Con Miguel, en los años de la tesis, compartí innumerables encuentros y vivencias. Un hombre generoso y leal, heterodoxo y cultivador de un marxismo abierto. Fuera de la academia creó una inmensa biblioteca particular de obras de sociología, economía política y geografía crítica.
Disfrutaba de la conversación para generar intuiciones sociológicas aplicables al conocimiento histórico y empírico de la Región. Todos estos recursos los puso a mi disposición y nunca le agradeceré lo suficiente su compañía y afecto durante la travesía de la tesis y después.
Tengo aún recuerdos vividos de aquellos viajes por las carreteras de la Región, aprendiendo a leer sociológicamente el paisaje. Siempre me insistía en la necesidad de articular la materialidad del trabajo con los modos de organización del territorio.
En los últimos meses de su vida, en una Residencia, tras una delicada operación de corazón, seguía leyendo sociología con admirable disciplina. En las visitas que le hice seguimos conversando de la situación política y social del país, y también, mucho, sobre Gaza y Ucrania.
En varias ocasiones repitió que ya no conseguía comprender el despiadado mundo que se levantaba a nuestro alrededor. Pero, nunca dejó de confiar en las posibilidades de una ciencia social cada vez más sólida, crítica y compleja.
Se le echa mucho de menos.