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EL SEGUNDO PODER, SECCIÓN REALIZADA POR TOMÁS GUILLÉN, PERIODISTA

Manuel García-Aldeguer:“Para un periodista el mundo entero es su reportaje y él su reportero. Todo es narrable. Todo es noticia. El periodista transforma el suceso y la aventura en pasión por darlo a conocer y esa pasión delata lo que es”

Manuel García-Aldeguer:“Para un periodista el mundo entero es su reportaje y él su reportero. Todo es narrable. Todo es noticia. El periodista transforma el suceso y la aventura en pasión por darlo a conocer y esa pasión delata lo que es”

Manuel García-Aldeguer Garrido es Licenciado en Filosofía por la Universidad de Murcia y Bachiller en Teología por la Pontificia Antoniana de Roma (Instituto Franciscano de Murcia).

domingo 28 de marzo de 2021, 11:50h
Manuel García-Aldeguer:“Para un periodista el mundo entero es su reportaje y él su reportero. Todo es narrable. Todo es noticia. El periodista transforma el suceso y la aventura en pasión por darlo a conocer y esa pasión delata lo que es”

Colaborador en distintos medios periodísticos de temática variada y escritor de numerosos artículos sobre cine y variadas disciplinas. Ha sido profesor de Filosofía en la educación concertada, así como a través de toda la Región de Murcia en diversos institutos. También ha impartido clase de otras disciplinas (Psicología, Literatura, Cinematografía) desde su trayectoria profesional. Actualmente se encuentra impartiendo su docencia en el instituto de la localidad de Blanca (Murcia).

“Si la propia historia nos ha enseñado algo es que debemos mantener delimitados ficción y realidad”; - “la pantalla, solo debería mostrar la verdadera identidad de los hechos y no cambiar estos por un simple aumento estadístico”; -“al lema de ‘todo vale’, un nutrido ejército de tertulianos/as se ponen al servicio del chismorreo más obtuso con el fin de nutrir a su numerosa legión de animadores/as”; -“el periodismo, como tal, sucumbe a tanta necedad más, si cabe, cuando también se suman a dicho carro periodistas con una necesidad total de renombre”; -“el abuso informativo indigesta lo mismo que una mala comida, pero a diferencia de ésta aquélla sí que puede dejar de molestarnos con solo desenchufarnos oprimiendo el botón de off; -“al periodismo le han caracterizado siempre dos premisas: la fidelidad y la veracidad. Fidelidad a los hechos y veracidad al contarlos”; -“el mundo está sometido a un incesante cambio, eso lo sabemos, pero la comunicación, aquello que nos permite saber algo sobre nosotros mismos, no debería evolucionar hasta perder el contenido de su horizonte”; -“existe una gran diferencia entre ‘ser ocasional’ y ‘ser de verdad periodista’. Tal diferenciación se encontraría en la esencialidad de su verbo, puesto que lo esencial es lo que caracteriza y da la diferencia a todos los seres”; -“el cine sigue siendo aquella fábrica con la que todos hemos soñado pertenecer algún día”.

P. ¿Eres de los que opinan que actualmente vivimos ya en un mundo en el que resulta complicado separar ficción de realidad?

R. A pesar de la notoria diferencia entre ambos términos, me sería muy difícil concluir que tal equiparación pudiera hacerse posible. Si la propia historia nos ha enseñado algo es que debemos mantener delimitados ambos territorios. No debemos confundir la vigilia o el estar despiertos con los laberintos de libertad que nos proporcionan los sueños, cómo nos decía Descartes al referirse a esta diferencia.

Al mundo actual, violento y apasionado, le gusta disfrazar sus carencias con imágenes que distorsionan el momento real del imaginario, pero también es cierto, que disfrutamos de una veloz inteligencia que nos permite soslayar esos agujeros insertos en el suelo que pisamos. Nunca como ahora se ha visto tanto en tan poco tiempo. Nuestra mirada no solo tiene que servirnos para ver, también para captar la esencia de las cosas que ve y, para eso, debemos tener muy claro que los ojos que ven son aquellos sobre los que construimos el mundo. Lo que es auténtico no puede ser visualmente fabricado.

P. ¿La historia humana más susceptible de un culebrón televisivo, no crees que a veces es la propuesta de muchos informativos sobre todo televisivos?

