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“La primera isla que descubrió Colón”, por Pedro Cuesta Escudero, autor de “Colón y sus enigmas” y de “Mallorca, patria de Colón”

“La primera isla que descubrió Colón”, por Pedro Cuesta Escudero, autor de “Colón y sus enigmas” y de “Mallorca, patria de Colón”
sábado 24 de julio de 2021, 10:00h
“La primera isla que descubrió Colón”, por Pedro Cuesta Escudero, autor de “Colón y sus enigmas” y de “Mallorca, patria de Colón”
“La primera isla que descubrió Colón”, por Pedro Cuesta Escudero, autor de “Colón y sus enigmas” y de “Mallorca, patria de Colón”
Han pasado 529 años y aún no tenemos seguridad absoluta sobre cuál fue la primera isla divisada por Colón al otro lado del Atlántico. Guanahani, o según algunas fuentes Guanahaní, es el nombre de la primera isla en la que desembarcó Cristóbal Colón el viernes 12 de Octubre de 1492, cuando llegó por primera vez a un territorio de la llamada posteriormente América. La isla, que fue bautizada con el nombre de San Salvador en recuerdo del monasterio que veía de pequeño desde su casa mallorquina, se encontraba habitada por el pueblo lucayo o taíno. Guanahani es sin duda una de las islas del archipiélago de las Antillas, más precisamente en las Bahamas. Sin embargo, la identificación exacta de la isla a la que llegó Colón es materia de debate.
“La primera isla que descubrió Colón”, por Pedro Cuesta Escudero, autor de “Colón y sus enigmas” y de “Mallorca, patria de Colón”

Es otro de los enigmas que envuelven la figura del famoso descubridor. La localización exacta de la isla de Guanahani es sumamente compleja debido al hecho de que el libro de bitácora de Colón se ha perdido y la única evidencia disponible se encuentra en el resumen realizado por Bartolomé de las Casas, donde no se especifica. Los libros de historia lo dicen claramente: el 12 de Octubre de 1492, “La Niña”, “La Pinta” y “La Santa María”, al mando de Cristóbal Colón y los hermanos Pinzón, tocaron tierra en la isla de Guanahaní. Pero, ¿dónde está exactamente esa isla que marcó el Descubrimiento de América? Después de más de cinco siglos, los geógrafos e historiadores no se ponen de acuerdo en la ubicación precisa de este sitio histórico

La arribada a la otra orilla del Atlántico

Una vez superado el Mar de los Sargazos la mar se les aparece plana hasta sus confines. Pero surgen ráfagas de viento adverso de proa que zarandea las velas y obliga a tomar medidas para contrarrestarlas. Es un fenómeno que, en vez de contrariar a Colón, le anima al comprobar que había vientos contrarios, pues la tripulación estaba recelosa de no poder regresar a casa si el viento siempre soplaba de popa. De pronto, a lo lejos, de la “Pinta” suenan voces de júbilo y un clamor, que después se hace religioso y coral. Es la señal de que han avistado tierra y el Almirante, de rodillas, da gracias al Altísimo. La tripulación, al ver a su capitán, le imita entre gritos de júbilo. En la “Niña”, que está a medio millar de brazas, al advertir ese regocijo y laudos religiosos, hace que los marineros, capitán, maestre, piloto, todos, se suban a los mástiles como gatos por las jarcias para otear el horizonte a la luz extinta del crepúsculo.

Martín Alonso Pinzón asegura que no es una nube, ni un espejismo, es la inconfundible silueta de una isla. En lontananza aparece un monstruoso perfil de montañas dentadas, chispeantes acá y allá de fugaces centellas. El Almirante, al no saber si hay bajíos, ordena retirar el velamen para dejar a las tres naves al pairo. Con la luz del día y los ojos bien abiertos abordarían la isla. La noche se oscurece porque un apiñamiento de cirros vela la luna y se borra la tierra que se veía desde las naves. Ya con las primeras luces del alba navegan en dirección a lo que creían tierra, pero la línea del horizonte aparece desnuda y, conforme se avanza, se va alejando cada vez más y lo único que muestra es cielo. Martín Alonso Pinzón no da su brazo a torcer y dice que mientras estaban al pairo la corriente los había desplazado, por lo que había que cambiar el rumbo al suroeste. Además las bandadas de pardelas vuelan en esa dirección para alcanzar sus nidos. Colón se niega a barloventear en busca de esas islas y decide continuar con rumbo oeste a fin de arribar a la India.

