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SUBLIME VENGANZA (una novela de Cayetano López), por José Biedma López

SUBLIME VENGANZA (una novela de Cayetano López), por José Biedma López

SUBLIME VENGANZA (una novela de Cayetano López), por José Biedma López
Nada más llegar a mis manos como liberal regalo de su autor, devoré varios capítulos en la mesa sin acudir a la chaise-longue en la que leo habitual o doy cabezadas si tercia la hora. Que la lectura adormezca como música tranquila, lo sumo a sus bondades. Como en el fondo del sueño, La eternidad en un agujero (2018). Tal es el título de la novela de Cayetano López. No me parece a primera vista relato que sirva de consuelo al “melancólico” –como se decía antes- o a “la depre” –como se dice ahora-. ¡O tal vez sí! remedio homeopático, placebo, o como vacuna que aprovecha una versión neutralizada del “bicho” contra el bicho.
SUBLIME VENGANZA (una novela de Cayetano López), por José Biedma López

¿Truculenta? ¿Espejo de soledades? Lo primero, tal vez, y también lo segundo, no tanto en el sentido de que asuste, sino más bien porque retrata el horror, implícito en su título, del abandono que conduce al odio, al asesinato, la tristeza de la agonía del desahuciado, de la muerte presentida e inevitable. A fin de cuentos (sic), los amores rutinarios, satisfechos, mansos, apenas forman parte de nuestra tradición literaria, cuyos grandes paradigmas eróticos son pasiones desgraciadas y han sido protagonizados por parejas que acaban mal: Teseo y Ariadna, Orfeo y Euridice, Tristán e Isolda, Calixto y Melibea, Romeo y Julieta…

La trágica novela del carolinense y periodista Cayetano López es más un relato de desamor y venganza, de crímenes a los que no falta cierta intriga, nada extemporáneo si tenemos en cuenta que más de la mitad de las parejas que hoy se con-forman, fracasan. Todo ello envuelto en la neblina fría y las humedades pegajosas de esas tardes de invierno en las que los seres solitarios aspiran a rescatar la emoción de un beso oyendo de madrugada en la radio su canción favorita…, “ese territorio amable en el que se refugiaban todos los abandonados que habían perdido su pasado y permanecían a la búsqueda de esos momentos ausentes que en algún momento habían creído que serían eternos. Momentos que permanecían perdidos en el tiempo, sujetos por una pinza, como la ropa que se blanquea al sol” (pg. 36).

El misterio que envuelve la identidad de un condenado a muerte, que se desvela bastardo justiciero, es descrito con el estilo lírico en que podría contarse una pesadilla… “Estoy convencido de que detrás de cualquier hilo de humo hay una pesadilla que puede materializarse”. Es Cayetano buen observador del “brillo de las cosas etéreas”, entre lo real y lo surreal de un libro dentro del libro que exige múltiples lecturas diferentes porque sus protagonistas cambian de nombre y “los hombres acababan siendo mujeres y las mujeres nunca querían ser hombres”.

La tristeza honda que sublima esta obra se traga “con la dulzura con la que se rompe la espuma”, con los crujidos como lamentos en que se deshacen las hojas secas al pisarlas. Gustará a quien se interese por “la voz oculta de los silencios” o la sinestesia de su color, o por algunos pormenores de la crueldad, ese pecado original de lo humano, o por el ansia obsesa de venganza que persiguen las Erinias con furia. Imagina su autor a la tristeza “cubierta por una capa negra, robándoles las ilusiones a los niños” cuando “el mortecino color gris se apropiaba de todo” en esos internados de principios del siglo pasado en los que el musgo que escala sus paredes y las raíces de hiedra que anidan entre sus sillares no consiguen obrar el prodigio de romper el aislamiento, donde no hay respiraderos por los que pueda entrar la sal del mar y el aire del soto donde cantan pájaros alegres melodías.

Es la vida contemplada desde el agujero sin fin de la muerte y del asesinato o –como deja escrito Cayetano- son “las tragedias por las que se descarga la vida”. En fin, “this is The End”, la canción emblemática y psicodélica de Jim Morrison, que su amigo Coppola eligió para hacer volar en helicóptero a los Señores de la guerra sobre los inocentes y virginales bosques de Vietnam, como liturgia de un estupro.

Parafrasea el locutor su gusto por lanzar monosílabos o palabras sueltas a los que están en el ajo, o el escritor apura el cáliz ajustado de su novela, palabras que llevan flotando por las ondas –o impresas en papel- a un viejo rodeado de querubines o a una mujer: la Uruguaya. (Yo hubiera escrito su nombre con mayúscula, como propio, ya que esa poderosa y hermosa hembra golpeaba conciencias a base de taconazos).

No es una tesis confortable esta de que “la naturaleza abriga el mal” (abstenerse optimistas). ¡Al menos, nos queda el arte! aunque sea larga su faena y la vida sea breve, pues “el mal busca dejar un poema como testigo”, un poema en el que aparezcan un par de ciervas de ojos humanos que contemplen el tren que atraviesa Despeñaperros desde un arroyo sin nombre. Dos ciervas antropomórficas que huyen, como el amor, pues tantas veces “da la espalda queriendo mirar de frente”. La vergüenza o el miedo tienen la culpa, esos elementales emotivos, el temor y la vergüenza de una donación disolvente y deseada.

A uno le gustaría también, como al Pablo de la fábula, aprovechar los huecos blancos de las páginas para promover un relato alternativo y feliz, en el que los buenos se aman y se salvan, como burbujas que se fusionan, se hacen una y son felices hasta que estallan, plaf, plaf, desahuciadas, olvidadas, o, mejor aún, un relato alternativo en que sus protagonistas permanecen quietos como fósiles atrapado por ámbar.

Y ya está. Al final no es la luz del sol la que se desparrama en crepúsculo, sino el pálido reflejo de la luna el que estalla en el apagón de un agujero negro.

A La eternidad de un agujero (2018) siguieron La estirpe de Ménshikol (2019) y El escritor que quemó sus palabras (2020), todas ellas muy dignamente editadas por Punto Rojo Libros en buen papel y excelente tipografía. Previamente, Cayetano López, que cursó también Antropología en la Universidad de Sevilla además de Periodismo en la Complutense, ya había publicado El caracol zurdo y El enigma del cinco, ambas en el año 2017.

Del autor:

https://www.amazon.com/-/e/B00DZLV35M

https://dialnet.unirioja.es/servlet/autor?codigo=1636897

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