R. Sería lamentable, que el pasado histórico protagonizado por el ser humano quedara convertido en un simple “baile de máscaras” televisivo en el que, dependiendo del foro y locutor/a interviniente tuviera el suficiente poder para alterar un ápice dicha historia.

Aunque a ojos de los televidentes (devoradores compulsivos de todo tipo de foros televisivos), pudiera parecer que ello es posible.

Me refiero a los miles y miles de humanos/as que utilizan la televisión cómo el único medio verdadero para conectarse con el mundo. Para todos ellos /as, esta se convierte en una exclusiva ventana a través de la cual entran los primeros rayos de luz con los que el sol nos regala cada día.

La pantalla, solo debería mostrar la verdadera identidad de los hechos y no cambiar estos por un simple aumento estadístico.

P. ¿Por qué últimamente siguen triunfando, si cabe más aún, los realityes show de las grandes cadenas de televisión, entrados ya en este siglo XXI, quizás más abierto, plural y cultural socialmente hablando?

R. El género denominado “reality show” ha alcanzado notoria popularidad mundial en la mayoría de los foros y cadenas televisivas.

El triunfo de estos, a mi entender, se debe al engañoso trasfondo de verdad con el que cuentan sus historias. La palabra “verdad”, tan respetada en todos los discursos, se deshace y volatiliza en aquellos, en aras de una mayor audiencia competitiva. La narrativa con la que se presentan está hilvanada, numerosas veces, con un hilo tan fino que se quiebra con tan solo ponerla en marcha. La influencia que estos ejercen es enorme siendo digerida, sin gusto, por multitud de paladares poco exigentes con lo que ven.

Pero bajo su opinión, su autenticidad es muy cuestionable.

Entretener a cualquier precio, he ahí su credo.

No importan lo bien que lo cuenten, siempre que lo hagan con emotividad. No importa la verdad siempre que sea una falsedad evidente.

La extravagancia y la recreación del drama para conmover, son también herramientas utilizadas en la venta de sus historias prefabricadas.

No se requiere preparación alguna. Al lema de “todo vale”, un nutrido ejército de tertulianos/as se ponen al servicio del chismorreo más obtuso con el fin de nutrir a su numerosa legión de animadores/as.

El siglo XXI ha visto y verá la conquista y caída de estos programas los cuales, valiéndose de la cada vez más necesaria salida de la rutina a la que la vida nos somete pretenden devolvernos, a cualquier precio, el paraíso perdido de la inocencia.

P. ¿El morbo es un negocio rentable?

R. Esta pregunta requeriría una única respuesta afirmativa, ya de ella se sirven todas las cadenas televisivas, pero hay un vademécum de otras posibles respuestas a las que me gustaría referirme.

Polemizar sobre la saturación a la que ciertos medios de masas recubren su información con objeto de obtener buenos dividendos de audiencia parece de una obviedad manifiesta.

Facebok, Instagran, Twitter gustan “provocar” opacas respuestas en mensajes enviados a sus múltiples seguidores/as a través del mundo. Todos tienen que estar conectados con ese “cordón umbilical” que alimenta compulsivamente sus ansias de réplica. Da igual el escándalo que suscitan: todo es válido si les sirve de alimento. No hay eficiencia mental, más bien, deficiencia, carencia significativa y exigente de parte de unos consumidores que todo lo digieren.

El morbo vende, ¡claro que lo hace!, y sin mucho coste: basta no ser muy escrupuloso, moralmente hablando. No ser nada exigente en la información que se quiere recibir, o convendría hablar de desinformación. Acudir a debates en los que todo se comercializa: debates chismosos que provocan vergüenza y sonrojo para arañar unos segundos de audiencia.

El periodismo, como tal, sucumbe a tanta necedad más, si cabe, cuando también se suman a dicho carro periodistas con una necesidad total de renombre.

A mi entender, la vocación de servicio y no la de mero negociante, es lo que tiene que reflejar la imagen del espejo.

Con la intención de vender cada vez más, no hay precio alguno que se le pueda dar a la información, aunque esta pueda provocar un gusto mismo por lo morboso, lo chabacano y grosero.