La tripulación cada vez está más irritada, porque se han superado los treinta días contratados y la perspectiva de luchar contra los vientos en el viaje de vuelta, con provisiones que ya empiezan a escasear y el agua que se agría, les tiene preocupados. Continuar navegando les parece un suicidio. Por mucho que Colón les diga que llegar a las Indias supone una hazaña nunca imaginada, la marinería se insubordina y amenaza con tirarlo por la borda. El Almirante les suplica que le den tres días de margen, a lo que accede la tripulación, pero ni una hora más.

En esos tres días se observan indicios de que están próximos a tierra. Aves que anidan en tierra les revolotean por encima de sus cabezas, un junco, olor a tierra, una ramita con una flor, un trozo de madera con un relieve tallado por manos humanas. Todos los ojos rastrean las aguas para descubrir signos procedentes de tierra, al tiempo que avizoran el horizonte por si descubren la tierra que origina esos productos que el mar no genera. El vuelo de las aves determina al Almirante a cambiar el rumbo hacia el sudoeste. Para que estén ojo avizor Colón recuerda el premio que recibiría el primero que divise tierra: diez mil maravedíes anuales de renta mientras viva y un jubón de seda.

El Almirante, poco antes del rezo de la salve del día 11 de Octubre, estando en el castillo de popa cree ver en el horizonte una zigzagueante llamita. Se lo dice a Pedro Gutiérrez, el administrador real, que también parece verla. Sin embargo, Rodrigo Sánchez no la distingue desde el sitio donde está. A eso de las dos de la madrugada del viernes 12 de Octubre, cuando los barcos se deslizan a una velocidad de tres leguas por hora y la luna menguante situada a unos sesenta grados sobre Orión, se oye el estallido de una lombarda procedente de la “Pinta” que marcha en vanguardia y arría las velas para que las otras naves se le acerquen. Tanto la “Santa María” como la “Niña” se aproximan a la carabela que capitanea Martín Alonso Pinzón, quien explica que Juan Rodríguez Bermejo, más conocido como Rodrigo de Triana, acaba de divisar, a la luz de la luna, un rompiente con olas que se estrellan a lo largo de una costa rocosa. Todos ven la silueta larga y oscura de tierra hacia el norte. Durante las horas en que la escuadra, solo con el treo y las demás velas amainadas, flota sobre las olas sin avanzar, todos lanzan miradas curiosas hacia ese contorno oscuro de la tierra desconocida y llorando de placer hincan las rodillas y cantan el Te deum laudamus.

Al salir el sol se descubre una tierra de impresionante belleza. Es una isla tropical más bien llana, rodeada de blancos playazos y cubierta por una exuberante selva verde que contrasta con el profundo azul del mar. Se ven en la distancia árboles gigantes y salpicadas, acá y allá, palmeras de flexionado tallo, cabeceantes a una sutilísima brisa. Durante todo el día 12 de Octubre de 1492 los barcos costean la isla. Es una fiesta para los ojos de todos ver esos árboles color esmeralda, colmados de pájaros chillones. Playas extensas, con vegetación que casi se hunde en el mar, aparecen ante los ojos de estos intrépidos que han atravesado el Atlántico. Contemplan un mundo diferente, con flores de aromas extraños, con animales nunca vistos. Por una abertura entre los arrecifes penetran las tres naves en la costa. Bajan las vergas, recogen las velas y tiran las anclas. De pronto todos prorrumpen a gritos de asombro cuando aparecen en la playa un grupo de hombres desnudos, con la piel morena pintada de negro, blanco y rojo. No menos asombrados están los nativos al contemplar como esos pájaros del cielo pliegan sus alas blancas. Dos mundos ignorados entre si se asombran al descubrirse.

