En 1963 la dalia fue declarada flor nacional de Méjico, porque de aquellas tierras conquistadas procede. Su primera descripción científica se la debemos al fraile franciscano Bernardino de Sahagún hacia 1529. En 1784, Vicente Cervantes envió la primera dalia al padre Cavanilles, director del Jardín botánico de Madrid, “Jardines Reales”. El ilustrado abate Antonio José Cavanilles y Palop creó un nuevo género de plantas compuestas (compositae o asteráceas) dedicándolo generosamente el español al botánico sueco Andrés Dahl (1751-1789), discípulo de Linneo y fallecido muy joven, de cuyo apellido, Dhal, procederá el nombre “dalia”.
El genial naturalista Humboldt, uno de los padres de la Ecología, envió semillas de Dahlia coccinea a Europa, que florecieron en 1805. Hacia 1840 ya se cultivaban en el viejo continente más de dos mil variedades de esta bellísima flor. En 1873 llegó de Méjico a Holanda la variedad Juarezii, o sea, del territorio de Juárez, llamada Estrella del diablo por su color rojo fuego y sus pétalos largos y enrollados. “Dalia azul” es por el momento sinónimo de utopía o quimera. No existen dalias azules por ahora, salvo como ilusión de jardineros o de ingenieros genéticos talentosos. En el XIX se ofreció un premio a quien consiguiera tal maravilla, galardón que nadie ha reclamado aún. Existen variedades de dalias (imperial, excelsa) que ostentan la flor ¡a dos metros de altura! El cultivo de la Dalia en Holanda es el segundo en importancia económica después de los tulipanes.
Buscando información sobre la Estrella del Diablo, me tropiezo en la Red de redes con un sencillo pero entrañable y terrible poema, que me pone la piel de gallina, escrito en solidaridad con las víctimas de los crímenes de Juárez, de los repugnantes feminicidios, tan frecuentes en Méjico. Lo firma una artista sin duda popular, MariCari la Jardinera fiel, lo transcribo con ligeros retoques:
Es la Dalia juarezii de todas la más bella,
la que honra a su país, la llorada por su ausencia.
Morir en ciudad Juárez solo reporta vileza,
por trabajar te matan y sin justicia quedas.
La flor natural de Méjico es la mujer mejicana
y no la Estrella del diablo por encumbrada dalia que sea.
Vuela, vuela, pichoncito / párate en aquella higuera,
que aquí se acaba el poema / de Juárez y su Dalia muerta.
Este artículo va por ellas, por las mujeres mejicanas asesinadas, por esas “dalias” ultrajadas y alevosamente muertas.
Del mismo autor:
https://www.amazon.com/-/e/B00DZLV35M
https://dialnet.unirioja.es/servlet/autor?codigo=1636897
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