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LA ESTUPIDEZ HUMANA SUS CONSECUENCIAS. (II PARTE), por Juan Saborido Gago

LA ESTUPIDEZ HUMANA SUS CONSECUENCIAS. (II PARTE), por Juan Saborido Gago
martes 16 de agosto de 2022, 09:20h
LA ESTUPIDEZ HUMANA SUS CONSECUENCIAS. (II PARTE), por Juan Saborido Gago
LA ESTUPIDEZ HUMANA SUS CONSECUENCIAS. (II PARTE), por Juan Saborido Gago

“En el pasado la educación construyó identidades sólidas como casas de piedra. Ahora necesitamos construirlas como tiendas de campaña, que puedes doblar y mover” (Yuval Noah Harari).

¿Existen posibles soluciones para aminorar el número de estúpidos?

En la primera parte de este artículo publicado por Nuevodiario, presente y argumente la idea y el contenido, y tras repasarlo, me veo sobrecogido, ya que, es un gran reto dado la complejidad de esta pesada carga que arrastramos; puede parecer difícil, incluso imposible luchar contra la estupidez, porque, se encuentre perdida de antemano, tal como Albert Camus en su libro La Peste dice “que la estupidez siempre insiste”, aunque nosotros, tenemos y debemos trabajar con ahínco para que podamos vivir en paz en esta tierra, y para ello, es imprescindible que el número de estúpidos decrezca, o al menos, caigamos en la cuenta de la gravedad que representa.

En la actualidad, se han realizado estudios profundos sobre la estupidez, en concreto, se ha detectado como cuatro aspectos cardinales sobre este problema, y que, según los académicos Mats Alvesson y André Spicer autores del libro “The Stupidity Paradox” (La Paradoja de la estupidez) estos son:

  1. Buscar agradar a quien ostenta el poder de una organización, sea la que sea.
  2. La necesidad de no provocar problemas y sobre todo no decir a ciertas personas cosas que no quieren oír.
  3. Una de las cosas que nos constituyen como estúpidos funcionales es hacer que todo nos vaya más o menos bien; de este modo mantenemos el puesto de trabajo o las relaciones personales.
  4. Este es un punto crucial ya que se observa no sólo en lo laboral, sino en la política y en lo sindical, es que, en estos estamentos se pide ser estúpido, sobre todo, si se desea ascender. Por lo que tienes que ser sumiso, servicial, y sobre todo no cuestionar aquello que se lleva a cabo.

Probablemente nuestra sociedad no se encuentra preparada para realizar los cambios oportunos, ya que, la estupidez está convertida en funcional, y esto lo vemos en las diferentes estructuras sociales, aunque en estas estructuras se encuentren personas muy capacitadas y brillantes, pero terriblemente desaprovechadas, pero que se diluyen en una imbecilidad incomprensible, para poder sostener un sistema decimonónico, que solo intenta sobrevivir a duras penas, y que como podrán comprender, esto no es un buen plan.

Por ello, vuelvo a advertir al lector, que existe la posibilidad auténtica de que yo sea un auténtico estúpido, y ello, al querer exponer posibles soluciones, o alardear de ser inteligente, ya que esto es una señal inequívoca de una estupidez supina, de ahí el popular dicho “estupidez y orgullo crecen bajo el mismo árbol”. Por tanto, el primer paso es caer en la cuenta o ser consciente de mi orgullosa estupidez.

Posibles propuestas.

“La especie que sobrevive no es la más fuerte, tampoco la más inteligente: es la que mejor responde al cambio” (Charles Darwin)

Actualmente en nuestra realidad, incluso tras la oportunidad que hemos tenido con la pandemia, hemos podido ver en los diferentes medios de comunicación que se enarbolaba el termino volver a la normalidad, una y otra vez, hasta el hartazgo, ¿pero qué significa volver a la normalidad?, se refieren a continuar con el mismo afán consumidor, a no perder el poder, a seguir siendo controlados, a seguir perdiendo libertades, a evitar los cambios, a expulsar, según los poderes económicos, políticos y mediáticos conservadores a estos advenedizos progresistas y que vuelvan los legítimos dueños la derecha y ultraderecha de siempre(…) a esta cuestión aún no se ha respondido, porque no interesa, lo que realmente se exige es no hacer cambios, continuar del mismo modo y forma.