Cristóbal Colón se niega a adjudicarle el premio prometido a Rodrigo de Triana, alegando que fue él el primero en avistar tierra. Es difícil de entender que Colom viera una antorcha a ras de tierra varias horas antes que Rodrigo de Triana diera el grito de ¡Tierra a la vista!, estando, además, mucho más adelantada la “Pinta”. La curvatura de la Tierra lo impide.

Lo que dicen las fuentes de la isla de Guanahani

Hay fuentes primarias como la carta que Colón envió a Lluis de Santángel, escribano de ración del Rey Fernando II, y que se publicó en Barcelona el 29 de Abril de 1493, en la que se anuncia el descubrimiento. Se trata del primer documento impreso que menciona el nombre de Guanahani, pero sin aportar ningún dato sobre la isla: “A la primera isla que yo hallé puse nombre San Salvador a conmemoración de Su Alta Majestad, el cual maravillosamente todo esto ha dado; los Indios la llaman Guanahani; a la segunda puse nombre la isla de “Santa María” de “Concepción”; a la tercera “Fernandina”; a la cuarta la “Isabela”; a la quinta la isla “Juana”, y así a cada una nombre nuevo”.

Las fuentes secundarias dan detalles sobre el descubrimiento del Mundo Novo pero no se precisa la situación e identidad de la primera isla que pisó Colón. La Historia de las Indias del fraile y obispo Bartolomé de las Casas es considerada la principal fuente de información sobre el Primer Viaje de Colón porque incluye, según el autor, transcripciones literales del cuaderno de bitácora del Almirante. De las Casas afirma haber empezado a escribir su obra hacia 1527 pero solo la afrontó con fuerza en la segunda mitad de los años 1540, cuando obtuvo acceso a la biblioteca privada de Hernando Colón en Sevilla. La obra quedó en manuscrito y fue olvidada hasta su redescubrimiento en 1791. Los siguientes son extractos de ese documento:

“Jueves 11 de Octubre:... A las dos horas después de medianoche pareció la tierra, de la qual estarían dos leguas. Amainaron todas las velas, y quedaron con el treo, que es la vela grande, sin bonetas, y pusiéronse a la corda, temporizando hasta el día viernes que llegaron a una isleta de los Lucayos, que se llamava en lengua de indios Guanahani. Luego vieron gente desnuda y el Almirante salió a tierra en la barca armada y Martín Alonso Pinçón y Viçente Anes, su hermano, que era capitán de la “Niña”. Sacó el Almirante la vandera real; y los capitanes con dos vanderas de la cruz verde que llevava el Almirante en todos los navíos por seña, con una F y una Y: encima de cada letra su corona, una de un cabo de la † y otra de otro. Puestos en tierra vieron árboles muy verdes, y aguas muchas y frutas de diversas maneras. El Almirante llamó a los dos capitanes y a los demás que saltaron en tierra, y a Rodrigo d'Escobedo, escrivano de toda el armada, y a Rodrigo Sánchez de Segovia, y dixo que le diesen por fe y testimonio como él por ante todos tomava, como de hecho tomó, possessión de la dicha isla por el Rey y por la Reina sus señores, haziendo las protestaciones que se requirían, como más largo se contiene en los testimonios que allí se hizieron por escripto. Luego se ayuntó allí mucha gente de la isla.”

” Se trataba de una isla de quince leguas de longitud, llana y sin montañas, llena de árboles muy verdes y transparentes aguas y con una gran laguna en medio. Estaba poblada por mucha gente...” Es una descripción de la isla, pero no es suficiente para que hoy la podamos identificar.

