española, pero al no dar con él buscaron a Gil Robles, pero estaba en Biarritz. Entonces se dirigieron al domicilio de Calvo Sotelo y se presentaron como miembros de su escolta y al sacarlo de casa lo asesinaron.

La muerte de Calvo Sotelo precipitó la fijación del momento preciso del alzamiento, aunque los planes del general Mola ya estaban ultimados. Los generales y coroneles que habían de apoderarse del mando de cada región, Gobierno o Comandancia militar ya habían recibido sus asignaciones. En las islas Canarias, el general Franco se estaba preparando para hacerse cargo del mando que le habían asignado en Marruecos.

El 17 de julio de 1936 el ejército regular y la legión, dirigidos por los oficiales de rango intermedio, se alzaron en Melilla, Tetuán, Ceuta y Larache, mataron a los generales que no se sumaron a la rebelión y declararon el estado de guerra. Ocuparon los edificios públicos, así como el aeródromo de Melilla, cerraron las Casas del Pueblo y todos los centros de izquierdas. Hubo violenta resistencia en los barrios obreros, pero como habían sido atacados por sorpresa y tenían pocas armas, detuvieron a todos los dirigentes republicanos o de izquierdas. Todos los detenidos que habían opuesto resistencia a la rebelión fueron fusilados. Al atardecer, se consiguieron las listas de los miembros de los sindicatos, partidos de izquierdas. Todas estas personas fueron inmediatamente detenidas, como también a los que se supiese o sospechase que habían votado al Frente Popular en las elecciones de febrero. Se estableció la ley marcial y las características de esta insurrección se constituyeron en modelo a seguir en las regiones y ciudades que se consiguió dominar en la Península. El general Franco declara el estado de guerra en Tenerife y se dirigió por radio para explicar los motivos del alzamiento militar: que la anarquía y las huelgas revolucionarias estaban destruyendo a la nación, que la Constitución estaba prácticamente suspendida, que el regionalismo estaba destruyendo la unidad nacional y que los enemigos del orden público habían calumniado sistemáticamente a las fuerzas armadas. Franco emprendió el vuelo en dirección a Casablanca, en el Marrueco francés, cargó combustible y recibió noticias del completo y rápido éxito en la zona española de protectorado y reemprendió el vuelo para hacerse cargo del mando supremo del ejército de Marruecos.

El sábado 18 de julio de 1936 tuvieron lugar una serie de rápidos y afortunados levantamientos en Navarra, Aragón, Castilla la Vieja y Andalucía. En Pamplona los requetés se echaron en masa a la calle despertando enorme entusiasmo entre los elementos católicos y carlistas y ahogando en sangre la breve resistencia de la Casa del Pueblo. En Zaragoza el general Cabanellas proclamó el estado de guerra, al tiempo que los falangistas siembran el terror en las calles. En Burgos el general Dávila declara el estado de guerra. En todas las capitales de Castilla y León también se declara el estado de guerra y son fusiladas todos todas las personalidades izquierdistas conocidas. Si en Castilla la Vieja la población rural era generalmente conservadora o apolítica, el dominio de la gente en Andalucía fue más difícil porque en gran medida era anarquista, antimilitarista y anticlerical. Pero los gobernadores civiles les negaron la entrega de armas, lo que permitió que los militares sublevados se hicieran con el dominio de la situación. Aunque la clave del control de Andalucía era Sevilla, pero Queipo de Llano estableció el mando de la ciudad por una combinación de audacia, terror y propaganda. Los acontecimientos más cruciales de los dos primeros días tuvieron lugar en las dos ciudades más importante: Madrid y Barcelona. Cuando llegaron las noticias del alzamiento de Marruecos la UGT y la CNT consiguieron la distribución de armas y se consiguió derrotar a los sublevados. En las provincias norteñas los acontecimientos de aquellos primeros días tomaron un curso diferente. En Bilbao, en cuanto llegaron las noticias de la sublevación en Marruecos el Gobierno derivó las llamadas telefónicas hacia el despacho del gobernador civil. Por tanto, cuando el general Mola telefoneó desde Pamplona al Gobierno militar de Bilbao con la orden de sublevarse, la llamada fue recibida por el gobernador civil y no hubo alzamiento militar. En San Sebastián los nacionalistas vascos lograron una rendición pacífica. De Oviedo salieron trenes llenos de mineros para la defensa de Madrid llevándose fusiles y la dinamita que habían estado ocultando desde octubre de 1934. El comandante militar de Oviedo, el coronel Aranda, que se tenía por republicano y masón, avisó a los militares triunfantes de Valladolid para que salieran al encuentro de los trenes de los mineros y los liquidaron. En Galicia los generales Salcedo y Caridad Pita y el almirante Azarola aseguraron al gobernador civil su lealtad a la República, por lo que no se repartió armas a los dirigentes del Frente Popular. Pero los oficiales insurgentes ordenaron cargar contra la muchedumbre desarmada provocando una gran masacre.

