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MACHISMO CRISTIANO: CÓMO LA IGLESIA CONVIRTIÓ EN PUTA A Mª MAGDALENA un artículo de Luis Miguel Sánchez Tostado

María Magdalena penitente de Tiziano
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María Magdalena penitente de Tiziano
domingo 08 de marzo de 2020, 13:55h
MACHISMO CRISTIANO: CÓMO LA IGLESIA CONVIRTIÓ EN PUTA A Mª MAGDALENA un artículo de Luis Miguel Sánchez Tostado

La Iglesia católica falseó la historia de María Magdalena convirtiéndola en una puta arrepentida para perjudicar su imagen pública y suprimirla como líder espiritual femenino. La leve retractación de la Iglesia llegó demasiado tarde tras dos milenios de inmerecidas injurias.

Hoy, día Internacional de la Mujer, romperé una lanza sobre un personaje bíblico: María Magdalena, a quien la Iglesia Católica cubrió con un manto de inmerecida injuria al estigmatizarla, sin serlo, como una puta arrepentida. Pese a que no existe ni una sola prueba documental, la Iglesia lapidó su imagen difundiendo un falso perfil de prostituta y adúltera, debido a los celos de los apóstoles varones, que no entendían cómo Jesús la prefirió a ella como depositaria de importantes revelaciones por haber gozado de una estrecha relación con él. Tras la muerte de Jesús, María Magdalena se configura como una líder espiritual pero la sociedad patriarcal no lo iba a permitir. A diferencia de los discípulos de Jesús, la encontramos en los momentos más importantes como la crucifixión, como doliente en el velatorio y entierro y también en la resurrección.

Para la creciente iglesia romana de entonces, la figura de María Magdalena es una figura incómoda pues validaba un perturbador liderazgo femenino, por lo que se inició una deliberada campaña contra su imagen, lo cual no deja de ser una bajeza teniendo en cuenta que era la favorita de Jesús. Aunque en las primitivas comunidades cristianas y judías las mujeres desempeñaron roles relevantes que incluía funciones incluso de sacerdotisas y profetas, a partir del siglo II y III esto cambiará. Recordemos el oficio de “ministras” de la Iglesia que algunas mujeres ostentaban en algunas comunidades cristianas, y que el gobernador Plinio el Joven refirió en 112 d.C. en su carta al emperador Trajano. (Plin. Ep. X 96 nº 8). Pero a medida que la Iglesia se fue institucionalizando, prescindió de la figura femenina copando los hombres el control de la cúpula eclesial. A partir de los siglos IV y V, se considera una herejía que una mujer ostentara cargos en la iglesia, más allá del servilismo a clérigos. Ya lo hizo el judaísmo en el Antiguo Testamento suprimiendo de los templos y de las escrituras a la diosa Ahserah, esposa de Yahveh, para dejar solo la figura masculina tras el milenario culto a las diosa consorte.

María de Magdala fue mucho más que una mera servidora de Jesús. Su papel como informadora de los discípulos varones y su presencia en la resurrección, le otorgan un papel fundamental como la “elegida”. En el año 591, el Papa Gregorio I, sin ninguna prueba histórica y por su cuenta y riesgo, tuvo la feliz idea de hacer coincidir a María Magdalena con otras mujeres pecadoras de otros episodios de la Biblia de las que no se cita el nombre, incluso con María de Betania, la mujer de Lázaro. Para culminar la jugada, declararon apócrifos e ilegales cualquiera de los evangelios y manuscritos de apóstoles que fueron apareciendo, aun siendo anteriores al canon escogido que no se ajustase a la estrategia doctrinal que se habían trazado. En algunos de ellos, anteriores a los canónicos, la señalan como su “compañera”.

En 1969, el Vaticano, reconociendo que se había excedido en la injuria retiró del calendario litúrgico el apelativo “penitente” que se le había adjudicado en el santoral (22 de julio) y se dejó de emplear en la liturgia la lectura de Lucas sobre su carácter pecador. En 1988, Juan Pablo II, en su Mulieris Dignitatem, se refirió a María Magdalena como “apóstol de los apóstoles”. Pero la tibieza de estas medidas, como si costara reconocer dos milenios de oprobio, no fueron suficientes pues la imagen de mujer “perdida” que ellos sembraron ya estaba firmemente anclada en el imaginario cristiano, mucho más en el católico, donde existen cientos de representaciones artísticas con la imagen de adúltera y prostituta.

Tanto el judaísmo como sus versiones cristiana e islámica, poseen unos sólidos cimientos machistas y homófobos. El Antiguo Testamento, donde se nutren estas religiones, denigra a la mujer de forma continuada. El Génesis ya advierte a la mujer que “tu marido te dominará” (Gn 3:16). En Eclesiastés se dice que no hay una sola mujer buena (Ec 7:28). En el Levítico, que son impuras: “La mujer que da a luz es impura, pero si encima da a luz a una niña, doblemente impura” (Lv. 12:1-5). Este libro también pone precio a la venta de mujeres: 300 grs. de plata, frente a los 500 grs. si es hombre (Lv. 27:1). En el Éxodo, se cosifica a la mujer como uno de los bienes propiedad del hombre (Ex 20:17) El Deuteronomio autoriza a quedarse con cautivas si te gustan, te las puedes llevar a tu casa y unirte a ellas, y cuando deje de gustarte, las echas (Dt 21:11-15). También autoriza a cortarle la mano a la mujer que te agarre del pene en una disputa (Dt 25:11-12). En el libro Jueces relata cómo, tras la matanza de Yabés de Galaad, se llevaron a las mujeres vírgenes, pero como no había para todos, Dios les autorizó raptar a las jóvenes de Siló, “os lleváis cada uno una muchacha y volvéis a vuestra tierra" (Jc 21:10).

En el Nuevo Testamento también encontramos perlas como las de Pablo de Tarso. En las cartas a los corintios manda a la mujer callar en las congregaciones y asambleas y les prohíbe intervenir y preguntar (I Cr 14:34). En la carta a Timoteo, insiste en el obligado silencio de las mujeres, a las que le prohíbe enseñar ni ponerse por encima del hombre (Tm 2:11-15).

Las religiones han sido una fuente inagotable de machismo de la que se han nutrido históricamente tendencias políticas conservadoras y tradicionalistas. Es ahí donde hunde sus raíces la tendencia machista del conservadurismo nacional-catolicista y de la emergente ultraderecha cuando se opone con vehemencia a medidas de protección de la mujer en la Ley de Violencia de Género.

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