La búsqueda de lo correcto que antaño servía para soldar una buena información, ahora se ha vuelto extraña, difícil de encontrar y, por ello, carente de interés. Ya parece que no se busca el ser responsable social de lo escrito, solo lo retorcido lo hace palpitar.

Envilecer a la masa a través de alimentar constantemente su innecesaria sed de protagonismo. Pero el morbo, la noticia difamante y grosera sigue al conductor tecnológico que lo devora todo. El mundo se vuelve con ello más inmenso, más conectado y menos anónimo pero, a cambio, ha tenido que admitir ser domesticado por un lenguaje turbio y provocador, su fin está vacío de significado porque solo se persigue otro: hacer dinero.

P. Hay momentos en que es tanta la información que recibes a diario que apenas el individuo puede absorber más.

R. La capacidad de absorción que puede soportar el ser humano llega a ser casi ilimitada. El humano tiene gran poder de aguante. En lo que nos concierne, el abuso informativo indigesta lo mismo que una mala comida, pero a diferencia de ésta aquélla, sí que puede dejar de molestarnos con solo desenchufarnos oprimiendo el botón de off.

La saturación informativa es un hecho innegable, pero otra cosa es su aporte de contenido. ¿Toda información es útil y necesaria? ¿Debemos absorberla en su conjunto o, contrariamente, desechar el exceso?.

La respuesta la tiene el indigesto, es decir, succionarlo con fruición o eliminarla por inservible. Que él decida.

P. ¿Con tantas redes sociales y plataformas digitales crees que el cerebro se va a idiotizar y no pensar y razonar, es decir, se acostumbrará a lo que no se haga en un click, no tendrá validez?

R.-El razonamiento y el pensamiento es lo que nos hace humanos además de la posesión de una moralidad que nos impele a la toma de decisiones que más nos convienen.

La ingesta desmedida de información proveniente de todos los ámbitos supone, como no, una cierta toma de postura ante lo que debemos y no debemos dejar entrar.

Nuestro cerebro, racionalmente preparado para realizar esta función de aceptación y desaceptación, está capacitado para el logro de un pensamiento depurado y certero con el que dejar fuera de servicio el aluvión informativo que a diario nos acecha.

Hoy solemos prestar nuestra atención a discursos menos solemnes de contenido fácil y, abandonamos aquellos que nos ofrecen cierta complejidad y que necesitan de algún conocimiento previo con el uso de vocablos especializados.

Hoy, se requiere una básica pericia para el rastreo y agilidad caligráfica para en poco espacio, teclear lo más rápido posible.

Nuestro lenguaje, favorecido por la innegable irrupción de lo tecnológico, se ha vuelto reducido y fuertemente mermado, indefinido y poco elocuente.

Por tanto, volviendo a tu pregunta sobre la posible “idiotización” de nuestro cerebro, tendría que terminar diciéndote, que, aunque estamos capacitados para seleccionar, no lo estamos tanto para evitar la saturación a la que estamos sometidos a diario.

Esto último es lo que idiotiza: el no poder evitar que tanta superficialidad gobierne eso que todavía llamamos “nuestro mundo”.

P. ¿Crees que en el periodismo actual cabe todo?.

R.-La respuesta a esta pregunta podríamos rastrearla entre las ya dadas anteriormente.

Al periodismo, tal y cómo yo lo veo, le han caracterizado siempre dos premisas: la fidelidad y la veracidad. Fidelidad a los hechos y veracidad al contarlos. Por tanto, dejar entrar a todo el aluvión de chismorreo, maledicencia y papanatismo utilizando, para ello, un lenguaje soez y grosero envuelto en un protagonismo histriónico e hiriente convertiría, lo que antaño había sido el único acceso al mundo que nos rodeaba, la única fuente de verdad en un conjunto de chascarrillos generadores de una pócima que envenenaría nuestros más elementales sentidos.

Aquella credibilidad legendaria se agotaría prontamente, si permitiéramos la entrada a tal ejército de sofistas que terminarían por adueñarse de un oficio tan bello como necesario.

P. ¿Es bueno para la sociedad que la democratización de la comunicación, es decir, que con tanta red social y la facilidad de que cualquier pueda informar en cualquier momento puede ejercer de Periodista?

R.-Me suscita curiosidad la expresión “democratización de la comunicación”.