El alzamiento cogió de sorpresa a los oficiales republicanos, así como al gobierno del Estado. En la mañana del 18 de julio el gobierno de Casares Quiroga dio por primera vez la noticia del alzamiento, al anunciar Radio Madrid que “nadie, absolutamente nadie en la España peninsular había tomado parte en tan absurdo complot, y que sería, prometía el gobierno, rápidamente aplastado en Marruecos. O sea, el gobierno actuó como si creyera que la insurrección iba a quedar limitada a Marruecos. Esta suposición enfureció a los dirigentes izquierdistas que preveían que de un momento a otro se iba a realizar el alzamiento en la península. Aunque el jefe del gobierno Casares Quiroga anunciara que el que entregara armas a los obreros sin órdenes suyas sería fusilado, las calles de Madrid y de las principales ciudades de España se llenaron de gentes muy inquietas. Y en el ministerio de la Guerra llega a dominar la situación un grupo de oficiales de izquierdas, y tanto el general Pozas, jefe de la guardia civil, como el general Miaja, jefe de la región militar de Madrid, eran hombres en cuya lealtad se podía confiar. En Valencia se impidió que en los primeros tiempos hubiera sublevación. O sea, Cataluña, Castilla la Nueva y toda la costa mediterránea, desde la frontera francesa hasta casi Gibraltar, seguía en manos de los republicanos.

En el bando de los insurgentes no fue todo de acuerdo con los planes establecidos. El general Sanjurjo, jefe titular del levantamiento, se mató al estrellarse el avión en que volaba desde Portugal para hacerse cargo del mando en España. En Badajoz, el general leal Castelló impidió que hubiera sublevación. Navarra-Castilla y la baja Andalucía, las dos zonas principales de la rebelión estaban aisladas entre sí. La sublevación de la marinería significaba que en vez de disponer de buques de guerra dispuestos a escoltar al ejército de África en su travesía por el estrecho de Gibraltar, lo más probable es que estos buques lo impidiesen. Los pequeños efectivos de la aviación española permanecen leales al Gobierno republicano. En estas condiciones es cuando se inicia la Guerra Civil española.

La Revolución de octubre de 1934

La afirmación de que la guerra empezó con la revolución de octubre de 1934 es una mera elucubración. Siguiendo ese razonamiento podríamos decir que empezó con la sublevación de Sanjurjo en agosto de 1932, que pretendió acabar con la República. Sanjurjo salvó la vida porque la República había abolido la pena de muerte. Para comprender los motivos de la insurrección de octubre de 1934 debemos tener en cuenta tanto la trayectoria política y social española como la evolución de la situación internacional, particularmente en Europa. Por esas fechas ya había culminado el ascenso de Hitler al poder y el partido nazi en Alemania. En Austria el canciller Dollfus había eliminado brutalmente a los líderes socialistas y obreros ejecutándolos con hacha. En las elecciones de 1934 Mussolini, fundador del fascismo italiano, consiguió la mayoría absoluta. En febrero de 1934 se había fusionado Falange con las JONS, organización claramente fascista, integrada por grupos paramilitares de acción directa financiados por círculos monárquicos. La revolución de octubre estuvo dirigida a impedir que la CEDA participara en el Gobierno, una participación que parecía como un equivalente a la implantación del fascismo en España, pues a Gil Robles lo aclamaban con el brazo en alto al grito de jefe, jefe, jefe.

La sublevación tuvo tres fases: el 5 de octubre hubo una serie de huelgas generales no coordinadas, que fracasaron porque la mayoría de los intelectuales y los antiguos dirigentes sindicales se oponen a la verborrea revolucionaria de Largo Caballero. A pesar del Estatuto Cataluña fue sacudida por una oleada de nacionalismo incontrolado y el día 6 Lluis Companys proclamó la República de Catalunya dentro de la República Federal española. El general Batet actuando con prudencia y con determinación consiguió que la Generalitat se rindiera de un modo digno. Mientras tanto en la zona minera de Asturias las fuerzas unidas del proletariado iniciaron la lucha armada contra el Gobierno y el régimen capitalista existente. Fue reprimido a sangre y fuego por el general Franco con un ejército de moros y legionarios.

Tratándose de una guerra civil podríamos decir que la lucha no se limita a un tiempo determinado habiendo amplias capas de la población viviendo de una manera miserable. En las zonas industrializadas las familias obreras vivían en condiciones de estricta subsistencia. Se alojaban en miserables viviendas que muchas veces solían compartir con otras familias, mientras que las clases burguesas vivían en lujosas y espaciosas mansiones. Por ejemplo en Barcelona durante este periodo había de media cuatro familias por alojamiento, concentrados en determinadas barriadas o en barracas a la orilla del mar. Por otra parte las condiciones laborales eran muy precarias: las jornadas de trabajo eran de 10 a 12 horas, incluidos los domingos, sin contrato laboral, sin medidas de seguridad laboral (ni de accidentes, ni de paro, ni de jubilación) y unos salarios que apenas permitían cubrir las necesidades de alimentación. Las cifras de analfabetismo eran muy altas. Y encima estaban muy mediatizados, principalmente las mujeres, por la Iglesia que les decía que se resignaran pero alcanzarían el cielo cuando murieran.

La modalidad de la propiedad de las tierras en España eran básicamente el latifundio, el minifundio y fincas de extensión mediana en arrendamiento. El primero se caracteriza por la existencia de grandes propietarios y los jornaleros que trabajan las tierras de los terratenientes en condiciones leoninas. Desde finales del siglo XIX los jornaleros, esencialmente los andaluces, reivindican reformas laborales que comportase un reparto de la tierra que trabajan, pero la respuesta del Estado es la utilización de la guardia civil y, si es necesario, la declaración del estado de guerra con la intervención del ejército. Y por no alargarnos omitimos la peligrosa y precaria vida de los mineros y la situación de dependencia de la mujer.

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