“Domingo 14 de Octubre:... Yo miré todo aquel puerto y después me bolví a la nao y di la vela, y vide tantas islas que yo no sabía determinarme a qual iría primero. Y aquellos hombres que yo tenía tomado me dezían por señas que eran tantas y tantas que no avía número y anombraron por su nombre más de çiento. Por ende yo miré por la más grande, y aquella determiné andar, y así hago, y será lexos d'esta de Sant Salvador çinco leguas y las otras dellas más, dellas menos. Todas son muy llanas, sin montañas y muy fértiles y todas pobladas, y se hazen guerra la una a la otra…”.

Gonzalo Fernández de Oviedo en su Historia general y natural de las Indias, islas y tierra-firme del mar Océano, caps. V y VI, dice:

“Desde la nao capitana se vido la isla que los indios llaman Guanahani. (...) es una de las islas que dicen de los Lucayos (...). En aquella isla que he dicho de Guanahani ovo el almirante é los que con él yban vista de indios é gente desnuda, é allí le dieron noticia de la isla de Cuba. E como parescieron luego muchas isletas que están juntas y en torno de Guanahani, començaron los chripstianos á llamarlas Islas Blancas (porque assi lo son por la mucha arena), y el almirante les puso nombre las Princesas, porque fueron el prinçipio de la vista destas Indias. E arribó a ellas, en especial a la de Guanahani, y estuvo entrella y otra que se diçe Caycos; pero no tomó tierra en ninguna dellas, segund afirma Hernán Pérez Matheos, piloto que hoy día está en esta cibdad de Sancto Domingo, que diçe que se halló allí. Pero á otros muchos he oydo deçir quel almirante baxó en tierra en la isla de Guanahani é la llamó Sanct Salvador; y esto es lo más çierto y lo que se debe creer dello. E de allí vino é Baracoa, puerto de la isla de Cuba de la vanda del norte...”.

En el año 1500, el cartógrafo Juan de la Cosa ubicó a Guanahaní como una pequeña isla al noreste de Cuba; 35 años después, Gonzalo Fernández de Oviedo afirma en su libro que la isla forma parte del archipiélago de los Lucayos; por su parte, Hernando Colón, en la biografía que escribió de su padre, hace una descripción de la isla y menciona una laguna y una península.

Falta de señales de las tierras descubiertas por Colón

Era habitual que los portugueses llevasen placas de mármol o piedras talladas donde rezaba una leyenda que decía que aquí han estado marinos portugueses y han tomado posesión de este territorio para el rey de Portugal. Era una referencia para otros buques que pasaran por allí y una advertencia para visitantes de otros países de que aquello ya estaba “poseído” por los portugueses. En el caso de no tener una placa que colocar labraban en alguna zona rocosa señales o marcas que fueran reconocibles con el paso del tiempo.

Pero Cristóbal Colón, en su obsesión por llegar a las Indias, no estaba preparado para ello. Tomaba posesión en nombre de los reyes “sus señores”, pero no dejaba vestigio alguno. A lo sumo dejaba clavada una bandera o una cruz de madera que duraba lo que duraba y no dejaba vestigio alguno. Iba imbuido que el Cipango estaba por allí y no pensaba en la trascendencia de que era el primer europeo que pisaba por primera vez aquellas tierras. De hecho no volvió a pasar otra vez por la isla Guanahani. Y los españoles tampoco, ya que la consideraron de poca utilidad por su pequeño tamaño. Estuvo abandonada hasta que la ocupó en el siglo XVII el inglés George Watlling, que le puso su nombre.

Intentos de localizar la isla de Guanahani

En 1925 se pensó que esta isla de Watlling era la que pisó Colón por primera vez y se le cambió el nombre por San Salvador. Pero la National Geographic siguiendo las distancias y direcciones que Las Casas anotó en su resumen del primer viaje de Colón llevó a un punto ubicado cinco millas náuticas al sur de la isla de Watlling. Pero si se toman en consideración las corrientes marinas y vientos, tal como hicieron Luis Marden y Ethel Cox Marden en 1986, la ruta terminaría en un punto justo al sudeste de Cayo Samaná. Y si se tomase en cuenta la declinación magnética (desviación de la brújula con respecto al norte geográfico), la ruta podría llevar a un punto en el sur de Cayos Plana y al este de la isla Acklins. Por otra parte pudo haber existido también deriva errática de las naves así como desarreglos de la brújula, lo que complicaría aún más la determinación precisa del lugar utilizando este método. Hay algunos especialistas que sugieren, incluso, la posibilidad de que luego de cinco siglos la isla haya sido engullida por el mar.