Daba por admitido que la democracia se reclama en la gobernabilidad de un país por personas que ya lo son, es decir, por una sociedad que deja entrar a formar parte de ella a una libertad de actuación que es la que dirige los comportamientos humanos. Dejar actuar para que te dejen actuar a ti.

Pero a veces pienso, que nos conducen equivocadamente a librar batallas inexistentes mientras que otros juegan a mover los hilos de las historias que nos cuentan.

Si llegáramos a tal grado de domesticación social, eso que llamamos democratización en el campo popular, perdería su capa protectora y nos devolvería a la tiranía del mejor postor.

El mundo está sometido a un incesante cambio, eso lo sabemos, pero la comunicación, aquello que nos permite saber algo sobre nosotros mismos, no debería evolucionar hasta perder el contenido de su horizonte.

Aferrarse a la verdad y contarla, tendría que ser el fin y no el medio para la venta y distribución oligopódica de periódicos y revistas.

La sociedad ha nacionalizado las llamadas redes sociales y han permitido su gobernabilidad. Aquella prensa gráfica, antaño baluarte expresivo de verdadero reconocimiento, aquellas emisoras que radiaban sus programas con tanta ingenuidad pero entregados a un público que los recibía apasionadamente, a mi entender, han desaparecido.

Hoy se dan las circunstancias para que todo el que quiera pueda ejercer de Periodista, tan solo con un móvil y cierta pericia a la hora de narrar el suceso serían suficientes para simular su oficio. Pero existe una gran diferencia entre “ser ocasional” y “ser de verdad Periodista”. Tal diferenciación se encontraría en la esencialidad de su verbo, puesto que lo esencial es lo que caracteriza y da la diferencia a todos los seres.

El Periodista deja de ser el portador de la antorcha que conduciría la verdad a lo más alto del podio olímpico para convertirse en un mero cronólogo de fechas y aconteceres de lo más ordinarios.

Siendo así, que algo que transcurre entre una excelente profesión y una manera de crecimiento y sabiduría personal, terminaría por inclinarse ante la improvisación, la torpeza o la chabacanería, dejándola en manos de quienes no ven en ella más que el disfrute ocasional o la entrada de un dinero fácil y cómodo.

No, el Periodista es el mensajero del mundo, su Mercurio. Tiene que lograr que la verdad que se esconde en su interior llegue a todos los rincones y, que todos podamos conocerla y disfrutarla.

La mota del Periodista es su vida y esta solo es real, si es veraz y no falseada sobre todo cuando nadie como él sabe lo que es dirigirse a un público que con ansiedad lo espera.

P. ¿Y esa democratización de la comunicación beneficia más a la opinión pública o al poder en general?

R.-Beneficiar o sacarle rendimiento viene a ser lo mismo dada la situación. El cuarto poder cómo así popularmente se conoce a la prensa, es un sabroso bocado que todos quieren probar.

Ser democrático no excluye ser avispado o ingenioso en la búsqueda de resultados que más pudieran interesar.

Por tanto, ejercer de buen Periodista es tener asegurado todo tipo de favores con los que ser recompensada su dedicación pública.

Otro asunto es la corrección o no de sus acciones.

El Periodista es, antes de serlo del todo, persona con una naturaleza singular que lo identifica y al tiempo lo diferencia de todos los demás.

El oficio viene después. Y es, en esta segunda piel, dónde aquella persona adquiere su influencia en el mundo.

Por ello, una profesión que toma tanto no puede dar menos de lo que recoge y, en ese gratuito ofrecimiento, no debería dejar de ser un ciudadano/a con el deber de procurar información válida allá dónde ésta estuviera.

La verdadera democracia comunicativa estaría en el ser más que en el tener, sólo así, se asegura de estar haciendo lo correcto.

P. ¿Se ha perdido la esencia pura del periodismo?

R.-Vayamos por partes, como decía el destripador.

El término esencia denota singularidad y especificidad en algo. Aquello que identifica, señala y otorga el privilegio de servicio.

Si adjuntamos dicho vocablo al de periodista concluimos que la esencialidad de lo periodístico es su entrega al bien público.

El periodismo es como el termómetro social que nos informa acerca de todo lo que ocurre.

El mundo entero es su reportaje y él su reportero. Todo es narrable. Todo es noticia. El periodista transforma el suceso y la aventura en pasión por darlo a conocer y esa pasión delata lo que es.