Por tanto, el primer paso necesario es admitir que necesitamos cambios.

Todos a lo largo de nuestra sinuosa vida hemos ido realizando pequeños cambios, casi de forma inconsciente, estos cambios han ido configurando en nosotros una nueva forma de pensar incluso de ser; y llegado cierto momento “caemos en la cuenta” de que algo se ha producido en nosotros que no sabemos definir, esto nos produce una extraña sensación, es una incertidumbre, algo que llamamos “crisis” porque ya no nos sentimos como éramos.

Por tanto, los cambios producen miedo; sobre todo al desprendimiento de aptitudes y actitudes, que en nada nos favorecen ni favorecen a los que nos rodean. Pero para ello, la persona tiene que estar en disposición de querer.

Por mucho que los especialistas en salud mental indiquen que son necesarios los cambios, para que se pueda realizar un verdadero crecimiento en conciencia, se necesita el expreso deseo de la persona, si esta es muy reticente y sobre todo si es un estúpido, estos movimientos difícilmente se producirán.

El segundo paso, ir más allá de las fronteras del miedo. Hoy más que nunca se ha institucionalizado el miedo; miedo a perder el puesto de trabajo, miedo a perder la casa, miedo al extranjero que llega, miedo al jefe, miedo a la institución, (…). Es ese miedo a perder; para mejorar la vida indispensablemente tenemos que desprendernos de cosas y perder para poder ganar. A esta actitud reticente se le denomina con el termino inmovilismo, quedarnos paralizados.

Para salir de este estado tenemos que profundizar en nosotros y descubrir cuál es la causa que me provoca esta parálisis, y sus consecuencias a corto, medio y largo plazo.

En una sociedad en la que se ha esparcido la semilla del miedo y esta ha germinado con fuerza, porque se han encargado de abonarla a conciencia, se necesita un cambio radical, es decir, que se produzca desde la raíz. Existe una palabra que define esta radicalidad, se denomina Henko y proviene de Japón su posible traducción es “cambio transformador en el que no hay posibilidad de retorno al estado inicial” indudablemente tener la valentía y la capacidad de dar ese salto y avanzar para ampliar nuestro nivel de consciencia es necesario para despegarnos de la estupidez institucionalizada, en sus diversas formas.

El tercer paso que propongo, es un cambio en el modelo de educación. La educación no entendida como el proceso de adquirir mucha más información.

Todos somos conscientes que los actuales sistemas educativos se enmarcan en el “direccionismo” creado y orquestado por una “elite” o sistema político que da unas directrices, de lo que se debe enseñar y de cómo se debe realizar; los resultados de este modo de dirigir la enseñanza son evidentes, se dispara el nivel de estupidez y de atontamiento, generando un perfil de ciudadano dócil y fácil de manipular.

Traigo aquí dos ejemplos de una educación diferente: en primer lugar, al eminente pedagogo Johann Heinrich Pestalozzi nacido en Zúrich. Creo un sistema basado en el principio de que la inteligencia sólo es posible mediante la percepción espontánea, adaptando el método de enseñanza al desarrollo natural del niño/niña, que debe ir aprendiendo desde sus propias experiencias.

En segundo lugar, tenemos a María Montessori fue una médico y educadora italiana, su método consiste en favorecer el desarrollo natural de las aptitudes de los alumnos/as, a través de la autodirección, la exploración, el descubrimiento, la práctica, la colaboración, el juego, la concentración profunda, la imaginación y la comunicación.

Usted lector, podrá llevarse las manos a la cabeza, y para el sistema saltarían todas las alarmas si estos métodos se aplicasen de forma libre para el actual sistema educativo, ¿Cuántos educadores serían precisos?, ¿Cómo transformas los centros?, ¿Quién los controlaría? Y sobre todo ¿Qué tipo de persona surgiría?. Tal vez una persona libre, una persona con principios, una persona sin miedos, personas que piensan libremente, (…) Realmente no lo sabemos porque esto aún no se ha producido.

“La humanidad empecerá verdaderamente a merecer su nombre el día en el que haya cesado la explotación del hombre por el hombre” (Julio Cortázar)

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