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MÁS ALLÁ DEL VÉRTIGO por José Biedma López

MÁS ALLÁ DEL VÉRTIGO por José Biedma López
lunes 28 de octubre de 2019, 11:52h
MÁS ALLÁ DEL VÉRTIGO por José Biedma López

Los indígenas americanos Mohawk Konawaga pertenecen a la liga iroquesa, nómadas de Canadá, cultivaban donde acampaban. Consideraban la guerra y la caza como las actividades propiamente masculinas y sólo elegían un jefe con ocasión de sus partidas de caza. El hombre blanco les empujó a situarse en una reserva al sur de Montreal y accidentalmente se descubrió que estaban maravillosamente dotados para los trabajos de altura

Hasta un cinco por ciento de la población mundial sufre acrofobia (miedo irracional a las alturas), y la mayoría de nosotros padecemos vértigo si nos asomamos a la terraza de un sexto o de un séptimo piso. Pero los Mohawks (plural, Mohoki) son inmunes a estas angustias y turbaciones sensibles.

En 1886 se comenzó a construir un puente ferroviario que atravesara el río San Lorenzo, cerca de Konawagi, el pueblo de los Mohoki. Numerosos indígenas fueron contratados como operarios. Entonces advirtieron que no sentían vértigo. Podían subir a las traviesas y montarlas con calma sobre el vacío de un enorme tajo, por lo que se especializaron como remachadores e instaladores de construcciones altas, resultando muy solicitados. No obstante, en 1907 una de las traviesas del puente de Québec se desploma matando a noventa y seis personas, entre ellas treinta y cinco mohoki. Semejante tragedia no ha impedido que hayan seguido empleados como personal especializado con buenas pagas en los grandes proyectos de construcción de rascacielos, como ferrallistas, encofradores, armadores de estructuras y en los servicios de limpieza de sus espejos y cristales.

En el World Trade Center original trabajaron generaciones de nativos mohoki. Y también formaron parte del esfuerzo de rescate del once de septiembre, después de los atentados del terrorismo islámico, ayudando a construir las edificaciones sustitutivas.

Hay quien piensa que sus superpoderes pueden deberse a su educación o a sus hábitos culturales, pues desde pequeños recorren empinados caminos forestales, sendas al borde de abismos, barrancos estrechos. Las mujeres de su tribu cargan a sus niños en las espaldas, lo que les adiestraría para guardar el equilibrio en medio del incesante movimiento de sus madres. Se les ha asociado con pueblos del Cáucaso como los chechenos o los cosacos, célebres por sus ejercicios de equilibrio a caballo y al borde de precipicios.

Sin embargo, es más verosímil suponer que sus extraordinarias aptitudes son consecuencia de una mutación genética, efecto de la endogamia, pues la indiferencia al vértigo es de toda su población y por tanto es improbable que proceda de un adiestramiento cultural. Es significativo que cuando van desde su reserva a la ciudad conservan su costumbre ancestral de elegir un jefe, tal y como lo hacían sus antepasados en sus partidas de caza. De este modo han logrado combinar su tradición cinegética con su participación en el mundo tecnológico de la Norteamérica del siglo XXI.

(Ilustración: Tintypes de Melissa Cacciola. Foto D. Primiano. Peter J. –nombre mohawk, Kwan Ne Let-, ferrallista de cuarta generación, y John –nombre mohawk, Tionerahto Kon-, ferrallista de altura de tercera generación).

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