El servicio público tiene que ser su esencia. Informar a los que no saben de lo que está ocurriendo.

Ser los ojos de la noticia a través de los cuales poder ver y entender mejor lo que nos rodea. El noticiero universal de lo particular y lo inmenso.

Su esencia es la disponibilidad de ofrecimiento, es decir, la búsqueda de significados, analizarlos y empatizar con ellos.

El Periodista debe de mostrarnos los datos y cada uno de nosotros posicionarnos ante las variadas soluciones que nos ofrecen para, yendo más allá de nuestras capacidades, convertirnos en otros “contadores de historias” más claras y comprensibles, que nos permitan la libre circulación por este mundo cada vez más intraducible.

P. ¿Crees que ahora más que nunca el poder aprovecha la poca influencia social que le queda ya a los medios de comunicación para colocar sus mensajes intencionados?

R. Tradicionalmente era notorio el influjo de los Medios de Comunicación en el ámbito social. Su influencia se extendía, no solo sobre personas, también llegaba a instituciones y demás oficios gubernamentales que veían, cómo les cambiaba su entorno hasta provocarles sus alzas y sus caídas.

Pero hoy, todo eso ha cambiado. Nos hemos convertido en esclavos de la digitalización, sus instrumentos y, por ende, en servidores mediáticos de su voracidad económica.

No me alarmo ante la necesidad de su uso que lo veo necesario, tan solo no doy mi acuerdo ante el total servilismo al que hemos llegado hacia ellos.

Mentiríamos si no admitiéramos que el transitorio y fugaz espacio en el que el poder establece su territorio, se ha visto engrandecerse o empequeñecerse bajo el empuje y dominio de ciertos medios comunicativos.

Las nuevas tecnologías, hambrientas de seguidores/as para extender sus mensajes, suelen utilizar a la conciencia ciudadana y sus pensamientos standard para propagar y difundir sus intereses.

La variable incertidumbre social que nos domina contribuye a que “el poder” adopte toda clase de disfraces y se procure servir de todo aquello que pueda darle protagonismo.

Los Medios de Comunicación de masas se lo sirven en bandeja de oro. Ellos lo saben y se apoyan con todo el peso que les da su alimento.

Ejercen sobre la sociedad un dominio virtual al que esta sucumbe sirviéndoles ese control social para manejarla a su antojo.

La carrera mediática por acceder a ella es tan atractiva que estamos dispuestos a todo con tal de conseguir su aprobación. Citando a Maquiavelo: “el fin justifica los medios”.

La disminución crítica en la forma de expresarnos, así, como el establecimiento de estándares populares son, entre otros instrumentos, herramientas que el poder ocasional del momento utiliza para controlar subliminalmente el mensaje de sus portavoces sociales los cuáles, pueden descubrir y hacer caer a aquellos en la falsedad de sus promesas.

P. ¿Cuál sería tú periódico ideal, tu Medio de Comunicación con el que te gustaría encontrarse o escuchar y leer a diario ?.

R. Si esta pregunta tuviera que ser respondida y leída tan solo por el que la escribe respondería que ese medio ideal, tan atractivo y sugerente el cuál me obligara a leerle diariamente no se da en estos momentos.

La confianza que depositaríamos en él sería tan abrumadora que la perfección exigida rozaría lo inabarcable.

Si solo yo fuera el lector, respondería que la palabra ideal denotaría, ya de por sí, algo frágil desde su nacimiento que miraría por encima suyo lo que pudiera mejorarlo.

Algo así, que nace fuertemente necesitado de ayuda no corresponderá a lo ideal.

Pero dicha respuesta no está dirigida tan solo a mí también es vuestra, por tanto, no me pertenece.

Exigirle a un medio que sea ideal, sublime lo cargaría de una responsabilidad mayor de la que ya tendría. El lema mediático “ lo que no se divulga no existe”, nos llevaría a su invención y de ahí a su engaño.

P.-La estrategia comunicativa perfecta ¿cómo podríamos alcanzarla?.

Primero debería ser abarcadora, es decir, tomar por universal cada una de las partes que la componen.

En segundo lugar, dotarlo de tal grado de fiabilidad que su sola mención indujera sinceridad y certeza. Ser fiel espejo de acontecimientos.