Candidatas

La verdad es que ninguno de los geógrafos, cartógrafos e historiadores que han acometido la tarea han logrado localizar, sin espacio para las dudas, a la isla en la geografía de las Antillas. Lo único que nos queda, entonces, es considerar a las siguientes islas candidatas:

Cayo Samaná (Samana Cay). Cayo Samaná se encuentra en el centro este del grupo de las Bahamas. Fue propuesta como candidata por primera vez en 1882 por Gustavus V. Fox, capitán de la marina estadounidense. La teoría de Fox fue muy poco conocida hasta que en 1986 Luis Marden y su esposa la matemática Ethel Cox Marden de la revista National Geographic realizaron detallados cálculos y repitieron el viaje de Colón desde las islas Canarias, para concluir que Guanahani era Cayo Samaná. Actualmente esta hipótesis es sostenida por la National Geographic Society.

Cayos Franceses o Cayos Plana (Plana Cays o French Cays). Se encuentran el sur de Cayo Samaná y al oeste de la isla Mayaguana. La posibilidad de que Guanahani sea el cayo más occidental del grupo fue propuesta inicialmente por el almirante dominicano Ramón Julio Didiez Burgos en 1974 y revisada por Keith A. Pickering en 1994.

San Salvador. Se encuentra al nornoroeste de Cayo Samaná. Denominada isla Watling hasta 1925 cuando tomó su nombre actual. Juan Bautista Muñoz la propuso en 1793 como sitio probable de Guanahani. Otros defensores de su candidatura son A. B. Becher (1856), James Murdock (1884), Richard Henry Major (1871), Antonio María Manrique (1890) y Samuel Eliot Morison (1942).

Isla Mayaguana. Ubicada al este y muy cerca del Cayo Samaná y los Cayos Franceses. Fue propuesta por el brasileño Francisco Varnhagen en 1825.

La Isla Gran Turca (Grand Turk Island). Es la isla principal y sede del gobierno local del territorio británico de las Islas Turcas y Caicos. Se encuentra al sureste de la isla Mayaguana. Fue propuesta por Martín Fernández de Navarrete en 1824 y Robert Power en 1983. En 1992, Gregory McIntosh identificó la Gran Turca no con Guanahani sino con Babueca, una isla descubierta independientemente por Martín Alonso Pinzón entre noviembre y diciembre de 1492.

Isla Concepción (Conception Island). Fue propuesta por R. T. Gould en 1943.

Caicos del Este (East Caicos). Propuesta por Pieter Verhoog en 1947. Pero es la única isla (entre las propuestas) que no tiene una laguna en su interior, lo cual no concuerda con las descripciones de Hernando Colón y Las Casas.

Isla Gato (Cat Island). La isla Gato se encuentra inmediatamente al norte de El Salvador/Watlings y era ampliamente considerada como Guanahani hasta que en 1791 se redescubrió el resumen de la bitácora de Colón realizado por Bartolomé de Las Casas, que fue publicado en 1875-1876. La descripción de Guanahani en el manuscrito de Las Casas no era compatible con la posibilidad de que se tratara de la isla Gato; en primer lugar porque la isla Gato (Cat) no tiene arrecife, que según Las Casas circundaba a Guanahani. Los defensores de esta hipótesis sostienen sus argumentos en antiguos mapas. Uno de los más importantes partidarios fue el explorador canadiense Alexander Mackenzie.

Isla Huevo (Egg Island). Propuesta por Arne Molander en 1981
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