Los investigadores analizan los enamoramientos. Dicen que la Neurofisiología ha demostrado que enamorarse es una coctelera de hormonas y químicos naturales en el cerebro. Igualmente, cuando se da una ruptura sentimental, la cual provoca una respuesta psicológica al rechazo. Aquella persona que sufre el desamor de la otra, queda a la deriva, le aterra esa sensación, que no es otra cosa que el miedo ancestral a la soledad. Entonces, el cerebro emite como ondas al estómago, provocando un vacío, los músculos del sistema digestivo se encogen, las vías respiratorias se contraen, el ritmo cardíaco se detiene de forma tan evidente que sentimos que el corazón se rompe.
Sobre el desamor, nos comentan, que tienen buenas noticias, pues nuestro cuerpo también está en ese proceso de desintoxicación al igual que al dejar de consumir una droga. Es cuestión de tiempo para que nuestros niveles químicos vuelvan a su estado natural, para que las emociones se equilibren y nuestro corazón deje de doler. Incluso los escáneres cerebrales evidencian cómo el desamor activa las mismas regiones cerebrales que al perder a una persona o por una depresión.
Es curioso. Don Diego Velázquez representó perfectamente la psicológica del desamor, plasmando la reacción del estupefacto y airado engañado, en la escena de la “Fragua de Vulcano”, cuando Apolo fue al taller del herrero de los dioses del Olimpo para darle la humillante noticia de que su mujer, Venus, estaba cometiendo adulterio con el dios guerrero Marte.
Me sosiega más, la percepción literaria del desamor, y como dice Albert Camus:
“Pero no es fácil. Lo he estado pensando durante años. Mientras nos amábamos no necesitábamos palabras para hacernos entender. Pero la gente no ama para siempre. Llegó un momento en que debería haber encontrado las palabras para mantenerla conmigo, pero no pude.”
C´est le vie.
Si (
No(