El tercer componente de esa red estratégica podía corresponder a la elaboración de un plan que abarcara a todo tipo de medios propagadores que difundieran con coherencia aquellos mensajes que quisiéramos expandir

La estrategia debiera estar vinculada a la experiencia, es decir, hacer de lo comunicable un ejercicio dinámico y constante en su evolución. Abierto a las innovaciones que pudieran ofrecerle una mejor rentabilidad.

Hoy en día, la comunicación se ha convertido en algo estratégico que tenemos que conquistar si queremos llegar al mayor número posible de personas.

El mercado es inabarcable y los medios estiran sus tentáculos para que se adhieran con determinación a los hechos cual cola de ebanistería. Por eso, llegar al mayor número de personas se convierte en una finalidad esencial.

A pesar de ello, la idealidad informativa, a mi entender, no se da porque es muy difícil de conseguir: se trataría de persuadir y convencer (sin engañar) a un número casi infinito de lectores potenciales.

P. ¿Crees que los ciudadanos saben realmente cuando los políticos dicen la verdad en los medios incluso cuando los gobernantes mienten?

R. La palabra verdad ha tenido a lo largo de la historia una “leyenda” legendaria.

Tomada como fin último en la totalidad de las narraciones se convirtió en el objetivo más deseado por parte de innumerables saberes.

Absolutamente todos los conocimientos y deseos con los que el ser humano conocía y soñaba finalizaban con su búsqueda, tildando de falso aquel que no la descubriera.

El encuentro con la verdad ha sido el logro más envidiado, el estandarte estrella de cualquier investigación y esfuerzo.

Pero ¿por qué su serpenteante camino es decisivo? ¿por qué todo acaba y empieza en ella?.

Será su posesión la que me asegura una certeza categórica bastaría, para ello, imaginar un mundo sin ella, un quehacer humano que no terminara con su desvelamiento, aunque este último por su complejidad es el que la necesita con más urgencia.

Es en este contexto de certezas donde tenemos que situar la pregunta que me haces, aunque si he de serte sincero, la mezcla de verdad y política, no sería un buen ejemplo para demostrarla.

Está más que comprobado que los medios “venden” verdades ciegas presentándolas como ciertas y, si la política se sirve de los medios el engaño está asegurado. Cómo dice la máxima: “nada es verdad ni mentira todo es del color del cristal con el que se mira”.

Si todos los seres humanos necesitan el reconocimiento de lo verdadero, aquel que se dedica al oficio de la “res pública” y al ejercicio de su gobernabilidad le es vital su mantenimiento porque de ella depende el suyo.

Pero el político miente, como los demás, por su verdad. Convendría preguntarnos que dosis de falsedad estamos dispuestos a consentir, es decir, soportaríamos más de lo permitido la cantidad de promesas falseadas con las que nos regalan los oídos estos grandes señores/as.

Cómo dijo un excelente presidente americano: “nos pueden engañar durante un tiempo a algunos, pero no nos pueden estar engañando siempre a todos durante todo el tiempo” Si así fuera, ni los medios ni la clase dirigente serían los únicos culpables.

P.-¿Dónde están hoy el arte o dónde se puede encontrar hoy el arte, la cultura?

R. En su definición, la cultura supondría la posesión de un juicio de valor crítico para conceder al conocimiento de algo el acceso a cierto desarrollo histórico disponible en un colectivo.

Esta capa creativa envuelve nuestra vida, lo queramos o no. Todo nuestro alrededor es cultural y forma parte de ello.

Nuestra piel no es solo orgánica también está formada por los pliegues de todos los escritos, las películas que hemos visto o la música que oímos, los cuadros que disfrutamos o los libros que leemos.

Así, cada momento de nuestra vida es cultural. Pero este conglomerado de vivencias, muchas veces no dan la respuesta a las necesidades que tenemos.

La sensibilidad y la imaginación como armas necesarias en la creatividad y recreación no se dan en la misma proporción ni son difundidas en los medios por igual. Su utilidad ha sido muy cuestionable. El arte, en general, ha ido proporcionando un tipo de conocimiento sobre el humano de su tiempo logrando completar el cuadro de su existencia, el cual, sería incompleto de no haber sido pintado por aquél.

Las múltiples manifestaciones artísticas de hoy en día también son culturales, aunque no todas son inspiradoras de ejemplo.

El arte se dimensiona en una diversidad ingente de formatos. Su universalidad hace que estemos concebidos bajo su dominio. Su aumento es incuestionable. Los medios que informan de su presencia tienen el deber de su preservación como bien humanitario.

P. ¿Y el cine después de la desaparición de las salas de exhibición de toda la vida, ha perdido con las plataformas televisivas y digitales?.

R. Me alegra que me formules esta pregunta porque ya sabes la pasión que siempre he tenido por la pantalla y su mundo de escándalo y misterio.

Ocaso y transformación, así es como identifico a estos grandes espacios de sorpresa y susurro, La reconversión, no es que las haya hecho desaparecer como íntimos lugares donde la imagen actuaba como una catarsis sobre los que la contemplaban, simplemente las ha enmudecido para siempre, aunque continúen aportando aquel aroma silencioso que disfrazaba nuestros sentidos.

El cine sigue siendo aquella fábrica con la que todos hemos soñado pertenecer algún día.

Tierra mojada dónde antes dejábamos sentar aquellos cuerpos ahítos de seducción. Pantallas transformadas en grandes cristaleras dejando paso a una transparente y variopinta galería de personajes cotidianos.

Es el precio del progreso y la caída de una añorada circunstancia. Pero esta herida abierta, lamentablemente, no para de sangrar. La doméstica comodidad del salón de casa ha quebrado la aventura exploratoria de la sala de cine dónde, no solo se iba a visionar la película también a recorrer otros prohibidos espacios. El cine daba para todo.

Una prolongada sequedad audiovisual que ha terminado por languidecer dando brío a otros medios que se arremolinan a su alrededor. El exceso de digitalización ha terminado por confiscar la fábrica de sueños y replegarla al baúl de los recuerdos.

Pero el lugar mágico y simbólico que la sala cinematográfica siempre ha sido, sigue ahí, despertando ensoñaciones y universos. Hay que salvar al cine de todos estos escombros. Habría que devolverle su dignidad como espacio solo reservado a soñadores/as que escapaban, así de la inmisericorde realidad cotidiana.

A todo eso, una proyección urbanística frenética y avariciosa ha desplegado sus fauces terminando por devorar todo aquello que no le era fiel a sus intereses. Una y otra vez, las salas donde crecía y, se hacía adulto el misterio, han ido dando paso a una génesis pagana digital.

Pero el cine tiene que resistir a tanto abuso. Ese lugar donde todos los sueños crecen tiene que resistirse a dejarnos.

Todos/as, queramos o no, ¿soñamos cine o es el quién nos sueña a nosotros?

P.-¿Qué futuro crees que les espera a los Medios de Comunicación en general todavía? ¿Aún queda futuro por llegar?.

R. La palabra futuro es tan incierta que no me atrevo a levantar mi voz hacia ella. Nombrar futuro es no decir nada todavía. No existe, por ello, se hace innombrable.

Pero si lo que quieres es que me posicione de cara a lo que está por venir mi respuesta estaría dada ya anteriormente: reconversión gradual en todos los aspectos. Esto, ¿qué significa? Una gran obra de construcción para construir después sobre los escombros.

La competencia de los medios entre sí es gigantesca. Unos sobre otros para ser los padres de la noticia, algo que viene ya dado y al que tan solo le hace falta ponerle voz, lanzarlo al aire y darle protagonismo. Es una adaptación en regla a la realidad que nos circunda. Es andar sus pasos, respirar su aire, tomar de su bocado. El/la periodista es encargado de custodiar la palabra con la que ha de bautizar día a día al profano/a, al ciudadano/a que ignora lo sucedido. Por tanto, si esta función se ha convertido en esencial para estar en el mundo, seguirán haciendo falta toda esta legión de informadores/as que nos harán estar en él.

El informador periodístico seguirá siendo el fiel paladín de la noticia y, le corresponde a él/ella, poniéndose un disfraz y dejando otro, ser sus oídos y su voz.

Me preguntas por el futuro, te diré que mientras naveguemos por este mundo su futuro está garantizado porque ¿quién mejor que ellos/as podrían narrarlo para luego, después contárnoslo?.

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